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En la película El marciano, el personaje interpretado por Matt Damon queda abandonado en la superficie del planeta rojo y tiene que sobrevivir en soledad durante meses, usando aquello que su inteligencia le permite hacer, con los recursos que tiene a mano. Así, logra cultivar papas para alimentarse y plantas verdes para producir el oxígeno que necesita para respirar.
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De alguna forma (elíptica, claro) el ministro de Economía entrante, Gabriel Oddone, a quien pude escuchar en el más reciente DesayunosBúsqueda, me recuerda a ese personaje. No por la soledad, ya que Oddone cuenta con un sólido equipo a su alrededor en el ministerio, sino por la idea de lograr usar de la manera más inteligente posible los recursos políticos y técnicos con los que cuenta, en un entorno complejo y por momentos hostil.
Si bien Oddone es un economista especializado en historia de la economía y se define como frenteamplista independiente, no es alguien ajeno a la política. Al contrario, la política es uno de los varios hilos conductores que pueden explicar su llegada al ministerio, más allá de sus indudables virtudes técnicas. Fue, por ejemplo, la política universitaria lo que le dio la posibilidad de conocer a Danilo Astori, más allá de que este fuera también su docente. ¿Qué quiere decir esto? Que, si bien Oddone fue llamado a gobernar por sus condiciones técnicas, no es alguien que no comprenda cómo funciona la política. Esto quedó claro cuando, en cierto momento de la charla, le fue preguntado si creía que su posición era similar a la de Astori en el primer gobierno de Tabaré Vázquez. De manera polite, el ministro contestó que era la primera vez que en un gobierno del Frente Amplio no había uno solo de los protagonistas del regreso a la democracia y que eso significaba también que se había producido una recomposición ideológica en donde los sectores seregnistas y astoristas habían perdido protagonismo. En resumen y dicho menos lindo, que en términos de la interna de su partido, tenía claro que estaba más a la intemperie que Astori. Como el marciano de Damon.
También dejó claro que hay una diferencia entre las posiciones que se pueden tener desde lo técnico y lo que se logra implementar en el ámbito de la política. Esto es, que una cosa es aquello sobre lo que existe evidencia y hacia lo que se apunta, y otra, a veces distinta, aquello que termina saliendo al final de ese tubo sinuoso que llamamos política. Y que, siendo parte de un gobierno, ese tubo es inevitable. Y que esa distancia resulta especialmente notoria en partidos como los uruguayos, que nunca representan a una única familia ideológica e incluyen en su seno distintas visiones dentro de un espectro amplio.
Si algo parece caracterizar a Oddone es su mirada prospectiva: le interesa más proponer que ajustarle cuentas al pasado. Se dirá que esto es lo que hace cualquier gobierno que arranca su periplo y es verdad: un gobierno que comienza tiene que vender futuro, no pasado. Sin embargo, la tentación de poner el foco en una eventual “herencia maldita” es tan común en los gobiernos que arrancan como la idea de vender futuro. Consultado sobre la situación de ASSE y otros asuntos que potencialmente podrían ser problemáticos para las cuentas públicas, Oddone dijo que esos asuntos se están analizando y que no tiene sentido especular al respecto mientras no se tenga evidencia clara de la situación. Y que le interesa más mirar hacia adelante porque hay un montón de asuntos por resolver y espacio para mejorar. Alguien que fuera estrictamente político, entendido como alguien que desdeña los datos porque le interesa más construir una narrativa, podría haberse subido al caballo que le ofrecieron los entrevistadores con esas preguntas. Oddone se comportó con total honestidad intelectual y no lo hizo.
Otro tema en el que el ministro tuvo que ser hábil a la hora de bailar el baile entre el científico y el político fue el de la reforma de la seguridad social. Consultado sobre las voces que en el Frente Amplio reclaman desechar los resultados del plebiscito, Oddone señaló que “las reformas previsionales deben llevarse a cabo; no se puede eternizar su discusión, ya que esto impide la resolución de problemas que pueden afectar la estabilidad fiscal y, al mismo tiempo, generar incertidumbre”. Recordó, además, que es fundamental que esta clase de reformas “cuenten con amplios niveles de consenso, dado que se trata de un tema estructural y de largo plazo”. Esto es importante porque las idas y venidas puramente ideológicas en torno a estos asuntos son la mejor manera de no solucionarlos nunca. Quizá suene muy del mundo de Frutillita, pero la evidencia dice que los países serios son aquellos que logran consensos amplios en los temas de fondo, se aplican a resolverlos y, por lo general, los resuelven.
La única piedra que el ministro dirigió a la nueva oposición fue la de recordarles que andar insistiendo en que el ministro de Economía dura un mes no es una gran idea para salir a captar inversores en el extranjero. Que generar incertidumbre en ese aspecto les hace un flaco favor a quienes se interesan por tener un país productivo y capaz de crecer. Por eso también el énfasis de Oddone estuvo puesto tanto en la necesidad de crecer económicamente para poder atender las políticas públicas que se necesitan como en la necesidad de estabilidad. Y, de hecho, lo mencionó el ministro, la mayor parte del electorado uruguayo no parece estar interesado en cambios de timón bruscos que pongan en riesgo lo que ya tenemos construido como sociedad.
Finalmente, en el complejo balance entre decir lo que va a hacer, porque eso es lo que indica la evidencia, y no decir lo que sabe que puede sacudir la interna del nuevo partido de gobierno, es justo reconocer que en ningún momento Oddone se pareció a esos políticos que salen a la prensa a vender su crecepelo. Es enorme el contraste que hay entre un ministro que entiende que la verdad no es únicamente suya y que encontrarla es parte de un proceso conjunto, en donde la serenidad y la inteligencia no son un capital partidario, y, por ejemplo, la senadora Bettiana Díaz, que parece creer sinceramente que su partido es el único en el país que sabe cómo resolver los problemas, por más que muchos no los haya resuelto en los tres lustros que estuvo en el gobierno. Esa es la diferencia que hay entre el político que trata al ciudadano como un adulto, que es capaz de decirle que no todo es posible, que la honestidad y la inteligencia están repartidas y que solo a través del trabajo inteligente a lo largo del tiempo es posible solucionar asuntos tan graves como la pobreza infantil. Dicho de otra forma, que para solucionar la pobreza infantil es necesario que el ciudadano no se comporte como si fuera un niño, sino como un adulto capaz de reconocer los límites que impone la realidad. Eso Oddone parece tenerlo claro. Harina de otro costal es si eso será suficiente o si los adultos que quieren ser tratados como niños son mayoría. Por el bien del país y su gente, ojalá no lo sean y Oddone, como el marciano de Damon, pueda cumplir su misión.