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El discurso de asunción de Yamandú Orsi es el del presidente de un país en el que, salvando los 12 años del horror, los acuerdos son posibles, los partidos políticos pueden negociar más allá de sus ideologías y donde nadie osa desafiar la alternancia en el poder
“Me rebelo contra el país de las dos mitades. Nunca supe llevarme bien con los muros, tampoco con los ideológicos”, dijo el presidente Yamandú Orsi en el Palacio Legislativo, y a partir de esa frase desarrolló un discurso conciliador, lleno de señales a los propios y a los contrarios, a los de adentro y a los de afuera. A los de afuera de un país que reivindica su democracia, mientras parte del mundo la desprecia.
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Orsi dio un discurso bien uruguayo. Un discurso de un presidente de un país en el que, salvando los 12 años del horror, los acuerdos son posibles, los partidos políticos pueden negociar más allá de sus ideologías, convivir en la diferencia (con los chisporroteos y las chicanas siempre presentes, pero sin que la sangre llegue al río) y donde, salvo algunos tristes ejemplos, solemos ser más parecidos que diferentes. Donde la alternancia en el poder es real y nadie osa desafiarla. La democracia, que hoy cumple 40 años sin interrupciones, está fuerte y firme. Algo que estuvo claramente reflejado en sus palabras.
Y en su primera frase, la primera señal, que luego reforzaría. “Hay secuelas de ese período que continúan hasta hoy, por eso, es tan justo como imprescindible mantener intacto el compromiso con la libertad, la verdad y la justicia”. El mensaje es para todos, pero no olvida Orsi a quienes hoy, a 40 años del fin de la dictadura, siguen buscando a sus familiares. Algo que la democracia, tan destacada hoy, mantiene como una de sus mayores deudas.
A partir de ese momento, todo fueron señales a los partidos políticos. El presidente habló directamente a quienes estaban sentados frente a él. Los llamó a ser adversarios pero nunca enemigos, a alejarse del cinismo y la frivolidad para no tener que lamentar el descreimiento en la política y sus consecuencias. Vaya si será un mensaje clave en tiempos en los que algunos ajenos a las premisas democráticas llegan al poder por el descreimiento en los propios representantes de partidos que lastimaron la confianza de sus pueblos. En este sentido, agregó una frase con una carga puntual. “Bien sabemos que tenemos que atesorar esta construcción en tiempos donde proliferan las expresiones antipolíticas y las lógicas excluyentes”. Además de los ejemplos internacionales, ¿fue un mensaje directo al diputado Gustavo Salle, que desde hace 15 días integra lo que considera “la cueva de los vendepatrias”? Quizás.
Orsi y Cosse saludan plaza independencia
Javier Calvelo / adhocFOTOS
También les dijo Orsi a los integrantes de los partidos y a la ciudadanía que no vendrán tiempos de refundación, que será necesario el diálogo y la mano tendida y que no vuelve el Frente Amplio al gobierno con la verdad revelada, ni con intenciones de cobrar cuentas.
De todas formas, el mensaje de lo que la izquierda llevará como bandera en los próximos cinco años también estuvo, más allá de todos los guiños dialoguistas hacia la oposición. Les recordó que llegan con el mandato ciudadano de cumplir un programa de gobierno. En criollo, con acuerdos o no, el Frente Amplio tiene compromisos que intentará cumplir piense lo que piense la oposición.
En medio de todos estos mensajes, Orsi no olvidó mencionar a los expresidentes que lo observaban atentos desde el costado que les fue dispuesto. Agradeció a Julio María Sanguinetti, a Luis Alberto Lacalle y a José Mujica, y recordó a los que ya no están, Jorge Batlle y Tabaré Vázquez. Aplausos cerrados y más señales de lo que espera el presidente con un ejemplo que todos tenemos en la cabeza: la crisis del 2002 y el recuerdo al colorado Alejandro Atchugarry, un hombre de diálogo que cosechó el respeto unánime del sistema político.
Pero no todo fueron mimos. Orsi destacó algunos planes como los prioritarios, en los que el pasaje de factura al pasado gobierno —y, por qué no, a los anteriores del Frente Amplio, que tampoco lograron cumplir estos objetivos— estuvo presente. La pobreza infantil, la violencia y el narcotráfico, la seguridad, la educación, la salud mental, el refuerzo a la ciencia y a la cultura. Y la libertad. “Sobrevuela un concepto de libertad ultraindividualista que predica el predominio del más fuerte. Nunca será esta nuestra noción de libertad”, dijo, y enumeró situaciones en las que los uruguayos la vemos recortada, como los problemas de vivienda y trabajo, el acceso a medicamentos y la violencia contra las mujeres. Este último punto también recibió aplausos, lógicos y necesarios. Y también necesita medidas urgentes, como todos los casos en los que los uruguayos somos menos libres y desiguales.
El presidente cerró su discurso con una frase que lo compromete: “Vamos a construir un mejor Uruguay. Hoy comenzamos”. Por el bien de todos los uruguayos, que así sea.