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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEste elocuente término, que ya figura en el Diccionario de la Real Academia (RAE) como “nombre masculino coloquial”, especialmente usado en la Argentina (pero al fin de cuentas a los argentinos también les usurpamos los panchos en vez de los frankfurters, los pibes en vez de los botijas y unas cuantas voces más), significa, según la RAE, “sensación de hastío, molestia o aburrimiento”.
Eso fue lo que ocurrió hace unos años en el Uruguay, por allá, por el año 2024, cuando en vísperas de las elecciones nacionales del 24 de noviembre se llevó a cabo un encuentro entre los dos candidatos a presidente, Álvaro Delgado y Yamandú Orsi.
De acuerdo con la ley vigente, el encuentro era un debate y, volviendo a pedirle prestada la definición a la RAE, el término significa “contienda, lucha o combate, controversia, polémica, discusión o disputa”.
Las encuestas, que circulaban entonces en forma frenética para anunciar cuál de los dos candidatos podría ganar la elección, también recogían algunos otros datos que no fueron divulgados pero que de alguna manera determinarían el futuro de esa democrática instancia del “debate”.
El primer dato que sorprendió a los encuestadores fue el del rating.
Mientras los encuestadores telefoneaban con frenesí a los potenciales televidentes o escuchas del debate para ver quién de ellos iba ganando, se encontraron que el 75% de los encuestados respondían cosas como “escuché los primeros cinco minutos y después me fui a jugar al fútbol cinco con los compañeros de trabajo”, o “mis hijos pusieron una serie que estamos viendo en Netflix y estaba mucho más interesante” o aun cosas como “¿de qué debate me está hablando?”, “disculpe, ni sabía que había un debate… ¿Es por algún sorteo? En todo caso anóteme, le paso mi número”.
El ambiente de desinterés fue respaldado por la circunstancia (que no se hizo pública entonces, pero que se conoció meses después) en que los dos destacados periodistas que habían sido elegidos para coordinar el enfrentamiento se habían dormido sobre sus escritorios y hubo que despertarlos cuando el debate se dio por concluido. Confesaron entonces que la falta de interés y de enjundia de las temáticas y de la eventual confrontación de dos modelos de país, más el cansancio de una dura jornada de trabajo, los habían llevado a dormirse inadvertidamente y pidieron disculpas por ello.
Con un rating de menos del 7%, el episodio del “debate presidencial” fue un rotundo fracaso.
Más allá de cuál de los dos candidatos fue el que ganó en las siguientes elecciones, el debate presidencial del año 2029 se programó de otra manera.
Los organizadores (delegados de los dos candidatos y funcionarios de la Corte Electoral) decidieron que el debate se llevara a cabo en el Teatro de Verano del Parque Rodó precedido de la actuación de dos murgas, una con letras alusivas a uno de los dos candidatos y la otra al otro.
El espectáculo fue fuertemente promovido por la televisión con eslóganes tales como “Diviértase un rato, ríase en familia y después escuche a los candidatos y decida su voto”.
El hecho fue que una multitud asistió al Teatro Ramón Collazo a escuchar las murgas, pero cuando aparecieron los dos candidatos para el debate el público empezó a retirarse del lugar, quedando apenas un par de cientos de personas que, más que prestar atención al debate, repetían, cada una por su lado, los cuplés irónicos de las murgas que ridiculizaban al candidato contrario.
El rating televisivo y radial fue igual de decepcionante que cinco años antes porque, terminada la actuación de los conjuntos de carnaval, los oyentes y los telespectadores habían cambiado de estación o de canal en busca de otro entretenimiento alternativo.
En esta ocasión, y para evitar el bochorno de cinco años antes, en vez de dos periodistas para moderar un debate que nunca fue, porque los candidatos volvían, como en el año 2024, a repetir lugares comunes, cifras conocidas, a leer libretos preparados por sus equipos, una máquina de inteligencia artificial les iba indicando a los “contendores” que había concluido su tramo del debate y debían dejar lugar a su “contrincante”.
El régimen democrático uruguayo sufrió mucho con esta experiencia del “debate obligatorio” previsto por la ley, y antes de las elecciones del año 2034 hubo gestiones para derogar esa ley y sustituirla por una elección directa sin balotaje, sin discursos previos y supuestos debates ilustrativos de las diferentes posturas de los candidatos.
Pero el éxito comercial que había tenido la actuación de las murgas en el Teatro de Verano, debido a la venta de entradas y a la comercialización del espectáculo auspiciado por numerosas firmas comerciales, llevó a la Corte Electoral a organizar algo más sustancioso, buscando que, más allá de cualquier espectáculo, los candidatos a la presidencia enfrentaran en un fuerte intercambio de ideas los modelos de país que aspiraban a concretar en caso de ganar las elecciones y además les dejaran un interesante rendimiento económico a los organizadores.
En el año 2034, el espectáculo se organizó en el Estadio Centenario, con un programa que incluía un partido amistoso entre las selecciones de Uruguay y Argentina, a cuya terminación los veteranos jugadores rioplatenses Luis Suárez y Lionel Messi le entregaran la copa al capitán del equipo ganador, luego vendrían cuatro murgas en vez de dos (dos de cada tendencia) y la culminación sería el debate entre los candidatos, pero con la novedad de que las puertas del estadio no se abrirían hasta que concluyera el enfrentamiento de ideas entre los dos postulantes para evitar que la gente se fuera como lo había hecho en el Teatro de Verano.
El episodio fue tremendo porque, concluidos los entretenimientos (deportivos y musicales), la gente se abalanzó hacia las puertas, forzando varias de ellas, para poder abandonar el lugar y volver a su casa, absolutamente desinteresada de lo que vendría después. Por fortuna no hubo lesionados, pero se vivieron momentos de tensión cuando la multitud gritaba “¡déjennos salir, que no nos bancamos a estos aburridos!”, o también “¿a quién le importa lo que piensan estos flacos?, ¡lo bueno esta noche fue el gol del hijo de Suárez con el que ganamos 1 a 0!”.
Después de estas elecciones se formará una comisión de estudio sobre “la importancia de los debates preelectorales y su pérdida de valor en las circunstancias actuales”, la que estudiará la derogación del debate obligatorio por ley y analizará la posibilidad de que los próximos presidentes no sean elegidos por la ciudadanía, sino por el ChatGPT.
Va a ser un alivio para muchos, menos para la Constitución y la democracia.