Una sola vez con Ian (Duddy, exembajador británico en Uruguay); tenemos una amistad de toda la carrera profesional. Empezamos juntos en Buenos Aires, los dos como segundo secretario. Los dos somos mitad australianos. Había un partido por las Eliminatorias en el Centenario, jugaba Uruguay contra Australia; éramos 35 personas apoyando a la selección australiana y como 70.000 uruguayos, así que fue una experiencia única.
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Malcolm Green con su esposa argentina, Nadia Montoto
Llegó el 2 de setiembre ¿cuáles son sus objetivos para su misión en Uruguay?
Principalmente tengo dos que están vinculados: el esfuerzo contra el cambio climático y aumentar el crecimiento económico. Por un lado, nos hacen creer que enfrentar el desafío del cambio climático significaría sacrificios imposibles a nivel personal, como no poder comunicarnos o no poder viajar en avión, pero para mí es un invento para seguir vendiendo petróleo. Es verdad que tenemos que hacer cambios, pero no necesariamente significarían un cambio en el estilo de vida. A nivel personal podemos comer menos carne, ser conscientes de las decisiones que tomamos cuando viajamos, usar menos plástico. Pero a nivel de la industria, de los gobiernos, ahí es donde tenemos que hacer el cambio. Soy optimista. Lo bueno es que Uruguay ha tomado decisiones para cambiar la matriz energética. Ojalá mi gobierno sea lo suficientemente humilde para escuchar y entender la experiencia de Uruguay. Otra prioridad del canciller de mi país es impulsar un crecimiento económico, usar energía más eficiente y bajar los precios de la energía.
¿Por qué eligió venir a Uruguay?
En Londres trabajamos hasta el límite, todas las horas del día, y en un momento nos dimos cuenta de que estábamos perdiendo tiempo familiar, tiempo con nuestro hijo, así que parte de la decisión de vivir en Uruguay fue tratar de estar más en familia. Estamos buscando esas cosas aquí y por eso estoy trayendo en barco mi horno de pizzas, que fabrica una empresa escocesa. Tengo un chiste con el embajador de Italia: lo voy a invitar a probar pizza escocesa.
Pasé gran parte de mi carrera trabajando con la ONU, inicialmente en el mantenimiento de la paz, en la prevención y resolución de conflictos, en el armado de respuestas humanitarias a crisis, a la pobreza. Pasé gran parte de mi carrera trabajando con la ONU, inicialmente en el mantenimiento de la paz, en la prevención y resolución de conflictos, en el armado de respuestas humanitarias a crisis, a la pobreza.
¿Y por qué decidió ser diplomático? ¿Fue de casualidad?
Sí, de casualidad. Cantaba en el coro en la universidad y fuimos de gira a Japón. Y por casualidad cantamos en el cumpleaños de la esposa del embajador. En ese momento tenía mucho interés en la historia de África, que fue lo que estudié en la universidad, y buscaba una forma de trabajar afuera de mi país pero sin sacarle el trabajo a los locales. El privilegio de la diplomacia es que trabajamos en distintos lugares y tenemos la experiencia del intercambio cultural. También es muy importante el expertise del personal local, pero hay trabajos que solo pueden hacer los diplomáticos británicos. Así que la motivación principal de ser diplomático fue la de mejorar la vida de otras personas sin sacarle dinero a la población local. Y por eso pasé gran parte de mi carrera trabajando con la ONU, inicialmente en el mantenimiento de la paz, en la prevención y resolución de conflictos, en el armado de respuestas humanitarias a crisis, a la pobreza.
Se desempeñó como subdirector del Departamento de Sahel, Sudán y Sudán del Sur en la Cancillería británica, ¿Logró cumplir sus objetivos?
Durante mi carrera he tenido oportunidad de trabajar en el tema de misiones de paz y seguridad. Creo que en los conflictos hay un ciclo y en Sudán estamos en un momento en el que los dos lados piensan que van a aprovechar peleando más, o sea, siguiendo con la violencia. Es una gran tristeza porque la mayoría de la población en Sudán no quiere conflicto. Lo que sí es posible es tratar de hacer algo para mejorar la vida de las personas con la donación de plata, de comida, de apoyo humanitario a la población. Eso sí es posible.
Después su carrera tuvo un cambio cuando vino para América, ¿cómo fue?
Mi primer destino fue Argentina. Pasé la mitad de mi trabajo en la ONU en términos de conflictos y la otra mitad aquí en el Cono Sur, en Argentina, en Chile y en Uruguay. Así que fue un cambio en mi carrera que ha capturado una parte de mi corazón. Tengo una esposa argentina, un hijo que está con un pie en los dos lados, que habla inglés pero entiende perfectamente español. Venir a Latinoamérica fue una sorpresa incluso para mí, porque en mi juventud no pasé ningún momento pensando en ello. Eso es otro privilegio de mi trabajo. Ahora estoy con una parte de mi corazón aquí, con mi familia cercana. Siendo soltero viajé por Latinoamérica capturando recuerdos, mirando su naturaleza increíble, siempre pensando que sería lindo experimentar todo eso con el amor de vida. Luego con mi esposa visitamos muchos de esos lugares por segunda vez, y ahora con nuestro hijo hacemos todo de nuevo para tener recuerdos familiares.
¿Y cómo conoció a su esposa?
En ese momento la política de la embajada para crecer en contactos era hacer eventos sociales con mayoría de población local, porque a veces los diplomáticos no rompen la burbuja. Yo era soltero y la otra británica en la embajada, reamiga mía, también estaba soltera. Entonces nos turnábamos en nuestras funciones cocinando o preparando los tragos y hablando con la gente. Un mes yo cocinaba y al mes siguiente hacía todo el front of the house mientras ella preparaba la comida. Esa situación resultó bien por un tiempo, pero después de seis meses nos dimos cuenta de que todos pensaban que éramos pareja. Entonces para la siguiente cena invitamos a todos los contactos, políticos, gente de ONG y gente nueva. Además le elegí un hombre y ella me eligió una mujer para mí. Y resultó más o menos bien. Ella salió dos años con un hombre que conocí en un bar británico en el centro de la ciudad, y Nadia fue... no quiero decir que el resultado de esa experiencia, pero así nos conocimos. Después de dos años, empezamos a salir como una pareja porque soy una persona un poco más lenta, me tomo mi tiempo.
Ahora comparto mi vida con ella y con mi hijo en una casa que es un espacio de eventos. De cierta forma ser diplomático es ser como un actor, hay mucha vida pública dentro del trabajo, por eso es mucho más importante tener una vida personal fuerte, sana.
Siendo soltero viajé por Latinoamérica capturando recuerdos, mirando su naturaleza increíble, siempre pensando que sería lindo experimentar todo eso con el amor de vida. Luego con mi esposa visitamos muchos de esos lugares. Siendo soltero viajé por Latinoamérica capturando recuerdos, mirando su naturaleza increíble, siempre pensando que sería lindo experimentar todo eso con el amor de vida. Luego con mi esposa visitamos muchos de esos lugares.
Entonces, trabajar en Argentina le cambió la vida.
Sí, la verdad que sí. Como experiencia, por conocer a mi esposa y también por hablar en español. A tres semanas de mi salida del puesto en Buenos Aires falleció mi mamá, y para mí fue notable aprender nuevas palabras para calificar lo que me estaba pasando en mi vida personal con mis nuevos amigos. Los argentinos, y sospecho que los uruguayos también, no tienen problema en hablar de cosas personales, como los británicos. Yo soy cantante, y cuando mi mamá estaba muy enferma, fui a Inglaterra al funeral de la mamá de un amigo mío. Yo estaba llorando porque también era amiga de la familia, y en ese momento se me vinieron emociones de mi propia familia. Entonces, entre el ensayo y el funeral, fui con un miembro del coro a un pub a tomar algo. Estaba llorando y el dueño del pub me dijo, en una expresión muy inglesa para evitar hablar de emociones, algo así como “no te preocupes, quizás no va a pasar”. O sea, veo que algo está pasando pero no quiero hablar de las emociones, así que hago un chiste para evitar una situación difícil. Y ese tipo de respuesta no es saludable. Esa privacidad emocional no es sana. Con los argentinos y con los uruguayos la experiencia de mi mamá fue mucho más fácil al hablarlo en forma directa, honesta. Con las pocas palabras que sabía tuve que ser mucho más directo, pero el resultado fue más sano. Decir “lo que está pasando con tu familia es terrible, lo siento muchísimo” es más honesto. Eso me ayudó mucho. En ese momento, fue una lección muy importante, tenía 23 años, todavía estaba formando mi carácter.
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¿Qué le gusta hacer con su hijo?
Es más lo que le gusta a él hacer conmigo porque es más físico que yo, le gusta correr, hacer deportes. Mi esposa siempre dice que es bueno tener confianza física. En Argentina yo solía andar a caballo y acá nos encantaría hacerlo. Ahora estamos pensando en tener mascota, pero el problema más que nada es que a mi hijo le interesa más tener un Komodo dragon que un perro. Así que estamos eligiendo entre el Komodo dragon, un lobo marino y un camaleón. Pero creo que poco a poco podremos hablar de gatos y perros.
La embajadora Faye O’Connor adoptó un perro llamado Elliot e Ian Duddy a Bela, así que tienen que seguir con la tradición de tener un perrito.
En Nueva York tuvimos un gato llamado Potus, como el presidente de Estados Unidos, pero lamentablemente murió hace un par de años. Era un apoyo emocional muy importante para la familia. Así que estamos en un momento en que tener otra mascota es, en un sentido, perder la memoria de nuestro gato; es ridículo pero fue muy importante para nosotros.
Los argentinos, y sospecho que los uruguayos también, no tienen problema en hablar de cosas personales, como los británicos. Los argentinos, y sospecho que los uruguayos también, no tienen problema en hablar de cosas personales, como los británicos.
Usted es cantante. ¿Cómo fue que su coro cantó con los Rolling Stones?
Es la forma en que trabajan. Fue en Santiago, en un estadio con 70.000 personas. Hay una sola canción, You Can’t Always Get What You Want, que la hacen en vivo con un coro local. Nosotros mandamos una muestra y nos llamaron. Obviamente Mick Jagger tiene un recuerdo muy fuerte de mi concierto (ríe). Ni hablamos con él, no se puede hablar con ellos, pero estar del otro lado del telón mirando a 70.000 personas fue una energía increíble.
¿Y en Montevideo fue a ver a Paul McCartney?
Sí, y fui a la prueba de sonido. Lo del canto empezó con mi padre, que era cantante, y los Beatles fueron parte de una formación de mi juventud, cantando sus canciones en el coro de mi escuela. La música es otra conexión con mi familia, tengo piezas de música que me reconectan con mi mamá, con mi padre. Si quiero pasar la tarde con mi madre, solo tengo que escuchar la apertura de la ópera La Traviata de Verdi y ahí estoy con ella.
¿Y con su padre?
Él era bajo profundo, así que toda la música rusa me conecta con él.
Cuando prepararon la mudanza a Uruguay, ¿qué tres cosas no podían faltar en la valija?
Un álbum de fotos de mi familia, porque los teléfonos están llenos de imágenes, pero no se compara al álbum con fotos físicas. Empacando las cosas encontramos fotos de mis abuelos, mis tatarabuelos. Así que tengo también esa conexión con la familia.
Té, pero un té específico, Earl Grey. Otro recuerdo olfativo de la tarde. Me encanta tomarlo con leche y con azúcar. Perdón, sé que no es la cultura inglesa, pero es así como me gusta, como lo tomaba mi madre.
Otra cosa que traje son especias, solo porque en mi experiencia la comida aquí no es muy picante y, si quiero cocinar un curry, valía la pena traer algunas cosas de Inglaterra.