Nació hace 46 años en el norte de Japón en una comunidad teatral, comenzó a cantar inspirada en la naturaleza nipona y, a medida que fue creciendo, también creció en ella el deseo de trascender los límites insulares de su país y de conocer el mundo a través de la música. Aprender idiomas fue el modo más directo que encontró para conectar con músicos de varios orígenes y diferentes culturas. Descubrir el fado la llevó a viajar a Portugal y a consagrarse a la música. En 2007 conoció a Hugo Fattoruso y allí comenzó su romance con la música uruguaya. En los siguientes años grabó discos con el pianista y compositor uruguayo, con quien cantó en Montevideo y en Japón.
Mio Matsuda, una cantante excepcional y una compositora refinada, con una sensibilidad musical que trasciende todas las fronteras, las geográficas y las musicales, vuelve esta semana a cantar en Uruguay. Lo hará junto con dos músicos japoneses —el guitarrista Taku Fujii y el violinista Tanehiko Sekijima— y cinco uruguayos: Fattoruso, la percusionista Albana Barrocas y la cuerda de tambores del Quinteto Barrio Sur. En el marco del ciclo Marea, dedicado a las voces femeninas de Uruguay y el mundo, el jueves 28 Matsuda presentará en la Sala Zitarrosa el disco La selva, grabado junto con Fattoruso y Barrocas y publicado en 2021 (entradas en Tickantel). La apertura estará a cargo de la joven y talentosa cantautora y pianista mercedaria Sabrina Díaz.
En esta entrevista con Búsqueda, Matsuda contó su historia, desgranó su camino, sus búsquedas y exploraciones musicales, lingüísticas y antropológicas, que la llevaron a mezclar géneros latinos y africanos con la música de raíz japonesa, una hibridación que derivó en su disco-libro Creole Nippon (Japón criollo), uno de los tantos proyectos que alimentan su vasta discografía. También contó cómo indagó en la música de los inmigrantes japoneses en Brasil, fusión que impulsó otro de sus discos recientes, que formará parte del repertorio que presentará en Uruguay. La japonesa también dará un concierto en la residencia del embajador de Japón en Uruguay, el miércoles 27, y actuará en Punta del Este el domingo 31 en Pueblo Narakan (entradas en RedTickets).
La charla, a través de audios de WhatsApp, tuvo lugar en la tarde-noche del lunes 18. Un día después de actuar en Belo Horizonte, Mio Matsuda, en una mezcla de portuñol con un más que aceptable vocabulario castellano, contó desde Río de Janeiro que estuvo de gira por Brasil unas 15 veces y que esa noche y las dos siguientes se presentaría en un café muy lindo de la capital carioca con los músicos que tocan en la banda de Caetano Veloso. “Después vamos a San Pablo y después a Uruguay, donde canté tres veces, en 2010, 2011 y 2012, siempre con Hugo”.
—Es un gran placer volver a cantar en Montevideo. Siempre fui muy bien recibida. La música uruguaya es tremenda, en especial la increíble música de Hugo Fattoruso. También tuve la suerte de conocer a otros grandes músicos de Uruguay y su gente, muy cariñosa y cálida. Me encanta la música tradicional de esa región. Hugo Fattoruso me mostró tanta música uruguaya, tantas cosas de Eduardo Mateo, (Ruben) Rada, (Alfredo) Zitarrosa y géneros como la milonga y la chamarrita. Todo eso me encantó desde la primera vez que lo escuché.
—¿Cómo conociste a Fattoruso? ¿Qué emociones te produce su música?
—Lo conocí en Buenos Aires en 2007, en un festival de jazz, y quedé muy emocionada. Comencé a soñar con cantar con él y al año siguiente este sueño se hizo realidad porque el percusionista Yahiro Tomohiro, amigo mío, que forma el dúo Dos Orientales con Hugo, me convidó a cantar con ellos. Yo tenía una música mía que se llama Moreno de perola y les propuse hacerla con ellos. Hugo hizo un arreglo muy lindo y ese fue el primer paso de un disco que grabamos juntos después. Y a continuación hicimos varios conciertos juntos. Hugo es para mí un gran universo, un cosmos musical.
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—¿Cómo fue tu infancia en Japón?
—Nací en el norte de Japón, en una ciudad llamada Akita, en una comunidad de teatro, y crecí entre artistas. Era una comunidad muy cerrada, pero siempre había música. Empecé a cantar cuando era niña, en contacto con la naturaleza. Cuando iba a la escuela caminando, observaba la naturaleza, sentía sus sonidos. La música siempre estuvo presente en mi vida. Empecé a cantar fado cuando tenía 18 años. Me gustó tanto el fado que me fui a vivir a Portugal, para aprender a cantarlo. Después fui a Brasil a grabar un disco que se llama Atlántica. No quería quedarme solo en un género. Desde ese momento siempre busqué trazar mi propio mapa musical.
—¿De dónde viene ese deseo?
—Siempre sentí que mi casa es el mundo, el planeta de la música. Siempre he querido conocer la historia de las diferentes regiones a través de la música y así conectar con gente de todo el mundo. Yo soy japonesa pero antes me siento una cosmopolita. Nunca me quise quedar solamente en Japón, mi alma es muy libre, está abierta. Hay música muy bella en todos lados. Ahora estoy aprendiendo la música persa con una cantante y compositora de Irán. Aprender músicas nuevas me da inspiración, así como cuando conocí a Hugo. Cantando con él aprendo mucho. Siempre le agradezco esta inspiración eterna. Conociendo a músicos como él mi mundo se hace mayor.
—¿Cómo surgió tu vínculo con la música?
—La comunidad de teatro en la que nací era comunista, socialista. Se juntaron para hacer posible una utopía. Pero eso no resultó tan bueno para mí. Siempre pasa algo, ¿no? Yo me sentía muy triste porque no tenía a mi familia siempre conmigo. No tenía familia. Mi padre biológico vivía viajando con el teatro. Mi madre también. Entonces, cantando encajé en este mundo. A través del canto empecé a sentir realmente que estaba viva, cantando a la belleza de la naturaleza, cantando con la nieve y el frío, que en Japón están muy presentes.
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—¿Cómo llegaste al fado y a Portugal?
—Cuando tenía seis años mis padres se separaron y me fui al sur de Japón con mi madre. Después mi madre se volvió a casar y nos fuimos a vivir a Kioto cuando yo tenía 10 años. Su pareja, con el que me crie, era sociólogo y había vivido en Italia. Él me dio una muy linda vida. Pudimos viajar mucho, conocí hermosas vistas del mundo y aprendí italiano con él, aprendí la cultura mediterránea con él. Comíamos comida italiana mediterránea en mi casa, él siempre cocinaba. Así absorbí la cultura latina. En mi adolescencia mis ganas de cantar comenzaron a crecer, estaba siempre cantando. Luego, cuando iba a la secundaria, en Kioto, viví en la casa de unos amigos, uno griego y el otro italiano. Aprendí griego e italiano con ellos, y también aprendí inglés, así, hablando. Así comencé a escuchar música griega. Además hice amigos brasileños y empecé a estudiar portugués. Los idiomas despertaron siempre mi curiosidad, siempre sentí que las lenguas me conectan con el mundo. Con esa intención de ir más allá de Japón, un día compré un disco de fado sin saber qué era el fado. Entré en una tienda de discos y busqué música de Portugal. Solo había dos discos y uno era de la cantante portuguesa Amália Rodrigues, conocida como “la reina del fado”. Nunca la había escuchado, y me encantó tanto que empecé a cantar fado.
—¿Y cómo comenzaste a viajar?
—A los 18 años, en facultad, me fui a Canadá en un intercambio por un año a estudiar antropología y sociología. Ahí aprendí a cantar con los indígenas. Ellos me dieron mucha inspiración; también sentí que la historia era muy pesada para ellos y con el canto podíamos conectar. Allí me di cuenta de que no quería más ser antropóloga ni socióloga. Quería dedicarme a ser una cantante. Desde ese momento viví con unos gitanos en Hungría, viví en Portugal cantando fado, fui a Cabo Verde a cantar, canté en una banda de músicos de Angola, en Lisboa. Viajé mucho, no hubo más fronteras para mí. Los seres humanos en nuestra esencia estamos conectados, así es mi filosofía. La música siempre me lleva a estar más alto espiritualmente y a ser más humana, a estar conectada con mi corazón. Ahora estoy de gira por Brasil antes de viajar a Uruguay, y me siento muy ligada a esta región.
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—Tenés un vínculo muy fuerte con Brasil, que está muy unido a tus raíces japonesas, a la canción japonesa. ¿Cómo se construyó esa unión tan peculiar?
—En 2012 canté con Hugo en Montevideo y después me fui a Perú. Tuve la idea de venir a vivir a Sudamérica, en Perú o en Brasil. Pero a la vez tenía pendiente hacer una investigación profunda sobra la canción japonesa. Nací en Japón, pero no conocía mucho la música de mi país. Quería hacer algo de mi raíz, pero que no fuera un estereotipo. Como lo mío es la música criolla, la música mestiza de este mundo mestizo en el que vivo, quería presentar a Japón desde una óptica multicultural. Por eso me fui a Akita, mi ciudad natal, porque allí hay un lugar que tiene todos los archivos de la música folclórica de Japón, cantada por la gente de cada región. Escuché esos archivos y descubrí géneros y canciones alucinantes como las músicas de los cristianos de Nagasaki. Había muchas canciones de trabajo en el campo, en la montaña, en el mar. Ahí me di cuenta de que esa es la música esencial, como en cualquier otra región del mundo; la gente que trabaja en el campo, en la montaña y en el mar canta la misma historia en todos lados. Quise hacer un repertorio con esas canciones de sonoridad universal y mezclarlas con otras canciones del mundo. Después volví a Brasil a buscar las canciones de los inmigrantes japoneses en San Pablo y otras ciudades. Descubrí canciones muy hermosas, conocí la historia de varias familias japonesas y cómo continuaron unidas a su país creando esas canciones que mezclan Japón y Brasil. Fue muy emocionante. Hice un disco-libro, se llama Creole Nippon (Japón criollo), y presenté esas canciones multiculturales y esenciales en ambos países. En Uruguay voy a cantar varias de esas canciones.
—¿Esta vida musical errante implica también una vida solitaria?
—Tengo muchos amigos y compañeros de viaje en la música, pero soy soltera, así que puedo viajar por el mundo. Me gustaría tener un compañero, pero ese momento aún no ha llegado.
Embed - Mio Matsuda"SAIKO" Na Associação Cabo-verdiana em Lisboa
—¿Cómo va a ser el concierto?
—El concierto va a ser con la música de Hugo, especialmente del último disco que hicimos juntos, que se llama La selva. Cantaremos canciones como Hurry y La caricia, otras composiciones de Uruguay y música japonesa, de mi proyecto Japón criollo. También presentaré el video de Hurry que hice en una montaña de Japón durante la pandemia. Él me mandaba los tracks y yo grababa la voz desde allá. Estaremos todos juntos, con mis músicos y los de Hugo (Quinteto Barrio Sur). Con el conjunto de tambores vamos a hacer candombes y algunas músicas mías. Va a ser muy lindo. Espero que venga mucha gente.