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J.D. Vance: marine, ultraconservador, escritor best seller; ¿quién es el nuevo vicepresidente de Estados Unidos?

Donald Trump escogió como compañero de fórmula a alguien que años atrás lo había criticado duramente, pero que lo conectaba con más fuerza con su electorado más fiel

Se dice que a una persona la explican tanto sus vivencias como sus definiciones. En el caso de James David Vance, desde el 20 de enero vicepresidente de los Estados Unidos, el tercero más joven de su historia, lo segundo ya sirve para marcar su perfil. En un mundo como el actual, o espanta o es aplaudido a rabiar.

A Estados Unidos lo gobiernan “damas con gatos, sin hijos, que son miserables en sus vidas por las decisiones que tomaron” y “quieren hacer miserable al resto del país”, le dijo J.D. Vance al periodista político conservador Tucker Carlson en 2021, en la cadena Fox. Era el inicio de la administración demócrata de Joe Biden.

“Ciertamente, me gustaría que el aborto fuera ilegal a nivel nacional”, dijo en un podcast en 2022, mientras buscaba un lugar en el Senado por el estado de Ohio. Un año antes se había manifestado en contra de la interrupción del embarazo incluso en caso de violación e incesto: “dos cosas malas no hacen una buena”, afirmó, citado por The Washington Post.

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“Lo último que debería hacer el Departamento de Estado es perder su tiempo y sus dólares de impuestos, promoviendo una ideología de género de extrema izquierda. Solo hay dos géneros: los pasaportes emitidos por el gobierno de los Estados Unidos deberían reconocer ese simple hecho. Estoy orgulloso de presentar este proyecto de ley para restablecer algo de cordura en nuestra burocracia federal”, dijo en 2023 cuando presentó su Ley de Protección de la Inocencia Infantil. Trump hace días decretó lo mismo: solo hay dos géneros reconocidos.

Estar a favor de una flexibilización de la normativa sobre el porte de armas, así como de la defensa de la familia tradicional, y en contra de todo lo relacionado a las políticas LGBTQ+, desde el matrimonio igualitario hasta permitir una “X” en el apartado sobre género de los pasaportes, le ha generado a este hombre todo tipo de reacciones menos indiferencia. Por lo menos, sirvió para que el actual presidente de Estados Unidos, el magnate Donald Trump, lo eligiera como su compañero de fórmula. Justo a él, a quien apoyó calurosamente en su carrera al Senado en 2022 en Ohio, pero que en su momento había aparecido como un enconado adversario en la interna republicana.

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El rostro de Vance está bien visible en una marcha de activistas contra el aborto en Washington, el 23 de enero

El rostro de Vance está bien visible en una marcha de activistas contra el aborto en Washington, el 23 de enero

“Soy un tipo que nunca apoyará a Trump”, le dijo en 2016 al periodista Charlie Rose, en la cadena PBS. En ese entonces Vance promocionaba su autobiografía Hillbilly Elegy (traducible como Elegía Rural o Elegía campesina), que en 2020 fue llevada al cine. Era un exmilitar, abogado e inversor de riesgo con una vida lo suficientemente interesante como para ser plasmada en negro sobre blanco. Y era muy diferente a Trump, a quien incluso tildó como una especie de “Hitler” norteamericano, en un mensaje privado enviado a un excompañero de estudios, varias veces reflotado por los demócratas durante la campaña.

Es que mientras Trump —además de ser considerado por muchos un bully promotor de fake news y de convertirse en el primer presidente de Estados Unidos condenado por la Justicia— creció en una familia ya acomodada más allá de su propio éxito empresarial, Vance es un típico ejemplo de superación de alguien proveniente del rust belt (cinturón del óxido). Así se conoce una región del nordeste de ese país que ha sufrido un marcado decrecimiento industrial desde la década de 1970. O sea, alguien por quien nadie apostaría dos cobres de acuerdo a su origen terminó ocupando a los 40 años el segundo lugar institucional en la principal potencia del mundo.

Y es una de las explicaciones de por qué pese a tener en contra la mayoría de las elites culturales, intelectuales y universitarias, Trump llegó a la Presidencia dos veces

Aquí están las vivencias, más allá de las definiciones.

Infancia difícil en Estados Unidos

El hoy vicepresidente nació como James Donald Bowman en Middletown, Ohio, el 2 de agosto de 1984. Se crió mayormente con sus abuelos maternos, a quien llamaba Mamaw y Papaw. De su abuela, Bonnie, recibió su fuerte fe cristiana (protestante, que de adulto cambiaría a la católica) y su amor por las armas. De su abuelo materno, James Vance, tomaría posteriormente el apellido. Curiosamente, ambos eran demócratas. “Conservadores demócratas”, matizó una vez.

No puede decirse que haya sido una niñez feliz. Sufrió pobreza y abuso. Su padre, Donald Ray Bowman, se tomó los vientos cuanto el pequeño tenía seis años. “De todo lo que odiaba de mi infancia, nada se comparaba con la serie de figuras paternas que desfilaron en mi vida”, escribió en su autobiografía. El vínculo con su madre Beverly, que tenía problemas de adicción a las drogas y se casó cinco veces, fue sumamente difícil. El tercer marido de ella le dio a James su propio apellido, Hamel. Como es obvio, no fue la última vez que cambió de nombre.

Hallar su propia identidad no le fue fácil. Reconoció que en algún momento pensó que podía ser homosexual, algo que a sus abuelos no les afectaba. Según diría luego, él no tiene problemas con los colectivos gay, más allá de no aprobar ninguna iniciativa que los favorezca. También fue fanático del rock, con Led Zeppelin, Black Sabbath y Eric Clapton como sus músicos de cabecera. Sin embargo, su padre, que alguna vez se dignó a reaparecer, sí desaprobó esos gustos, inculcándole que escuchara rock cristiano, corriente con mucho auge en Estados Unidos.

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Luego de terminar la educación secundaria se alistó como marine, experiencia militar muy valorada en los políticos con aspiración en Estados Unidos (indispensable en el caso de los republicanos). En 2005 fue enviado a Irak por seis meses donde, como él mismo reconoció, nunca tuvo participación en un combate real. A su regreso continuó su formación en la universidad estatal de Ohio gracias a un programa social destinado a excombatientes y, con beca parcial, a la Facultad de Derecho de la prestigiosa Yale, la mejor del país. Si en algún lado se sintió sapo de otro pozo fue acá: en un ambiente repleto de gente W.A.S.P. (sigla de white, anglo-saxon & protestant, blanco, anglosajón y protestante, la elite que ha liderado Estados Unidos), él se sintió white trash; paradójicamente una oveja negra, y pobre.

“Vivía entre los miembros recién bautizados de lo que la gente de mi país llama peyorativamente las ‘élites’ y, según mi apariencia externa total, yo era uno de ellos: soy un hombre corriente, blanco y heterosexual. Nunca me he sentido fuera de lugar en toda mi vida. Pero sí me pasó en Yale”, escribió.

Por supuesto, no todo fue malo ahí. Además de graduarse, conoció a su actual esposa, Usha, madre de sus tres hijos. Cuando se casaron en 2013, él ya usaba el apellido de su madre, en homenaje a sus abuelos. Usha es hija de inmigrantes indios. Esto no deja de ser curioso en un hombre cuya postura contra la inmigración no difiere de la de Trump. De hecho, es conocida su tesis de que la llegada masiva de gente del extranjero ha contribuido a un aumento en el valor de la vivienda. También fue una docente en Yale de ascendencia china, Amy Chua, quien lo convenció de escribir sus memorias.

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Vance con su esposa y sus tres hijos, un perfil familiar muy apreciado en EE.UU., particularmente en el electorado conservador

Vance con su esposa y sus tres hijos, un perfil familiar muy apreciado en EE.UU., particularmente en el electorado conservador

No culpar al gobierno

Hillbilly Elegy fue publicado en 2016 y se convirtió en un éxito de ventas. Tuvo su versión fílmica en 2020, con Ron Howard como director y Amy Adams y Glenn Close en el reparto. Convenientemente, se aleja de cuestiones más políticas y se enfoca en temas sociales y de superación personal, aspectos demasiado melodramáticos para muchos críticos. El propio Vance fue uno de sus productores ejecutivos. Es parte del catálogo actual de Netflix.

Aunque él no se declaró trumpista hasta mucho después (y son famosas sus críticas a Trump en esos años, convenientemente borradas de sus redes sociales), The New York Times dijo que su libro era una explicación al triunfo político del magnate. La gente como Vance, blancos de clase sumergida provenientes de zonas caídas en desgracia, a los que el discurso progresista les entra por un oído y les sale por el otro, conservadores en lo social y recelosos ante cualquier tipo de cambio, es su gran soporte electoral.

No haría las paces con Trump hasta 2021, cuando comenzó su propia carrera electoral buscando un lugar en el Senado. El nexo entre ambos fue otro magnate, Peter Thiel, uno de los nombres pesados en Sillicon Valley. Este organizó un encuentro entre ambos en la célebre mansión de Mar-a-Lago, histórico inmueble en Palm Beach que desde 1985 es propiedad de Trump. El resto es historia bien sabida: con el apoyo del entonces expresidente, J.D. Vance ganó las elecciones, intentó borrar cualquier crítica pasada a su mentor (sin demasiado éxito) y luego fue elegido compañero de fórmula republicana.

Un tipo así es lo que Trump necesitaba para volver a reconectar, con más fuerza aún, con su clásico electorado, para el que la agenda de derechos, los procesos judiciales y las acusaciones de difusión de información falsa y desleal le llegan mucho menos que el Make America Great Again.

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Poco antes, en 2019, Vance fue bautizado y recibió su primera comunión como católico. Nació en un hogar protestante y tuvo su etapa atea. Según dijo, el tratado La ciudad de Dios de San Agustín, un desafío a la clase dirigente romana, dominante y decadente en el siglo V, fue lo que lo llevó a tomar ese camino.

Los desafíos, más allá de cualquier otra perspectiva, lo motivan. En Hillbilly Elegy, Vance critica tanto a los que desprecian a esa población blanca empobrecida y conservadora como a la propia población blanca empobrecida y conservadora que no hace lo suficiente para elevar su estatus. “Si uno cree que el trabajo duro da sus frutos, entonces trabaja duro (…). Una vez me encontré con un viejo conocido en un bar de Middletown que me dijo que había dejado su trabajo recientemente porque estaba harto de levantarse temprano. Más tarde lo vi quejarse en Facebook sobre la ‘economía de Obama’ y cómo había afectado su vida. No dudo de que la economía de Obama haya afectado a muchos, pero este hombre sin duda no está entre ellos. Su estatus en la vida es directamente atribuible a las decisiones que ha tomado, y su vida mejorará sólo si toma mejores decisiones. Pero para que tome mejores decisiones, necesita vivir en un entorno que lo obligue a hacerse preguntas difíciles sobre sí mismo. Existe un movimiento cultural en la clase trabajadora blanca que culpa a la sociedad o al gobierno de los problemas, y ese movimiento gana adeptos día a día”, indicó en uno de sus pasajes.