“El cuerpo no está frío, está caliente, pero yo estoy muerta en mi cama”.
El caso te deja muda porque es el sumun del abuso masculino, un callejón sin salida para todos los argumentos que suelen poner en duda a las víctimas
“El cuerpo no está frío, está caliente, pero yo estoy muerta en mi cama”.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEs la historia de violencia misógina que horroriza al mundo entero. No es un violador, son más de ochenta. Tienen entre 20 y 70 y tantos años. Son profesores, periodistas, policías, bomberos, enfermeros, electricistas. Son hijos, padres, hermanos, abuelos. Algunos toman viagra. Violan a una mujer de más de 60 años que no se mueve, que está inconsciente. Les gusta que los filmen mientras violan. Son todos hombres.
El que filma es el esposo de la mujer, el francés Dominique Pélicot, que durante casi 10 años concertó las violaciones en su propia casa. Sistemáticamente durante una década, se aseguró de drogarla con una combinación de medicamentos que la dejaban inconsciente. A través de mensajes en sitios de internet, ofrecía a desconocidos tener sexo con su esposa “sin su conocimiento”, a cambio de filmarlos. El señor almacenaba los registros en una carpeta que tituló “abusos”, donde tenía cientos de videos y fotos que detallaban las violaciones. Categorizaba cada registro con el nombre o apodo del violador, la edad y el día en que había sucedido. Algunos videos duran tres horas, otros hasta seis.
Según informa el diario El País de España, tras varios exámenes psiquiátricos realizados durante la investigación, las personas expertas en el tema que hicieron las pericias creen que Pélicot no padece “ninguna patología o anomalía mental” que haya podido influir en sus actos. Lo mismo se ha manifestado de los otros abusadores identificados hasta el momento, que son 50: ninguno sufre de una patología psicológica notable.
Se trata del caso conocido como “las violaciones de Mazan” (el nombre del pueblo del sureste de Francia donde vivía el matrimonio), también como el “caso Pélicot”: es un caso judicial que actualmente involucra a 51 hombres (incluyendo al propio Dominique Pélicot), acusados de violar a la exesposa de Pélicot, Gisèle, que era sistemáticamente drogada por este sin consentimiento.
El caso te deja muda porque es el sumun del abuso masculino, un callejón sin salida para todos los argumentos que suelen poner en duda a las víctimas: acá no hay forma de interpretar “risas” o palabras como medida de consentimiento, porque en este caso la sumisión química1 dejaba a la mujer totalmente inconsciente, casi en coma. No queda espacio para las interpretaciones de “jolgorio” que desde jueces hasta comunicadores han dicho ver en registros de audio o video de abusos sexuales por sumisión química, en Uruguay y en el mundo entero. Pienso en tantos casos que quedaron en la nada, como aquel abuso de un grupo de hombres contra una mujer en el baño del camping de Santa Teresa, en 2014, o en tantas violaciones grupales en que los abusadores fueron declarados inocentes, en Cordón, en Valizas, en todo el planeta.
Pero te deja muda también porque, aunque el caso no sea exactamente así, la imagen que nos queda es la de un pueblo entero en donde el que no viola es cómplice de violación. En 10 años, ninguno, nunca, dijo nada. Circula en la prensa un dato que dice que de cada 10 hombres que Pélicot invitaba a violar a su esposa, solo tres le decían que no. Ni uno, entre ese 30% de hombres que rechazó el ofrecimiento a violar, se dignó a denunciar. Da escalofríos el pacto entre hombres.
En sus investigaciones sobre abuso sexual, la socióloga Diana Scully afirmaba que la violencia sexual tiene un origen sociocultural, y que los hombres “aprenden a violar” en la cultura. La antropóloga Rita Segato, prefiere hablar de un “mandato” de violación que existe en las sociedades, donde violar es la manera en que los hombres se sienten poderosos. Tal vez por eso abundan las imágenes de abusos, violaciones y todo tipo de violencia sexual contra las mujeres en películas, páginas porno o grupos masculinos de WhatsApp.
Si realmente les preocuparan los niveles de violencia contra las mujeres, tal vez se animarían a romper el pacto de masculinidad, tal vez de a poco empezarían a levantar la voz, a cuestionarse, a no dejar pasar. Mientras tanto, seguiremos viviendo en un mundo de pusilánimes.
1. La sumisión química refiere al uso de alcohol, drogas o fármacos para manipular la voluntad de las personas o modificar sus comportamientos con fines delictivos, principalmente agresiones sexuales. Las víctimas de sumisión química son mayoritariamente mujeres.