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Kirsty Coventry sigue haciendo historia, ahora como la primera mujer presidenta del Comité Olímpico Internacional

Es la atleta africana con más medallas olímpicas, la que logró imponer una tregua en su país y que se tendrá que ver en breve con Trump y Putin

"Estoy llena de orgullo y me siento honrada de que tanta gente haya venido a verme", dijo una emocionada Kirsty Coventry a su llegada a Harare, la capital de Zimbabue. Era el 25 de agosto de 2004 y la joven nadadora de 20 años llegaba de hacer historia en los Juegos Olímpicos de Atenas: oro en 200 metros espalda, plata en 100 metros espalda y bronce en 200 metros combinados. Una multitud la había ido a ovacionar, entre gritos, pancartas y bailes tribales.

En realidad, como tantas otras veces, el deporte ofrecía la oportunidad de una tregua de paz.

“Zimbabue deja de lado tensiones raciales para darle una bienvenida de heroína a la triple medallista”, tituló un cable de la agencia AP. Ese país africano, cuya independencia de Rodesia había sido reconocida recién en 1980, tenía 12 millones de habitantes, de los cuales apenas 30.000 conformaban la minoría blanca, a la que pertenecía Kirsty.

El presidente Robert Mugabe era el que a menudo lideraba los violentos ataques políticos contra esa minoría, a la que acusaban de financiar y apoyar a las milicias rebeldes. Pero la gloria olímpica, que no se quedaría en esa edición, podía más y la llamaba la “chica de oro”. Zimbabue, en resumen, era un país pobre y con muy poco futuro, donde el que podía se tomaba el avión. No eran muchos los que podían, y casi todos eran blancos. Uno de ellos era Kristy.

Nacida el 16 de setiembre de 1983, la joven deportista ya había nadado en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, siendo una liceal. Tuvo una destacada actuación y llegó a las instancias semifinales. Para 2004, cuando se convirtió en una heroína nacional, ya estudiaba y entrenaba en la Universidad de Auburn, en Alabama, Estados Unidos. De hecho, el Comité Olímpico local “deslizó” a la prensa que su intención era viajar derecho de Atenas a su casa, sin prever originalmente una escala en su país. El reporte de AP mencionado decía, con bastante malicia, que la joven hablaba en un “acento estadounidense distintivo”. En sus palabras a los medios, apenas dijo que esperaba que la situación política y económica de su país mejorara.

En lo suyo sin dudas que aportó para que su pueblo sonriera. Los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 también la encontraron en un muy alto nivel, ganando tres platas y un oro, este último nuevamente en los 200 metros espalda, ahora con récord mundial. Esta gran actuación le valió un premio de 100 mil dólares de Mugabe, que ya sin dudas la consideraba su blanca favorita, que ella donó a organizaciones de caridad.

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Participó también en los JJOO de 2012 en Londres y de 2016 en Río de Janeiro, aunque ya sin el éxito de antaño. Hasta hoy es la deportista africana con más medallas olímpicas. Su palmarés incluye tres oros y cinco platas en campeonatos mundiales y quince oros y siete platas en los torneos panafricanos. Supo tener la plusmarca en 100 y 200 metros espalda, donde es una de las mejores de todos los tiempos. Solo por eso, merece todo el reconocimiento.

Pero sería más. Haría historia.

Hito en la cumbre del deporte mundial

Kristy Coventry ahora está en las portadas de todo el mundo por haber sido electa el jueves 20 de marzo como la próxima presidenta del Comité Olímpico Internacional (COI), cargo que asumirá el 24 de junio. Es la primera mujer y la primera africana de la historia en estar al frente del organismo que promueve el olimpismo en todo el mundo.

El revuelo que provocó esta noticia —justificado, desde ya—, hizo circular algunos errores. Uno bastante común fue ensalzarla como la primera atleta de elite que ponen al frente del COI. Su antecesor y promotor, el actual presidente Thomas Bach, es un alemán que fue un destacado esgrimista que supo ser campeón olímpico y mundial.

Bach —el mismo que había designado antes a Coventry como miembro vitalicio del COI, paso previo a su designación— buscó y logró colocarse la cocarda de la igualdad. Este organismo tiene 130 años y recién ahora tendrá una presidenta mujer, tras nueve antecesores hombres. Es la primera africana tras ocho europeos y un estadounidense. Su elección fue relativamente rápida, obteniendo 49 de los 97 votos posibles (más del 50%), dejando en un segundo lugar al español Juan Antonio Samaranch (hijo del que fuera presidente del COI entre 1980 y 2001), que logró 28.

De alguna forma, tomó revancha de la exremera estadounidense Anita De Frantz, quien en 2001 fue la primera mujer que aspiró a la presidencia del COI.

"Esto no es solo un gran honor, sino que también es un recordatorio de mi compromiso con cada uno de ustedes de que lideraré esta organización con tanto orgullo, con los valores en el centro, y haré que todos ustedes estén muy, muy orgullosos y extremadamente seguros de la decisión que han tomado hoy”, dijo a poco de ser designada. "Gracias desde el fondo de mi corazón, y ahora, tenemos algo de trabajo juntos. Esta carrera fue increíble y nos hizo mejores, nos hizo un movimiento más fuerte".

En el manifiesto de su postulación, consignado por la CNN, había dicho que quería que el deporte fuera "un puente entre países y culturas, una fuente de esperanza y una fuerza para el bien", así como su intención de fortalecer el deporte femenino “protegiendo a las atletas y promoviendo la igualdad de oportunidades para las mujeres en todos los niveles de nuestro movimiento".

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Kristy Coventry en plena acción, en 2007

Kristy Coventry en plena acción, en 2007

En esa igualdad de oportunidad no puede decirse que tiene una postura tibia: como indicó la BBC, ella apoyó una prohibición a las atletas trans para competir en deportes olímpicos femeninos. Ese tema será una de las cosas que deberá encarar en breve, refieren los analistas.

No tendrá mucho tiempo para descansar. Su primer gran desafío serán los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán en Milán y Cortina d'Ampezzo, Italia, en febrero de 2026.

En el juego del poder

Kirsty no era una desconocida en el COI. En 2013, el mismo año en el que se casó con su manager Tyrone Seward (son padres de un niño nacido en 2019), ya había sido elegida por sus colegas como representante de los deportistas en el Comité. Todavía era una atleta en activo. Fue presidenta de la Comisión de Atletas, lo que la llevó al Comité Ejecutivo del organismo. Aprendió muy rápido los entresijos políticos que hay detrás (y a veces encima) de las competencias.

Tampoco desconoce lo que es el ejercicio del poder. El 7 de setiembre de 2018, con 34 años, fue nombrada ministra de Juventud, Deportes, Artes y Recreación de Zimbabue por el presidente Emmerson Mnangagwa, cargo que mantiene hasta hoy. Claro que el de Zimbabue es un gobierno sospechado de múltiples casos de corrupción, manejos financieros ruinosos y de muy poco interés en el respeto a los derechos humanos; integrarlo no es una medalla para colgarse en el concierto internacional. De hecho, varios actores culturales de su país han criticado su actuación (o su inacción) como secretaria de Estado.

Como sea, sobre sus hombros tendrá ahora varios desafíos. Uno de ellos será lidiar con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anfitrión de los Juegos Olímpicos de Los Angeles en 2028, y con su colega de Rusia, Vladimir Putin, quien está bregando por la reintegración de sus atletas al olimpismo, suspendida por la invasión a Ucrania. Habrá que ver si se maneja tan bien como lo hacía en las piscinas de 50 metros.