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    El hombre orquesta

    Cuando el periodista se enfrenta a la hoja en blanco en la que va a escribir su aporte editorial y se ve en la necesidad de titular su trabajo, se producen situaciones cambiantes.

    Hay veces que uno tiene el título clarito en la mente desde que decidió el tema sobre el que iba a escribir; otras veces (como esta, por ejemplo) tiene sus dudas.

    A mí se me había ocurrido, al principio, un título en inglés (cosa que nunca hice hasta ahora en casi 54 años escribiendo en esta benemérita publicación), pero después pensé: “la mayoría me va a entender, pero para los que no lo entiendan, tengo que explicarles quién fue Tomás Moro, Enrique VIII, Cromwell y demás personajes de la época”. La iba a titular “A man for all seasons”.

    Pero después, dando vueltas en mi cabeza, me acordé de mi niñez, cuando mis viejos me llevaban al circo, a aquellos circos trashumantes y modestos que recalaban de tiempo en tiempo en Montevideo en alguno de los descampados que todavía quedaban antes que se llenaran de torres y viviendas con amenities, gym y piscinas techadas.

    Entre los personajes que figuraban en aquellos circos, había payasos, equilibristas, trapecistas, malabaristas y hasta animales, algo políticamente incorrecto en estos tiempos que corren. Había elefantes, tigres, leones (y sus domadores), y, de vez en cuando, aparecía un personaje al que llamaban “el hombre orquesta”.

    Se trataba de un personaje con una interesante coordinación motriz, que tocaba una guitarra, a la que había una armónica atornillada (que él soplaba más o menos rítmicamente), y, sentadito en un banquito, manejaba con los pies dos bombos de diferentes tamaños, a los que hacía sonar alternadamente apretando los pedales con cualquiera de sus pies, marcando el ritmo.

    Me pareció que el Pepe Mujica se parecía más al hombre orquesta que al “man for all seasons”.

    En el interminable ocaso de su vida, dotado de una resistencia realmente asombrosa, el Pepe hace sonar todos los días varios instrumentos, y todos emiten músicas de variada armonía, mientras el mundo no hace sino reconocerle sus dotes de santón filosófico, predicador de todo lo bueno y valioso, sano, justo y perdurable, después de haber pasado por algunas otras etapas de su vida a las que la humanidad, generosamente, ha ido dejando enterradas en el pasado remoto.

    Ahora Lula lo nombró doctor honoris causa de no sé qué universidad brasileña, y el presidente colombiano Petro le otorgó la Orden de Boyacá, máxima condecoración colombiana creada nada menos que por el mismísimo libertador Simón Bolívar, en reconocimiento a los combatientes que participaron en la campaña libertadora de 1819 (capaz que el Pepe ya andaba entreverado en esas lides en esos tiempos revolucionarios).

    En la sobremesa del almuerzo en el Quincho de Varela, y entonado por algunos generosos brindis ocasionales, el Pepe lo llamó al Pacha Sánchez y le dijo.

    —¡Vo, Pacha, llamalo al Tran, que se venga a tomar una acá con noshotro, que tengo algunashidea que pueden andar bien…!

    —¿A Trump, Pepe? —reaccionó el Pacha, medio desconcertado.

    —¡Shí, al Tran, ¿a quién otro? —replicó el anfitrión y sacó una libretita en la que tenía algunas notas.

    Horas más tarde, en un jet de Elon Musk, de esos que van más rápido que la luz, Trump aterrizaba en Melilla y se hacía presente en el célebre quincho, que algún día será parte del patrimonio nacional.

    —Vo, Tran —dijo el Pepe—, vamoasher una cosa: vo lo llamá al Shelenki éshe de Ucrania, y demientras yo lo llamo al Putin, y vemos de encontrar un arreglo pa este bolonqui en el que están matando gurise como mojca, ¿tamo?

    El Pepe le tuvo que explicar al Pacha, que no lo sabía, que Mujica y Putin habían estado reunidos en Brasil cuando el Pepe era presidente, y que le había mostrado, en el mapa de papel aquel que editaba la Ancap para andar por carretera, dónde pensaba instalar, allá por Rocha, un puerto de aguas profundas, y que Putin había quedado muy impresionado.

    —Vo, Putin, hashemo ashí —le dijo el Pepe—: vo te quedá con todo eso que lej mejicaneaste a lo ucraniano, y el Shelenki se queda en el molde, y dejan de matar gente, y lojpelotudo esho de la Unión Europea paran con lo mishile, y ejtamo en paz…

    El Pacha le informó discretamente al Pepe que esa fórmula de paz es la que se estaba discutiendo hace unas semanas en el mundo y que no era muy original, pero el Pepe lo mandó raudo a ocuparse de Yamandú, que estaba en una punta de la mesa quedándose dormido porque no tenía ni idea de lo que estaban hablando.

    Trump le dijo a Zelenski que la fórmula de arreglo era esa, y que era idea del Pepe Mujica, cosa que el ucraniano ni pestañeó, porque cualquier fórmula que parara la carnicería le venía bien a él y a todos.

    Pero el Pepe no había terminado de esbozar su proyecto.

    Les explicó a todos que había que nombrar a una persona que sirviera de árbitro por si surgía algún problema, y dotarla de poder y fondos para enfrentar cualquier dificultad.

    —Agarramo a la sheniora y la metemo en la frontera, le damo la guita como pa edificar el Ucraniarena, le cueste la guita que le cueste, quella ta acojtumbrada a tirar la guita shin resibo, y la dejamo ahí, quietita, y aprovechamo y la ponemo a Blanquita de vice, que ej lo que yo quería, pero ejto bolche shon insasiable shon.

    Trump pareció aceptar la fórmula, Putin no estuvo en contra, el Pacha logró despertarlo a Yamandú, quien declaró a la prensa que una de las primeras medidas de su gobierno sería lograr la paz entre Rusia y Ucrania, con lo que el Uruguay propondría al Pepe Mujica para el Premio Nobel de la Paz 2025.

    Habrá que ver cuántos instrumentos más nos va a hacer escuchar el hombre orquesta, mientras sus pilas sigan cargadas…