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    Grupo Médico de Sarandí del Yí

    Señor Director:

    “Gracias a la vida” y a toda la sociedad uruguaya por habernos dado la oportunidad de elegir y ejercer la medicina como profesión.

    A través de la red social Facebook reconocí y recordé el episodio inicial de esta historia de vida de la que tan bien da testimonio el conocido vecino de la zona de Sarandí del Yí Juan Alberto Echenique Goday, que transcribo textualmente:

    “Hay realidades que lastiman y duelen, por lo general son negativas, tienen prensa y se repican con inusitada velocidad.

    Pero, paralelamente, hay otras que pasan inadvertidas y encierran en sí un mensaje esperanzador. Tal el caso de una experiencia que viví en forma casual. En mi pueblo adoptivo, Sarandí del Yi, en una tarde muy calurosa, estacioné el vehículo que conducía en una sombra del centro de la ciudad. En la vereda había montones de arena, bolsas de cemento y una hormigonera funcionando, no salía de mi asombro cuando constaté que el que operaba la máquina era un hombre cuyo brazo derecho estaba seccionado entre el codo y el hombro, es decir, tenía un muñón cortito. Manejaba la pala con una destreza y velocidad envidiable, lo mismo que con las bolsas de cemento. No pude contener la curiosidad y me acerqué a él, lo saludé con el dedo pulgar en alto, en señal de aprobación, se sonrió, dejó la pala y me dio la oportunidad de acercarme. Le pedí permiso para sacarle una foto y me lo negó, respeté su decisión, y le dije: —Admiro su voluntad de salir adelante a pesar de su problema. Y me respondió algo que nunca olvidaré:

    —Nunca quise que la invalidez de mi brazo se contagiara al resto del cuerpo, mi cabeza no es inválida, mis piernas no son inválidas y el otro brazo tampoco.

    Después me contó la circunstancia en la que perdió parte de ese miembro. Siendo niño remontó una cometa con hilo de bobinas y esta decoló y se terció en una línea de alta tensión, la descarga que recibió quemó parte de su brazo lo que provocó su amputación.

    Me dejó una reflexión: cuántos sanos de “pata y mano”, como se dice en la jerga turfística, jóvenes y fuertes, sin hábito de trabajo hay con el argumento de falta de oportunidades?”.

    En primer lugar, hay decir que un equipo de salud integrado por médicos y enfermeros que se habían radicado en Sarandí del Yí, departamento de Durazno, en octubre de 1985, realizó la primera asistencia del paciente que se refiere en Facebook. Se trataba de un niño de 10 años, que trajo una camioneta policial con pérdida de conocimiento y en shock por la descarga eléctrica. Se inició de inmediato la reanimación que resultó efectiva, estabilización, analgesia y acondicionamiento para su traslado al Hospital Pereira Rossell, donde continuó su tratamiento, incluyendo la amputación de parte de su miembro superior derecho calcinado, que resultó imprescindible para que continuara con vida.

    Recuerdo el episodio con precisión, fue impactante y movilizó a casi todo el pueblo, era una calurosa tarde de un sábado del verano de 1986, “hicimos lo que teníamos que hacer”, en equipo, luego llegó la ambulancia del Centro Auxiliar de Sarandí del Yí y en medio de una multitud partió con uno de nosotros hacia Montevideo, a recorrer los 200 km de ruta.

    Aprovecho esta oportunidad para dar testimonio de inmensa gratitud hacia todos los médicos integrantes del Grupo Médico de Sarandí del Yí, que residieron allí o concurrían como especialistas visitantes y a todas la población de la zona que nos acogió y trató con tanto afecto y nos permitió ejercer con dignidad nuestra profesión, en una experiencia de más de cinco años de duración.

    Todos lo hicimos con compromiso y orgullosos por nuestro trabajo y a mi modesto entender, este único acto asistencial me hace sentir que todo valió la pena.

    Voy a mencionar a todos los colegas amigos que formaron parte del “Grupo Médico Sarandí del Yí”.

    Nombro primero a los dos que ya no están entre nosotros, la querida Dra. Lys Caballero y el inolvidable Dr. Germán Polaco Goyeneche.

    Somos unos cuantos y no voy a detallar su especialidad ni títulos académicos: Dr. Aldo Deferrari, Dra. Beatriz Botta, Dra. Elvira González, Dr. Luis Dibarboure, Dr. Henry Cohen, Dr. Rúver Berazategui, Dra. Estela Conselo, Dr. Carlos Caffa, Dr. Oswaldo Borrás, Dr. R. Caballero, Dra. Graciela Borrelli, Dr. Ronald Salamano, Dr. Luis Bibbó, Dra. Ana Frau, Dr. Homero Lembo, Dra. María Olga y Dr. Oscar Rodríguez.

    Funcionábamos con médicos generales y pediatras residentes con consultas a demanda de lunes a sábados y guardia de 24 horas. Los especialistas venían una o dos veces al mes y asistíamos una gran parte de los paciente en conjunto con el médico tratante. En aquellos tiempos la mayoría se trasladaba en ómnibus y les insumía todo el día y la retribución que recibíamos todos nunca fue el motivo de la concurrencia. No digo esto como ejemplo de nada, dejo constancia del hecho nada más

    Llegamos a tener un archivo de casi 9.000 historias clínicas, asistíamos pacientes de Salud Pública (pagaba el que podía) y de mutualistas.

    Esta forma de trabajo se basó y contó con el apoyo y la participación de dos de los médicos más importantes de la medicina general en nuestro país, que fueron el Dr. Hugo Dibarboure Icasuriaga, que ejerció en Capilla del Sauce, departamento de Florida, entre los años 1962 y 1971 y el Dr. Juan Carlos Macedo Orcasberro, uno de los fundadores del “Grupo Médico Migues” que inició su actividad en el año 1974 y ejerció hasta su fallecimiento en el año 2002.

    El mejor final de este relato es transcribir una carta de Macedo, que era además de médico, poeta y filósofo.

    En esta carta titulada Acuse de recibo fundamenta los principios que orientaron su vida ejemplar y su compromiso sin límites con la medicina, la cultura y la libertad, que los integrantes del “Grupo Médico de Sarandí del Yí” compartimos.

    Acuse de recibo

    Compendio Revista Médica 1979

    Dr. Juan Carlos Macedo Orcasberro

    “Hay lugares que apenas se cuentan, que ocurren a un costado de la historia, por fuera de la línea, casi, que se extiende al recortar el mundo. Pero que decididamente no pueden ocultarse ni dejar de existir.

    Lugares cuyo centro es puntualmente, una larga, densamente trabada distancia hacia las cosas, una fila de ausentes, la desmesura del esfuerzo en cada logro, lo apenas mensurable de lo que se consigue. Donde la evidencia de la inmediatez no se aleja demasiado de la realidad, penetrándose a veces, como una sola experiencia.

    Lugares donde vivir consiste en construir. Para que quede hecho. Donde vivir no es parecerse a, sino la referencia natural de lo que es. Donde la soledad es solo una tarea de la identidad; de uno, de los otros.

    En los bordes, lo necesario no siempre es perceptible, en verdad, raramente lo es. Y estas son dificultades mayores, sin duda, para su encaje en lo que suele ser, por reiterado error ‘curricular’, aspiración, deseo, legitimidad.

    Dificultad de encaje en lo que comprendemos.

    Hay lugares que están lejos. Que están bien donde están. En los hombres que los pueblan. Esto lo sabe bien el Dr. Héctor Manuel Tobares, director del Puesto Sanitario ‘A’ de Colonia Aborigen Chaco. Pero hay quienes lo ignoran, y aun hay otros que esperan de algún modo que exista. Pues si bien es cierto que “hay mensajes cuyo destino es la pérdida”, bastante más es cierto que “los mensajes perdidos inventan siempre a quien debe encontrarlos.” (Roberto Juarroz)

    Muchas gracias a todos los que participaron en esta historia y reitero, por solo este hecho todo valió la pena.

    Saludos

    Dr. Elbio Paolillo

    Médico general

    Especialista en Administración Hospitalaria