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    “El circo te abre la cabeza”

    A los 34 años, Rosina Gil, la primera uruguaya en el Cirque du Soleil, integra el nuevo espectáculo Volta

    Después de trabajar con Julio Bocca en el Ballet Nacional del Sodre, estudiar en España y ser elegida en 2011 por los críticos especializados según la revista Danza Europea como una de las 100 mejores bailarinas de todo el mundo de esa temporada, Rosina Gil fue contratada por el Cirque du Soleil para interpretar a un personaje protagónico en su nueva obra, Volta. Allí personifica a la madre de un niño que sufre bullying por tener plumas y el pelo azul. A diferencia de los clásicos roles del ballet, esta historia habla sobre discriminación, que Rosina también sufrió. “Es un desafío, pero me permite conectarme conmigo misma. Yo también viví bullying, y me parece importante que se trate el tema”, cuenta a galería desde la habitación del hotel en Nueva York.

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    La bailarina, que firmó el contrato en diciembre, empezó a practicar antes de llegar a Estados Unidos. Luego viajó a Nueva York para conocer a los productores de la compañía y compartir el escenario con más de 40 artistas de distintas partes del mundo. “El circo es como una gran familia. Cuando llegás se borran los límites geográficos y todos nos sentimos parte de lo mismo”, cuenta Rosina unas horas antes de una nueva función.

    Hace un mes que pasa sus días entre las funciones y los intensos ensayos en los que entrena por su cuenta. En las tardes libres, además, aprovecha para continuar su formación como coreógrafa. De hecho, después de alejarse de los escenarios, le gustaría regresar a Uruguay para componer piezas para el Ballet Nacional del Sodre. “Me gusta aprender nuevas técnicas y desafiarme en lo que haga”, dice.

    En los últimos años, Rosina pasó de bailar clásicas coreografías del Sodre a protagonizar las funciones de danza contemporánea de la compañía de Deborah Colker en Brasil. Hasta que cayó en la magia del circo. “Arriba de los escenarios siempre me sentí cómoda. Cada vez que me subo me convierto en la protagonista de una historia donde no existen los prejuicios ni los problemas”, asegura.

    Antes de entrar al Cirque du Soleil trabajaste en el Sodre y en la compañía de Deborah Colker en Brasil. ¿En qué se diferencia cada institución?
    En mucho. Estuve mucho tiempo en Uruguay y me acostumbré a bailar coreografías más clásicas. Después entré a una compañía brasileña que era contemporánea, entonces la base era diferente. Ahí tuve que aprender a cambiar mi físico y a hacerlo más fuerte. En algunos de los espectáculos, por ejemplo, teníamos que hacer acrobacias y movimientos en el aire con una pared para escalar. Por eso, mudarme a Brasil fue una experiencia bastante particular que me alejó del Sodre y, de alguna forma, me acercó al circo. Ahora, en el Cirque du Soleil, estoy en un ambiente más autodidacta donde tengo que preparar mi rutina y mantenerme en forma por mi cuenta. En este nuevo desafío tengo la posibilidad de aprender otras disciplinas.

    ¿Por qué te alejaste de la compañía brasileña?
    Lo sentí como una llamada del destino. Viajar a Brasil me abrió muchas puertas y me permitió conocer una realidad diferente. Pero tenía que dar un paso más hacia la maduración. Entrar al circo es una gran oportunidad porque es una empresa enorme, con más de 20 espectáculos. Esta nueva etapa, además, me permite ser más creativa. A pesar de que los shows ya están pensados, tengo que preparar personajes. Ahora estamos de gira, pero cuando entré, estuve en Montreal y vi cómo se produce todo. Estuve con los creativos que idean los espectáculos más increíbles, me mostraron las escenografías y las producciones. Estar rodeada de estas personas me inspira. En un tiempo me gustaría ser coreógrafa, pero ahora siento que estoy en el mejor lugar para cumplir mi sueño. El circo te abre la cabeza.

    En Brasil interpretaste a una prostituta para Belle y estuviste en Cão Sem Plumas, un espectáculo­ que retrata la pobreza. Los dos personajes se diferencian de los roles clásicos. ¿Cómo los preparaste?
    Para interpretar a la prostituta en Belle leímos, miramos Belle de jour y fuimos a algunos lugares para ver cómo funcionaba. Incluso hablamos con algunas prostitutas para conocerlas mejor y saber cómo interpretarlas. Con la compañía de Deborah (Colker) también hicimos una obra sobre la miseria del ser humano y lo que debería ser inadmisible. Es un espectáculo que habla del nordeste brasileño y de la gente que no tiene agua en las favelas. Para prepararlo fuimos a la región, conocimos a los habitantes y trabajamos con personas que nunca habían practicado ballet. Visitar esos lugares me permitió abrir la cabeza. Fue impresionante.

    En Volta, el nuevo show de Cirque du Soleil, interpretás a la madre de un niño que sufre bullying. ¿Te sentís identificada con la historia?
    Sí, mucho. En la obra soy la madre del personaje principal, que sufre porque tiene el pelo azul. Antes de hacer la escena, tuvimos que hacer un ejercicio para ver qué le diríamos a un hijo para sobrellevar las burlas. Fue un trabajo complejo porque todavía no soy madre, pero fue interesante. Yo viví episodios de bullying. Tengo la nariz grande y mis compañeros siempre se reían de mí. Entonces en los ensayos pensaba qué consejo le daría al personaje. Y le diría que es brillante en la actividad que hace y que se tiene que focalizar en eso. El personaje es especial porque es diferente. Además, la belleza es un estándar que no existe, no es nada natural.

    ¿Superaste las críticas?
    Sí, con la danza. Ahí encontré el lugar en el que me siento hermosa. Cuando estoy arriba de un escenario no importan los prejuicios. Nunca me siento mal cuando bailo y creo que la gente me valora por eso.

    Pero el ballet es una disciplina exigente, que demanda cuidar el físico y la imagen.
    Sí, también tiene ese lado. Y debería evolucionar, porque el mundo está cambiando los cánones de belleza. Me acuerdo que cuando era joven me decían que las bailarinas tenían que ser como las actrices de cine. A los 16 años me dijeron que tenía que tener una cara proporcionada y yo siempre tuve una nariz grande. Para mí fue chocante porque podía entender que la gente, sin conocimientos artísticos, me dijera eso en el liceo. Pero en el ballet, no. Esos prejuicios son demasiado frívolos y no deberían tener conexión con el baile. A lo largo del tiempo la situación cambió. Me acuerdo que con Julio Bocca hacíamos bromas sobre mi nariz. Él siempre me decía que si me la sacaba perdía mi personalidad y que mi nariz me valorizaba sobre el escenario. Ahora la considero mi marca, pero ha sido difícil.

    Sos la primera bailarina uruguaya en ingresar al Cirque du Soleil, pero no debutaste en Volta. ¿Cuándo tuviste tu primer contacto con la compañía?
    La primera vez que me contacté con el Cirque du Soleil fue en 2008. Estaba en una compañía en España y tuve una oportunidad para entrar a un desfile al aire libre donde teníamos que bailar mientras caminábamos. Ahí sentí que estaba en un ambiente especial. La empresa logra algo mágico porque en un solo espectáculo ves a personas capaces de hacer trucos y movimientos impresionantes. Es diferente que en la danza. Los bailarines de ballet podemos tener estilos diferentes, pero todos estamos vinculados de la misma forma. En el circo empecé a admirar mucho a los artistas por la pasión que sienten. Todos se pasan el día con el instrumento en la mano. Comen y hablan sin dejar de practicar sus coreografías. No hay horarios. Lo hacen porque les gusta y me inspira mucho.

    ¿Te contagiaste de esa forma de entrenamiento?
    Claro, te contagia. Me gustaría empezar a hacer entrenamientos aéreos para probar cosas nuevas, pero todavía no puedo. Hace poco tiempo que entré y todavía tengo que adaptarme. Apenas me sienta bien voy a aprender otros trucos.

    ¿Cómo son tus entrenamientos?
    Son intensos, pero diferentes a los de una compañía de ballet. En esos lugares siempre tenés un horario y una planilla. Hay rituales para que todos se organicen los días. Acá es diferente. Nosotros tenemos funciones dobles de martes a domingo y solo tenemos los lunes libres. Lo que suceda antes y después de la función lo organizás vos. A veces contratan a una persona para que vaya a dar clases, pero en otras sos autodidacta. Tenés que ser superconstante y estricto para preparar tu cuerpo. Yo preparo la coreografía por mi cuenta. Igual también hacemos acondicionamiento físico todos juntos. Hay clases con pesas, muchos abdominales y circuitos.

    En la compañía compartís escenario con artistas de todo el mundo. ¿Cómo es la convivencia?
    Es buenísima. Todos intentan hablar en inglés aunque a veces es difícil. En el circo hay artistas de 47 nacionalidades. Tengo compañeros de Camboya, Japón y El Salvador, y es imponente. Me encanta estar en contacto con distintas culturas porque te demuestra que la convivencia es posible. Estoy bastante adaptada a Estados Unidos y me gusta, pero el circo es como una gran familia que te lleva a perder el sentido de pertenencia geográfica. Genera un vínculo imponente en el que no importan la religión, la cultura ni los idiomas. Todos pueden convivir juntos. La unión de los artistas del Cirque du Soleil es un ejemplo de humanidad.

    Tu contrato es por un año. ¿Después te gustaría regresar al Sodre?
    Me gustaría volver a mi país, pero no sé si como bailarina. Me imagino como coreógrafa por la edad que tengo, pero nunca se sabe. También me encanta bailar y estar en forma.

    Porque la edad condiciona la carrera de las bailarinas.
    Depende de la persona. Yo ahora estoy en el mejor momento de mi carrera por la experiencia y la edad. Todavía me siento fuerte y flexible, pero con los años la situación puede cambiar. También depende de la pasión y de las lesiones que los bailarines tengan. Y cambia según las generaciones. Antes las bailarinas se retiraban más jóvenes, pero ahora se estira más tiempo la carrera. En el lugar de Nueva York donde entreno estoy con bailarinas que tienen más de 40 años.

    ¿Qué te atrae de diseñar coreografías?
    Me atrae todo el proceso porque considero que es el punto más alto del ser humano. Crear una pieza musical o una obra de arte te permite dejar un legado. También es una forma de compartir lo que tenés adentro y de contar historias. Me imagino creando una coreografía con los cuentos de algunos libros.

    Fuiste primera bailarina cuando Julio Bocca llegó al Sodre. ¿Cómo ves la compañía desde que él se alejó de la dirección?
    Al Ballet Nacional le está yendo muy bien. Me encantó la nueva propuesta de La bella durmiente con el vestuario de Agatha Ruiz de la Prada. Muestra evolución y renovación en el ambiente del baile. Es increíble lo que genera en el público porque el uruguayo sigue apoyando sin importar la dirección. Cada vez que hablo del Sodre, la gente lo conoce. De hecho, estamos a un nivel internacional.

    El otro uruguayo del circo

    Rosina Gil no es la única artista uruguaya que integra el Cirque du Soleil. El músico Camilo Motta ingresó en 2017 para participar en Crystal, el primer espectáculo sobre hielo de la compañía de origen canadiense. En el show, que se presenta en Estados Unidos, Motta toca la guitarra, el violín, el clarinete y el saxofón.

    GALERIA
    2018-04-26T00:00:00