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En la puerta de Club Chulo, un club social y deportivo que representa la esencia misma de comunidad, una fila hacia la calle rompe con la monotonía dominguera del cruce del barrio Reus con La Comercial. Y es que los domingos al mediodía nunca pasa nada, por eso lo recomendable de esta propuesta descentralizadora que no para de agotar localidades.
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Parte de este mundo es una obra argentina, de Adrián Canale, inspirada en los textos del poeta estadounidense Raymond Carver, que invita a los espectadores a sentarse a la mesa junto a los actores (María Mendive, Fernando Canto, Carlos Sorriba, Florencia Sacco, Yuly Aramburu y Emilio Gallardo), que ya están ubicados en sillas de plástico frente a un vaso con agua —lo que los distingue del resto de los convocados—, apoyando los codos sobre un típico mantel a cuadros rojo y blanco.
Son más de 10 mesas debajo de guirnaldas de banderines de colores. Aquel realismo minimalista despojado de todo artificio teatral retrotrae a una kermés. Ronda de pebetes, sandwichitos, torta de fiambre, salamines, queso, cerveza o Coca Cola en vasos también de plástico convierten al público en parte de algo (no se sabe bien qué) con los personajes. Puede tratarse de los vestigios de una reunión con amigos o, simplemente, que la gente esté allí obrando de meros espectadores de discusiones, que a la vez son declaraciones de amor. Los actores a veces se apoyan en la presencia de ese público para buscar un hombro o la aprobación hacia alguno de sus comentarios.
Después, la obra gira alrededor de las mesas y punto. Pero el reto está en poder sostener la mirada del actor durante esos segundos de interacción, así como en no juzgar la risa, los ojos vidriosos, la atragantada o el bostezo de quien se encuentra al lado, que puede estallar en cualquier momento, incluso en el menos oportuno. Esa es la dinámica: que sea algo natural, sin protocolos. Aunque la teatral siempre es una experiencia que apunta a ser colectiva, no es nada común ver una obra con toda la sala (¿comedor?) iluminada. Nada común ni nada sencillo de asimilar que nuestra expresión estuviera allí expuesta frente a la de otros. Algo distractor, aunque para nada incómodo. Hasta se termina naturalizando.
Eso sí, los silencios del elenco entre actos son los justos, casi medidos, porque la función va acompañada de música en vivo. Los ocupa la guitarra acústica y voz de Jano Alpuin, y esos no silencios resultan tan importantes como todo lo verbalizado. Los actores que terminan su escena vuelven a la mesa y observan como un espectador más. La introspección de Aramburu, las expresiones de Mendive, la risa sonante de Gallardo como parte del público también forman parte de la obra.
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Los relatos tienen algo de improvisado —cada domingo hacen cuatro distintos— y, cargados de emociones y humor, básicamente revelan la fragilidad de la condición humana en sus escenarios más cotidianos, que a veces son donde se despliegan los temas más difíciles.
Parte de este mundo lleva 13 años en cartelera dentro del circuito independiente argentino. Y con la misma misión de eliminar las barreras tradicionales entre público y actor, cruzó el charco, y desde el año pasado se hace en Montevideo bajo la dirección de Eduardo Piñeiro y Marco De Luca.
Domingo a las 13 horas en Club Chulo (Dr. Juan José de Amézaga 2071). Entradas a 680 pesos. Por reserva y venta de entradas: 092 415 887