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José María Muscari, director de teatro: “Admiro mucho los cerebros que van al gimnasio”

El argentino dirige Perdidamente, una comedia que se estrenará en Montevideo sobre el deterioro cognitivo, todo lo que pasa por fuera del Alzheimer y el miedo a “en qué nos vamos a convertir”

Redactora de Galería

José María Muscari dice que ama Uruguay y que cada vez que viene se siente como si fuera uruguayo, hasta que “algo” lo obliga a aclimatarse y recordarse argentino, como la imperiosa necesidad de presentarse a una entrevista vistiendo lentes de sol, una campera puffer y championes plateados con efecto reflector que le hacen juego.

“Cada vez que traigo algo es un éxito”, se sincera el actor, director y dramaturgo. Hace teatro desde que tiene ocho años y siempre contó con el apoyo de sus padres. Estudió en la Escuela Municipal de Arte Dramático, actúa desde los 16, debutó como director a los 18. Trabajó en cine, radio, televisión —ahora en streaming y podcast— hasta convertirse en una garantía en la escena rioplatense. Tiene 47 años y Perdidamente —que presenta este 16 y 17 de noviembre en la Sala Teatro Movie— es su obra número 70. en ella actúan: Leonor Benedetto, Ana María Picchio, Iliana Calabró, Emilia Mazer, Mirta Wons.

¿Qué entendía aquel chico de 16 años y qué entiende el Muscari de ahora?

Ese pendejo tenía un montón de anhelos. El Muscari de ahora sigue teniendo un montón de objetivos que no cumplió, pero tiene un territorio ganado, que es poder vivir de la profesión que ama y ser alguien legitimado dentro del medio por lo que hace. Acá es todo muy relativo; uno puede hacerse famoso por un escándalo, por su talento, por sus aciertos pero más por los desaciertos. En mi caso, creo que lo logré por ser el resultado de veintipico de años de experiencia acumulada. Siempre tuve claro que esto era lo mío, y no me di la chance mental de que no funcionara. Eso hizo que funcione.

En este momento, Muscari tiene cuatro espectáculos en escena. Cualquiera podría preguntarse ¿por qué no se queda con alguna de las obras a las que les está yendo bien? Como Sex, una cena espectáculo en Gorriti Art Center, Buenos Aires, durante la cual una troupe de artistas mezclan baile, teatro, camaradería y desnudez. Pero el artista siempre está en la búsqueda de más y no se permite la repetición, dice.

Sin embargo, su última obra, Perdidamente, ya lleva tres años ininterrumpidos en cartelera porteña y, después de Brujas y Toc Toc, es la obra con mayor permanencia sobre la calle Corrientes. “Me hace sentir orgulloso, es un espectáculo muy sólido, muy serio, a pesar de que es una comedia. Tiene contenido, pensamiento, un elenco de lujo y tanta entrega arriba del escenario que el público uruguayo se lo merece, que hace más de 10 años tiene esta relación conmigo y ha sido tan bueno. Mi forma de corresponderle es trayendo espectáculos bien hechos”, concluye Muscari, sorprendido de cómo los uruguayos agotan funciones los lunes y martes: “Quisimos interrumpir un fin de semana allá para ver cómo es acá”.

La obra “explica la mente y las emociones intensas con filosofía y humor”, anticipa la gacetilla. ¿No son todas las emociones intensas?

Nooo, hay un montón de cosas sentidas a medias, emociones que son medidas... Pero las que transitan los personajes en esta obra sí son bastante extremas. Eso tiene que ver con todo el trabajo que hicimos con Mariela Asensio, con quien la escribimos. Hicimos un análisis muy minucioso sobre los diferentes tipos de comportamientos psicológicos y funcionamientos de nuestro cerebro, deterioros cognitivos, enfermedades que tienen que ver con la mente. Y conseguimos el auspicio del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y el padrinazgo de Facundo Manes (neurocientífico y político argentino) para contar una historia muy simple; una jueza a la que diagnostican con Alzheimer, pero como la mina es superresolutiva, llama a las mujeres más importantes de su vida para plantearles que dentro de un tiempo su mente ya no va a ser autónoma, entonces quiere saber cómo van a organizar su vida. El mensaje acá es que la mayoría de las enfermedades que tienen que ver con el cerebro no generan un sufrimiento en el paciente, sino en quienes lo rodean. Es algo muy delicado, doloroso, sensible, angustiante, entonces que se convierta en comedia y encima con esa adhesión que tuvo, ¿cómo no va a ser intenso?

Yo creo que todo sobre lo que no tenemos respuesta nos inquieta, y el cerebro es un universo desconocido. Hablar de él es como hablar de la muerte, es curioso porque ni siquiera una persona con algún problema neurológico nos puede explicar cómo es que funciona. Yo creo que todo sobre lo que no tenemos respuesta nos inquieta, y el cerebro es un universo desconocido. Hablar de él es como hablar de la muerte, es curioso porque ni siquiera una persona con algún problema neurológico nos puede explicar cómo es que funciona.

¿Conocés o conociste a alguien diagnosticado con Alzheimer?

Mi abuelo. Tuve una tía con demencia senil. Y todas las personas que van llegando a la vejez empiezan a despertar algunos rasgos de deterioro cognitivo, aunque no se transformen en una patología. Capaz vos conocés a una y no sabés darte cuenta. ¿Quién no tiene un familiar que le repite cien veces lo mismo? Ese es de alguna manera el motor del éxito de la obra. En esa identificación se produce el humor, la empatía. Podés ver reflejado a tu padre o a tu madre, a una tía, a un abuelo, o el miedo que vos tenés sobre en qué te vas a convertir.

¿La neurociencia te inquieta particularmente?

Sí. Yo creo que todo sobre lo que no tenemos respuesta nos inquieta, y el cerebro es un universo desconocido. Hablar de él es como hablar de la muerte, es curioso porque ni siquiera una persona con algún problema neurológico nos puede explicar cómo es que funciona. Entonces todo lo misterioso nos atrapa, nos provoca incertidumbre, morbo, nos inquieta.

Y lo que nos inquieta inmediatamente es material para hacer teatro.

En este caso fue un nutriente importante, un gran condimento. Y yo lo transito mucho en mis espectáculos, porque es el tipo de teatro que me gusta ver como espectador y, por ende, el que me gusta hacer. Sin formalismos, pero que tenga contenido, que me deje algo en qué pensar y que cuando llegue a la pizzería de la esquina después de haber visto la obra siga siendo tema de conversación. No me gustan las obras donde me la paso bárbaro hora y veinte, salgo y ya no me acuerdo ni lo que vi. Cuando el único tema de conversación es de qué gusto va a ser la pizza, algo hicimos mal. Yo soy un director que no quiere que se genere eso y me la paso modificando y cambiando cosas, agrego música, cambio vestuario, corto escenas, modifico un chiste, una referencia, soy un director muy presente que hace que sus espectáculos estén en constante mutación, totalmente actualizados y que no haya nada puesto en automático.

Hay un juego de palabras en Perdida-Mente. En tu trama es casi literal eso de que se puede llegar a “perder la mente”...

Hay un montón de formas de perder la mente. Hay gente que pierde la mente por amor, otra por el trabajo, hay gente que pierde la mente en las adicciones, en una mentira… En la obra todos los personajes tienen la mente un poco perdida más allá de a la que diagnosticaron con Alzheimer. Me gustó indagar en eso de por qué el cerebro, la mente, es la imagen, la representación inmediata de la inteligencia.

¿Qué hace a alguien inteligente?

Alguien que es inteligente va en búsqueda de la felicidad. Lo dice el personaje de la jueza: la única forma de ser feliz es crear comunidad propia, rodearse bien; una comunidad que dialogue con lo que haces, con lo que sos, con eso que proyectas y que los otros puedan proyectar con vos. El personaje arranca diciendo que admira mucho a los cerebros que van al gimnasio, y yo también.

Todo sobre él

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José María Muscari, director de teatro argentino, estrena Perdidamente en el Movie este 16 y 17 de noviembre.

José María Muscari, director de teatro argentino, estrena Perdidamente en el Movie este 16 y 17 de noviembre.

Sos un intrépido a la hora de sumergirte en los temas. Tomás decisiones arriesgadas.

Y acierto. No hay una fórmula única para nada, solo sé que no soy un creador que se le ocurre una idea y va y la hace. A los 20 tenía una pulsión quizás más inmediata, ahora mis ideas necesitan un tiempo de maceración, así que al momento de concretarlas ya están hablándome desde hace mucho. Yo voy por la vida esponjeando, absorbiendo, cirujeando, soy como una especie de recolector, pero distingo lo que sirve de lo que no.

Curioso que te describas como un recolector cuando de chico querías ser basurero…

¡Pero es que es exacto! Ando como un basurero buscando cosas que me sirvan de inspiración; música, imágenes, una peli que vi, una frase que oí. Retransformé el concepto de basurero. Antes quería serlo porque pensaba que en la basura de la gente rica iba a encontrar cosas que me podían servir. Sigue siendo un poco lo mismo. Alguien que es rico en ideas seguro desecha cosas y si otro agarra, agarra. Ahí entro yo como un basurero.

Te convertiste en papá hace poco, ¿cómo transformó eso tu proceso creativo?

Nos adoptamos en noviembre del año pasado y durante los primeros meses del vínculo decidí no trabajar en nada nuevo y dedicarme a la paternidad de lleno porque Lucio tenía que insertarse en Buenos Aires (es de Corrientes). Nueva escuela, nuevo fútbol. Nos fuimos de vacaciones y todo. Pero en medio de eso tuve una pulsión creativa y nació una especie de guion escrito, Lucio y yo. Ya tengo una playlist entera armada para la obra y la obra todavía ni existe, pero ya está musicalizada en mi cabeza.

¿Y cómo es darle la oportunidad a un adolescente que ya viene con una mochila cargada de cosas?

Mi mochila es más grande. Imaginate que a mi hijo lo adopté cuando tenía 15 años y cuando él me adoptó yo tenía 47. Lo primero que tuvimos que hacer fue ubicarnos en esa desproporción. Porque si hablamos de mochilas pesadas, pobre hijo. Me aceptó cargando con un montón de vida vivida, con operaciones, amores que no funcionaron, una familia que ya me preexiste, y miles de cosas que a él no le pasaron todavía y quizá ni entiende. Pero para mí fue el mejor plan, no me imagino cambiando pañales, no podría tener esta vida que tengo. No soy un tipo millonario que puede dejar de trabajar para criar un hijo. Yo siempre voy a respetar que Lucio ya trae una idea de la vida, una historia, y él también respeta la mía. Por suerte tenemos un montón de tiempo para construir juntos.

Te gusta mucho ser vos.

Me encanta.

A mi hijo lo adopté cuando tenía 15 años y cuando él me adoptó yo tenía 47. Lo primero que tuvimos que hacer fue ubicarnos en esa desproporción. Porque si hablamos de mochilas pesadas, pobre hijo. Me aceptó cargando con un montón de vida vivida, con operaciones, amores que no funcionaron, una familia que ya me preexiste, y miles de cosas que a él no le pasaron todavía y quizá ni entiende. A mi hijo lo adopté cuando tenía 15 años y cuando él me adoptó yo tenía 47. Lo primero que tuvimos que hacer fue ubicarnos en esa desproporción. Porque si hablamos de mochilas pesadas, pobre hijo. Me aceptó cargando con un montón de vida vivida, con operaciones, amores que no funcionaron, una familia que ya me preexiste, y miles de cosas que a él no le pasaron todavía y quizá ni entiende.

Y justamente, ¿es porque tu vida está buenísima que no te enamorás?

(Resoplo y suspiro) Es que ya no le encuentro explicación a por qué no me enamoro. Un poco le echo la culpa al horóscopo, porque soy de escorpio y soy muy sexual y fluctuante, y todo me aburre. Está medio demonizado escorpio, ya me ven y ven sexo. No sé qué pasa. Pero sí, tengo una vida muy atractiva. Una vida familiar hermosa, una vida profesional superconsagrada, tengo salud, voy al gimnasio, tengo una linda casa, me voy de vacaciones cuando puedo y cuando quiero. Y hay que estar a la altura de eso, imaginate, para presentarte a mi hijo. Frente a tanta cosa linda no me conformo con cualquiera, el amor no puede ser un frente chato, la vara está alta, ¡pero no es una puerta cerrada! Soy muy envidioso y admirador de las personas que se enamoran y hacen lo imposible para sostener el vínculo, es un gran acto de inteligencia que todavía a mí se ve que no me sale.

¿Explorarías los usos de la IA en el teatro?

Ojalá la inteligencia artificial siga avanzando y me sorprenda con algo que podría aportar al teatro, hasta el momento me parece que no y va a estar difícil. Porque uno va al teatro a buscar emociones extraordinarias, que no encuentra en la vida, ni por streaming. Esa emoción que podés vivir viendo una peli en Netflix que la pueden estar viendo miles de personas a la vez no se parece en nada a la emoción desmedida, la forma en que te acelera el corazón, la risa verdadera, el llanto verdadero que nace en un teatro. Esa noche no se vuelve a repetir nunca más, estás siendo parte de un ritual único y eso lo hace mágico. Y no se puede detener y retomar después, porque todo eso que está sucediendo en ese momento es verdad, hasta el llanto de los actores está pasando en serio. Entonces necesitamos seguir yendo al teatro porque la vida no nos alcanza.