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El optimismo es visto a veces como una cualidad delirante, porque ¿qué habitante de este mundo, en su sano juicio y en conocimiento de las circunstancias, podría ser optimista? Las series y películas de esta entrega tienen como protagonistas a superhéroes del optimismo, y resulta que tienen un rasgo en común
El optimismo está subvalorado. Más que subvalorado, hay a veces una mirada un tanto condescendiente con los optimistas. Como si fuera una cualidad delirante. Ser optimista es visto a veces como una señal de poca reflexión, falta de información. Algo así como: claramente esta persona, para tener esa visión luminosa de la vida, no está en contacto con la realidad, no tiene el suficiente coeficiente intelectual, cultura, profundidad; no dimensiona los dramas ni las tragedias. Las personas verdaderamente inteligentes o talentosas deben tener algo de cinismo, descreimiento, hipercrítica. Porque ¿qué habitante de este mundo, en su sano juicio y en conocimiento de las circunstancias, podría ser optimista?
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Nunca es tarde para encontrar la serie de tu vida. A mí me pasó este año, con Ted Lasso (es de Apple TV+, que no está en Uruguay; no la busques en plataformas oficiales porque no la vas a encontrar, pero buscala). El título es bien poco marketinero, si no me la hubiera recomendado alguien en quien confío mucho, no la habría mirado. Pero la miré, y fue amor a primera vista. Nunca había visto a una persona (real o ficticia) tan coherente en sus pequeñas decisiones diarias, tan inflexiblemente amable, tan desesperantemente ecuánime.
Ted (Jason Sudeikis) es un entrenador de football americano que, cuando se separa, acepta una invitación para ser el DT de un equipo de fútbol británico. Entendiste bien, de un plumazo cruza el océano y cambia de deporte, football por fútbol. El hombre está destruido internamente porque sigue enamorado de su esposa (con quien tiene un hijo chico), pero la energía y la atención que le pone a cada persona que se cruza en su camino es lo que lo sostiene, y es conmovedor ver cómo esa actitud optimista se propaga (a los jugadores, a la millonaria dueña del equipo) y la hostilidad da paso primero a la buena convivencia y después a la camaradería.
Ted lasso 2
Ted Lasso.
Tal vez observaste lo mismo que yo: los optimistas no tienen vidas perfectas. Conozco optimistas llenos de problemas, y pesimistas de vidas privilegiadas; el optimismo es pura actitud, y puede ser que algo más.
Soy Patricia Mántaras, periodista y editora de Galería. Espero que esta nueva entrega de Películas para la vida te encuentre bien, más optimista que ayer pero menos que mañana. Me podés escribir con comentarios o sugerencias a [email protected]. Estaré encantada de leerte y responderte.
¿Un rasgo de ingenuidad?
En mi familia siempre circuló una historia que probablemente muchos conozcan, porque parece que era hasta uno de los chistes que más contaba Ronald Reagan, aunque más que un chiste es una fábula. Hay varias versiones, la que sigue es la que dicen que contaba Reagan. Había dos niños que, por mostrar personalidades tan extremas, tenían a sus padres preocupados. Uno era exageradamente optimista, y el otro extremadamente pesimista. Entonces, llenaron una habitación de juguetes, y otra de caca de caballo: a la primera llevaron al pesimista y a la segunda al optimista. Parece que buscaban algo así como “curarlos” con una especie de experimento antropológico. Los dejaron ahí un rato y después fueron a ver qué hacían. El pesimista seguía como lo habían dejado, ni siquiera había empezado a jugar con los juguetes porque pensaba que si lo hacía, podía romperlos. Después visitaron al optimista y lo encontraron trepado en una montaña de caca de caballo, sucio de tanto revolver. Le preguntaron, horrorizados, qué hacía, y respondió: “entre tanta bosta, en algún lugar tiene que haber un poni”.
¿Con qué hermano te identificás? Yo creo que voy cambiando según el día.
Forrest Gump
Forrest Gump.
Según la RAE, el optimismo es una “propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. Y entonces, resulta medio inevitable cuestionarse si no tendrá algo de naif eso del optimismo. Dos rasgos que definen a Forrest Gump (está en Mercado Play y Netflix) son justamente la inocencia y el optimismo. La falta de espíritu crítico y de límites autoimpuestos hacen que pruebe, fracase, triunfe y siga superándose sin hacer demasiados juicios. Después de todo, es un niño con un coeficiente intelectual por debajo de lo normal que logra terminar la universidad, pelea en Vietnam, sobrevive, consigue una medalla de honor, conversa con presidentes, funda su propia empresa, amasa una pequeña fortuna, atraviesa el país corriendo, tiene un hijo con la mujer que ama. Nada en la vida de Forrest (Tom Hanks) podía augurar ese futuro, y sin embargo, corrió tan rápido y tan fuerte que los obstáculos se volvieron pequeños.
¿Será que ingenuidad y optimismo van de la mano? Puede que algo de eso haya. En las películas infantiles los personajes optimistas abundan. Me estoy acordando de Mary Poppins (está en Disney+), cuando Julie Andrews canta A Spoonful of Sugar: “En cada trabajo que hay que hacer/ Hay un elemento de diversión ¡Encuentra la diversión y listo!/ El trabajo es un juego/ Y cada tarea que emprendes/ Se vuelve pan comido/ ¡Una broma! ¡Una juerga! Es muy claro que/ Una cucharada de azúcar ayuda a que la medicina sea más fácil…”. Esta niñera mágica, que, como indica su cinta métrica, justo a la altura de su estatura es “prácticamente perfecta en todo”, va por la vida con una sonrisa convencida de que con un par de chasquidos todo se arregla.
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Pequeña Miss Sunshine (Disney+) también viene a cuento. Olive (Abigail Breslin) avanza contra todo (su padre, los prejuicios, las críticas soslayadas sobre su cuerpo, las niñas que parecen reproducciones miniatura de Miss Universo) decidida a ganar ese siniestro concurso de belleza infantil. Su abuelo cree en ella, le refuerza la confianza y aviva el optimismo de la niña, que la noche antes de la competencia flaquea (porque también los optimistas dudan a veces, son humanos). Justo antes de dormirse, le confiesa a su abuelo tener un poco de miedo; “no quiero ser una perdedora”. Su abuelo se sienta al borde de la cama, la mira a los ojos (grandes, llorosos, con esos lentes tan particulares, como es esta niña en general), y le dice: “Un verdadero perdedor es alguien que tiene tanto miedo de no ganar que ni siquiera lo intenta”. Y a ella le vuelve el optimismo al cuerpo.
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Casi superhéroes
Y después están los superhéroes del optimismo. Son personas cuyo don parece potenciarse en la adversidad. Probablemente conozcas a alguien así; pueden resultar incluso exasperantes en su positivismo. Pero así viven, surfeando los pequeños contratiempos con gracia y los mayúsculos con prestancia. Tuve la suerte de crecer con alguien así. ¿Se creerán en serio todo eso que dicen? ¿Esa postura imperturbable que adoptan? ¿Será solo que quieren tranquilizar al resto? ¿Será puro histrionismo? No sé si quiero saber, solo los admiro y les agradezco la serenidad que transmiten. Como Guido Orefice (Roberto Benigni) en La vida es bella. No hace falta decir mucho más.
Quiero aclarar que esto no es una apología del positivismo tóxico de frases inspiradoras vacías, sino de lo que los que saben llaman “optimismo inteligente”, que crece allí donde hay conciencia de las posibilidades, de lo bueno y de lo malo, pero prevalece la decisión de quedarse con lo bueno.
No sé vos, pero yo no aspiro a ser superheroína del optimismo. Me conformo con un positivismo sostenido en el tiempo, de liberación prolongada. Y poder ser la persona que manda el emoji de arcoíris en días grises (yo ya recibo el mío de mi Mr. Brightside, y hace la diferencia); porque no somos islas, y el optimismo también se contagia.