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Salvador Rueda: Montevideo "no encaja con la situación urbana que necesitamos para enfrentarnos al cambio climático”

A pesar de algunas observaciones, la capital está dentro de una Latinoamérica que puede convertirse en vanguardia, según el reconocido asesor en urbanismo
Redactora de Galería

El 40% del departamento de Montevideo es área urbanizada, aunque lo adecuado sea decir “área potencialmente urbanizable”, ya que lo que es estrictamente ciudad ocupa un porcentaje todavía menor. Ciudad y urbanización no son sinónimos. Esa distinción es muy importante para Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona durante 20 años y actual presidente de la Fundación Ecología Urbana y Territorial, con más de 140 asesorías en todo el mundo sobre cómo transformar las ciudades desde una visión integral. 

Rueda vino de España en el marco del Foro de Sustentabilidad que organiza la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU). El gobierno departamental aprovechó la ocasión para reunirse con él y aprender de su largo historial de proyectos para reorientar las ciudades hacia un modelo más sostenible, y lo sorprendió con la designación de Visitante Ilustre. Rueda es el responsable de la regeneración de los fondos marinos y los planes estratégicos de corredores verdes de Barcelona y el diseño de redes de autobuses en Bogotá, entre otros proyectos. Técnicos de la intendencia tuvieron la oportunidad de intercambiar y profundizar en la estrategia Montevideo más Verde, y Rueda la de acercar su propuesta de las supermanzanas; agrupar varias cuadras en una megacuadra delineada por el sistema de transporte público.

Uno pensaría que con proporciones tan pequeñas Montevideo sería una capital muy fácil de gestionar, sin embargo, pasa lo contrario. Y a pesar de tener varias fortalezas (su centro, el entramado de las calles, los espacios verdes y un arbolado “monumental”) para dejar admirado a este ecólogo urbano catalán, la conclusión es que la ciudad no está gestionada “inteligentemente”. Rueda observó que Montevideo es una ciudad “mal extendida”, con notables problemas de “segregación social”.

Gobierno, sociedad, cultura, arquitectura y urbanismo, la visión multidisciplinaria de la que parte se gestó de su propia vocación por las estructuras múltiples, interconectadas e inteligentes, sumado al amor por el conocimiento. El catalán es además licenciado en Biología y Psicología (una especie de “ciencia fantasma” en su época). Lo que lo atrajo fueron las complejidades del cerebro humano y ver si era capaz de entender “aquellas características que hacen que seamos unos seres tan especiales”. Desde entonces su formación es constante, y aunque la titulación hoy le importe más bien poco, nunca ha parado de estudiar: “El día que lo haga, estoy jubilado”, bromeó a Galería.

¿Qué relación encuentra entre el funcionamiento del cerebro y el de las ciudades?

Tuve la gran suerte de tener como maestro al ecólogo número uno del mundo de los años 70, Ramón Margalef. De hecho, entablamos amistad y fue quien presentó mi primer libro sobre ecología urbana. Él me dio la oportunidad de aproximarme a la realidad gracias a la teoría general de sistemas, que te acerca siempre a los elementos que estructuran. En el caso de las ciudades, esa estructura interna es una maravillosa forma de manifestación de lo que es capaz de hacer la especie humana construyendo sociedades.

¿Cuántas disciplinas atraviesan al urbanismo? 

La realidad es única y abraza a todos los ámbitos del conocimiento. A mí me han encargado proyectos de planificación muy distintos, mis trabajos van desde la regeneración de los fondos marinos de Barcelona al diseño de redes de autobuses en Bogotá, pasando por planes estratégicos de corredores verdes y largos etcéteras. Eso quiere decir que algunos lugares querían unas cosas y otros otras, pero desde la misma aproximación metodológica: el urbanismo ecosistémico. Esa es la síntesis.

Este concepto, acuñado por Rueda en los años 80, apunta a entender la ciudad como un ecosistema donde el ciudadano y las leyes de la propia naturaleza sean el centro de la planificación: los problemas urbanísticos tienen que abordarse desde la conexión que hay entre los habitantes y su entorno. 

Es un modelo que por su complejidad, funcionalidad, eficiencia y enfoque social ha sido escogido por unanimidad por la ONU en la Cumbre de Quito 2016 para replicarse en otras agendas urbanas. 

Para Rueda, el urbanismo tiene absolutamente todo que ver con la cohesión social; los escenarios de estabilidad económica donde “nadie se siente excluido” asientan la convivencia, y “los diferentes ingresos, edades y culturas”, en “proporciones adecuadas”, podrían vivir juntos para “reducir los conflictos”. Con la ecología urbana, la calidad de vida es tanto mayor que “ya nadie va en contra de nadie”.

Salvador Rueda Salvador Rueda

Lo que hay que tener. El catalán se llevó una impresión muy buena de los estudiantes uruguayos (después de las dos charlas que ofreció en la FADU). Los notó “ávidos de conocimiento”, entusiasmados, y se lo atribuyó a que son latinoamericanos, donde “pueden abrir un camino y hasta ponerse a la vanguardia con ese esfuerzo y ganas de aprender”. 

Su fervor le recordó el proceso de fundación de la Universidad Popular de la ciudad barcelonesa de Besós, un caso de éxito que recuerda con mucho cariño en su larga lista de acciones por ciudades como Bogotá, Buenos Aires, Asunción, Lima, Quito y La Habana. ¿La clave en todos los casos? La autogestión.

“(En Besós) tenían el mismo afán que los jóvenes latinos, esa necesidad de expandir”, comenzó a narrar Rueda. Crearon algo así como una “comunidad pedagógica”, un grupo de personas que, con diferentes profesiones e intereses, cada una era “un pozo de sabiduría” a servicio del conocimiento colectivo. 

Desde un profesional en mecánica de rally, pasando por dibujantes de cómics hasta reconocedores de hongos, todos terminaban con su propio seminario con alrededor de 25 asistentes. Y con esa propulsión llegaron a construir de la mano de Rueda una placa solar térmica con materiales reciclados, solo “con el conocimiento que surgía”.

Por los recursos que mueve, su alcance y resultados, la FADU sorprendió a Rueda con la Rifa 2023: “Es un proyecto autogestionado de altísimo nivel. Lograr viajar por el mundo para conocer experiencias y realidades que van a suponer un valor agregado a los conocimientos de la carrera… Eso es autogestión”.

¿Cuáles son las grandes diferencias entre trabajar para una gestión urbana en Europa y otra en América Latina?

Son ciudades distintas, es verdad, pero en un grupo variado de cinco personas las cinco tienen cabeza, tronco y extremidades. Con las ciudades pasa lo mismo, tienen una base común. El tema con las europeas es que pecan de ser engreídas, anquilosadas, ya pasan de todo (no se interesan por nada), y eso no es bueno. La frescura que yo encuentro en las ciudades latinoamericanas falta en la mayoría de las capitales de Europa, pero eso tiene que estar para generar cambios y modificar el modelo urbano en el que vivimos en todos los sentidos. Lo vi en las conferencias aquí, la convocatoria, los comentarios de después y las preguntas durante… En Europa es como si todos ya lo supieran todo, no hay curiosidades, o están reducidas. Está todo muy pautado y eso también es una manifestación de decadencia.

Entiendo la base común, pero ¿cuánto peso tiene lo cultural en un proceso hacia lo sostenible?

La cultura ahora mismo tiene ciertas pátinas de diferenciación, pero a fin de cuentas lo que nos une es mucho más de lo que nos separa. El capitalismo, el mercado, la economía, toda esa parte hace que casi todos podamos compartir los mismos artilugios, el mismo iPhone o el mismo coche. Al final, la cultura, esos significados que tenemos sobre la realidad cada vez son más globales, sobre todo en el mundo económico. En el mundo de la gastronomía el tema de la cultura está muy bien. Tenemos algunas cosas, nosotros comemos pan con tomate y ustedes toman mate. Por lo demás somos muy similares.

Qué pasa en Montevideo. Con solo un par de días en la capital, Rueda afirmó ya sentirse “como un montevideano más”. Conoció el Aeropuerto de Carrasco y con eso ya dice que estuvo en Canelones, se mostró encantado con todo el trayecto por la rambla hasta el hotel Hyatt donde se alojó, y le pareció “bellísimo”, pero también entendió que falta mucho por hacer.

Comió chivito y conoció la fortaleza del Cerro, desde donde pudo ver una panorámica interesante de la ciudad: estaba todo “muy vacío”. Aunque Montevideo ha cambiado mucho a lo largo de las últimas décadas, la verdadera experiencia de transformación urbana radica en poder cambiar aquellos aspectos que siempre se mantuvieron así, como eso de parecer una ciudad fantasma.

Vistas desde el puerto del Cerro de Montevideo. Vistas desde el puerto del Cerro de Montevideo.

La capital, dice Rueda, tiene una morfología de muy baja densidad. Esto quiere decir que tiene muchas personas pero pocos comercios, o mejor dicho, que las propuestas están concentradas en áreas céntricas o de mayor circulación, lo que no significa que sean las más habitadas. “Es por eso que en sitios como Cerro, donde tenemos muchas personas viviendo y el espacio es relativamente reducido, las pocas cosas se llenan”, explicó, y señaló una “segregación social por renta”, es decir, por el valor de las viviendas. 

Rueda notó que en Ciudad Vieja hay una “huida de población” en horas pico; casi todos están allí de paso aunque la concentración es muy buena. “Que Ciudad Vieja vaya quedando cada vez más diluida la vuelve susceptible a problemas de seguridad. Se necesita una buena mezcla de gente trabajando pero también viviendo, eso cambia el control del espacio público”, señaló.

Lo mismo pasa en Carrasco y otros barrios balnearios pero a la inversa, donde la gente en lugar de trabajar, vive, pero desaparece la mayor parte del día. Rueda observa que hay partes de la ciudad que son “demasiado laxas”, en el sentido de que están demasiado quietas, y traen aparejadas un “metabolismo horrible”.

Comprobó que el ancho de las calles no se corresponde con la exagerada cantidad de vehículos que circulan y que las bicisendas son demasiado cortas.

El mayor problema es que todo se concentra en el centro de la ciudad. “Eso es pan para hoy y hambre para mañana, y no encaja con la situación urbana que necesitamos si queremos enfrentarnos al cambio climático”, alertó.

¿El de la baja densidad califica como un problema de sustentabilidad?

Pongámoslo así. Yo quiero salir a comprar a una tienda a cinco cuadras de aquí y lo hago caminando. La energía que necesito para eso es la equivalente a una bombilla de 150 watts. Pero si esa tienda está a más de cinco cuadras, seguramente me mueva en coche, que necesita 6.000 veces más energía. Si las cosas están muy separadas y no puedo llegar caminando, estoy propiciando una forma de moverme insostenible, basada en el consumo de energías no renovables que además son las que emiten los gases de efecto invernadero causantes del cambio climático. Las ciudades dispersas no funcionan porque ya ni siquiera el servicio de transporte público funciona en un área tan desparramada, y de nuevo necesito el carro, y en consecuencia estoy organizando una ciudad insostenible. ¿Y si no tienes el auto? ¿Ya no tienes acceso a la ciudad? Volvemos a la segregación social, nos olvidamos de que todos tienen derecho a la ciudad. Además, la densidad permite que exista el espacio público, que es la casa de todos. 

¿El espacio público es lo mismo que el espacio urbanizado? 

El espacio urbanizado es un espacio muerto, donde no ocurre nada. Sirve para llegar a tu destino. En cambio el espacio público es el que nos hace a todos ciudadanos, hace a la ciudad, que de alguna manera tiene que configurarse, entonces allí vemos elementos significativos, señales que permiten identificar determinados usos de los lugares y no otros… Son aquellas áreas que reúnen tanto las actividades como la población suficiente para que pasen cosas. Conflicto de intereses, sin él no hay espacio público.

¿Qué pasa entonces con Montevideo? ¿Es ciudad o es espacio urbanizado, espacio muerto? Según Rueda, tiene de ambas, pero es necesario trabajar para consolidarse como lo primero. “Hay algunas partes de la ciudad que tienen muchas posibilidades, como la zona del Parque Rodó o el Centro, que cumplen con la idea de ciudad. Pero hay otra parte, algunos barrios alejados y todo lo que parece ser la zona de balneario histórico sobre la rambla, que es demasiado laxa, poco densa, de urbanización dispersa, que podríamos denominar de suburbio. Son áreas que tienen mal las proporciones, aquello de estar habitado y tener niveles de actividad no pasa, tienen residencia y poca cosa más. Eso no es ciudad, es urbanización”.

Notó que en Montevideo manda el auto.

Sí, y eso quita el derecho a la ciudad, que de ningún modo puede depender del carro. Tenemos que tener medios de transporte alternativos que permitan un acceso universal, porque es el déficit de una red competitiva lo que nos obliga a utilizar el auto. Aquí debería repensarse el diseño de transporte público; la mayoría de redes de ómnibus de las ciudades tienen una topología radial, es decir, todas van al centro, y si tú quieres conectar distintas partes, casi no hay manera de hacerlo si no pasas previamente por el centro. Es como si fuera un plato de espaguetis mezclados, con una cierta dirección hacia el medio pero de lectura imposible. El tenedor encuentra uno, a lo sumo dos espaguetis porque es imposible entender hacia dónde van todos. En cambio, hay que apostar a los sistemas ortogonales (recorridos en ángulos rectos), que son más como una tableta de chocolate que te la puedes comer entera porque entiendes cómo pasar de un punto (cuadradito) a otro. Esa es la base para luego poder conformar una propuesta de supermanzanas; el perímetro de las mismas viene definido por una red de transporte público que nos lleve fácilmente de una supermanzana a la otra, de un punto de la ciudad a otro, con un solo abordaje. Montevideo puede hacer esto, porque en cualquier ciudad es aplicable.

Con la idea de poner a las personas en el centro de la planificación, ¿la cultura y el arte se hacen más importantes para el entorno?

La ciudad tiene que incorporar todo aquello que haga al paisaje, que tiene mucho de arte. ¿O no aportan esas calles en las que estás en medio de todos esos árboles haciendo una cúpula y tú andando como que te sientes la reina de la fiesta? En auto no sería lo mismo, pero sí sumaría que el diseño del pavimento fuera el adecuado, por ejemplo. O que exista un programa que permita tener un paisaje sonoro diferente al ruido constante del tráfico, con espacios que multipliquen el canto de las aves o los juegos de los niños. Todo eso ya es espectacular. Pero si además eres capaz de crear un paisaje social en donde se mezcla el arte, la cultura, el juego, ¡el conocimiento! y todos aquellos elementos atractivos propios de nuestra condición humana, buah, entonces tienes una ciudad que es imparable. Una apuesta al espacio público, eso lo tenemos al alcance de nuestra mano. Solo es cuestión de gestión.