Sin embargo, su última obra, Perdidamente, ya lleva tres años ininterrumpidos en cartelera porteña y, después de Brujas y Toc Toc, es la obra con mayor permanencia sobre la calle Corrientes. “Me hace sentir orgulloso, es un espectáculo muy sólido, muy serio, a pesar de que es una comedia. Tiene contenido, pensamiento, un elenco de lujo y tanta entrega arriba del escenario que el público uruguayo se lo merece, que hace más de 10 años tiene esta relación conmigo y ha sido tan bueno. Mi forma de corresponderle es trayendo espectáculos bien hechos”, concluye Muscari, sorprendido de cómo los uruguayos agotan funciones los lunes y martes: “Quisimos interrumpir un fin de semana allá para ver cómo es acá”.
La obra “explica la mente y las emociones intensas con filosofía y humor”, anticipa la gacetilla. ¿No son todas las emociones intensas?
Nooo, hay un montón de cosas sentidas a medias, emociones que son medidas... Pero las que transitan los personajes en esta obra sí son bastante extremas. Eso tiene que ver con todo el trabajo que hicimos con Mariela Asensio, con quien la escribimos. Hicimos un análisis muy minucioso sobre los diferentes tipos de comportamientos psicológicos y funcionamientos de nuestro cerebro, deterioros cognitivos, enfermedades que tienen que ver con la mente. Y conseguimos el auspicio del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y el padrinazgo de Facundo Manes (neurocientífico y político argentino) para contar una historia muy simple; una jueza a la que diagnostican con Alzheimer, pero como la mina es superresolutiva, llama a las mujeres más importantes de su vida para plantearles que dentro de un tiempo su mente ya no va a ser autónoma, entonces quiere saber cómo van a organizar su vida. El mensaje acá es que la mayoría de las enfermedades que tienen que ver con el cerebro no generan un sufrimiento en el paciente, sino en quienes lo rodean. Es algo muy delicado, doloroso, sensible, angustiante, entonces que se convierta en comedia y encima con esa adhesión que tuvo, ¿cómo no va a ser intenso?
Yo creo que todo sobre lo que no tenemos respuesta nos inquieta, y el cerebro es un universo desconocido. Hablar de él es como hablar de la muerte, es curioso porque ni siquiera una persona con algún problema neurológico nos puede explicar cómo es que funciona. Yo creo que todo sobre lo que no tenemos respuesta nos inquieta, y el cerebro es un universo desconocido. Hablar de él es como hablar de la muerte, es curioso porque ni siquiera una persona con algún problema neurológico nos puede explicar cómo es que funciona.
¿Conocés o conociste a alguien diagnosticado con Alzheimer?
Mi abuelo. Tuve una tía con demencia senil. Y todas las personas que van llegando a la vejez empiezan a despertar algunos rasgos de deterioro cognitivo, aunque no se transformen en una patología. Capaz vos conocés a una y no sabés darte cuenta. ¿Quién no tiene un familiar que le repite cien veces lo mismo? Ese es de alguna manera el motor del éxito de la obra. En esa identificación se produce el humor, la empatía. Podés ver reflejado a tu padre o a tu madre, a una tía, a un abuelo, o el miedo que vos tenés sobre en qué te vas a convertir.
¿La neurociencia te inquieta particularmente?
Sí. Yo creo que todo sobre lo que no tenemos respuesta nos inquieta, y el cerebro es un universo desconocido. Hablar de él es como hablar de la muerte, es curioso porque ni siquiera una persona con algún problema neurológico nos puede explicar cómo es que funciona. Entonces todo lo misterioso nos atrapa, nos provoca incertidumbre, morbo, nos inquieta.
Y lo que nos inquieta inmediatamente es material para hacer teatro.
En este caso fue un nutriente importante, un gran condimento. Y yo lo transito mucho en mis espectáculos, porque es el tipo de teatro que me gusta ver como espectador y, por ende, el que me gusta hacer. Sin formalismos, pero que tenga contenido, que me deje algo en qué pensar y que cuando llegue a la pizzería de la esquina después de haber visto la obra siga siendo tema de conversación. No me gustan las obras donde me la paso bárbaro hora y veinte, salgo y ya no me acuerdo ni lo que vi. Cuando el único tema de conversación es de qué gusto va a ser la pizza, algo hicimos mal. Yo soy un director que no quiere que se genere eso y me la paso modificando y cambiando cosas, agrego música, cambio vestuario, corto escenas, modifico un chiste, una referencia, soy un director muy presente que hace que sus espectáculos estén en constante mutación, totalmente actualizados y que no haya nada puesto en automático.
Hay un juego de palabras en Perdida-Mente. En tu trama es casi literal eso de que se puede llegar a “perder la mente”...
Hay un montón de formas de perder la mente. Hay gente que pierde la mente por amor, otra por el trabajo, hay gente que pierde la mente en las adicciones, en una mentira… En la obra todos los personajes tienen la mente un poco perdida más allá de a la que diagnosticaron con Alzheimer. Me gustó indagar en eso de por qué el cerebro, la mente, es la imagen, la representación inmediata de la inteligencia.
¿Qué hace a alguien inteligente?
Alguien que es inteligente va en búsqueda de la felicidad. Lo dice el personaje de la jueza: la única forma de ser feliz es crear comunidad propia, rodearse bien; una comunidad que dialogue con lo que haces, con lo que sos, con eso que proyectas y que los otros puedan proyectar con vos. El personaje arranca diciendo que admira mucho a los cerebros que van al gimnasio, y yo también.
Todo sobre él
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José María Muscari, director de teatro argentino, estrena Perdidamente en el Movie este 16 y 17 de noviembre.
Mauricio Rodríguez
Sos un intrépido a la hora de sumergirte en los temas. Tomás decisiones arriesgadas.
Y acierto. No hay una fórmula única para nada, solo sé que no soy un creador que se le ocurre una idea y va y la hace. A los 20 tenía una pulsión quizás más inmediata, ahora mis ideas necesitan un tiempo de maceración, así que al momento de concretarlas ya están hablándome desde hace mucho. Yo voy por la vida esponjeando, absorbiendo, cirujeando, soy como una especie de recolector, pero distingo lo que sirve de lo que no.
Curioso que te describas como un recolector cuando de chico querías ser basurero…
¡Pero es que es exacto! Ando como un basurero buscando cosas que me sirvan de inspiración; música, imágenes, una peli que vi, una frase que oí. Retransformé el concepto de basurero. Antes quería serlo porque pensaba que en la basura de la gente rica iba a encontrar cosas que me podían servir. Sigue siendo un poco lo mismo. Alguien que es rico en ideas seguro desecha cosas y si otro agarra, agarra. Ahí entro yo como un basurero.
Te convertiste en papá hace poco, ¿cómo transformó eso tu proceso creativo?
Nos adoptamos en noviembre del año pasado y durante los primeros meses del vínculo decidí no trabajar en nada nuevo y dedicarme a la paternidad de lleno porque Lucio tenía que insertarse en Buenos Aires (es de Corrientes). Nueva escuela, nuevo fútbol. Nos fuimos de vacaciones y todo. Pero en medio de eso tuve una pulsión creativa y nació una especie de guion escrito, Lucio y yo. Ya tengo una playlist entera armada para la obra y la obra todavía ni existe, pero ya está musicalizada en mi cabeza.
¿Y cómo es darle la oportunidad a un adolescente que ya viene con una mochila cargada de cosas?
Mi mochila es más grande. Imaginate que a mi hijo lo adopté cuando tenía 15 años y cuando él me adoptó yo tenía 47. Lo primero que tuvimos que hacer fue ubicarnos en esa desproporción. Porque si hablamos de mochilas pesadas, pobre hijo. Me aceptó cargando con un montón de vida vivida, con operaciones, amores que no funcionaron, una familia que ya me preexiste, y miles de cosas que a él no le pasaron todavía y quizá ni entiende. Pero para mí fue el mejor plan, no me imagino cambiando pañales, no podría tener esta vida que tengo. No soy un tipo millonario que puede dejar de trabajar para criar un hijo. Yo siempre voy a respetar que Lucio ya trae una idea de la vida, una historia, y él también respeta la mía. Por suerte tenemos un montón de tiempo para construir juntos.
Te gusta mucho ser vos.
Me encanta.
A mi hijo lo adopté cuando tenía 15 años y cuando él me adoptó yo tenía 47. Lo primero que tuvimos que hacer fue ubicarnos en esa desproporción. Porque si hablamos de mochilas pesadas, pobre hijo. Me aceptó cargando con un montón de vida vivida, con operaciones, amores que no funcionaron, una familia que ya me preexiste, y miles de cosas que a él no le pasaron todavía y quizá ni entiende. A mi hijo lo adopté cuando tenía 15 años y cuando él me adoptó yo tenía 47. Lo primero que tuvimos que hacer fue ubicarnos en esa desproporción. Porque si hablamos de mochilas pesadas, pobre hijo. Me aceptó cargando con un montón de vida vivida, con operaciones, amores que no funcionaron, una familia que ya me preexiste, y miles de cosas que a él no le pasaron todavía y quizá ni entiende.
Y justamente, ¿es porque tu vida está buenísima que no te enamorás?
(Resoplo y suspiro) Es que ya no le encuentro explicación a por qué no me enamoro. Un poco le echo la culpa al horóscopo, porque soy de escorpio y soy muy sexual y fluctuante, y todo me aburre. Está medio demonizado escorpio, ya me ven y ven sexo. No sé qué pasa. Pero sí, tengo una vida muy atractiva. Una vida familiar hermosa, una vida profesional superconsagrada, tengo salud, voy al gimnasio, tengo una linda casa, me voy de vacaciones cuando puedo y cuando quiero. Y hay que estar a la altura de eso, imaginate, para presentarte a mi hijo. Frente a tanta cosa linda no me conformo con cualquiera, el amor no puede ser un frente chato, la vara está alta, ¡pero no es una puerta cerrada! Soy muy envidioso y admirador de las personas que se enamoran y hacen lo imposible para sostener el vínculo, es un gran acto de inteligencia que todavía a mí se ve que no me sale.
¿Explorarías los usos de la IA en el teatro?
Ojalá la inteligencia artificial siga avanzando y me sorprenda con algo que podría aportar al teatro, hasta el momento me parece que no y va a estar difícil. Porque uno va al teatro a buscar emociones extraordinarias, que no encuentra en la vida, ni por streaming. Esa emoción que podés vivir viendo una peli en Netflix que la pueden estar viendo miles de personas a la vez no se parece en nada a la emoción desmedida, la forma en que te acelera el corazón, la risa verdadera, el llanto verdadero que nace en un teatro. Esa noche no se vuelve a repetir nunca más, estás siendo parte de un ritual único y eso lo hace mágico. Y no se puede detener y retomar después, porque todo eso que está sucediendo en ese momento es verdad, hasta el llanto de los actores está pasando en serio. Entonces necesitamos seguir yendo al teatro porque la vida no nos alcanza.