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Ney Matogrosso: "Nunca me privé de decir verdades"

Artista transgresor como pocos, Ney Matogrosso se considera un canal entre los grandes autores de su país y su audiencia. Estará en el Auditorio Nacional del Sodre el 16 de julio

Siete años después de su última visita a Montevideo, vuelve ese hombre nacido como Ney de Souza Pereira y que el mundo conoce comoNey Matogrosso, uno de los nombres más excitantes y transgresores de la Música Popular Brasileña (MPB).

Lo hará el 16 de julio, a las 21 horas, en el Auditorio Nacional del Sodre. Viene con el espectáculo Bloco Na Rua, una combinación de sus éxitos como solista, de su banda de los '70 Secos e Molhados, más muchos otros temas de otros artistas. Eso será apenas 16 días antes de cumplir 83.

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“No es una idea complicada. Es un repertorio muy antiguo, ya cantado por mucha gente, al que le quiero dar mi versión. Como no soy compositor, ofrezco mi interpretación. Como yo quería ser actor, trato de mostrarle a la gente cómo actúo esos temas”, le dice Matogrosso a Galería, vía videollamada. En sus últimas presentaciones ha incluido temas de Rita Lee, Chico Buarque, Itamar Assumpção, Paulinho Mosca o Cazuza. “No tengo el don para componer. He escrito algunas cosas, pero creo que no son buenas. Prefiero estar a disposición de los grandes compositores de Brasil: Chico (Buarque), Milton (Nascimento), Caetano (Veloso), Lenine, hay muchos. Yo pongo el foco en la interpretación de sus letras, les doy vida y sentimiento. Soy como un canal”.

Rita Lee, fallecida en 2023, otro ícono de la MPB que tenía una enorme legión de fans uruguayos, fue una gran amiga. Ney aún la extraña. “Era muy amiga. Yo le presenté a (su marido) Roberto de Carvalho (en 1977). Ella vino a un show mío y él tocaba conmigo todavía en esa época. Le dije que iba a hacer una fiesta en mi casa y la invité. Ella me dijo que invitara a un músico que había visto tocando conmigo y que le había interesado. Lo llevé. Y ahí comenzó la historia de amor de ellos que duró hasta que ella se fue. El amor igual sigue firme”.

Ney nació en Bela Vista, Mato Grosso do Sul, en un hogar acomodado. Tuvo una infancia y juventud difíciles marcadas tanto por su interés por las artes, como por la soledad y la difícil relación con su padre, un militar de carrera. “No solo crecí en Mato Grosso, viví en muchos lugares por motivos laborales de mi padre: Bahía, Recife, Río de Janeiro… Mi padre me trataba como si fuese un soldadito. Tenía miedo de cómo me trataba. Para despertarme me tiraba la manta de la cama, creo que en el cuartel debía ser igual. Se acercaba y me daba miedo, esa cosa militar, dura, sin afecto…”.

Pese al rechazo que le daba esa vida, Ney se alistó en la Fuerza Aérea Brasileña, algo que hoy resulta impensable, dado todo lo que vino después. “Lo hice para irme de casa. Fue la única forma de irme de casa y no quedar en la calle. Me alisté en el Mato Grosso y de inmediato me transfirieron a la Policía Aeronáutica de Río de Janeiro”, cuenta.

Pero no sería hasta los 20 años, fuera de su casa natal, ya habiendo pasado por el ejército y trabajado en un laboratorio de anatomía patológica, que asumiría plenamente su homosexualidad. Luego de ser parte de un coro universitario, donde sorprendió con su voz diáfana y aguda, se fue a Río de Janeiro a vivir en una comunidad hippie. Siendo artesano, lo convocaron para ser parte de la mítica banda brasileña Secos e Molhados, donde apenas estuvo dos años, en 1973 y 1974. Fueron suficientes.

Desde entonces, sus recitales son una experiencia sensorial para oír y para ver. El maquillaje, en su momento inspirado en el teatro kabuki japonés, el vestuario o la casi total ausencia de él y su voz aguda conforman el combo Ney Matogrosso. Exudaba sexualidad (incluso androginia, o aun feminidad) en plena dictadura brasileña, lo que lo transformó en el arquetipo de un transgresor. Lo ha sido, incluso, cuando se puso vestimentas más formales. Además, ayudó a mucha gente reprimida a ser quien quería ser. “Yo fui la primera persona que osó declarar ese tipo de cosas cuando le preguntaban los periodistas. La primera vez que me hicieron una entrevista, siendo un desconocido, me hicieron preguntas relacionadas al sexo. Hablaba de amor y de sexo, que eran cosas diferentes. Nunca me privé de decir verdades. Personalmente, eso no me trajo ningún tipo de problemas, quizá sí me censuraron algunos espectáculos, me prohibieron tocar en Brasilia. Pero por el resto, era mi vida”, afirma.

Brasil, luego de la recuperación democrática en 1985 y de gobiernos de gente tan distinta entre sí como Fernando Collor de Mello, Fernando Henrique Cardoso, Luiz Inacio Lula da Silva o Jair Bolsonaro, hoy sigue siendo un país “muy dividido”. Para él, la responsabilidad está clara: “Aún no se fue la maldición de Bolsonaro. Las iglesias evangélicas están teniendo una gran dimensión en un país que es laico, así lo dice la Constitución. Brasil no debería tener religión alguna y hay gente que quiere que esté comandando por una religión. Yo no tengo nada contra ninguna religión, fui bautizado por la Iglesia Católica, aunque no profeso ninguna. Brasil no puede tener una confesión”.

La música de Brasil actual tampoco lo convence. Lo suyo fue el pop, la poesía, los ritmos folklóricos y el rock. Tanto, que él fue el número inicial del primer día del original Rock in Río de 1985. El 11 de enero de ese año, vestido como un indio, semidesnudo, salió a enfrentar a más de cien mil personas en Jacarepaguá, la misma jornada en la que luego actuarían Whitesnake, Iron Maiden y Queen. Tuvo momentos de alta masividad y otros en los que apuntaba a espectáculos más intimistas; sus gustos musicales son más clásicos. “En ese momento nunca había tocado ante tanta gente, luego se me hizo normal actuar en festivales, ante 70 mil, 80 mil personas… Mirá, hoy la música en Brasil está muy condicionada por el hip hop y el funk. No tengo nada contra el funk como ritmo, incluso yo hago cosas de funk. Pero las letras (actuales) son muy malas. Yo canto cosas de Paulinho Moska, muy funkies, y no son lo mismo”.

Ney Matogrosso, guardián de la naturaleza

Más allá de la música, de su legendaria transgresión que no impedía que fuera una persona bastante reservada fuera del escenario, de extrañar gente que ya no está, amigas como Rita Lee y amores como Cazuza, es dueño de una reserva ambiental de bosque atlántico en Saquarema, Río de Janeiro. Empezó con los monos leones dorados y siguió con toda la fauna autóctona. “¡Tengo jaguares también! Siempre crié animales, en mi cuarto había grullas, lagartos. El gusto me vino de grande. Yo iba a la estancia de mi abuelo cuando era chico y salía con mis tíos, primos, a cazar aves. Ahí presencié un espectáculo absurdo. Apareció una manada de macacos y ellos empezaron a dispararles para entrenar la puntería… Vi monitos poniendo las manos en alto, queriendo defenderse. Mi familia mató monos, mató halcones, mató todo bicho que le pasó por delante. Fue una estupidez muy grande, quedé traumatizado. A partir de ese momento me transformé en un guardián de la naturaleza”.

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Ney Mattogrosso

Ney Mattogrosso

Ya pasando la barrera de los 80 años, con más de 30 discos grabados, sigue absolutamente irresistible en escena. Y así seguirá, parece, porque no piensa parar. “Yo sigo en esto, primero, porque me gusta. Si paro, ¿qué voy a hacer? ¿Jubilarme? Todavía esto me gusta mucho. Yo sé que va a llegar el momento en que me canse, pero todavía ese momento no llegó. Todavía todo esto es un placer para mí. Todavía estoy delgado, luminoso, puedo bailar. Todavía bailo, ¿sabés?”