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    Botando mujeres

    Faltan tres días para el balotaje y la tensión está a flor de piel en Uruguay, pero la forma en la que se ha venido tratando a las mujeres políticas habla más de la misoginia reinante que del fanatismo partidario

    Columnista de Búsqueda

    Faltan tres días para el balotaje y la tensión está a flor de piel en Uruguay, pero la forma en la que se ha venido tratando a las mujeres políticas habla más de la misoginia reinante que del fanatismo partidario.

    Posiblemente, uno de los mayores derrapes haya sido la frase “miren lo que es, ¡un bombón!”, dicha por el candidato del Partido Nacional en un acto de campaña en Paysandú, en referencia a su compañera de fórmula. Una broma que incluyó además a la propia esposa del candidato, a la que este le gritó desde el estrado: “Perdón, Leticia. Es un piropo permitido, ¿verdad?”. La escena entera atrasa décadas, en primer lugar porque pone a una mujer política en una situación desvalorizante en la que, en lugar de resaltar sus ideas o sus cualidades de liderazgo, se hace foco en la apariencia física. Atrasa además porque naturaliza la vetusta figura del “piropo”, un hábito cultural que promueve que a las mujeres se las siga viendo como objetos de placer del hombre, perpetuando así los roles desiguales de género y habilitando distintas formas de violencia. El problema es que la cultura que objetiza a las mujeres está tan arraigada en algunas personas que ni siquiera son capaces de darse cuenta de lo que están diciendo.

    Recientemente, el frenteamplista José Mujica se refirió a la senadora electa Blanca Rodríguez como un “repuesto” en caso de que Carolina Cosse no hubiera aceptado la candidatura a la vicepresidencia. Esta forma de referirse a sus compañeras como piezas que se ponen y se sacan evidencia también en este caso un desprecio tan arraigado que le impide a quien lo dice darse cuenta de esa violencia. Porque lo curioso de estos dos casos mencionados es que fueron comentarios sin intención de agredir, sino que simplemente dejan ver la forma en que estos hombres ven a sus compañeras de partido.

    Pero también hubo violencias de las intencionales, de esas que buscan lisa y llanamente ofender. Es por ejemplo el caso de las agresiones que recibió la exprecandidata colorada y batllista Zaida González Legnani luego de anunciar que apoyaría a Yamandú Orsi en el balotaje. Los comentarios descalificadores no tardaron en llegar: el excandidato colorado dio a entender que a nadie le importa ese “micropase”, ya que nadie conoce a Zaida González, expresando que hay que “googlear para saber quién es”. En sus redes, González dice haber recibido “un mar de odios y rencores” a raíz de su decisión y explica que su apoyo a Orsi se debe a que las políticas sociales que ella promueve “no fueron recogidas en el programa” del Partido Colorado (PC) ni en el Compromiso por el país 2. Desde filas del PC se dice que a Zaida “la están usando”, y una vez más aparece esta idea de las mujeres políticas como seres sin capacidad de decisión, como cosas que se ponen y se sacan.

    La falta de representación femenina en el PC agrava aún más la situación para las mujeres coloradas, y muchas se solidarizaron con González. De hecho, la dirigente colorada Mariella Demarco (quien expresó haber votado a Lacalle Pou en el balotaje de 2019) decidió seguir a Zaida y sumarse también en el apoyo a Orsi. Por su parte, la también colorada Desirée Pagliarini expresó que, pese a no compartir la decisión de González, la entiende: “Me genera rechazo ver cómo @zaidaglegnani ha sido maltratada por propios correligionarios”, escribió en su cuenta de X. Y agregó: “Trasluce la violencia de muchos quienes dicen combatirla. Otra casualidad… ¿que sean todos legisladores varones en el PC?, no creo. Zaida tendrá sus motivos para dar el paso que dio”.

    Este martes, la también exprecandidata colorada y batllista Carolina Ache anunció que no votaría al candidato de la coalición republicana en el balotaje. Según compartió Búsqueda, porque “cree en ‘el Estado de derecho’ y por los hechos presuntamente irregulares ocurridos en la Torre Ejecutiva que denunció en Fiscalía”. Ache dijo haber sentido que en su partido “le soltaron la mano” a raíz del caso del narcotraficante Sebastián Marset, cuando se buscó que ocultara información a la Justicia. El coro de desprecio no tardó en reverberar: “No existe Carolina”, no es “relevante” su voto, lo hace solo por “resentimiento”, es una “expresión de rabia”. Una vez más, varones desacreditan la decisión de una compañera, muestran su desprecio diciendo que a nadie le importa lo que haga.

    Parecería que están haciendo una y otra vez todo el esfuerzo por expulsarlas: del Parlamento, de sus partidos, de la política. Lejos de estar votando mujeres, están botando mujeres.