Es especialista en Derecho Penal, pero no es frecuente verlo en casos vinculados a robos o asesinatos. ¿Por qué?
Me han llegado algunas propuestas, pero hay ciertos delitos en los que no me siento cómodo. Salvo casos puntuales, como un homicidio en que sabía que se estaba inculpando mal a un cliente mío.
Muchos dicen que los penalistas son unos mercenarios. Y que si bien todo el mundo tiene derecho a una defensa, ellos defienden a lo peor de la sociedad por dinero. ¿Qué opina?
Me lo cuestionan mucho en mi círculo de amigos, en mi familia. Muchas veces me cuesta convivir con la crítica. Incluso, con parte de la familia. Ni que hablar lo que son las redes sociales. Estoy bastante expuesto en ese sentido. Pero reivindico cada vez más el ejercicio de la profesión e incluso a los defensores de oficio, que muchas veces no pueden elegir y tienen que patrocinar a una persona que saben que cometió un delito miserable, por así decirlo.
¿Tiene algún límite?
Me cuesta mucho trabajar casos de delitos sexuales. Me tocó uno, mi cliente me dijo que no tenía nada que ver, y en el transcurso de la audiencia me di cuenta de que era responsable de la situación, que además involucraba a una menor. Le pedí a la jueza para suspender la audiencia y desistí del patrocinio en ese momento.
Hasta ahora, los grandes penalistas eran Gonzalo Fernández, Amadeo Otatti, o Víctor Della Valle, entre otros. ¿Se siente parte de una nueva generación?
Creo que sí. En eso tienen mucho que ver los medios y estos casos tan notorios que hemos tenido con mi socio Gummer Pérez, que nos han puesto en el tapete.
Antes, si alguien tenía un problema iba por uno de los veterano; eso ha cambiado, ahora lo llaman a usted o a Jorge Barrera, por ejemplo.
Eso ha cambiado. Creo que se ha desmitificado un poco el tema de la experiencia y por más que tenga 37 años ven cómo trabajo, cómo les ha ido a mis clientes. Más allá de que no voy a discutir lo que es un Gonzalo Fernández, o un Amadeo Otatti. De hecho, me encanta el proceder de Otatti, es un referente para mí. Si tengo que decir quién te gustaría ser o a quién imitás, para mí, Amadeo Otatti. En facultad aprendí mucho con Milton Cairoli. Pero creo que hoy en día la gente se ha dado cuenta de que el hecho de tener corta edad o no ser de los encumbrados no es un obstáculo para que le vaya bien.
¿Cómo llegó al “caso Sendic”?
Por intermedio de mi socio, Gummer Pérez, que ya había patrocinado a Raúl en un caso hace muchos años. Gummer sí es de filiación frenteamplista. Tuvimos una serie de entrevistas. Gummer le había dicho a Raúl que no iba a poder solo, que confiaba en mí para trabajarlo en conjunto. La causa Ancap insume muchas horas, mucho estudio, el expediente es el más voluminoso que debe haber en el juzgado penal. Ahí tuvimos una entrevista con Raúl. Se informó mucho de quién era yo. Me llamó la atención que era una persona muy meticulosa; cuando fui a hablar con él la primera vez estaba al tanto perfectamente de quién era, qué casos había tenido, cómo me había ido. Había hecho un estudio pormenorizado. Y sé que hizo otras consultas también, porque nos dijo. Él se estaba jugando mucho con la causa de Ancap, tanto él como (el senador Leonardo) De León. Sé que hubo otras consultas con otros profesionales también, capaz que de más renombre o de más experiencia, y terminó optando por Gummer y por mí.
¿Cómo fue para usted que el vicepresidente le pidiera que lo defendiese?
En primer lugar, un gran honor, un gran orgullo. Si cuando estaba en facultad me decían que a los 37 años iba a ser abogado del vicepresidente, hubiera respondido que era impensado. Me jugaba mucho. Más allá de que creo que el trabajo se hizo bien, si Raúl hubiese terminado preso para mí hubiese sido muy negativo desde el punto de vista profesional. Creo que para todo lo que fue la causa Ancap nos fue bastante bien, hicimos un buen trabajo. Estábamos convencidos de que Raúl no había cometido ninguno de los delitos que se le imputaban. Después, la decisión de la jueza puede ser otra. Pero bueno, una gran responsabilidad. En las primeras ocasiones con él me sentía un tanto extraño y un tanto nervioso. Después de que uno los trata se da cuenta de que son ciudadanos de a pie y en el caso de Raúl es de una sencillez brutal, y me llevé una muy grata impresión.
¿Le llegaron muchos cuestionamientos de amigos o familiares por haber asumido la defensa?
Todo el tiempo. Me costó más de una pelea también. Me costó irme de algún grupo de WhatsApp familiar y de íntimos amigos también. Eso me costó y Raúl lo sabe: que yo asumía un costo muy alto también, más allá de que desde el punto de vista profesional era muy importante. Sé que hay gente que no logra discernir que el profesional tiene el derecho de hacer lo que quiera y elegir al que quiera. Acá se etiqueta mucho “mirá lo que hizo Sendic, ¿cómo lo vas a defender?”. Me pasó muchas veces. Por suerte logramos demostrar que todo lo que se decía no fue tan así y el proceso para lo que podría haber sido fue bastante exitoso.
En la apelación contra el procesamiento de Sendic cuestionaron el rol de los medios en el caso y plantearon que pudo incidir en la decisión de la jueza. ¿Cree que la Justicia actuó condicionada por la imagen negativa que la población tiene de Sendic?
En lo particular yo no consideré nunca el rol de los medios. Sí creo que fue una causa muy mediática. Pero también creo que la jueza demostró que no se dejó influir, tanto ella como el fiscal. Creo que los medios de comunicación ayudaron para que esto terminara siendo lo que es esta megacausa de Ancap, muchas veces incluso se manejó que era el Lava Jato uruguayo o el Petrobras uruguayo. Pero creo que también eso, que un vicepresidente pudiera ser procesado y estuviera en un juzgado, un poco ameritaba esa situación. Algunos medios, de alguna u otra manera, ayudaron para hacer fuerza para que esto tuviera más resonancia y otros, obviamente vinculados al oficialismo, un poco intentaban minimizar.
¿Cree que en la apelación podrá revertir el fallo?
Absolutamente.
¿Tiene nuevos elementos?
Sí. Creo que si el tribunal valora los elementos que aportamos podría entender perfectamente que no hay abuso de funciones. Es un delito muy subjetivo, que está en desuso, que la doctrina critica constantemente. En el caso de peculado puede ser más cuestionable el tema por el accionar de lo que fue Raúl con las tarjetas, pero también creemos que hay elementos para que el tribunal revierta la decisión.
Le tocó un asunto que tiene una pata jurídica y otra política, como cuando renunció en el Plenario del Frente Amplio. ¿Él le comunicaba ese tipo de decisiones?
Sí. Estábamos muy al tanto. También lo aclaro ahora porque nos ha pasado muchas veces: ni Gummer ni yo éramos los asesores políticos de Sendic. “Bueno, pero sos el abogado, deberías aconsejarlo para que diga esto o no diga esto”. A mí me interesa qué diga o qué no diga cuando entramos al juzgado. Lo quiero dejar bien en claro. Lo que hizo Raúl, lo que deje de hacer, si se va a postular...
Hay gente que dice que cada vez que habla se entierra más.
Me ha pasado que me digan: “Nacho, decile que no hable” o “Nacho, decile esto”. No es mi tarea, no me pagan para eso, y aparte no me compete. De política no sé nada ni me interesa.
¿Cómo cambió su vida profesional a partir de este caso?
Claramente, mi nombre se jerarquizó mucho, pero también ayudaron los resultados que obtuve a lo largo de los años con esta causa y con otras. Ha cambiado mi vida laboral y la cotidiana también. Lo noto en la calle, cuando voy a comer con mi señora y mis hijos. La verdad es que el público es absolutamente respetuoso, más allá de alguna chanza que puede haber y la admito. En las redes sociales, tengo Twitter, veo chistes. Eso me parece que es sano, pero cuando se pasa a otra área y se meten directamente con la personalidad, ahí no me agrada. Mentiría si te digo que no me importa lo que dicen de mí, porque me gusta mucho cuidar mi trabajo y las formas, y no me agrada que digan cosas que no soy para hacer daño.
¿Recibió amenazas?
No. Pero sí insultos, o “mirá lo que hace este, defender a este solo por guita”. Eso me ha pasado y muchas veces hablan desde el desconocimiento. Y volviendo a los medios, cuando uno pone una noticia en un diario donde rige el principio de inocencia y dice “fulanito tiene que ir a declarar por tal causa” y sale la foto de la persona ya la gente dice: “Ah, mirá lo que hizo este, está en un juzgado penal”. La condena social en este país es muy grande y muchos se olvidan de lo que es el principio de inocencia y hay que convivir con eso.
¿Aceptar la defensa de Sendic implicó una decisión familiar? ¿Lo meditó mucho de puertas adentro con su señora?
Lo comparto con ella. Ella me apoyó muchísimo, es un sostén importantísimo en mi carrera. Jamás me cuestiona que agarre tal o cual defensa, pero me hace saber su opinión. Muchas veces me ha dicho que no todo es dinero y que no le gustaría que lo hiciera.
El estudio ALC está en el piso 10 del Edificio Ciudadela. El despacho de Durán, ubicado sobre la Plaza Independencia, es simple: códigos y libros de Derecho, computadora, termo y mate y varios títulos colgados. Lo que más llama la atención es un cuadro recostado en la pared con dos viejas banderas: una de Rampla Juniors y otra de Trouville.
Más de 15 kilómetros separan el Olímpico del gimnasio del Rojo. Los picapiedras son del Cerro y los rojos de Pocitos. Son dos instituciones con un arraigo barrial muy fuerte —y distinto—, por eso es difícil encontrar hinchas de esos clubes que se compatibilicen, salvo excepciones. Durán es una de ellas. En fútbol es picapiedra; en básquetbol es rojo.
Si las apariencias engañan, con Durán eso se confirma. Con un impecable traje gris, chaleco del mismo color, camisa celeste y corbata rayada, cuesta asociarlo a un club tan popular como Rampla. Para empezar, porque nunca en su vida vivió en el Cerro. El responsable fue su abuelo, Aníbal Durán del Campo, que era de Paysandú pero un día llegó a Montevideo, fue a un partido de fútbol de Rampla y “se enamoró” de sus colores. También de él heredó la pasión por Trouville. Fanático de ambos cuadros desde niño, su infancia pasó entre el Centro —donde vivió—, el Cerro y Pocitos.
Hace algunas semanas, Durán fue electo presidente de Rampla. En la elección superó en votos a un hincha fuerte de la institución: el senador y exdirector nacional de Trabajo, Juan Castillo, que ya había estado al frente de la institución. En su cuenta de Twitter, Durán publica todo tipo de fotos y videos de Rampla. En la cancha, en la tribuna, con alguna camiseta, e incluso un saludo de Natalia Oreiro instando a votar por él en las elecciones.
¿Cómo llegó a presidir Rampla?
Estoy vinculado al club desde que tengo uso de razón. Creo que era algo que se iba a dar. Al principio por un tema laboral, y de mi mujer y mis hijos, dije que no. Pero después me fue arrastrando y la decisión fue más pasional que racional.
Sus hijos lo siguen en esa pasión. ¿Cómo los convenció de ser hinchas de un equipo chico, que nunca gana, cuando hoy los chicos son del Barcelona o del PSG?
Es una lucha diaria. Mi abuelo decía que a los niños todos los días había que inculcarles un poquito de Rampla. Que cuando no tienen uso de razón hay que decirles que Rampla siempre ganó. Y que cuando empiezan a tener uso de razón hay que decirles que Rampla empató o que lo robaron los jueces. Me acuerdo las vueltas del Olímpico, muchas veces con la derrota a cuestas, muchas más de las que ganamos, y él siempre machacando y machacando con lo que era Rampla, haciéndonos regalos de objetos rojiverdes. Siempre había algo vinculado a Rampla que te llevaba a tener presente al club. En el caso de mi hijo Juan Ignacio no fue fácil porque todos sus íntimos amigos son de Nacional, tuve más de un encontronazo con él. Hoy le gané la cuereada. Con las niñas no tuve inconveniente, son fanáticas. No faltan a los partidos.
Rampla viene de un momento complicado, con incidentes y ataques a la sede. ¿Qué piensa hacer?
Una de las primeras acciones que tomamos cuando llegamos al club fue un convenio con una empresa de seguridad y pusimos cámaras en el Olímpico para dar un poquito más de tranquilidad a la gente, a los utileros, a los jugadores. Creo que no está ajeno a lo que pasa en la calle en todos los ámbitos de la ciudad. Se dio algún tema puntual vinculado a Rampla pero cuando fuimos investigando y con las denuncias hechas, nos dimos cuenta de que la sociedad está enferma y que el fútbol no está ajeno.
Son muchos los penalistas que están vinculados al fútbol. Hoy, Jorge Barrera, por ejemplo, preside Peñarol. Y Víctor Della Valle y Alejandro Balbi están relacionados con Nacional ¿Por qué?
Sí, creo que cada vez se da más. Lo veo como una coincidencia.
¿Tiene que ver con ganar partidos también en los escritorios, justamente, por tener buenos abogados en la AUF?
Eso es más un mito que lo que sucede realmente. Pero obviamente, estar bien representado en la Asociación no voy a decir que no es clave, no voy a pecar de tonto. Cuando yo estuve en el Tribunal de Penas obviamente hubo temas muy notorios vinculados a Rampla que dentro de la ley y el reglamento ayudé para que salieran de la mejor manera posible para el club.
Como especialista en lavado de activos, ¿qué piensa hacer en su club? En el fútbol se habla mucho de ese asunto, y también de los pases puente.
La figura del pase puente no es ilegal. Es una negociación donde el jugador nunca viene al club, pero no es ilegal. Hay clubes que recibieron dinero por los famosos pases puente. Yo, de hecho, patrociné clubes, no solo a Rampla, involucrados en la figura del pase puente. En nuestro Derecho no es ilegal y está gravado por la Dirección General Impositiva. Pero obviamente es una actividad que se presta mucho para por lo menos cosas extrañas. Me ha pasado como presidente recibir las ofertas más bizarras, por así decirlo.
¿Por ejemplo?
Negociaciones en las que te ofrecen jugadores que uno no tienen idea de cómo juegan pero te dicen: “Si lo llevás al club te doy tanto”. “¿Pero de qué juega?”. “No importa, llevalo y después vemos”.
¿Cómo evalúa la legislación uruguaya en esa materia?
Creo que está bastante acompasada y que en algún punto se ha ido un poquito para el otro lado en lo que son los sujetos obligados. Muchas veces, a los profesionales, los abogados, los escribanos, se nos exigen unas diligencias tan grandes respecto al cliente que es hasta incómodo. A menudo nos cuesta transmitirle al cliente que no somos la DGI sino que necesitamos cumplir con las normas que exige el Banco Central. A mí me ha costado en un caso perder un cliente porque no le gustaba la forma en la que le parecía que lo estaba interpelando cuando lo único que estaba haciendo era cumplir con la normativa.
Otros casos sonados
En 2016 participó en la defensa de los socios de la constructora Weiss Sztryk Weiss en la causa por la que Eugenio Figueredo fue procesado por estafa y lavado de activos en la Conmebol.
Es abogado de la familia de Valeria Sosa, la mujer a la que su expareja —un policía— asesinó en febrero de 2017. Los familiares de Sosa (29 años) demandaron al Ministerio del Interior por US$ 700.000 por daño moral y US$ 32.000 por lucro cesante contra el Estado, porque la víctima había denunciado previamente a su expareja, a quien nunca se le retiró el arma de reglamento —con la que la mató—, ni se accionaron los protocolos de control interno del Ministerio del Interior. La causa sigue en curso.
Defendió al senador Leonardo de León en la causa que investigó el uso de tarjetas corporativas en Alur, luego de una denuncia que presentó el Partido Independiente ante el Juzgado de Crimen Organizado el año pasado, un asunto que fue archivado pero que continúa a estudio del Parlamento. Durán también es su abogado en el caso de la presunta foto viral en la que aparecía De León tomando whisky en un avión de Alur que se viralizó.
Desde hace tiempo se ocupa de los casos judiciales relacionados con Rampla Juniors. Uno de los últimos fue el que ocurrió el año pasado, cuando un hombre fue procesado con prisión después de balear la sede de la institución.