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Se estrena ‘Springsteen: música de ninguna parte’, un retrato íntimo del artista en dos años fermentales de su carrera
La película de Scott Cooper, que llega al cine este jueves 23 de octubre, retrata el proceso de grabación de Nebraska, uno de los álbumes más significativos de Bruce Springsteen
Jeremy Allen White en Springsteen: música de ninguna parte.
De todas las biopic de músicos que quedaban por hacerse, la de Bruce Springsteen era de las más esperadas. La película de Scott Cooper (Loco corazón, ganadora de dos Oscar) Springsteen: música de ninguna parte empieza en otoño de 1981, un año fermental para el artista. Tenía 31 años, acababa de terminar la gira de su álbum The River y los ejecutivos de Columbia Records lo presionaban para que entrara al estudio a grabar un nuevo disco. Pero Bruce tenía otros planes. Necesitado del afecto de los suyos, se refugió en una casa de Colts Neck, un pueblo cercano a su ciudad natal, Freehold (Nueva Jersey). Quería descansar y alejarse del ruido; eran tiempos difíciles, atravesaba una depresión incipiente y empezaba a lidiar con fantasmas del pasado.
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En el silencio de esa casa empezó a gestarse Nebraska, un disco que tuvo como inspiración desde los relatos de Flannery O’Connor y la película Mundos bajos (1973) de Terrence Malick hasta el álbum debut de Suicide de 1977 y la escabrosa historia real de los jóvenes asesinos Charles Starkweather y Caril Fugate. Esa oscuridad y melancolía quedó registrada en las 10 canciones en las que el músico se grabó a sí mismo. “Quiero que suene como que estoy solo en la habitación”, dice, y así sonó este trabajo, uno de los más significativos de su carrera.
“En el fondo, es la historia de un alma desamparada que se repara a sí misma a través de la música”, dice Cooper, director del filme que llega al cine este jueves 23 de octubre. “Bruce venía del enorme éxito de The River, y desde afuera parecía que todo iba bien. Pero por dentro se estaba desmoronando silenciosamente, experimentaba una especie de vértigo emocional: la sensación de que la vida que había construido ya no se correspondía con la carga que llevaba. Bruce también estaba atormentado, se sentía perseguido, no por fantasmas en un sentido gótico, sino espiritualmente. Atormentado por su padre, atormentado por el miedo al éxito, por dejar de ser como las personas con las que creció en Freehold. De ese estado de tormento surgió, en mi opinión, uno de los discos más grandes de los últimos 50 años. Nebraska no fue planeado. Bruce no entró a esa habitación para hacer un disco. Entró porque algo profundo en su interior estaba pugnando por salir”.