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    Chinos en lo cierto: crisis es oportunidad

    Los jóvenes todavía ven en Milei un desafío a la política tradicional, a la que desprecian porque les ha hecho perder gran parte de sus esperanzas de progreso

    El presidente argentino, Javier Milei, acaba de obtener un triunfo tan contundente como inesperado. Ha ganado nítidamente las elecciones de medio término del último domingo —lo que ahuyenta los peores fantasmas que recorrían el país en las últimas semanas—, pero todavía no está todo dicho respecto de los próximos dos años de su gobierno, ni mucho menos respecto de las elecciones presidenciales de 2027.

    La victoria de La Libertad Avanza, el partido de Milei, fue inesperada porque varias investigaciones de opinión pública mostraban que la imagen del presidente y la de su gestión son evaluadas con más negatividad que positividad, que la confianza en el gobierno venía cayendo, y que aproximadamente siete de cada 10 argentinos redujeron sus consumos a causa de la crisis económica. Por otro lado, la tasa de éxito parlamentario de la agenda oficial venía disminuyendo drásticamente, y en términos electorales el gobierno había ganado solo una de las 10 elecciones provinciales que tuvieron lugar en 2025, que habían sido cómodamente ganadas, en nueve casos, por los distintos oficialismos provinciales, consolidando una tendencia de larga data hacia la desnacionalización de la política argentina.

    Un analista agregó que el escenario en el que el gobierno llegó a las elecciones podría sintetizarse así: recesión + cansancio con el estilo de liderazgo + falta de empatía en temas de alta sensibilidad + sospechas de corrupción. Finalmente, en la campaña —que otro colega definió como una de las más mediocres, trilladas y anodinas de los últimos tiempos—, su principal candidato en el principal distrito se vio obligado a declinar su candidatura por no haber podido explicar por qué recibió dinero de un acusado y deportado por narcotráfico, lo que profundizó la estrategia de esconder a los candidatos (muchos de ellos absolutos analfabetos políticos) y puso a Milei al frente y como única referencia de la elección, insistiendo en el gran logro de la desaceleración de la inflación, pero con actos pequeños y desorganizados en los que el presidente terminaba subido a una camioneta cualquiera, a los gritos con un megáfono en la puerta de su hotel.

    A pesar de todo esto, para la renovación de la Cámara de Diputados, La Libertad Avanza obtuvo el primer lugar con algo más del 40% de los votos. Ganó en 16 de las 24 provincias (ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Mendoza, Jujuy, Chaco, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta, San Luis, Santa Fe, Tierra del Fuego, provincia de Buenos Aires, Chubut y La Rioja —atención: las tres últimas se definieron por menos de un punto y podría haber alguna sorpresa en el recuento definitivo). Su principal contrincante, el peronismo (que compitió en las distintas provincias con 11 nombres diferentes), quedó segundo con algo más del 31% y ganó en seis provincias (Tucumán, Catamarca, Formosa, San Juan, La Pampa y Santa Cruz —las dos últimas por menos de un punto).

    ¿Cómo se explica esta sorpresa? No es tarea fácil, pero creo que habría que considerar, en orden decreciente, los siguientes factores.

    En primer lugar, la crisis cuasi terminal en la que estaba el gobierno apenas un mes antes de la elección actuó como un catalizador de la aversión al riesgo por parte del electorado. En el último mes, una corrida del precio del dólar y la incapacidad del gobierno de gestionar las crisis hizo circular versiones de renuncias, juicio político y designación de un sucesor por parte de la asamblea legislativa, como en 2001. Ante la reaparición de semejante fantasma de crisis política y sus previsibles consecuencias económicas y sociales, muchos votos se volcaron finalmente a favor del gobierno para evitar el descalabro.

    En segundo lugar, al gobierno le dio muy buen resultado la estrategia de polarizar a la sociedad entre La Libertad Avanza y la amenaza del regreso del peronismo kirchnerista, ahora conocida como “riesgo kuka”. Todavía espanta el recuerdo del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y aunque al peronismo no le había ido mucho mejor que al partido oficial en las elecciones provinciales de este año, tuvo un triunfo contundente (y amenazador) en la provincia de Buenos Aires hace un mes y medio, ganando por 14 puntos (47% a 33%) y proyectando al gobernador Axel Kicillof como precandidato a presidente.

    En tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, hubo una gran dispersión y baja efectividad de las opciones moderadas no kirchneristas ni mileístas. El tercer puesto fue para la alianza Provincias Unidas (que compitió con siete nombres diferentes), que obtuvo solo el 7% de los votos, a pesar de aglutinar a cinco gobernadores jóvenes y prometedores, cuyo poder territorial sucumbió frente a Milei. De hecho, este triunfo de un partido nuevo e inorgánico, con malos candidatos pero con un sello claro y bien identificado con el color violeta, podría ser leído como un desafío, probablemente temporal, al poder de los caciques territoriales: en todo el territorio solo ganaron 11 oficialismos provinciales, y dentro de este conjunto de Provincias Unidas, solo el gobernador de la provincia de Corrientes salió triunfador —por un punto—. Por miopía o por egoísmos, Provincias Unidas y los muchos otros espacios de centro no supieron cristalizar una demanda que, efectivamente, existía.

    En cuarto lugar, Milei sigue conectando con el electorado joven, que si bien sueña con irse del país, es relevante en un padrón electoral que tiene un 50% de votantes que son menores de 40 años. Los jóvenes todavía ven en Milei un desafío a la política tradicional a la que desprecian porque les ha hecho perder gran parte de sus esperanzas de progreso.

    Finalmente, en quinto lugar, el descrédito de la política tradicional también se observa en la apatía que se evidencia en el ausentismo electoral. Estas elecciones nacionales han sido las menos concurridas de la democracia nacida en 1983: votaron unos 23 millones de personas sobre un total de más de 36 millones y medio de habilitadas para hacerlo, menos del 68%. Muchos desencantados no fueron a votar a terceras opciones, demasiado dispersas y por lo tanto irrelevantes, y aumentó la proporción de votos del gobierno.

    Sea cual fuere la combinación de factores que podrían explicar el resultado, de aquí en adelante lo importante es, en primer lugar, la nueva composición del Congreso argentino. En la Cámara de Diputados, La Libertad Avanza pasa de 37 diputados propios a 80, que con aliados (del PRO, la UCR y otros colaboracionistas) podrían llegar a 110 —sobre un total de 257—. Fuerza Patria (la etiqueta que usó el peronismo en la mayoría de los distritos) mantiene sus 99 diputados, y se estrenaría un nuevo bloque de Provincias Unidas, con ocho diputados. Para el Senado, La Libertad Avanza ganó seis de las ocho provincias que elegían senadores —como el Senado se renueva por tercios, cada dos años son ocho las provincias que votan esta categoría— y pasa de seis senadores a 18. Fuerza Patria, por su parte, sigue resistiendo allí como la primera minoría, pero pasa de 34 senadores a 28 —sobre un total de 72.

    La composición del Poder Legislativo es crucial para el funcionamiento de cualquier sistema político, pero especialmente en este caso, por dos razones que venían siendo señaladas por los analistas: la primera es que si bien el gobierno no tendrá el control del Congreso como para aprobar su agenda sin problemas, sí se ha asegurado el tercio de cada cámara para exorcizar la amenaza de juicio político al presidente. La segunda es que, si como anunció en su discurso después de conocerse los resultados, Milei buscara implementar reformas importantes, necesitará el acompañamiento de aliados parlamentarios, objetivo que ahora parece menos trabajoso.

    Sin embargo, no está todo dicho porque el presidente es irascible e imprevisible, el gobierno sigue siendo muy amateur y desorganizado, hasta ahora ha fallado en mantener unido a su propio bloque, y el programa económico, a pesar del inédito salvataje de Estados Unidos, sigue siendo precario. El presidente ha comprado un tiempo precioso, pero tiene que hacer una interpretación certera de por qué ganó estas elecciones. En 2023, en cambio, creyó que la ciudadanía argentina se había convertido al anarcocapitalismo, y ese diagnóstico equivocado lo llevó a cometer innumerables errores.

    Ahora Milei tiene una oportunidad inédita para rearmar el gobierno (no solo el gabinete) y buscar alianzas sinceras y sólidas para buscar reformas que mejoren la vida de la población. Pero todo eso lleva un tiempo y un trabajo que el gobierno, hasta ahora, no ha mostrado la voluntad de perseguir.