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    Un “rumbo” más allá del 2025

    Es una buena señal que ni siquiera entre los simpatizantes del Frente Amplio se tenga como ambición que el país se aleje de ciertas “políticas de Estado” que aplica

    Algunos dirigentes de agrupaciones ubicadas más a la izquierda dentro del Frente Amplio acusan al actual gobierno de carecer de “rumbo” en sus políticas y reclaman un cambio radical. Mientras, el candidato de esa coalición de izquierda, Yamandú Orsi, ha tenido hasta ahora un discurso más moderado, aunque crítico con varios aspectos de la gestión multicolor, en particular sobre cómo está enfrentando el problema de la delincuencia, que más allá de algunos números positivos sigue siendo una preocupación para la ciudadanía.

    En materia económica, en tanto, el mensaje del presidenciable frenteamplista ha sido que no pretende hacer grandes cambios. Entre otras cosas, ha señalado que no puede abrirse la canilla del gasto público sin control y que el actual nivel de presión fiscal en Uruguay es adecuado, lo que aparentemente descarta eventuales modificaciones tributarias. Su posición sobre cómo manejaría un gobierno suyo la política de ingresos, la monetaria y la cambiaria, no obstante, todavía deja espacio para las dudas, quizás porque aún no ha designado voceros que expliquen en profundidad estas cuestiones nada menores.

    Al menos en lo discursivo, Orsi entendió la lección de que es imprescindible mantener ciertos equilibrios macroeconómicos para que Uruguay no despiste, algo sobre lo cual hizo docencia el exvicepresidente y exministro de Economía Danilo Astori. El candidato también parece estar en línea con la sensibilidad de buena parte de los eventuales votantes frenteamplistas de cara a octubre.

    La semana pasada, durante una sesión del Secretariado Ejecutivo del Frente Amplio, el director de la Fundación Liber Seregni, Agustín Canzani, presentó una encuesta según la cual entre los votantes de esa colectividad política solo hay un pequeño núcleo, de alrededor del 10%, que pretende un “giro total” en la conducción del país. El resto, la amplia mayoría, se divide en partes iguales: unos que pretenden “algunos cambios” y otros que prefieren “pocos cambios”.

    Es una buena señal que ni siquiera entre los simpatizantes del Frente Amplio se tenga como ambición que el país se aleje de ciertas “políticas de Estado” que aplica, o ha intentado hacerlo, ya desde hace varias décadas. En economía, eso abarca, entre otras cosas, la prudencia fiscal, la preocupación por asegurar la sostenibilidad de la deuda pública, tener la inflación controlada, un comercio abierto al mundo, un régimen de cambio flotante, la atracción de inversiones y el respeto de las reglas de juego. En el mundo actual, crecientemente incierto, ir por otro camino es arriesgado, más para una economía chica como la uruguaya.

    Está claro que un eventual triunfo electoral de los partidos de la coalición republicana ofrece más garantías de continuidad en esos ejes esenciales de la actual política económica. Más aún, la promesa de campaña de Álvaro Delgado y de otros candidatos presidenciales vinculados al oficialismo es de una profundización de esa línea, apuntando por ejemplo a bajar más la inflación, a perfeccionar la regla fiscal y a tratar de ser más eficaces en el intento por desregular mercados como el de los combustibles.

    Orsi, si es presidente desde marzo de 2025, debería abrazarse a esa amplia mayoría de los potenciales votantes del Frente Amplio que rechaza los giros abruptos para, al menos en materia económica, descartar las ideas más radicales de la izquierda trasnochada que solo harían retroceder al país.

    El rumbo ya está claro y definido desde hace tiempo, aunque haya algunos que se empeñen en decir que no existe. Así lo evidencian algunos de los buenos resultados actuales, consecuencia de décadas de estabilidad económica, y también la imagen positiva que Uruguay tiene fuera de fronteras entre inversores y líderes de opinión. Es un activo demasiado importante como para descuidarlo.