Aunque se la identifique con la actuación, su vínculo con la música es también bien conocido. Integró bandas como La Chancha, La Tabaré y Proyecto Wolff, y este año lanzó Pez del cielo, su primer álbum solista.
Este disco, disponible en Spotify, que nace de una conexión especial con la naturaleza y la regente de Wolff, que es la libertad creativa, marca el inicio de una nueva etapa de la artista. Y es que para cuando cumpla los 60, la Comedia pasa, pero la música se queda.
Mientras el escenario la invita a encarnar otras vidas, las canciones le permiten conectar con la suya propia, que la vuelca durante una charla en una cafetería, sin tomarse un café, pero con intenciones de pedir un pato a la naranja.
Alejandra Wolff Comedia Nacional
Mientras ser una actriz de la Comedia Nacional la invita a encarnar otras vidas, a Alejandra Wolff las canciones le permiten conectar con la suya propia
Adrián Echeverriaga
Teatro, TV, cine, música. ¿Cuál de todas es tu forma de habitar el mundo?
Hay una cosa que atraviesa todo lo que he hecho, que es comunicarme, y que los otros se sientan comunicados por mí. Es la necesidad de acercarme a las personas. Soy muy sociable, muy empática, la gente me importa mucho. Y a través del teatro, de la música, creo que he intentado ser un canal, un vehículo. Transformarme en un teléfono, un tubo, en algo por donde corra el mensaje. Porque esa es la finalidad del arte, tocarles el corazón y moverles algo, emocionar, que haya una pequeña revolución interior. No siempre se da, pero ese es el ideal.
¿Y esa vocación tiene que ver con algo heredado o realmente te pertenece?
Es una buena pregunta, nunca lo sabremos. Me acuerdo que salí becada e hice un intercambio de estudiantes a los 16 años en Quebec, y cuando lo terminé, en mi anuario ponía que yo quería tener una banda de rock, ser abogada y periodista. Me invitó la idea de justicia, de defender a los buenos; después me di cuenta de que no tenía nada que ver. Y el teatro estaba siempre presente, por mi papá. Entonces cuando terminé el liceo me anoté en la escuela de El Galpón, pero había una prueba de admisión. Tenía que cantar y hacer un monólogo. Me recontracagué. Me terminé anotando en Humanidades, hice dos años de Literatura Hispanoamericana porque me gusta mucho escribir. Hice Antropología también, me iba buscando por todos lados, hasta que me di cuenta de que lo académico en realidad mucho no me interesaba. Hice Latín, hubo cosas que me encantaron, pero eran más las veces que estaba como ¿qué estoy haciendo acá? Y era obvio: apareció la crisis vocacional. ¿Qué puta voy a hacer con mi vida? Una joven más que no sabe qué hacer con su vida. Sucumbí. Me fui a anotar a la EMAD, a ver qué onda. Había prueba de ingreso, pero yo ya había pasado por dos años de facultad, estaba más curtida, y tenía que encarar. Porque por el otro lado no era, y si algo te late, yo lo tenía pendiente, es por ahí. Y con todas las vergüenzas y con todo el desafío que fue para mí, igual sentí lo que no había sentido nunca: acá me puedo quedar. Ahí también empecé con La Chancha. Hoy me siento en la platea del Solís y pienso: ¿yo me paro en ese escenario? ¿Quién se va a parar ahí arriba? Ni loca. Es como si fuéramos dos personas, la que mira y la que actúa. La Ale que se animó a romper los miedos y la que todavía los tiene.
¿Qué parte de esa juventud, de la infancia, de la adolescencia, todavía se despierta en vos cuando te parás en el escenario?
Para los actores y para las actrices, es fundamental tener la niñez muy cerca. Nosotros como elenco cuando tenemos talleres, incluso en los ensayos, jugamos mucho, con todo eso de la improvisación estamos jugando a full y somos todos unos niños grandes. Yo tengo una cosa muy muy infantil, pero que sabe jugar a algo que no es un juego. Lo que pasa es que para poder entretener uno tiene que divertirse, aunque sea un drama. Nos tenemos que divertir con toda la seriedad del mundo. Tenemos que encontrar el disfrute en lo que hacemos para que tenga fuego, para que la historia esté viva. Nosotros tenemos que estar muy vivos. En eso está la eterna juventud.
Hoy me siento en la platea del Teatro Solís y pienso: ¿yo me paro en ese escenario? ¿Quién se va a parar ahí arriba? Ni loca. Es como si fuéramos dos personas, la que mira y la que actúa. La Ale que se animó a romper los miedos y la que todavía los tiene. Hoy me siento en la platea del Teatro Solís y pienso: ¿yo me paro en ese escenario? ¿Quién se va a parar ahí arriba? Ni loca. Es como si fuéramos dos personas, la que mira y la que actúa. La Ale que se animó a romper los miedos y la que todavía los tiene.
Llevás casi 30 años en la Comedia Nacional. ¿Quién cambió más? ¿Vos o ella?
Es un cambio conjunto. Entrar en la Comedia me cambió la vida: en lo económico, en mi carrera como artista, porque ahí conocí al que se transformó en mi marido, que es el padre de mi hija. Y la Comedia cambió un montón también. Antes era todo mucho más jerárquico, mucha figura, era una forma de la época, que cuando entré yo ya estaba en declive. Teníamos a Estela Medina, que era nuestra estrella absoluta, pero todo lo otro empezó a ser una cosa mucho más democratizada, no importaba si habías entrado recién o si tenías 25 años de trayecto, te podían tocar papeles más grandes, más chicos y los del medio. Había muchas oportunidades para todo el mundo de crecer como artistas, y esa idea quedó hasta hoy. La Comedia necesita que los actores y actrices hagan su carrera pero sintiéndose desafiados y cuidados, porque esos son artistas que después están preparados y felices. Y en el aprendizaje, la institución tiene que acompañar. Yo estoy absolutamente agradecida de pertenecer a este elenco, y honrar ese lugar es toda una responsabilidad. Yo soy recamisetera del elenco, porque sé lo que laburamos. Y trato de ser amable en general como espectadora, de cualquier obra de la compañía que sea, porque sé el esfuerzo que es hacer teatro. Si hay trabajo, puede pasar que simplemente se le erra a la apuesta. También existe gente que se la rifa, ojo, ahí ya no tengo mucha piedad. Pero en la Comedia, particularmente, pasa que son todos muy parejos, los he visto defender cosas que son un horror pero te lo defienden con una altura admirable, son muy buenos, todo el mundo está sosteniendo con todo.
Yo soy recamisetera del elenco. Y trato de ser amable en general como espectadora porque sé el esfuerzo que es hacer teatro
Venís hablando de fuego, de juegos, de provocar revolución interna en el espectador. ¿Cómo hacés todo eso desde un lugar tan institucionalizado y tradicional como es la Comedia?
Es un laburo. Es un trabajo de conciencia personal, va en cada uno. Las reglas del juego son que a mí me dicen, yo no tengo elección. Me toca. Me toca y lo tengo que hacer bien. Hay papeles que me van a gustar más y otros menos, y obras enteras, y directores. También pasa que te toca un personaje que no querías y resulta muy para vos. Todas esas cosas hay que saber procesarlas primero. A mí lo que me ha servido fue tener mi vida personal afectiva muy anclada, muy fuerte. Mi esposo, mi hija. La Comedia Nacional es muy muy importante, pero no es mi todo. Hay que nutrir la vida para que la Comedia no se transforme en una obsesión. Y para eso está la música también. Siempre estuvo la música.
Ahora con Pez del cielo, tu primer disco solista, debe ser todavía más importante.
Sí, hace tiempo que pienso que los 60 años son un buen momento para irse de la Comedia. El año que viene estaría cumpliendo el tiempo y la edad legal para irme. Y si quiero hacer teatro, hago, pero me quiero dedicar a la música. A cosas que me quedaron pendientes. Querría hacer un poco de trabajo social también, que siempre me quedé con las ganas. Hay muchas cosas que tengo ganas de hacer.
Alexandra Del Lago, tu papel en Dulce pájaro de juventud, no se lleva bien con cerrar etapas y asumir el paso del tiempo. Todo muy diferente a lo que te pasa a vos. ¿Qué tiene ese personaje que sí se parece a vos?
Para interpretar a Del Lago tuve que apelar a la fuerza del carácter, al fuego que puedo alcanzar en el escenario porque me cuesta mucho sacar mi parte implacable y horrible, dando vuelta la mesa. Tuve que trabajarla porque ella es diva, muy egoísta pero frágil. Hay que pensarla como una mujer actriz del 59, que hacía lo que podía con lo que le permitía el fucking patriarcado. Es una hija de puta, ¿pero qué está haciendo? Sobreviviendo. Me interpeló obviamente el tema de la edad, que si bien es distinto porque ella triunfó y ahora está como en caída y a mí eso no me pasa, tiene que ver. Yo soy una mujer grande (con otros valores y otras formas de ver las cosas), pero no me siento veterana ni que me estoy quedando. Más bien es al revés, me siento con mucha energía.
Dulce pájaro de juventud.jpg
Dulce pájaro de juventud cuenta con la participación especial de Enzo Vogrincic
En esa obra trabajaste con Enzo Vogrincic, ¿sentís que tenés algo para enseñarle a un compañero de elenco más joven?
Con Enzo tuvimos recontrabuena química de trabajo, que fue una revelación porque era un misterio, no sabíamos cómo nos íbamos a llevar porque nunca trabajamos juntos. Resultó un chiquilín superaccesible, retranquilo, buena onda y muy formado. Me gusta él porque demostró que tenía con qué, que no es solo una cara bonita. Tuvimos la historia sobre nuestros hombros, porque si bien los demás eran hermosos e importantes, si fallábamos como protagonistas se hundía la canoa. Y él es un tipo muy libre, y yo soy supermetódica, por inseguridad capaz, como muy prolija. Llego, hago acá, me muevo asá, me tengo que armar y estudiar mi caminito. Es mi esquema, mi partitura. Él todo el tiempo estaba con una cosa más de que improvisaba, y me obligaba a improvisar a mí, y yo lo obligaba a venir a mi marca. Jugamos a eso. Después yo creo que sí, hay piques, cosas que una aprendió, que está bueno pasarlas. Tenés que tener onda con los gurises. Soy cero celosa de mi experiencia, es al pedo eso, todo comparto.
Yo soy una mujer grande, pero no me siento veterana ni que me estoy quedando. Más bien es al revés, me siento con mucha energía Yo soy una mujer grande, pero no me siento veterana ni que me estoy quedando. Más bien es al revés, me siento con mucha energía
Volviendo a Pez del cielo, estuviste mucho tiempo con la intención de lanzar tus canciones y no lo hacías, hasta el 25 de abril, cuando lo publicaste en plataformas digitales.
Fue fruto de mucho trabajo, mucha creación, mi propio universo y el encuentro con personas que lo hicieron posible. Como Pablo Soñora, mi amigo, mi alter ego, que es el productor musical que me ayudó a darle un sonido, a darle forma. Ese tiempo fue el tiempo que me llevó encontrarme con un mundo creativo que estaba como agazapado, esperándome para que yo pudiera pasar un límite que me autoimpuse en algún momento. Era algo añorado hacer canciones, con lo que me encanta escribir. El deseo estaba pero no me animaba. Creo que porque me faltaba la parte técnica, por el hecho de no tocar ningún instrumento. Sé guitarra, estudié música pero no profundicé lo suficiente para sentirme compositora de nada. Supongo que también me daba mucha vergüenza mostrarme así. Era como decir: bueno, me paro acá, te canto lo que compongo, hago letra, música, todo, era un montón. De repente no estaba madura para eso, no de edad porque de edad estoy bastante madura, sino como individuo. Por un lado la pulsión de las ganas y por el otro una vocecita que decía que mejor me quedara al costadito de otros, cantando. El disco llegó en la etapa que tenía que llegar, como todo, es el tiempo de cada uno. Yo trabajé mucho sobre mí misma para trascender inseguridades, y finalmente apareció el bendito “y si no es ahora, ¿cuándo?”.
¿Y cómo te fue?
A la gente con la que he hablado le gustó, tampoco fue tanta. No sé cuál fue la recepción, no me doy cuenta, pero tampoco estoy atrás del número, no se hacen así las cosas. Yo creo que Pez del cielo es un disco que acompaña, como el mate, es un disco amigo, que sabe todo de mí. Y con las canciones a veces pasa que no son descubiertas en el momento, hasta que a los años a alguien lo interpela y empiezan a moverse. Yo igual espero que se mueva antes que dentro de muchos años. Es un disco que está bueno. Son 11 canciones y ninguna está puesta de relleno, cada una tiene su valor, su lugar dentro del disco. Tiene un sentido el contenido.
Transmite una conexión muy íntima contigo.
Es eso. Pero no lo quiero presentar solo como algo mío porque la aspiración es que además de ser mío sea de las personas que lo oigan. Que resuene. Vengo del rock y esto es una cosa más sutil, un susurro al lado de todo eso sin dejar de ser un disco de rock, que es el género en el que yo me siento más cómoda. Tampoco es solo rock. Muestra una parte de mí que es como muy frágil y que la guardo mucho. No por no ser auténtica sino por temor a ser herida, a exponer demasiado. Por ahí viene el tema de siempre cantar las canciones de otros, poder pararme a defender ese material y no el propio. Esto no quita que tengo un carácter fuerte y que con el tiempo tuve que aprender a domesticar el fuego para que no sea una cosa destructiva, que no queme praderas, sino que alumbre mesas de amigos y cocine comida rica.
Pez del cielo es un disco que acompaña, como el mate, es un disco amigo, que sabe todo de mí. Muestra una parte mía que es como muy frágil y la guardo mucho Pez del cielo es un disco que acompaña, como el mate, es un disco amigo, que sabe todo de mí. Muestra una parte mía que es como muy frágil y la guardo mucho
¿Qué hay de distinto entre pararse frente al micrófono y actuar sobre el escenario?
A veces me siento más libre cantando que actuando, más dueña del asunto.
Hablaste del rock. Venís de bandas de rock uruguayo como La Tabaré, donde el mensaje muchas veces es frontal, político. ¿Qué lugar tienen los ideales en tus creaciones de hoy?
En esto que escribí no me puse a pensar en eso, es lo que salió. A mí no me sale escribir canciones combativas y decir “¡mienten!, ¡mienten!”. Yo puedo cantarlas, y las hago con todo el corazón. Las de La Tabaré son canciones que me gustan y me representan, pero no me saldría escribirlas, así como a ellos de repente no les sale hacer una canción de amor. No sé, tal vez sí le sale. Igual, para mí, lo que hago sigue siendo ideológico, todo tiene una ideología, y mis canciones son mi manera de combatir la oscuridad, la mía propia, mis propias sombras. Son pararme justo en el lugar donde se te olvida un poco lo que es este mundo en el que vivimos, que es terrible, ambiguo, doloroso, confuso. Entonces, en esa búsqueda de no morirnos, de no tirarnos por la ventana, de no deprimirnos, las canciones son mi manera de buscar luz. Algo de lo que me puedo agarrar para seguir viva.
¿Qué parte tuya no negocia ni con el teatro ni con la música?
Yo soy la misma en todos lados, porque si algo soy, es como soy. No tengo mucha pose en ningún lado. Lo cual no quiere decir que sea coherente y siempre diga lo mismo. Pero repito mucho las mismas cosas, soy bastante aburridora. Ponele que Pez del cielo es lo más honesto que se ha visto de mí hasta ahora.