Tiene dos hijos mellizos, Tamara y Mateo, de 25 años. ¿Cómo es su vínculo con ellos?
Edad: 66 • Ocupación: Fundadora y directora de Mujer y Salud en Uruguay (MYSU), senadora suplente de Óscar Andrade • Señas particulares: tiene ascendencia lituana; es técnica en Anatomía patológica; le gustaría practicar un deporte acuático
Tiene dos hijos mellizos, Tamara y Mateo, de 25 años. ¿Cómo es su vínculo con ellos?
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl mejor que he podido construir. Nos llevamos bien. Ellos, además, adoptaron las causas por las que yo peleé toda mi vida. Ambos forman parte de las organizaciones de jóvenes defensores de derechos humanos, pero también de derechos sexuales y reproductivos.
Sus abuelos llegaron a Uruguay desde Lituania.
Sí, tanto la rama materna como paterna vinieron de Lituania entre las dos guerras mundiales, huyendo del hambre y de los estragos de la guerra. La paterna, además, es una familia católica. Mi padre llegó con tres años al Uruguay. La familia materna es más complicada pero, para mí, más interesante. Mi abuela materna se vino sola con 19 años en un barco, y eligió Uruguay porque le gustó el nombre, no tenía ni idea. Obviamente, mujer sola y joven, era sospechosa de venir a ejercer la prostitución. Por suerte se encontró con alguien en Migración que hablaba polaco, ella era de un pueblo limítrofe entre Lituania y Polonia, entonces se pudieron comunicar. Él le aconsejó irse al Cerro, donde estaba la industria frigorífica y los saladeros. En el Cerro ya había una comunidad lituana instalada, y ahí mi abuela conoció a mi abuelo y se casaron.
¿Qué costumbres de Lituania permanecen todavía en su familia?
Todos nos criamos en el Cerro, y allí había dos clubes lituanos. Mi familia paterna siguió siendo católica y conservadora y, por lo tanto, peleaba en contra de Lituania anexada a la Unión Soviética en ese momento, y la otra parte de mi familia era comunista. Pero nos juntábamos todos y te imaginarás que los almuerzos eran bastante interesantes. Mi madre era profesora de danza lituana en uno de esos clubes, que era pro-Lituania soviética y además era abierto, integrador. Y yo fui parte del cuerpo de baile desde chiquita.
¿Sigue en contacto con algunos de sus familiares lituanos o con integrantes de ese club?
La dictadura atacó a estos clubes. El club en el que estábamos fue expropiado por las Fuerzas Armadas y fue perseguida parte de la comunidad lituana. Mucha gente migró. Más de la mitad de mi familia hoy vive en Venezuela. Emigraron durante el período dictatorial, no tanto por persecución ideológica, más allá de que nuestras casas fueron allanadas por ser sospechosos de ser comunistas. Se fueron también por migración económica. Hoy quedamos pocos. Mis padres fallecieron, mis abuelos también, mis tías, mis tíos. Ellos eran parte de esas generaciones que sostenían esto de la cultura, el canto.
¿Hay algún plato típico lituano que usted prepare en su casa?
Sí. Papa rallada combinada con cerdo, el uso de remolacha, una sopa típica que también tiene caracú. Son comidas muy calóricas, que obedecen a otro clima. El uso del repollo en distintas versiones: en sopa, fresco, procesado con picles. También unas empanaditas de ricota muy ricas. Si bien vivíamos en una zona urbana, había una lógica de crianza en la que se producía lo que se comía.
¿Cuándo empezó en la militancia feminista?
A los 23, 24. Fui la primera mujer que accedió a la universidad en mi familia. Mi primer conflicto fue que yo no me quise casar, quise estudiar.
Ahí ya se rebeló.
Sí, claro. “¡Cómo puede ser que a los 18 no te estés ennoviando!”. Incluso de mis amigas éramos dos de todo el grupo las que no teníamos novio, no teníamos intención de casarnos, no nos importaba nada de esa historia. Y yo elegí una carrera difícil, soy técnica en Anatomía Patológica, hice la Licenciatura en Biología.
Cuando tiene que ir a un médico, ¿trata de elegir a una mujer para que la atienda?
No, soy muy pragmática en eso, busco a quien esté más cerca y lo haga más rápido.
¿Qué le contesta a un hombre que le dice “feliz día” el 8 de marzo?
En general, trato de tener un feminismo pedagógico. Lo siento y le explico por qué no es un feliz día. He visto a muchos varones hacer el clic y empezar a cambiar la cabeza. Sé muy bien cómo interactuar con varones. Hay algunos malintencionados, pero hay otros que realmente no lo ven, no entienden, o solo dicen: “Yo no maté a nadie, no cago a ninguna a palos, entonces no soy machista”.
Es muy lectora. ¿Tiene algún libro favorito?
Tengo un problema, que es que nunca me acuerdo de los títulos (ríe). Ahora estoy tratando de leer más a Judith Butler como filósofa y teórica feminista, porque me parece interesante. Leo mucho feminismo, eso sin duda.
¿De qué pequeñas cosas de su rutina suele disfrutar?
De caminar por la playa, horas, escuchando música y bailando. Tienen que ser lugares en los que no haya mucha gente porque me da vergüenza (ríe). Hay momentos en los que necesito estar sola. El agua, la playa, el mar, realmente es de los lugares que me tranquilizan y me inspiran.
¿Hace terapia?
No. Tengo amigas que me mandan la carta astrológica y me dicen: “Esto es para vos”. Soy de acuario...
¿Cree en la astrología?
Lo que sí creo es que cualquier información que te permita darte a vos mismo algún tipo de explicación de por qué decís lo que decís y por qué hacés lo que hacés ayuda.
¿Hay alguna actividad que siempre haya querido hacer y nunca se haya animado?
¡Ay, sí! Esquí acuático, windsurf o algún deporte acuático. Adoraría hacerlo y siempre me dio un poco de temor.
¿Cuál es el rasgo humano que más le atrae de las personas?
La reciprocidad.
¿En qué sentido?
Que si a vos de la otra persona te gusta su afecto, su cariño, cómo te protege, entiendas que tiene que haber algo recíproco. Eso, para mí, es una forma de respetar a la otra persona en igualdad. Eso no quiere decir que sea igual lo que devolvés, pero sí entender que los vínculos no son unidireccionales.
¿Cómo le gustaría ser recordada?
Como una buena persona.