Algo nuevo en la música uruguaya
Tras una década siendo la vocalista de Croupier Funk, Ripa deja de lado a la banda y a los miedos, y se abraza a su parte más vulnerable con Uno, su proyecto personal que el pasado 24 de octubre la consagró como artista solista en el escenario de La Trastienda.
“No voy”, una de las canciones del álbum nuevo, está dedicada a la militancia corporal. “Su plan” está llena de connotaciones políticas. “Si no hay manera” es para su hijo Bruno, de seis años. “Fruto del olivo”, para su sobrina no nacida. Todas son primero para ella misma.
¿Ya masticaste todas las emociones después de lo que pasó en La Trastienda?
Estoy bien, muy contenta. Viva (risas). Después de haber trabajado tanto para que algo salga y sale, se te empiezan a mover un montón de emociones, de lo lindo a lo más bajonero. Es un aprendizaje muy grande y fue una responsabilidad enorme, por la selección de música uruguaya que hicimos. Mi disco tiene solo nueve temas, no nos daba para un show entero, entonces hicimos colaboraciones muy tremendas (Diego Maturro, Camila Sapin, y los vientos de la Croupier). También hice canciones para sacarme el gusto nomás, algunas de las que me han acompañado en la construcción de mi camino artístico. Y así como todo el disco, hablan de mi vida, de las cosas que me pasan, de lo que siento, de lo que opino, para hacer que todo eso que me atravesó en un momento de la vida, cuando escribí la canción, y que puede cambiar, permanezca.
En Uno no se te puede asociar a un género solo. ¿Cuál es el que particularmente te desafía o al que te hubiera gustado dedicarle más espacio?
Qué difícil, porque soy bastante desprejuiciada con esto. Tengo mis opiniones sobre la música más comercial, pero no hay un género que yo diga “esto no lo canto ni loca”. Sé que a mí me mueve lo orgánico, la madera, las cuerdas, la voz sin autotune. Escucho de todo, hago de todo, pero me gustaría explorar muchísimo más los ritmos latinoamericanos. Perú, México; el bolero es un género que me gusta mucho y hay uno en el disco. La cumbia, la cumbia cubana, de raíz. Estoy jugando un poco y trato de no privarme de nada, de no caer en esa de esto es, esto no es música, aunque creo que esas personas más encasilladas también tienen que existir porque mantienen cierta tradición en cada género. Me gustaría darle todavía más lugar a la música popular uruguaya.
¿Dónde encaja lo que hacés?
En ningún lado (más risas). Sí sé dónde no encajo. Hice una colaboración con un artista joven, de trap, un compositor increíble, Niquillo, en donde mi voz aparece con autotune. Nunca lo había hecho y lo quería probar, porque no me gusta opinar de cosas que no conozco, pero no me gustó. Ojo, me pareció divertido, me exploré. Creo que si tengo que encasillarme, entre comillas, estoy en algo más popular. Y el funk, que obviamente tiene mucho que ver con el origen de mi identidad artística, también está en la música popular uruguaya. Tenés a Rada, a Martín Buscaglia, Claudio Taddei... Eso te diría a grandes rasgos, pero soy una mezcla de muchas cosas.
Es un álbum muy personal. ¿Hay alguna canción en la que sentís que lograste expresar algo que no habías podido antes?
Sí. De hecho, “Fruto del olivo” es para una sobrina mía que se llamaba Olivia y no nació. Mi hermana estaba embarazada de mellizos, ella y Antonio. Antonio llegó al mundo, Olivia no. Y yo vi a mi hermana lidiar con la vida y con la muerte al mismo tiempo. Yéndome a un plano más espiritual, del linaje, es una carga enorme. La admiro mucho por haber tenido el cuerpo y la energía para mantener vivo a Antonio, que además nació muy prematuro y estuvo meses en CTI. Hablamos mucho de Olivia, para mantenerla presente, y hacerle una canción era una linda manera. No sé si era para Olivia, para mi hermana, para la situación. Solo sé que a raíz de la canción, yo le conté a mi hijo Bruno de la existencia de su prima. Removió mucho a nivel familiar. A mí me conmueve cómo la música tiene ese poder de hacer que algo permanezca. Después tengo un candombe para mi hijo. Mi hermana canta en ese tema, el papá de Bruno también, que estamos separados hace años. No es que hable de la maternidad, es para él. Para que lo acompañe. Él se la aprendió. Un día viene y me dice: “Mamá, la canción que vos me hiciste, ¿es solo para mí? Porque Delfi (que es la prima) no tiene ninguna canción para ella y yo la quiero compartir”. Me mató. Esa canción puede ser para quien vos quieras, depende de cómo la entendemos. Por eso tengo tatuada la pipa de Magritte, de “Esto no es una pipa” (Michel Foucault), para mí representa la libre interpretación de las cosas. Por ella es que las canciones son nuestra expresión máxima de libertad.
¿Qué es lo más transformador de explorarte como solista?
El desafío mayor fueron mis miedos e inseguridades, sobre todo a la hora de componer, es lo que más me expone. Dudé. Y cuando salió el disco me sentí vulnerable, pero la vulnerabilidad es lo que te hace fuerte. Vengo trabajando hace muchos años en la música, pero nunca estuve al frente de un proyecto yo sola; es una propuesta nueva y hay que darle tiempo a las cosas. Yo soy muy ambiciosa, sobreexigente y me doy palo. Pero he aprendido a ser más compasiva conmigo y entendí que no tengo que hacer todo y todo bien. Soy muy controladora, porque me gusta estar al tanto de todo y aprender de todo. Soy una pesada con eso, vivo pidiendo disculpas. La verdad es que estuve rodeada de un equipo increíble, en lo profesional y en lo emocional, entonces trato de que entiendan que la exigencia es conmigo y no con el resto.
¿Cómo describirías a tu audiencia hoy?
No tengo idea de cómo es. Todavía hay mucha familia, amigos, es una audiencia en construcción. Hay mucho público de la Croupier, hay gente que me sigue más por mi activismo que por la música.
¿Cambiarías algo de la escena musical local?
En Uruguay pasa mucho que nos cuesta darnos para adelante entre nosotros, hay que irse a triunfar al exterior. O artistas que se les da vida y honores después de muertos, es una locura. Ojalá el público uruguayo apoye más la música local porque hay muchos y muy buenos. Yo que soy coach vocal, trabajo con niños y me llama poderosamente la atención que a la gran mayoría vos les preguntás cuáles son sus artistas favoritos y te dicen Emilia Mernes como gran candidata, y después, no tienen; es como que conocen por canciones. Y es lo que pasa con la música comercial, que hoy está y mañana no. Y me parece un viaje. Antes uno seguía al artista, se identificaba, le interesaba la trayectoria. Ahora es lo efímero total, te identificás con una canción lo que dure la moda de esa canción. Responde mucho al momento actual en el que vivimos, todo descartable, la música, las relaciones, los trabajos. No digo que sea bueno ni malo, pero no es algo propio de la música, el mundo es así. Entiendo que a veces escuchar determinadas canciones sirve para salirse un poco de la demencia habitual de todos los días, querés algo sin demasiado pienso y agradecemos que exista, pero que eso sea lo que perdura y lleve la batuta de la industria es un reflejo bastante negativo de la sociedad, que todo lo que consumimos en términos generales es Gran Hermano. Por eso todo lo que es conectar, pero conectar de verdad con la música, las vibraciones, las letras, la disciplina de aprender a tocar un instrumento me parece alucinante, que haya algo que nos mueva y nos haga sentir humanos y no robots. Hay que intentar revivir eso. Entiendo que la música comercial les da la oportunidad a todos de hacer música, democratiza un poco y está bien, pero si se va a perder todo lo otro, no.
Ni movimiento plus size ni body positive: Vicky Ripa
Ripa no transmite ser una persona insegura, pero lo supo ser. Mejor dicho, supo ser obligada a serlo. Y lo que supuestamente estaba mal en ella lo percibían todos los demás, menos ella.
¿Qué significa que te decidiste a cantar cuando por fin te aceptaste?
Fue todo un proceso de cosas que se dieron en paralelo. Estamos hablando de mis 20, ahora tengo 39. De chiquita yo quería ser bióloga, específicamente etóloga. Entré a la Facultad de Ciencias, nunca fui reacia para el estudio, pero a esto le faltaba muchísimo la parte práctica, con animales, que era la peli que yo tenía. Me vino como una crisis vocacional, porque yo estaba convencida de que ese era el palo. En ese momento mi viejo (Gustavo Ripa) se estaba colgando con lo de los cuencos tibetanos y la musicoterapia, y me interesó. Ahí empecé. Estuve en una murga joven y allá por el 2005 me di cuenta de que en realidad cantar era lo que más me había tocado la fibra. Medio que ya sabía, en el fondo siempre están las respuestas pero es difícil acceder. El tema era que yo siempre había sido una niña de corporalidad grande, hice mi primera dieta a los ocho años y ahí
empecé toda una vida de dietas. Y dentro de ese prejuicio de los cuerpos que están bien, los cuerpos que están mal, que sigue existiendo hasta hoy, era difícil pensarme en la música. Sentía mucha inseguridad de escucharme, de verme. Mi entorno me hacía ver todo el tiempo que mi cuerpo estaba mal, que tenía que ser cambiado. Porque en la música y el canto hay una cultura de perfección, una exigencia, más todavía para las mujeres, que no alcanza solamente con cantar bien. Tenés que saber bailar, cantarte todo, vestirte bien, ser delgada, por supuesto, joven, y si no lo sos tenés que cantar tres veces bien. Era mucha presión. Pero con el nacimiento de las redes sociales empecé a ver cada vez más diversidad de mujeres mucho más expuestas, modelos plus size. Y aprendí un montón del movimiento body positive, aunque después con el tiempo lo empiezo a deconstruir un poco. Pero ahí es cuando digo: si otras mujeres pueden hacer esto, ¿por qué yo no? Y después de haber cantado por primera vez en el Solís (me animé y estaba tomando clases de canto con Camila Sapin), me vieron y me llamaron para hacer unas fotos de lencería. Yo dije que sí. Ahí empecé con la moda, a hacer producciones. Nunca fui tímida, pero antes salía en las fotos tapándome la panza. Si estaba sentada me ponía un almohadón arriba, o detrás de alguien para no mostrar las piernas con celulitis, siempre con remera y nunca con musculosa para que no se me viera esa parte del brazo… Nos pasa a la gran mayoría de mujeres, tengamos el cuerpo que tengamos, porque eso es otra cosa de la gordofobia, que no afecta solamente a personas gordas. El miedo más grande que tienen las mujeres es a engordar, porque sabemos lo que significa ser gorda en esta sociedad. A mí no me llegó un día que dijera: “Bueno, me acepté, a partir de hoy voy a ser cantante”. Fue todo una cosa transitada. Básicamente lo decidí cuando entendí que en realidad el que estaba mal era el sistema y no mi cuerpo, no yo.
Dijiste “niña de corporalidad grande”, ¿te molesta la palabra gorda?
Para nada. Uso sinónimos, lo que pasa, no es una cuestión de eufemismos. Por supuesto que cuando era más chica, sí, esa palabra en mi vida pesó mucho. Siempre depende del tono, pero hoy día yo me percibo como una mujer gorda y no me genera nada negativo. Es una característica más, como que soy morocha.
Luchaste mucho con esta cuestión de si te ves gorda, tenés un problema de salud.
Sí. Pero la gordofobia es estructural, está en todo, no solamente en el sistema de salud. Está en la familia, en el grupo de amigas, en la tienda sin talles, en el ómnibus, que tu cuerpo no cabe en el asiento, en un mobiliario, en que vos quieras conseguir trabajo y no te contraten porque no te queda ningún uniforme o porque en las bases está implicado el índice de masa corporal cuando no tiene nada que ver con la tarea que vas a cumplir. Obvio que en la salud es ineludible porque la ecuación es esa: sos gordo, estás enfermo. ¿Qué problema podría tener yo a los ocho años? El problema en verdad eran las propias dietas restrictivas que me adelgazaban para volverme a engordar el doble con el efecto rebote. Tuve atracones, trastornos de la conducta alimentaria, que por suerte no terminaron en nada grave, pero hay gente que se suicida por eso. Debería estar claro que vos no podés atender a una persona solamente por lo físico, somos personas integrales, y a nuestra salud la afectan un montón de factores que no tienen nada que ver con lo que comés o cómo te movés, pero no se lo considera. A mí me parece muy reduccionista eso, porque yo puedo comprarme la ensalada de no sé qué o el cacho de carne supermagro, pero hay personas que no acceden a esa alimentación. Ni que hablar de los que pudiendo tampoco es que consigan bajar de peso. Y ahí la industria farmacéutica te dice con el Ozempic que es más saludable que yo pierda el apetito, no coma y no tenga nutrientes a que mi cuerpo sea gordo, que sí está alimentado, que se mueve, tiene una vida social activa, buen descanso… Me crispa, me viene una rabia. Es la hipocresía más grande del sistema de salud respaldada por un montón de industrias millonarias, desde la farmacéutica hasta de belleza. Lo más loco es que sigamos sosteniendo esos discursos.
¿Cómo es tu rutina?
Yo como de todo, no me restrinjo. Disfruto de una ensalada y de una hamburguesa con papas fritas. De un chocolate, de una fruta. Cuando dejé de hacer dietas mi cuerpo se estabilizó y nunca más en la vida tuve un atracón. Me di cuenta de que era ansiedad pura, por no poder comer lo que tenía ganas de comer. Y que también necesitás. Aunque no te parezca que precises ese alfajor, te da placer, es un recreo, y nos merecemos tener una vida placentera. Eso no significa comer en McDonald’s todos los días, es un equilibrio. No catalogo ningún alimento como bueno o malo ni como saludable o no saludable. Lo que me importa es tener una variedad nutricional. Para mi hijo pienso en eso, come gomitas y come brócoli y lo disfruta. Después voy al gimnasio, juego al vóleibol. Fue todo un tema reencontrarme con el deporte como algo que no fuera un medio para transformar mi cuerpo. El tema de la salud mental es tan intangible que vos seguís con tu vida y no medís lo valioso que es tener esos espacios y lo privilegiados que somos de poder acceder. Porque la presión por alimentarte bien, hacer ejercicio y dormir ocho horas es tan grande, y si vos sos una persona que sale a laburar todo el día y encima ganás poco, no podés. Lo que debería ser la sociedad está establecido por personas que no son representativas de todos, y darse cuenta de eso es lo más importante para no pretender ser siempre más más y más, y nunca suficientes. Pero ni yo, como activista, me acepto 24/7 y estoy conforme con todo. Y está bien, no tengo que amarme completamente todos los días.
Tenés mucha terapia encima, ¿no?
(Risas) Años de terapia.
¿Alguna vez te imaginaste ocupando el lugar de esas referentes que vos misma tomaste en su momento?
Me significa mucha responsabilidad todo esto. Yo me considero una mujer gorda privilegiada porque soy blanca, de juventud me queda poco, pero pude trabajar de lo que amo, estoy trabajando, y puedo tener voz en esto por todos esos privilegios. Puedo y debo. Porque soy absolutamente consciente de que me puedo comprar la ropa por tener acceso a una tarjeta de crédito y traerla de Estados Unidos, pero sé que mi realidad no es la de todo el mundo y queremos cambiar eso.
Y hoy, ¿cómo respondés a quienes intentan influir en tu imagen o te sugieren cambios para que tu proyección como artista “encaje”?
Me ha pasado en ediciones de fotos postsesión que me sacaron la celulitis o me cortaron un rollo. Me recaliento. Si querés que la foto rinda, busquemos una posición que nos guste ante la cámara y cierre con la idea, que rinda naturalmente, no la retoques.
Algo más personal
¿Qué papel juega tu conexión familiar con la música? ¿Hay consejos de Gustavo Ripa?
Siempre me gustó cantar más allá de que mi papá es músico, porque en casa no compartíamos tanto por ese lado. Él tocaba la guitarra a veces y yo cantaba, pero claro, mi viejo laburaba todo el día en eso, entonces quería llegar a su casa, ponerse patas arriba y hacer otras cosas. Yo cantaba más en mi cuarto, sola, me inventaba shows. A veces con mi hermana lo hacíamos para nuestros padres, pero no salía de eso, de la intimidad familiar. Nunca les manifesté querer ir, no sé, a clases de piano. Pero tanto mi papá como mi mamá son personas muy importantes en mi desarrollo como artista sin pedirles nada, quería valerme por mí misma. El apellido algunas veces pesa para bien, otras veces como que esperan algo por ser la hija de, o piensan que lo conseguiste por. Mi padre tuvo implicancias, por supuesto, pero más indirectas. Y mi mamá también, en mi expresividad sobre todo, siempre me motivó a ir a cerámica, esas cosas. Además, de su parte también tengo un linaje de músicos del que me enteré hace poco, que mi abuelo era cantante de ópera, los Ottado. Nos conecta la música y si yo no tuviera una red como ellos, no podría estar haciendo todas las cosas que hago.
¿Cuál es la lección que más valorás enseñarle a tu hijo?
Que pueda tomar sus propias decisiones, y elegir lo que le guste en la vida, lo que lo mueva. Que se deje conmover, que sea una persona conectada con sus emociones. Que se quiera. Y todo esto que venimos hablando. El otro día llegó a casa cantando “Te estás portando mal, serás castigada”; ahí le expliqué lo que pude, yo soy cero pacata pero en esas canciones hay contenido adulto, y tiene seis. No hay una restricción en la música como hay en las películas. Con esto no quiero decir que escuchen solamente música para niños, yo no le pongo esa música. Pero hay que explicarles lo que significan las letras.
Siendo tantas cosas: mamá, artista, activista, coach vocal… ¿Cómo te organizás para hacer todo?
Hay muchas Vicky Ripa en una, soy multitarea. Es, básicamente, sacrificios. Pero estoy muy agradecida y soy privilegiada con lo que tengo. No es que esté óptima todos los días. Ser artista, por ejemplo, tiene una implicancia económica muy difícil de solventar acá, y más con un proyecto nuevo. Eso me come un poco los pensamientos, de cómo hacer que las cosas funcionen, que sea redituable. Me repito mucho: “Tranquila, Victoria, paso a paso”. Calmo la ansiedad y aprendo a convivir con todos esos pensamientos y emociones. Pero estoy bien con todo eso porque en todas las áreas de mi vida hago lo que amo. Me encanta estar haciendo cosas relacionadas con el canto, dar clase, y también me encanta convivir con la maternidad. Ahora que Bruno está más grande se incorporan muchas más cosas a mi vida, y esto de intercambiar lo que piensa sobre mis canciones está buenísimo.
¿Cómo sería tu mundo ideal?
Sería un mundo sin desigualdad. Que no discrimine. Sin violencia. Un lugar donde la torta esté mejor repartida; en definitiva, que no exista el sistema capitalista. Una visión anarco total. Soy recontraidealista y utópica, pero creo fielmente en que las cosas pueden cambiar. El ser humano es muy contradictorio, hoy pensamos una cosa mientras sentimos todo lo contrario y viceversa.
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Fotos: Mauricio Rodríguez
Producción: Sofía Miranda Montero
Maquillaje y pelo: Hiela Pierrez