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La historia detrás de los montículos de tierra construidos por los indígenas
Una recorrida hacia un pasado de 5.000 años es la propuesta del libro Cerritos de indios. Arqueología e historia de un pueblo originario de Uruguay, del arqueólogo José López Mazz
José López Mazz lleva casi cuatro décadas acumulando documentación y excavando cerritos de indios. Su primera experiencia profesional como arqueólogo lo trasladó a esos montículos construidos por las poblaciones nativas que atestiguan 5.000 años de historia. Desde entonces, la temática siempre estuvo entre sus principales intereses académicos. Luego de investigar durante tanto tiempo sintió que debía cerrar un ciclo y publicó un revelador libro que echa luz sobre un pasado desconocido: Cerritos de indios. Arqueología e historia de un pueblo originario de Uruguay.
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Un cerrito de indios es un montículo de tierra producto de la actividad humana de los habitantes prehistóricos. En Uruguay, sus vestigios pueden ser localizados en Cerro Largo, Tacuarembó, Treinta y Tres, Rocha y Maldonado. Los grupos de arqueólogos que los han excavado durante décadas hallaron evidencias que permiten reconstruir los hábitos de los indígenas que ocupaban el territorio que hoy pertenece a Uruguay. Por lo pronto eran mucho menos nómades de lo que nos contaron. Las investigaciones demuestran que hubo algo similar a aldeas con hasta 60 construcciones conectadas por caminos en las zonas bajas de esos departamentos. Debido a nuestra mirada del territorio puede parecer extraño que los indígenas construyeran en sitios inundables, pero eso se debe a que asociamos lo productivo a la pradera desde que vino Hernandarias. Hace 5.000 años los bañados eran áreas estratégicas y ofrecían lo esencial para vivir: ciervos, nutrias, carpinchos, peces y una gran variedad de aves.
Los traslados de los indígenas eran estacionales. Pasaban el invierno en los territorios donde estaban los cerritos y durante el verano viajaban a la costa, según explicó López Mazz a Búsqueda. Los montículos de tierra no solo eran utilizados como hogares sino también como talleres y ateliers, pequeños relieves donde construían herramientas y trabajaban la cerámica. Además, eran un espacio donde las poblaciones nativas realizaban sus ritos. Los arqueólogos han encontrado en cerritos muy grandes guampas cortadas. También eran cementerios, y las excavaciones dejaron al descubierto que algunas tumbas estaban más jerarquizadas que otras. Al respecto, el autor comentó: “Hablar de una sociedad de clases es muy arriesgado, pero había jerarquías sociales porque hay gente que está enterrada con mucho más cuidado, mucho más adornos y mucho más trabajo”. A la variedad de actividades se suma otra importante: la agricultura incipiente y la horticultura. Los indios cosechaban choclo, zapallo, porotos y maní. “Se han identificado partículas microscópicas de estas plantas dentro de las cerámicas y en los morteros; es decir, en las herramientas que servían para procesar alimentos”.
La riqueza de usos que las poblaciones nativas daban a los cerritos va en contra del relato que se arrastra desde los tiempos coloniales y que describe a hombres y mujeres tristes, muertos de hambre, nómades y cabizbajos. “La imagen del nómade responde a alguien que está todo el tiempo moviéndose. Acá hay un movimiento logístico: están en invierno en una época y en verano en otra. Se creó una imagen estereotipada de los indios para justificar que los mataron y se quedaron con sus tierras. Estamos tratando de sentar los cimientos sobre una nueva imagen a partir de información científica”, explicó López Mazz.
El ninguneo histórico fue servicial al interés de los colonizadores para justificar el intento de exterminio. “Se ha dicho de manera explícita que como no tuvieron la capacidad de adaptarse al progreso se extinguieron como los dinosaurios. Ese es un relato construido, porque a lo largo de 300 años hay muchos combates militares”, sostuvo el arqueólogo. Pero una nueva lectura de los acontecimientos muestra otra realidad: “Ahora pasamos a atribuirles una ocupación del terreno con lugares poblados y conexiones. Para registrar nueva información sobre estos grupos conviene analizar críticamente la que tenemos de antes. Siempre se dijo que eran primitivos y que se extinguieron por eso, pero las investigaciones han demostrado que tenían cultivos y domesticación de plantas”.
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José López Mazz en excavación arqueológica
Gentileza López Mazz
Para López Mazz la publicación busca aportar insumos a la enseñanza que reciben niños y jóvenes: “No había un libro de síntesis que pudiera estar al servicio de docentes e interesados. Había mucha información que tenía que ser sintetizada en un lenguaje accesible. ¿Con qué trabajan los docentes para enseñar otra historia de los indios? No tienen material. A los grupos indígenas en las historias del Uruguay los matan en la introducción. No tienen ni un capítulo”.
¿Quiénes fueron los constructores de cerritos de indios? Responder esa pregunta es desafiante, ya que conocemos a las tribus de acuerdo con la forma en la que las nombraron los colonizadores y no sabemos cómo se denominaban a sí mismos. De todos modos, las investigaciones han permitido acercarse a conclusiones: “Sí sabemos que en la época histórica se identifican varios grupos. Y de esos grupos que se han identificado hemos investigado con Diego Bracco que los descendientes históricos de esta cultura de 5.000 años serían los llamados guenoas o minuanos”.
Los arqueólogos encontraron perros enterrados en los cementerios indígenas hace 2.600 años. Lo curioso es que estaban al lado de las personas, lo que demuestra que la relación con el animal era muy estrecha, un compañero en la caza, la guerra y el cuidado del hogar.
Aquella primera generación de arqueólogos
Los cerritos de indios fueron el principal objeto de estudio de los arqueólogos profesionales desde que la primera generación egresó de la Facultad de Humanidades en 1980. Sin embargo, para reconstruir las primeras excavaciones que buscaron rastros de las poblaciones indígenas es necesario remontarse a mediados del siglo XIX. En 1860, una expedición de naturalistas españoles se detuvo en el arroyo Solís y describió la existencia de cerritos de indios. Años más tarde, en 1892, hubo en España una exposición iberoamericana y Uruguay decidió enviar testimonios de los indígenas que ocuparon sus tierras. Entonces, comenzaron a llegar en tren desde los más recónditos rincones los objetos recogidos por la gente. Un grupo de aficionados viajó a San Luis (Rocha), a 15 kilómetros del Chuy, excavó los montículos y, además de recoger evidencia, redactó informes científicos. Se trata de los primeros antecedentes en busca de producir conocimiento acerca de un longevo, duradero y desconocido pasado.
Sobre esos cimientos trabajó la primera generación de arqueólogos profesionales que hubo en Uruguay. Uno de ellos fue López Mazz. Recién llegado de Europa, donde había continuado sus estudios luego de egresar de la Universidad de la República, integró un equipo que logró recoger valiosa información. El Ministerio de Transporte y Obras Públicas iba a realizar por aquel entonces una gran obra de drenaje de los bañados de Rocha. Pretendía sacar el agua en busca de lograr que las tierras fuesen aptas para la ganadería. El proyecto amenazaba con barrer decenas de cerritos de indios. Entonces, los expertos se organizaron y pidieron una audiencia con la ministra de Educación y Cultura, Adela Reta. La jerarca se mostró sensible ante el perjuicio patrimonial que la iniciativa implicaba y apoyó un proyecto de rescate arqueológico de la laguna Merín. Se creó un grupo de trabajo que reunía a la Universidad de la República y al Ministerio de Educación y Cultura.
La lucha por la preservación de los montículos indígenas debe ser observada como un gesto de respeto a las próximas generaciones. Las decisiones que se tomen hoy permitirán o no a los futuros expertos recoger más información para alumbrar el pasado. El asunto tiene mucha vigencia. Existen actividades productivas que amenazan la conservación del patrimonio más antiguo del Uruguay. Al respecto, López Mazz dijo: “El arroz va a tener que convivir con los cerritos. En algunos lugares se ha respetado, pero está pendiente un trabajo más sistemático de delimitación y cuantificación para que la voluntad de protección se pueda hacer realidad. Es necesaria una armonización con la actividad productiva para protegerlos”.
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Trabajos arqueológicos
Gentileza de López Mazz
Otro asunto pendiente es la explotación turística de los cerritos de indios. En países como Irlanda han realizado un gran atractivo alrededor de construcciones similares a las halladas en Uruguay que congrega a millones de turistas cada año. Sin embargo, el turismo en Uruguay se concentra en la costa y evita las visitas tierra adentro de las reliquias. Hubo un proyecto llamado Ruta Nativa que reunió aficionados a la historia dispuestos a descubrir los tesoros de Rocha, pero la pandemia le puso fin. Una de sus integrantes, Marina Monti, contó a Búsqueda de qué se trataba: “Nació a partir de preguntas sobre el pasado de nuestro territorio, quiénes lo habitaron, cómo vivían y qué vestigios podían encontrarse en el presente. Así fue cómo empezamos a trabajar en un recorrido turístico en torno a los cerritos de indios. El primer paso fue identificar conjuntos de cerritos con determinadas características que los hicieran atractivos para la actividad turística. La ruta diseñada incluía los de India Muerta, declarados Monumento Histórico Nacional, y un conjunto en las nacientes del río San Luis, en la zona de Paso Barrancas”.
El recorrido atravesaba los palmares de Castillo y San Luis e incluía una parada para avistamiento de aves en el bañado de India Muerta. “La interpretación del paisaje y sus modificaciones a lo largo del tiempo era lo que nos permitía acercar al público al fenómeno de los montículos. No se trataba solamente de visitar los cerritos sino de comprender un fenómeno de muy larga data en todas sus aristas. La devolución del público siempre fue muy estimulante. Para la mayoría de las personas el paseo era un viaje de descubrimiento, de reconocimiento, de observar algo que siempre estuvo ahí pero que nunca habían visto. Viajamos con personas adultas y también con estudiantes de enseñanza media a instancias de algunos docentes interesados en la temática”, dijo Monti.
La historia de los cerritos de indios conecta a Uruguay con todo el continente porque puede trazarse un camino que llegue a Brasil. También en Estados Unidos hubo construcciones similares y el primero en explorarlas fue Thomas Jefferson, que era arqueólogo y se interesó por la temática antes de ser el tercer presidente de Estados Unidos.