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    Ni libres ni pensadores

    Más temprano que tarde hay que abordar el contenido de lo que se enseña, porque solo con más educación se logra más libertad, prosperidad y crecimiento

    Director Periodístico de Búsqueda

    Otra vez las ocupaciones. Los edificios de los centros de enseñanza con carteles gremiales, los pupitres y sillas en la puerta, las carpas, movilizaciones, marchas, el reclamo que año tras año se repite por mayor presupuesto. Muy poco es lo que ha cambiado. Quizás la intensidad sea mayor porque en este caso se trata de la votación del presupuesto quinquenal, pero luego, año tras año, vendrán, con más de lo mismo, las sucesivas rendiciones de cuentas.

    Los gremios son siempre los mismos. Se dividen principalmente entre los de docentes, los de estudiantes y los de funcionarios, y también según las distintas ramas de la enseñanza. Algunos son más grandes, otros más combativos o más o menos ruidosos. Pero casi no cambian ni las consignas ni las reivindicaciones. Tampoco los resultados. No quiere decir que no existan. La educación ha ido aumentado sus recursos año tras años, aunque para los sindicatos de esa área nunca es suficiente.

    Lo que cambian son los adversarios políticos porque cambian los gobiernos y también las responsabilidades. El anterior fue de la Coalición Republicana, “neoliberal” con todas las letras para los sindicatos de la educación. La lucha fue frontal casi desde el primer día, aunque en un tono distinto al utilizado actualmente contra una administración del Frente Amplio. Porque algunos de los que antes eran compañeros en la lucha ahora son autoridades en el Poder Ejecutivo.

    Uno de los casos más emblemáticos es el del director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Rodrigo Arim, que antes de asumir esa responsabilidad se desempeñaba como rector de la Universidad de la República. Por años lo hizo, dedicando todos sus esfuerzos y energía a esa casa de estudios terciaria, la mayor del país. Pues, a solo meses de haber ingresado a la Torre Ejecutiva, ya fue catalogado como “persona no grata” por los gremios con los que antes había compartido la misma mesa. Ni con los blancos ni con los colorados se atrevieron a tanto. A un gobierno del Frente Amplio le exigen y lo combaten mucho más, había sostenido a principios de este año el expresidente José Mujica, generando la furia de casi todo el PIT-CNT. Con el diario del lunes, no estaba tan alejado de la realidad.

    Toda esa tormenta que se repite año tras año, con mayor o menor intensidad, siempre tiene el mismo desencadenante: el presupuesto. Rara vez se discute sobre algo distinto a qué porcentaje del Producto Bruto Interno se lleva la enseñanza y a cómo se distribuyen esos recursos entre las distintas áreas. Se pueden contar con los dedos de una mano las veces que en las últimas décadas los debates públicos en torno a la educación fueron sobre los contenidos. Y en casi todos esos casos excepcionales se terminó imponiendo el no cambio. Este año no es la excepción. Solo se discute si más o menos dinero. Para qué no parece ser muy importante.

    Ese es un gran problema, quizás el más importante por el que atraviesa Uruguay en estos tiempos. Más incluso que el narcotráfico, que tantas horas ha ocupado de la agenda pública durante los últimos días. Porque, entre otras cosas, los graves problemas por los que atraviesa la educación que se imparte a niños y adolescentes, en especial a los más pobres, son la causa de que el mundo narco termine siendo la única salida tentadora para miles de ellos.

    El sociólogo Renato Opertti lo dijo con una calidad superior la semana pasada en Radio Sarandí. “La educación en Uruguay no está generando personas libres y pensantes”, opinó y sumó varios argumentos como para justificar esa conclusión lapidaria. Lo explicó con datos y con hechos. Debería haber sido un escándalo, un tema de discusión por los siguientes días y semanas y meses. Pero pasó casi desapercibido, como suelen pasar todas esas advertencias en este país, que parece estar adormecido.

    Opertti dijo que el analfabetismo ya no es un concepto ajeno a Uruguay. Contó que cada vez hay más jóvenes que apenas pueden escribir su nombre. Así lo confirman, además, los que trabajan en la cárceles, que día tras día se sorprenden del nivel educativo de los miles de presos. Pero aquí todavía seguimos despegados de la región, porque aquí somos la “Suiza de América”, es el concepto que prevalece en gran parte del sistema político. Con este panorama, más que la “Suiza de América”, estamos cada vez más cerca de ser la “Guatemala de América del Sur”.

    Porque lo realmente grave, sostiene Opertti, es que el actual sistema educativo ni siquiera tenga la capacidad necesaria de formar “personas libres y pensantes”. Esa es la verdadera bomba de tiempo. Por más presupuesto que se asigne a la enseñanza, si no se logra que los alumnos efectivamente concurran a las aulas y se formen para el mundo actual y el futuro, estamos haciéndonos trampas al solitario.

    Y casi ni se discute de eso. Ahora, en pleno debate sobre la Ley de Presupuesto quinquenal del gobierno, en materia de educación se habla solo de recursos, pero no de contenido. La última vez que un presupuesto incluía una reforma educativa de fondo fue a fines del siglo pasado, con Germán Rama como impulsor. En el medio pasaron tres décadas. Toda una señal, ¿no?

    Por supuesto que se hicieron muchas cosas en el medio, y algunas muy buenas. Es probable que las dos mejores hayan sido la Universidad Tecnológica en el interior del país y el Plan Ceibal, que han trascendido gobiernos de distinto signo político y siguen expandiéndose y mejorando año tras año.

    A manera de ejemplo, el Ceibal está experimentando un “plan piloto” que implica realizar un seguimiento de los alumnos desertores al sistema educativo para tratar de volver a incorporarlos. A través de mensajes de texto a los teléfonos celulares de sus progenitores o personas a cargo, realizan un seguimiento de la situación de cada uno de los que abandonan y tratan de revertirla.

    Bien por Ceibal y por muchos otros que están trabajando en el mismo sentido. Suma muchísimo. Pero más temprano que tarde hay que abordar el contenido de lo que se enseña. Porque solo con más educación se logra más libertad, prosperidad y crecimiento. Pero primero lo primero. Antes de utilizar el idioma para desarrollar el pensamiento y poder elegir correctamente, hay que saber manejarlo, y ni eso logra el sistema educativo actual en algunos lugares.

    Cuanto más librepensadores tengamos, mejor seremos como país y más cerca estaremos de poder adoptar el rumbo correcto. Así lo muestra la historia, la mundial y especialmente la nuestra. Pero resulta que, ahora, las nuevas generaciones son cada vez menos libres y menos pensadoras. Nosotros las estamos empujando hacia eso al no instalar el aggiornamento de la educación como el principal tema de Estado. Sería bueno al menos empezar a asumirlo como para procurar cambiarlo. Si es que todavía estamos a tiempo.