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    Casamiento / Damiani · Dabezies

    Conformado con un bombo, violín y guitarras, el coro marcó la entrada de Camila Dabezies a la parroquia Virgen del Carmen y Santa Teresita (Carmelitas) acompañada de su padre, la noche del sábado 10. Su vestido elegante, geométrico y puro, diseñado por Alejandra Asplanato, se combinó con el tocado de Isabel Navarro, una corona creada con margaritas, perlas y hojas en cobre, peltre y dorado. Fernando Damiani —también conocido por el sobrenombre Oveja— la esperaba en el altar, entre nervios y alegría.

    Su historia comenzó a escribirse hace ocho años, cuando Camila y Fernando se conocieron a través de Movimiento Luceros, una obra social católica liderada por jóvenes que reparten comida en la zona del Prado a personas en situación de calle. El encuentro entre los dos fue un 4 de noviembre; ella tenía 18 años y él 19, y un mes y medio después se ennoviaron.

    Cuando cumplieron siete años de novios salieron a cenar al restaurante La Perdiz. Allí, Fernando sorprendió a Camila con una pregunta: “¿Qué falta para que nos casemos?”, y después le presentó el anillo. La fecha del casamiento no fue elegida por casualidad. Los preparativos giraron en torno a los estudios de Camila, que en julio de 2017 se recibió de médica. Para continuar sus estudios en pediatría, debía dar la prueba de ingreso en diciembre de 2017, y dedicó los últimos meses del año a estudiar. En abril comenzará las clases, y marzo era el mes en que todo cuadró para casarse.

    El valor de la familia se reflejó en pequeños detalles durante la noche: la novia llevó un rosario de su abuela, un objeto que está en la familia hace unos 100 años y fue utilizado también por su madre y sus tías; el coro lo formó Josefina, la hermana de Fernando, y lo integró también el primo del novio, y el cura que ofició la ceremonia fue Paul Dabezies, el tío de Camila. Además, amigos y familiares que hicieron peticiones y agradecimientos hicieron referencia al “testimonio vivo” de los padres de los novios, quienes con su ejemplo de amor representan los valores que guiarán a Camila y a Fernando en su vida juntos.

    Tanto un amigo de Fernando que vive en Edimburgo como su primo, que lo hace en Francia, viajaron para estar presentes esa noche. Otro de los mejores amigos del novio no pudo estar presente en la ceremonia, pero envió una petición especial —y sorpresiva— para que leyeran en su nombre en la iglesia.

    Luego de la ceremonia religiosa en la parroquia de los Carmelitas —elegida no solo porque se ubica en el barrio donde se criaron los novios sino también porque es a la que asisten con frecuencia a misa—, los festejos continuaron en la chacra San José. Durante la fiesta, la novia preparó una sorpresa: en el momento del cotillón unas 30 personas se pusieron caretas de ovejas, haciendo alusión al sobrenombre del novio. El resto del cotillón fue temático de Peñarol, en señal del fanatismo que le tienen al equipo de fútbol.

    Para la luna de miel, los novios emprendieron un viaje a Orlando y Playa del Carmen. Les divertía conocer Disney juntos y esta era la excusa ideal para hacerlo.