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Ángel Urraburu, presidente de la Bolsa de Valores de Montevideo: "Ser abuelo no me cabe muy bien"

Edad: 70 • Ocupación: Presidente de la Bolsa de Valores de Montevideo • Señas particulares: Es hincha de Progreso; juega a la paleta; lee a Marcela Serrano; le tiene mucho miedo al retiro

Fue militante del Partido Demócrata Cristiano, ¿qué recuerdos tiene de esa época? Los mejores. Era una época muy política, la inmensa mayoría teníamos una posición, y creo que había que tenerla. Hasta las instituciones que no son políticas estaban impregnadas con eso. La Iglesia se permeó y entró en ella ese esquema político. A partir del Concilio de Puebla de 1980 se crearon en las parroquias los grupos de reflexión, que estaban formados por jóvenes que iban a conversar sobre distintos temas. Yo me integré a uno de esos grupos en el liceo al que fui, el de Los Vascos (Colegio y Liceo Inmaculada Concepción). De esos grupos de reflexión al Partido Demócrata Cristiano había un paso muy pequeño. Así fue como terminé en la militancia.

También fue detenido durante la dictadura, ¿cómo fue ese día? Fue mi segundo nacimiento. Era el sábado en el que empezaba la Semana de Turismo, yo venía del club y me iba de tarde para el Este a pasar unos días. Cuando llegué a mi casa, me estaban esperando. Estuve primero en Inteligencia de la Policía y después me llevaron a la Jefatura. Pasé unos cuantos días incomunicado, después fui procesado y pasé un tiempito más alojado ahí.

¿Hoy volvería a la militancia política? Nunca dejé la militancia política. No se dejan esas cosas. A lo que no volvería es a la militancia político-partidaria. Considero que hago política cuando defiendo al mercado de valores, por ejemplo. Tengo una concepción del mercado de valores que no se limita a lo financiero. Todo lo que sea utilizar el mercado de valores para que el dinero de los uruguayos se pueda invertir en Uruguay­ es político.

¿Cuándo empezó a interesarse en el mercado de valores? No tuve más remedio que interesarme en eso porque mi padre era corredor de bolsa. En 1976 empecé a ayudarlo mientras estudiaba, hasta que fui detenido en abril de 1977. Ahí me suspendieron como estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas hasta el retorno de la democracia, y durante todo ese tiempo tuve que hacer algo. Me refugié con mi padre en la Bolsa, me gustó mucho desde el principio, traté de avanzar en eso y desarrollé una profesión personal.

Asumió la presidencia de la Bolsa­ de Valores de Montevideo por primera vez en 2005 y estuvo en el cargo hasta 2011. Luego retomó en 2017 y se mantuvo hasta ahora.

Al principio, la Bolsa de Valores de Montevideo era una sociedad civil sin fines de lucro y se podían reelegir los cargos de presidente y secretario por tres períodos de dos años. En esos tres períodos me reeligieron, hasta que no se pudo más y ahí dejé por un tiempo. Ahora la bolsa es una sociedad anónima, entonces los cargos se eligen, pero no tienen tope. La última vez quise dejar pero hubo movimientos muy fuertes dentro de la bolsa para que no fuera así. Tuve un comportamiento como presidente bastante importante, logré presencia. Pero a mí no me parece bueno que las instituciones eternicen a un presidente.

¿Piensa en su retiro? Sí, mucho.

¿Qué tiene planeado para esa etapa? No retirarme (ríe). Le tengo mucho miedo al retiro.

¿Por no saber qué hacer? No, capaz que sé qué hacer. Últimamente estuve muy lector y encontré cosas muy interesantes que analizar y estudiar a fondo. Pero me siento muy bien, capaz que mejor de lo que debería. Sigo teniendo un espacio en la radio (Carve) los jueves, que para mí es un día especial porque me gusta mucho la comunicación. En algún momento pensé en el periodismo financiero, pero por ahora no. Estoy apuntalando esto (el escritorio de corredores de bolsa Urraburu), que creció mucho y viene muy bien, pero mi hijo necesita todavía algún apoyo. En actividad estoy con lo que yo más quiero, que son mis hijos. Martes y miércoles estoy en el escritorio, con Ángel, y jueves y viernes con mi otro hijo en el campo. No sé qué más quiero, para mí la felicidad es esto.

Tiene seis nietos varones, ¿se define como un abuelo presente?

No, no soy abuelo presente. Fui padre muy presente. El ser abuelo no me cabe muy bien, no me adapto. Algo pasó ahí.

¿Por qué? No sé, los adoro, pero no me es fácil. Con mis hijos yo era el protagonista, el que estaba en la primera línea, el que definía, el que los acompañaba. Ahora hay otras personas que hacen eso con mis nietos, que son mis hijos y sus esposas, y corresponde que así sea. Los voy a ver jugar al fútbol todos los sábados, me encanta. Pero no soy abuelo presente porque, además, sigo trabajando. Estoy todo el día acá (en el escritorio) o en la otra oficina (en Ciudad Vieja) y después me voy cansado a mi casa. Con el papel del abuelo no me doy cuenta de qué es lo que pasa, pero los quiero mucho, adoro a mis nietos y los acompaño en todo lo que puedo.

Es muy futbolero e hincha de Progreso, ¿sigue yendo a la cancha? Sí, me gusta ir. Conozco mucha gente ahí.

¿Con quién va? A veces voy con mi hijo Ángel y sus hijos, pero generalmente, solo.

¿Cuál fue el último libro que leyó?

El albergue de las mujeres tristes, de Marcela Serrano. Extraordinario, me encantó y ya estoy buscando otro libro de esta mujer. También tengo el último de Mario Vargas Llosa, Tiempos recios.

Además juega a la paleta, ¿tiene un grupo fijo? Tengo un grupo en el Círculo de Armas, una vieja cancha que está declarada Patrimonio Mundial de la Pelota Vasca. Juego desde joven. Cuando dejé el fútbol me puse a jugar a la paleta. Fui a los últimos tres Mundiales de pelota vasca: en Pamplona (España), Pau (Francia) y Toluca (México). Tengo un grupo de gente a la que le gusta, nos combinamos y fuimos.