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    Costa Rica, país “pionero” en implantar política verde, enfrenta efectos del cambio climático; el sector privado pide más ayuda

    Costa Rica (María Paz Sartori, enviada). Los pájaros se escuchan por todos lados, pero no se ven. El sol ingresa entre rendijas de la frondosa vegetación del bosque nuboso de la Reserva Forestal Monteverde, al noroeste de Costa Rica. El trillo está prolijamente marcado, el guía viste su uniforme de trabajo y el gift shop está abierto para recibir a los turistas al regreso del recorrido. La destreza para encontrar insectos, aves y pequeñísimos hongos y orquídeas en medio de una invasión de verde denota entrenamiento y años de estudio del joven. Todo está montado y fluye. Hace 70 años allí había ganado, hasta que el destino, la voluntad privada y los incentivos públicos hicieron cambiar el paisaje. Este no es el único ejemplo, el turismo verde está a la orden del día en Costa Rica.

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    Mientras recorre el bosque, el guía Félix Barrantes explica que ese lugar está cambiando, que antes llovía más seguido, que la nubosidad estaba instalada la mayor parte del tiempo, que hay especies de anfibios que ya no se encuentran y que en la reserva les preocupa que el ave quetzal quede desprotegida. Estridente, de color verde y rojo, el quetzal es un ave muy especial para esta área de Centroamérica y es símbolo patrio en Guatemala. ¿Podrá seguir acudiendo a Monteverde a anidar y encontrar alimentos ante tanto cambio? Las preocupaciones de Barrantes y la información que provee no es fortuita, es resultado de años de investigación del científico Alan Pounds en la reserva.

    Los registros de datos climáticos allí se remontan a 1970. Según su monitoreo, ahora hay más períodos de días secos y cuando llueve el agua cae toda junta. Las especies acostumbradas a una humedad más constante sufren. Las orquídeas la necesitan, los reptiles también. Pounds contó a Búsqueda que según sus registros, las lagartijas están disminuyendo en abundancia, los reptiles son muy sensibles a los cambios. El científico teme por el alimento para el quetzal y la cadena comienza a verse afectada.

    Considerado como uno de los 20 países con mayor biodiversidad del mundo, Costa Rica tiene costas sobre el océano Pacífico y sobre el mar Caribe, zonas selváticas de bosque lluvioso, áreas montañosas con bosque nuboso, volcanes y una industria del turismo abocada a mostrarlo todo.

    Desde Monteverde parte una sinuosa carretera de una carretera angosta cargada de subidas y bajadas, vegetación exuberante y una geografía repleta de cerros y valles. Es la ruta a una de las plantas de procesamiento de la cosecha de café de la cooperativa costarricense Coopeldos. Reúne a 380 productores de la zona de Tilarán, Abangares y Monteverde que trabajan en 500 hectáreas y producen unos 550.000 kilos de café por año (el equivalente a 12.000 quintales, mientras el país en total produce 12 millones de quintales). Las instalaciones son prolijas y modestas y la sala de reuniones y recepción está decorada con algunos diplomas de certificaciones de calidad. Dos exhiben el logo de Latu Sistemas de Uruguay que cuenta con un servicio de asesoramiento para la transformación empresarial en Costa Rica.

    La cooperativa ha iniciado el camino de medir las emisiones de gases de efecto invernadero que se genera en las diferentes etapas de producción. Por iniciativa del gobierno a través del Instituto del Café, Coopeldos fue convocada para participar en Acciones de Mitigación Nacionalmente Apropiadas (NAMA por sus siglas en inglés), estrategias de mitigación de gases de efecto invernadero para sectores de actividad que reciben fondos internacionales para poder concretarlas. La herramienta que parte de la Convención Marco de Naciones Unidas de Cambio Climático contribuye a la meta de reducción de gases que ha planteado Costa Rica sellada por el Acuerdo de París de 2015 que se negoció en el marco de esta convención. El café, la banana y la piña son actividades agropecuarias que caracterizan al país, aunque la mayor parte es ganadero. Por eso el gobierno ha comenzado recientemente a trabajar con productores en otra NAMA para reducir emisiones de la ganadería.

    Ante la convención, Costa Rica se comprometió a detener el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 y llegar a la carbononeutralidad para finales de siglo (cuando las emisiones se equiparan a las acciones de reducción y compensación de esos gases). Fue pionero en anunciar en 2009 su meta de carbononeutralidad y ganó en imagen como país verde a escala internacional. Se trazó un objetivo cercano y luego recalculó su agenda y un nuevo horizonte. Era difícil la tarea. En el país los conceptos “cambio climático”, “carbono neutral”, “emisiones de gases”, le suenan conocidos tanto a pequeños productores como a grandes empresarios. De hecho, el gobierno expide certificaciones de carbononeutralidad al sector privado para aquellas empresas que cumplan con el objetivo y existe interés en ellas para poder posicionar los productos al momento de exportar.

    Pero la meta no salió de la galera, el país llevaba décadas de trabajo en temas ambientales. “Llevamos muchos años ya invirtiendo en energías renovables, con un enfoque visionario en materia energética y de desarrollo sostenible” que no viene de este gobierno y “nos propusimos armar un laboratorio de descarbonización en Costa Rica”, dijo Pascal Girot, asesor del Ministerio de Ambiente y Energía y negociador en cambio climático ante Naciones Unidas durante el taller Cambio climático: transición a una economía baja en carbono en Costa Rica, que realizó Latinclima, Earth Journalism Network, Internews y The Stanley Foundation en este país en agosto.

    Oportunidad.

    Para Herbert Castillo, encargado de Mercadeo, el programa NAMA Café (que reúne a 50 cooperativas) es para Coopeldos una gran oportunidad porque podrán acceder a recursos no reembolsables para cambiar la tecnología y reducir el consumo de leña, agua y electricidad. La cooperativa usa unos 300 litros de agua por quintal de café (46 kilos). Tras la cosecha viene una etapa de procesamiento húmeda y otra seca. La nueva tecnología de origen colombiano y con adaptación costarricense no usará leña para el secado y el agua se usará poco; ya no se necesitará para el lavado y se hará mediante fricción con una centrífuga. “Va a ser mucho más eficiente y nos garantizan que vamos a sacar un 98% de café de calidad y hará el trabajo de cuatro máquinas que hay aquí”, adelantó Castillo, que espera el cambio para fin de año con una inversión de US$ 300.000. En Costa Rica los estándares de calidad para la producción de café son más exigentes que en Colombia y Brasil. Por ley los cafecultores solo pueden plantar variedades de la reconocida especie arábica. Como apuntan a posicionarse como una producción gourmet con menos volumen para los mercados de café finos, la calidad es clave.

    Castillo habla de la necesidad de producir con bajas emisiones y cuidar el ambiente para ayudar a combatir el cambio climático. Le preocupa porque, al igual que ocurre en la reserva de Monteverde, los cafecultores observan cambios en el clima y estos afectan su producción. Más del 80% del área cafetalera está entre los 800 y 1.600 metros de altitud en Costa Rica y en temperaturas entre los 17ºC y 28ºC con precipitaciones anuales entre 2.000 y 3.000 milímetros, según datos del Instituto del Café. Las condiciones son estrictas, pero el clima está cambiando.

    “Cada vez tenemos que sembrar café a más altura porque el clima se nos subió”, dijo Castillo. Para encontrar las condiciones ideales tienen que hacerlo a mayor altura y les preocupa cuánto más van a tener que subir, porque el límite es claro. Además, las lluvias en vez de darse espaciadas y permitir la maduración del café en etapas, ahora se concentran, el agua cae toda junta y “no se aprovecha”. El cambio afecta la floración. La cosecha se hacía entre noviembre y febrero y ahora solo se hace en diciembre.

    Durante 2014 y 2015, Costa Rica sufrió los fenómenos climáticos conocidos como La Niña y El Niño, que produjo una “reducción drástica” de precipitaciones en la provincia de Guanacaste en el noroeste del país sobre el océano Pacífico y lluvias muy intensas en el este del lado del Caribe, contó Girot. Los efectos del cambio climático podrían intensificar la variabilidad y hacer que fenómenos esporádicos pasen a ser más frecuentes, extremos e intensos y se conviertan “en la norma y no en la excepción” a finales de siglo. Otra amenaza vinculada al cambio climático es el aumento del nivel del mar que también podría afectar a Costa Rica, al turismo y a las poblaciones asentadas en zonas bajas como Punta Arenas, al noroeste del país. Proteger el ambiente y reducir emisiones para enfrentar el problema del cambio climático es central para el país.

    El Volcan Arenal es un atractivo para los turistas en Costa Rica. Es un área de conservación en la que no se permite explotar su potencial de energía geotérmica.

    Pioneros.

    Más del 25% del territorio de Costa Rica está bajo algún régimen de protección especial y más de la mitad lo ocupa superficie boscosa, que no se puede deforestar bajo ningún concepto. “Es un orgullo caracterizarse como un país que se anima a ser innovador en temas ambientales y que en cada rincón del mundo sea reconocido como un país verde no es fortuito. Costa Rica es uno de los pocos países que han logrado revertir la deforestación (el bosque llegó a ocupar el 20% de la superficie)”, señaló Edgar Gutiérrez, ministro de Ambiente y Energía.

    “Hemos sido pioneros en algunas cosas y somos conocidos por ellas, pero hay otras en las que estamos desactualizados (como el transporte) y si no cambiamos no vamos a tener una economía baja en emisiones. Fuimos pioneros en marcar la cancha y generar nuestra electricidad con fuentes renovables, fuimos de los primeros en ponerles impuestos a los combustibles fósiles”, cuya recaudación se usa en gran parte para temas ambientales, destacó Irene Cañas, viceministra de Energía. Para Gutiérrez, el “lunar más negro” actualmente es la falta de tratamiento de las aguas residuales y la necesidad de obras de saneamiento en todo el país.

    En las décadas de 1970 y 1980 el país le dio forma a su sistema de áreas protegidas y montó esquemas de recuperación de cobertura forestal. El gran problema por aquel entonces era la deforestación para dar lugar a tierras productivas para el sector agropecuario, para la ganadería y las plantaciones de banana. Fue en esa época que brotaron las fundaciones públicas y privadas con el objetivo de conservar la naturaleza apalancados por incentivos de gobierno y por conciencia ambiental, aunque los números no cierren del todo. Encuestas a nivel país han arrojado resultados como que el 75% de los costarricenses tienen una conciencia ambiental o que uno de cada cuatro hace voluntariado ambiental.

    “Trabajamos en los temas de sostenibilidad, muchas empresas quieren comenzar a diferenciarse, a medir impactos, a tener sellos o certificaciones como la de carbononeutralidad. Somos articuladores y encaminamos a las empresas hacia un desarrollo bajo en emisiones”, dijo Pablo Rojas, director ambiental de la Asociación Empresarial por el Desarrollo de Costa Rica que nuclea a 150 organizaciones, de las cuales 40 están trabajando en sistemas de compensación de emisiones y carbononeutralidad.

    Gutiérrez comentó a Búsqueda que últimamente el país ha logrado establecer una agenda verde común a los ministerios de Agricultura y Ganadería y el de Ambiente (creado en 1995) tras años de celos.

    La Reserva Forestal Monteverde recibió en 2016 a 96.000 turistas. Con eso cubre gran parte de sus costos que incluyen 45 funcionarios para que todo funcione. Es privada, pertenece al Centro de Ciencias Tropicales y recibe unos 60 dólares por hectárea por año del gobierno por conservar el bosque que forma parte de un corredor biológico conectado con otras reservas privadas. Pero eso no alcanza.

    Obtiene dinero del Estado del programa Pagos por Servicios Ambientales (PSA). El Estado les paga a propietarios de bosques y plantaciones forestales por los servicios ambientales que proveen. Abona en cuatro categorías: por mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero, protección del agua (para uso urbano rural o hidroeléctrico), por proteger la biodiversidad para su conservación y por belleza escénica para fines turísticos y científicos.

    Para Rafael Gallo, miembro de la Red de Reservas Naturales de Costa Rica y dueño de Ríos Tropicales, “el PSA es un muy buen programa, pero no soluciona los problemas que quiere solucionar y es que la gente no corte bosque y pueda vivir de ese bosque”. Mientras el gobierno paga 60 dólares por hectárea, arrendar la tierra para producir podría generar ocho veces más ingresos.

    El tema es que solo el 20% de quienes conservan bosque reciben retribución del Estado por hacerlo y tras aplicar el beneficio mediante una matriz de priorización lo reciben sobre todo pequeños productores. Fruto del impuesto a los combustibles fósiles el Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (Fonafifo) recibe 28 millones de dólares y otros dos por el canon de agua, que se usa para pagar los PSA, pero no le alcanza. Costa Rica apostó a obtener fondos internacionales para esto en la década de 1990, pero la declaración como país de renta media y la falta de interés internacional no colaboró. Pese a que no todos reciben el pago, por ley deben cumplir igual con conservar el bosque.

    “Es un esquema exitoso, probablemente necesitamos hacer modificaciones y ajustes”, reconoció Julio Mario Rodríguez, director de Fonafifo a Búsqueda. Las Unidades Costarricenses de Carbono UCC son una herramienta voluntaria mediante la cual empresas que quieren ser carbono neutro aportan para conservación y el dinero va para preservar bosques.

    Rodríguez se siente orgulloso de que Costa Rica haya mantenido el PSA sin importar banderas políticas y tras el paso del tiempo y períodos de presiones para que el impuesto a los combustibles sea quitado.

    Orgullo.

    Tras una revolución militar y la llegada de un nuevo gobierno, en 1948 se abolió el Ejército y aprobó la Constitución que rige hoy en Costa Rica. En 1949 se creó el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) que por ley desde entonces está obligado a garantizar el suministro eléctrico del país, que está un 99,6% electrificado y administra gran parte de la llegada del servicio mediante cooperativas sin fines de lucro. La ley de creación determina que “va a ser uso de la naturaleza que el país posee pero va a ser responsable de garantizar la protección de esos recursos para las generaciones futuras. Es decir, ese concepto de sostenibilidad ambiental que está hoy tan en boga era un concepto que se manejaba a inicios de siglo XX (con el regreso al país de costarricenses formados en Europa) y se materializa por ley en la década de 1940. Me llena de orgullo”, dijo Elbert Durán, a cargo de la comunicación del ICE, que ahora está embarcado en el proceso de medición de su huella de carbono para reducir luego las emisiones y aportar a la causa nacional.

    Costa Rica produce energía en un 99% con energías renovables: domina la hidroeléctrica un 75% y en menor medida geotérmica con 15%, y la eólica ronda el 10% (con inversiones públicas y privadas) y algunas experiencias puntuales en solar y biomasa. Fue pionero en la introducción de la eólica que comenzó en 1994, luego perdió impulso y ahora está remontando. El país tiene condiciones de viento en el norte pero hay períodos en los que el viento merma, es casi nulo, y eso hace que la energía por eólica sea una fuente muy variable y que el gobierno se haya dedicado a promover la energía hidroeléctrica con una serie de represas que le aportan estabilidad al sistema.

    Volcanes activos que expulsan cada tanto ceniza y gas son parte del atractivo turístico de este país tan diverso. La geotermia, energía generada a partir del calor que emana de la tierra, es una opción que se ha desarrollado, pero el mayor potencial resulta inaccesible. Se encuentra en las zonas aledañas a los volcanes que están en áreas protegidas y en las que el gobierno prohíbe explotar recursos. Por eso la geotermia se desarrolla alrededor de estas áreas protegidas que contienen a los volcanes, y tiene un techo que el Estado no está dispuesto a extender en aras de proteger el ambiente. Además, este es el segundo gobierno consecutivo que mediante una enmienda congela temporalmente la posibilidad de realizar exploraciones para explotar combustibles fósiles. Gutiérrez informó que el gobierno analiza ahora presentar un proyecto de ley para prohibirlo definitivamente.

    Salud, Ciencia y Ambiente
    2017-08-17T00:00:00