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    Centenario de Osiris Rodríguez Castillos, sin homenaje oficial

    Compositor de Camino de los quileros, Gurí pescador, La galponera y Cielo de los tupamaros, sus canciones evocan la tierra y el pago, integran el cancionero de la música uruguaya y son cantadas con admiración también por los argentinos

    Es uno de los guitarristas, compositores y poetas más importantes del cancionero popular uruguayo. Osiris Rodríguez Castillos nació un 21 de julio de 1925 en Montevideo, pero creció en Sarandí del Yi, el pago de la tierra y del río, del paisaje de sus canciones, y vivió también en Carmelo. A pocos días de cumplirse su centenario, algunos músicos montevideanos y del interior se han esforzado por rendirle homenaje, sin embargo, hasta el momento no se conoce ningún acto, ceremonia o reconocimiento oficial para su figura.

    El sábado 12, escritores, payadores, guitarristas y cantantes de Uruguay, Argentina y Brasil se reunieron en Sarandí del Yi y lo recordaron de la mejor manera: interpretaron sus canciones y su poesía. Habrá otros homenajes en Argentina, donde le tienen gran aprecio, y el jueves 24 y el viernes 25 varios músicos lo celebrarán en el ciclo Tararira en la sala Hugo Balzo del Sodre.

    Osiris lo llamaron sus padres, como el dios egipcio. Y tuvo hermanos con nombres tomados de la mitología. Pero el Osiris criollo no fue una deidad, sino un hombre de la tierra, un sieteoficios, como llamó Juan José Morosoli a los seres que vivían a las orillas de la ciudad y se rebuscaban para ganarse la vida. Como uno de esos seres, Osiris se dedicó a los trabajos manuales, fue artesano de la madera y del cuero y un luthier de guitarras. Fue dibujante, jefe de Prensa y Propaganda del Sodre, profesor de guitarra y un ávido lector. También se dedicó al contrabando, y en su canción Camino de los quileros retrató con su poesía la vida de esos otros seres, que eran también él mismo.

    Hay un camino en mi tierra / del pobre que va por pan, camino de los quileros / por la sierra de Aceguá. / Tal vez, sin ser bien baqueano / cualquiera lo ha de encontrar, / pues tiene el pecho de piedra / pero el corazón de pan.

    A la orilla del silencio

    Una extensa investigación sobre la vida de Osiris publicaron en 2015 los periodistas Jorge Basilago y Guillermo Pellegrino, quienes reunieron material que hasta el momento estaba desperdigado. Su libro lo titularon A la orilla del silencio (Cuatroesquinas), que puede aludir a más de un “silencio”: al “exilio interior” en el que vivió Osiris durante la dictadura, que optó por dejarlo aislado más que por perseguirlo, o al silencio en torno a su figura cuando regresó la democracia y él se marchó a España.

    A su regreso a Uruguay y en sus últimos años, vivió pobremente de una pensión graciable otorgada por el gobierno de Luis Alberto Lacalle. Murió en 1996 en el Hospital Maciel.

    “El pago es la ausencia”, decía Morosoli, y Osiris hizo suya esa frase. En el libro de Basilago y Pellegrino aparece otra frase memorable que simboliza también su carácter taciturno, su forma montarás de concebir la vida, sus fuertes convicciones: “De la piel para dentro, mando yo”.

    Un artesano de la guitarra

    Justamente De la piel para dentro se llama un documental dirigido por Jorge Esteves Ramos en el que aparecen músicos y amigos de Osiris, incluso él mismo, explicando el proceso que seguía para el armado de una guitarra. Todos los testimonios de este documental enfatizan el inmenso valor de Osiris como poeta, músico y letrista y su deseo de que su obra lo trascendiera, de que quedara para las nuevas generaciones.

    Embed - OSIRIS DE LA PIEL PARA ADENTRO (documental completo)

    Sergio Pérez, guitarrista de Soriano, es uno de los músicos que admira a Osiris, y fue uno de los participantes el sábado 12 del encuentro-homenaje en Sarandí del Yi. Allí pudo tocar con una guitarra que perteneció a Osiris.

    “Él tuvo un concepto de guitarra con algunas particularidades, pero lamentablemente no quedó ningún registro físico, ninguna guitarra como para poder apreciar. Él pensaba la guitarra de una forma diferente a la tradicional, igual que Abel Carlevaro la pensó de otra forma, como una guitarra sin boca, con uno de los aros rectos. Salvando las diferencias entre uno y otro, querían buscar un sonido que el modelo tradicional de guitarra no lo tenía. Una visión muy superior, muy adelantada”, le dice Pérez a Búsqueda en una entrevista para hablar de Osiris.

    Con el luthier Marcos Labraga, él presentó este año un proyecto en el Fondo Nacional de Música (Fonam) para elaborar una guitarra con el proceso de Osiris. “Lamentablemente, no fue seleccionado, ni el nuestro ni ninguno para guitarra de autor”.

    Pérez comenzó su formación con el guitarrista maragato Alberto Ulián y egresó de la escuela Leoncio Marichal que el maestro dirigía. Después continuó sus estudios a distancia con el guitarrista Domingo Alvarenga que reside en Buenos Aires. Alvarenga fue discípulo de Carlevaro y maestro de Eduardo Larbanois, Carlos Benavídez y Numa Moraes cuando eran jóvenes. “A él le interesaron algunas cosas que yo hacía de Osiris y me ayudó mucho con la escuela de guitarra de Carlevaro”.

    Su contacto con Osiris fue a través de un libro. Oscar Redon Cabrera había publicado las partituras de Osiris y ese libro era muy difícil de conseguir. Entonces, le dijeron que un luthier de Parque del Plata lo tenía. Era Marcos Labraga. “Cuando fui a buscar el libro, Marcos me dijo: ‘¿No te gustaría probar una de mis guitarras?’. Yo no no tenía mucha experiencia, la probé y fue un camino sin retorno. Aprendí muchísimo sobre el sonido de las maderas. Los que somos guitarristas y buscamos un sonido natural, no tan metálico o ‘enchufado’, poder tocar con una guitarra de autor es otra cosa. Por eso a mí me interesa tanto darles apoyo y escribir artículos al respecto”.

    Osiris partituras

    El guitarrista considera que Osiris fue un adelantado, pero también un incomprendido, por eso en su época muchos no lo valoraron. “Es algo que veo ahora en retrospectiva con mis 43 años. Cuando Osiris murió en 1996, yo tenía 15. No lo conocí personalmente, pero en esos años, cuando yo empezaba a incursionar en el canto popular y el folclore, empecé a escuchar algunas voces que me llamaban más la atención. Entre otras, estaban la de Luis Gerardo Lagos y la de Osiris. Yo veía que ellos en las letras, en la música, tenían algo fuera de lo común”.

    Seducido por la obra de Osiris, no podía encontrar sus obras registradas para estudiarlas. Entonces escuchó el disco Numa canta a Osiris y encontró una llave para acceder a su música. En un festival de Durazno, al que fue a tocar en representación de Soriano, conoció a Numa. “Me acerqué y le dije: ‘A mí me gusta mucho la música de Osiris, pero no puedo conseguir las partituras’. Él me contestó que no las iba a encontrar en Uruguay porque se habían editado en Buenos Aires. ‘Yo te voy a mandar lo que tengo’, me dijo, y me lo mandó. A las pocas semanas en mi casa recibí un sobre con La galponera, De tiempo adentro, Creciente en el río Yi, una versión de Milonga variada, una milonga preciosa que tiene como base La galponera del maestro Antonio Pereira Arias, con el que estudió Numa, Como yo lo siento, en fin, los clásicos de Osiris”.

    Hay un reino bajo el agua, / un sauce me lo contó, / donde el pejerrey escucha / y canta el bagre cantor (Gurí pescador).

    Osiris cantaba y recitaba con gran expresividad sus poemas llenos de plasticidad, de imágenes, de sonidos. El libro Poemas y canciones orientales, de Hamid Nazabay y Martín Palacio Gamboa, recoge esa belleza de sus composiciones.

    Poemas y canciones

    “Tenía una forma muy particular de interpretar sus canciones. Sus composiciones son muy complejas para ejecutar en la guitarra. Yo cada vez que me pongo a estudiarlas termino con dolor de cabeza. Él además las recitaba. Era de un nivel intelectual y técnico impresionante”, dice Pérez.

    Cuando él comenzó a estudiar las partituras, se dio cuenta de que era sencillo leerlas, pero ejecutarlas tenía una gran dificultad por su complejidad. “Esas partituras siempre las tuve a mano, las cuidaba como un tesoro, cada vez que me mudaba, lo primero que me aseguraba era que no se perdieran”.

    Tupamaros eran los de 1811

    Cielo, mi cielito lindo, / danza de viento y juncal, / prenda de los tupamaros, / flor de la Banda Oriental.

    La canción Cielo de los tupamaros es una de las más conocidas de Osiris, posiblemente por la variedad de cantantes que la interpretaron y porque, además, el MLN se apoderó del nombre tupamaro, que estaba olvidado. Pero Osiris les cantó a los gauchos independentistas del poder español que se identificaban con Túpac Amaru. Por eso, y ante la confusión, en la edición de su disco le agregó 1811.

    Pérez dice que Osiris nunca se sintió como parte de la corriente del canto popular. Incluso en un diálogo con Lauro Ayestarán, qué él mismo contó en el recital De tiempo adentro, discutían si lo que él hacía era folclore o era proyección folclórica. Tenían ese nivel de análisis. En el recital dijo: “Capaz que no es folclore lo que estoy haciendo hoy, pero sí puede ser algo para las futuras generaciones, algo de proyección”.

    También a Pérez le asombra el silencio oficial en torno al centenario de Osiris. Y agrega otro silencio: el de los círculos académicos guitarrísticos. “Quienes estudiamos guitarra en esos círculos nunca nos cruzamos con obra de Osiris. Ahora que estoy estudiando Creciente en el río Yi, veo que no tiene nada que envidiarle a una obra clásica de origen europeo. Sin embargo, no se estudia”.

    El guitarrista que admira a Osiris sabe que de alguna forma se abrirán caminos para que el poeta, el luthier, el compositor, el guitarrista y el poeta trascienda el tiempo. Entonces cita sus versos: Polvo se hará mi guitarra, / mi memoria, cerrazón, / mi nombre puede que muera, / mi canto puede que no.