Dimitris Dimitriadis se mueve entre aeropuertos, escenarios de conferencias y encuentros de alto nivel a los que gobiernos y empresas multinacionales lo convocan para responder una pregunta urgente: ¿cómo prepararse para lo que viene?
Con un enfoque en la anticipación de futuros, el investigador griego destaca la importancia de desarrollar habilidades clave para convivir con la IA sin dependencia
Dimitris Dimitriadis se mueve entre aeropuertos, escenarios de conferencias y encuentros de alto nivel a los que gobiernos y empresas multinacionales lo convocan para responder una pregunta urgente: ¿cómo prepararse para lo que viene?
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFuturista, investigador y autor del libro 2049, no predice el futuro: lo anticipa. Su especialidad es la prospectiva, una disciplina que ayuda a organizaciones —y personas— a prepararse no para un único destino, sino para varios futuros posibles. “Los futuristas no predecimos, anticipamos”, dice. Esa diferencia, sutil pero radical, lo convirtió en uno de los expertos más buscados para pensar el impacto humano de las nuevas tecnologías.
“Hasta ahora, accedíamos a la información. Con la IA, accedemos al conocimiento”, reflexiona en esta entrevista con Galería, durante una escala en Buenos Aires para participar en el foro “IA para la prosperidad: innovación y crecimiento económico en las Américas”, organizado por DCN Global y World Learning.
Habla sobre su trabajo, el futuro de la inteligencia artificial (IA) y por qué no se debe tenerle miedo, sino prepararse para usarla mejor. “El problema no es la tecnología, es el miedo a ella. Y ese miedo paraliza”, advierte.
¿Qué hace un futurista exactamente, y por qué es importante escucharlo hoy?
Un futurista no predice qué va a pasar mañana, como hace un meteorólogo. Lo nuestro es más parecido a construir mapas del porvenir. Creamos escenarios posibles para que las personas, las empresas o los gobiernos se preparen. En vez de decir “esto va a pasar”, ayudamos a pensar “qué podría pasar” y qué caminos podemos tomar si eso ocurre. Porque si algo hemos aprendido —especialmente después de la pandemia de coronavirus—, es que cualquier predicción puede volverse irrelevante en un segundo. Por eso no predecimos: anticipamos. Y eso implica reconocer lo que no sabemos y tomar decisiones hoy que nos preparen para distintos futuros, no solo uno.
¿Por qué es mejor anticipar que predecir?
Porque las predicciones fallan. Nadie previó la pandemia, por ejemplo. En cambio, anticipar significa preparar múltiples escenarios. No se trata de tener razón, sino de estar listos para responder. Lo que buscamos es el “futuro preferible”: aquel hacia el que vale la pena caminar.
¿Cómo lo hacen en la práctica?
Una de nuestras herramientas es la “planificación por escenarios”. Tomamos dos variables importantes —por ejemplo, nivel de tecnología y salud ambiental— y diseñamos futuros posibles a partir de sus combinaciones. También usamos análisis narrativos: ¿qué creen las personas sobre su empresa o su país? ¿Coincide eso con las tendencias globales? Ahí empieza el trabajo.
¿Cambia mucho si el cliente es un gobierno o una empresa?
Sí, sobre todo en el tiempo que manejan. Un gobierno necesita pensar a 20 o 30 años, porque muchas políticas públicas no se diseñan para resultados inmediatos, sino para las próximas generaciones. En cambio, una empresa —incluso una muy grande— raramente mira más allá de cinco o 10 años. Además, cambia el tipo de actores involucrados. En un gobierno, necesitás escuchar a ciudadanos, técnicos, funcionarios. En una empresa, tenés que entender que el CEO y un empleado pueden tener visiones completamente distintas sobre lo que está por venir. Nuestro trabajo es alinear esas visiones para que no se contradigan, sino que se potencien.
¿Por qué es tan difícil predecir el futuro de la IA?
El futuro de la IA es muy difícil de predecir para cualquiera. Justamente por eso, no hacemos predicciones. Lo que hacemos es leer señales: algunas son débiles, otras forman parte de megatendencias que ya están en marcha. No se trata de anticipar con certeza, sino de interpretar lo que empieza a emerger.
¿Qué señales son las más relevantes hoy en relación con la IA?
Una señal muy fuerte ahora mismo es la IA auténtica: sistemas que realmente aprenden, generalizan y razonan de manera compleja. Estamos viendo cada vez más agentes autónomos capaces de realizar tareas por nosotros de forma eficiente, incluso sin intervención humana. Ese desarrollo está creciendo rápidamente.
¿Qué tipo de tareas puede hacer esa IA auténtica?
Además de tareas generales, estamos viendo el avance de muchos modelos multimodales diseñados para realizar tareas verticales muy específicas: resolver problemas matemáticos complejos, cálculos astronómicos, análisis de geometría, química o mecánica. Este tipo de aplicaciones son críticas, por ejemplo, para descubrir nuevos medicamentos o entender mejor nuestro entorno.
¿Cómo va a cambiar nuestra interacción cotidiana con la IA?
Lo que veo es que la IA será omnipresente, sobre todo a través de la voz. Hoy tenemos Siri, Alexa, ChatGPT... pero en poco tiempo, estas tecnologías se volverán invisibles, como la electricidad. Vas a tener asistentes hechos a medida para vos, integrados en tu teléfono, tu reloj, tu anillo. Estarán ahí para ayudarte a tomar mejores decisiones, en todo momento. Hasta ahora, accedíamos a la información. Con la IA, accedemos al conocimiento.
Hasta ahora, al usar Google, escribías una pregunta y recibías una lista de enlaces para hacer clic. Con la IA, ese modelo está cambiando: ya no se trata de buscar, sino de preguntar. Por ejemplo, en lugar de buscar “los mejores zapatos para correr una maratón” y revisar diez opciones, simplemente preguntas y obtienes una respuesta personalizada. La IA te dirá cuáles son los zapatos ideales para ti, basándose en tus características, y hasta puede ofrecerte un plan de entrenamiento adaptado a tus necesidades. La experiencia se vuelve mucho más personalizada. Podrás hacer compras recomendadas basadas en tus gustos, tus hábitos o incluso el clima. Además, gracias a los modelos multimodales, ya no se trata solo de texto: puedes hablar con la IA, mostrarle una imagen con tu cámara o interactuar de múltiples formas.
Lo importante no es cuántos parámetros tiene el modelo o qué tan avanzada es la tecnología, porque a la mayoría de la gente eso no les interesa. Lo que realmente importa es la conveniencia: reducir la fricción en las decisiones del día a día. Lo que la gente busca es tener más tiempo para lo que realmente importa, como pasar tiempo con sus hijos o su familia.
¿Cómo podemos prepararnos para convivir con esa tecnología sin volvernos dependientes?
Hay tres habilidades fundamentales para la nueva era. Primero: pensamiento crítico; es necesario para no aceptar cualquier respuesta de la IA sin cuestionarla. Segundo: pensamiento exponencial; es decir, acostumbrarse a pensar en futuros posibles, no solo en lo inmediato. ¿Qué pasaría si los autos fueran todos autónomos? ¿O si la medicina personalizada estuviera al alcance de todos? Imaginar eso te prepara. Y tercero: la capacidad de desaprender. Muchas veces nuestro mayor obstáculo no es lo que no sabemos, sino lo que creemos que ya sabemos. Si no estamos dispuestos a dejar atrás ciertos supuestos, no vamos a poder adaptarnos. Necesitamos flexibilidad mental, más que habilidades técnicas.
Su libro se llama 2049 y se presenta como “una visión esperanzadora del futuro humano”. ¿Por qué ese optimismo?
Porque ya hay suficiente miedo dando vueltas. Las películas nos han llenado de futuros distópicos: robots asesinos, sociedades controladas, todo el imaginario de Black Mirror. Pero yo creo —y lo he investigado— que la tecnología puede ser una herramienta de mejora humana si se usa con valores. En mi libro muestro ejemplos concretos en comunicación, salud, educación, entretenimiento. El problema no es la tecnología, es el miedo a ella. Y ese miedo paraliza. Vivimos en un mundo que los expertos llaman VICA (VUCA, en inglés): volátil, incierto, complejo y ambiguo.
Necesitamos ser lo suficientemente valientes para mantener la incertidumbre y la esperanza, y avanzar juntos porque nunca dejaremos de tener que vivir en tiempos muy turbulentos. A lo largo de la historia, cada época ha tenido sus altibajos. Si realmente queremos construir algo, debemos seguir adelante, incluso en medio de la incertidumbre.