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    Cuando Cavani juega en Salto

    El delantero del PSG y la Selección uruguaya volvió a su ciudad natal para terminar el mejor año de su carrera futbolística con un partido a beneficio

    Edinson Cavani todavía no llegó y Ramón Sosa ya lo está esperando. Todos los días El abuelo, como le dicen sus conocidos, se levanta, camina unas pocas cuadras y se instala en la cancha de baby fútbol del Nacional Fútbol Club de Salto. Desde hace diez años pasa sus tardes allí, en un predio rodeado de árboles en el que más de 150 niños sueñan con convertirse en jugadores profesionales. Para los más pequeños, Sosa más que el canchero es “el dueño de la cancha”. Por momentos también se transforma en técnico, o incluso actúa como un padre. “Cuando hay que rezongar a algún chiquilín soy el primero en hablar”, cuenta. Y confiesa que lo que menos le gusta es ver llegar niños con camisetas de Peñarol. “Es inaceptable”, dice entre risas. 

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    Es 28 de diciembre, hay más de 34 grados y la temporada de baby fútbol ya terminó. Pero El abuelo sigue en la zona. Es que se enteró de que uno de los jugadores más valiosos de Salto -—y tambiéuno de los más exitosos del mundo— llegó a la ciudad y quiere ser el primero en recibirlo. Con la vista puesta en la calle de pedregullo, no puede disimular la ansiedad de reencontrase con aquel niño que empezó su carrera en esa misma cancha.

    Edinson, el Edi, el Matador, el delantero que hoy triunfa en Europa y que también viste la camiseta de la Selección, vuelve todos los años al lugar en el que nació. Y nunca se olvida de la cancha. Suele regresar a Salto para las Fiestas y se reserva una mañana para caminar por el terreno.  “En 2017 vino con su novia de Bella Unión y cuando entró me dijo que no podía creer cómo había cambiado la canchita”, cuenta Sosa sentado en uno de los bancos pintados de blanco y rojo. Edinson suele llegar con el mate, caminar por el césped y recordar las tardes que pasó allí junto a sus compañeros. También se detiene y observa el estado de la cancha, justamente porque desde hace años ayuda a mantenerla. “Los tejados y las luces las donó con el pase al Paris Saint-Germain”, cuenta el presidente del club, Fernando Cano. En 2013, el delantero salteño se pasó del Napoli (Italia) al cuadro francés por 64 millones de euros, lo que en su momento lo convirtió en el fichaje más caro en la historia del fútbol francés.

    Inquieto y tímido, Cavani (30) empezó a jugar al fútbol cuando tenía seis años, pero su familia siempre estuvo vinculada a ese deporte. “El padre, Luis, fue jugador y entrenador en Salto. Su tío también jugó; entonces creció con una pelota abajo del brazo”, recuerda su madre, Berta Gómez. Durante su infancia, además, vio crecer a un hombre que lo inspiró y se convirtió en su ídolo: Walter Fernando Guglielmone, su hermano mayor, jugador de fútbol y ahora su representante. Walter Fernando nació del primer matrimonio de Berta, pero siempre estuvo presente. “Edi lo admira y siempre quiso ser como él”, asegura la madre, orgullosa. Cuando el actual jugador de la Selección se acercó al club de baby fútbol, su hermano estaba por pasar a formativas y lo acompañó en todo el proceso.

    El técnico que acompañó a Edinson desde los seis hasta los 10 años todavía recuerda la primera vez que llegó al complejo de Nacional. El lugar, en una esquina céntrica cerca de la cancha de baby fútbol, solía tener su fachada pintada de blanco, rojo y azul. Hoy está decorado con fotografías e ilustraciones de Luis Suárez y Edinson Cavani, los dos ídolos del departamento. Esta suerte de homenaje se completa con extractos de entrevistas, imágenes actuales y fotografías de los equipos de baby fútbol a los que ambos pertenecieron. 

    Edinson llegó al club hace 24 años acompañado por su padre, conocido por la mayoría de los vecinos de la zona. Aunque ellos vivían en Gallino -—un barrio alejado de la ciudad y del complejo—, Luis había jugado en la selección de Salto y en ese momento era el director técnico del plantel. Por entonces, Carmelo Cesarini recién se había sumado al equipo de Nacional como entrenador. “Había dirigido un cuadro de Salto y me llamó un amigo para que comenzara a formar parte. Estaban intentando rearmar el club porque estaba muy dejado”, cuenta antes de asegurar que “su ingreso no pasó desapercibido”. Edinson llegó a Nacional para jugar un campeonato organizado para chicos de cinco y seis años. Era un niño flaco y un poco bajo que entró acompañado por su padre y de la mano de su madre. “Ya había comenzado el campeonato, pero Luis me dijo que había traído a su hijo. ‘El hombre quiere jugar’, me dijo y le pregunté si tenía championes. Escondido detrás de su padre me contestó que sí y entró a la cancha”, recuerda Carmelo. El exentrenador se emociona al hablar del niño que lo sorprendió apenas lo vio. Ya conocía al padre, pero no sabía del talento de Edinson. “Sé que era muy chico, pero en el momento en que empezó a correr y a andar atrás de la pelota se notó que era diferente a los demás”, explica Carmelo. La desigualdad era notoria y, a veces, perjudicaba los entrenamientos. La mayoría de los compañeros de Edinson cumplían el ritmo de la práctica, pero él no. “A veces se aburría. Los mandábamos a correr y era el primero en llegar. Lo mismo pasaba cuando proponía otros ejercicios”, cuenta el técnico. Con los años, aquel niño que se escondió detrás del padre cambió su timidez por ansiedad. Y siempre quería jugar.

    Según el extécnico, Edinson se transformaba cuando ingresaba a la cancha. Aunque era un niño, guiaba a sus compañeros, se enojaba por los errores y remarcaba las malas jugadas. “Era muy calentón”, recuerda Carmelo y dice que “al Edi le gustaba atacar y jugar como delantero”. Al principio fue difícil definir su posición, pero luego fue indiscutible su lugar en la cancha. “Podía defender y siempre estaba dando vueltas por la cancha. Siempre supimos, de cualquier manera, que nació para ser delantero”, concluye Carmelo.  Edinson dejó Nacional por su padre. Luis se fue a dirigir otro cuadro y llevó a su hijo. Pasó por Peñarol salteño, donde fue compañero de Fornaroli, y debutó en la Primera División de Salto con 14 años. Con la ayuda del empresario y contratista Pablo Bentancur llegó a Montevideo para probarse en Liverpool, pero no se adaptó y volvió a su casa. “Siempre fue muy apegado a la familia y le costó separarse de nosotros”, dice su madre. 

    Por el monte. Durante su niñez, Edinson se acostumbró a pasar varios días fuera de su casa. Carmelo solía irlo a buscar al colegio Nuestra Señora del Carmen, al que también asistía su hijo. Luego iban a buscar la ropa de la práctica, se cambiaba e iban a entrenarse. Sus padres, que trabajaban en la ONG Aldeas de la Bondad, muchas veces terminaban la jornada tarde y él se quedaba a dormir en lo del técnico. “En algunas noches de verano se quedaba en casa. A pesar del calor, tiraban un acolchado en el living y estaban hasta tarde jugando”, cuenta Carmelo. Otros días los pasaba en el monte cerca de la casa en la que creció, a tres cuadras de la escuela Nº 81, a la que Edinson fue solo un año.  Ahora algunas de las calles del barrio Gallino están asfaltadas y la zona está repleta de casas y complejos en los que viven cientos de familias. Sin embargo, “antes era diferente”, dice Jacqueline Curbelo, vecina de la cuadra. En la época en la que la familia vivió en el barrio, la zona estaba rodeada por un gran monte.

    Edinson y su barra de amigos solían organizar partidos y jugar frente a su casa. “Podían estar horas jugando y su casa era el punto de encuentro del grupo”, cuenta Curbelo. Pasaban las noches bailando junto a Fernando y Christian, su otro hermano. La casa de la familia, que ahora está cercada, no tenía rejas ni separaciones con las viviendas de alrededor. Por eso, era usual que los vecinos se juntaran en su patio para pasar el rato, recuerda Jacqueline. Algunos días, sin embargo, Edinson desaparecía entre los montes y podía dedicar horas a su otra pasión: los pájaros. Desde pequeño se relacionó con los animales y solía pasar tardes enteras en busca de aves para llevarse a su casa. “Tenía una pajarera repleta y siempre hablaba de lo mucho que le gustaban los animales”, cuenta Jacqueline y reafirma Berta. “Mis hijos tenían cardenales y a mí no me gustaba que estuvieran encerrados, pero él les hablaba, los cuidaba y luego los soltaba”, recuerda la madre de Edinson. Su padre trabajaba en el mantenimiento de carreteras y él aprovechaba sus tardes libres para acompañarlo en el tractor y colocar trampas en cuanto lugar encontraba. “No tenía malas intenciones”, vuelve a aclarar Berta y agrega que los tomaba y luego los protegía en su hogar. Todavía mantiene ese vínculo con los animales. En su casa de París, lejos del campo y los montes, tiene dos papagayos. “Él viviría en el campo rodeado de animales, por eso disfruta tanto volver a Salto”, cuenta Berta.

    En sus vacaciones, el jugador viaja a Uruguay y, particularmente, al departamento en el que nació. Cuando llega aprovecha para pasar sus tardes entre la caza y la pesca. Puede estar horas en una zona tranquila con una caña  o en la búsqueda de jabalíes para cazar, cuentan sus amigos. “Para él estar acá es lo máximo”, asegura la madre, que ahora vive en un moderno edificio de la ciudad. Sus padres se separaron cuando él era adolescente y, desde entonces, se mudó al menos tres veces. A los 15 años volvió a Montevideo para probarse en Danubio y, con el apoyo de la familia, se adaptó.  “Siempre lo acompañamos para que aguantara, pero fue complicado para todos porque somos muy unidos”, dice Berta. El jugador estuvo en el equipo montevideano durante dos años y después se fue a Palermo, en Argentina. También jugó en el Napoli —donde se convirtió en un ídolo internacional— y hace cuatro años llegó al PSG. Su carrera no para de crecer y, para muchos, el 2017 fue su año. El salteño, que se ganó el apodo de el Matador, marcó 53 goles y es uno de los mayores goleadores del mundo. Además, sus anotaciones colaboraron para que el PSG lidere la tabla de posiciones de la Liga Francesa. 

    Su madre está orgullosa, pero todavía lo extraña como la primera vez que se fue a Montevideo. “No deja de ser difícil”, asegura. Su gran consuelo es que Edinson vive con Walter, que desde que se retiró es su representante.  “Él tiene familia en Uruguay pero está mucho tiempo al año en Francia”, dice sobre su hijo mayor. A pesar de la distancia, Berta intenta estar cerca de sus hijos y viaja todas las veces que puede. “Paso medio año en Salto y la otra parte en Europa. Edi es el más chico de la familia y no puedo evitar estar detrás de él”. Al jugador, la distancia también lo afecta, pero tener a su hermano a su lado lo reconforta. “Como es el más grande siempre fue su principal pilar y sigue siendo su ídolo”, dice la madre, ahora feliz de haber podido pasar Navidad y Fin de Año con su hijo. Aunque cuando Edinson regresa suele hospedarse en la chacra de su padre, llamada Paraíso, Berta intenta estar siempre cerca. Ubicada a cinco kilómetros de la ciudad, la enorme casa naranja está rodeada de ovejas y un gran predio verde que refleja el estilo de vida que le gusta a Edinson. 

    Un niño tímido. Desde pequeño mostró su carácter en el fútbol, pero en la escuela era diferente. “No participaba en clase y solía ser muy callado”, cuenta Cristina Testa, una de las maestras del Colegio Nuestra Señora del Carmen de Salto, institución de la que fue alumno entre segundo y sexto. “Apenas sonaba el timbre, dejaba la timidez de lado y salía corriendo a jugar un partido en el recreo”, recuerda la maestra. Mientras asistió al colegio, Edinson era tema de conversación usual en las reuniones docentes. Un día, recuerda Cristina, una de las maestras estaba preocupada porque él no mostraba interés en el estudio. Entonces, le pidieron consejos al padre Victorino Massarino, quien fue director de la institución por 40 años. El consejero enseguida les dijo que no se preocuparan. “‘El futuro del chico está en sus pies’, nos contestó, y hasta hoy nos acordamos. Fue un visionario”, cuenta Cristina. “Tiene que estudiar matemática porque le va a servir para manejarse en el fútbol”, solía decirle el padre Victorino a las maestras, que recuerdan a Edinson como un niño respetuoso. Aunque no le gustaba estudiar, siempre llegaba con una bolsa de naranjas y  convidaba a sus compañeros en clase. El jugador terminó la escuela, pero dejó el liceo para dedicarse al fútbol. Ahora comenzó a estudiar Agronomía, pensando en trabajar en el campo luego de retirarse. “Si pudiera, Edi viviría siempre en el campo, rodeado de animales. Es un proyecto para cuando termine su carrera”, dice Berta antes de salir al partido benéfico que la familia organizó en Salto para terminar el 2017 y donde Edi fue la estrella. 

    Un hombre solidario. Desde que se casó con Soledad Cabris—su exmujer—, Edinson se refugió en la fe. Mientras estaba en Italia se acostumbró a leer la Biblia y a estudiar sobre religión. Junto a Soledad, Edinson solía hablar con Huber, un pastor evangelista que se convirtió en su guía y consejero. Desde entonces, siente un gran vínculo con Dios. Por esta razón, además, considera que es importante devolver lo que recibió cuando empezó a dar sus primeros pasos en Salto. Además de hacer donaciones al Nacional Fútbol Club, colabora con distintas organizaciones del departamento. En diciembre y por segunda vez, con su familia realizó un partido benéfico para recaudar fondos para la Asociación Down de Salto. “Se bajó del PSG y vino a jugar un partido para su pueblo y su gente”, resume la amiga de la familia Cely Feris. Hace unos meses, Cely estuvo en la casa de Edinson en París y recuerda que lo vio jugar un partido en el que marcó dos goles. “Fue impresionante ver cómo ese chiquilín que hacía unos días estuvo sentado con nosotros tomando mate era una figura que despertaba tanta admiración y pasión en los fanáticos”.

    En la tardecita del jueves 28, lejos de los lujosos estadios en los que acostumbra jugar, el uruguayo fue protagonista en el evento del Ernesto Dickinson en Salto. Por la lluvia que cayó esa tarde, la cancha parecía un poco resbaladiza, pero al delantero no le importó. Edinson se colocó una camiseta anaranjada y jugó en un partido que fue transmitido por DirecTV para ocho millones de televidentes en todo mundo. El estadio estaba repleto. Cientos de niños con la remera del PSG o de la Selección, con el nombre de Edinson Cavani estampado en la espalda, miraron el partido ilusionados. Otros tantos se quedaron en la entrada para ver si podían ver a su ídolo pasar. Antes de entrar a la cancha, Edinson merendó con su equipo —formado por Walter Gargano, Gastón Silva y varios amigos— y el conjunto rival en un hotel cercano. Quienes estuvieron en la comida aseguran que, por su humildad y sencillez, el goleador era uno más, pero al estadio entró como un ídolo. Apenas se oyó que el ómnibus estacionó, una veintena de niños empezaron a corear el nombre del jugador que —siempre— los hace soñar.

    La bienvenida al ídolo

    Luego de que la Selección uruguaya de fútbol terminó cuarta en el Mundial de Sudáfrica en 2010, Edinson Cavani fue recibido en Salto como un héroe. Miles se unieron a una inmensa caravana que demoró más de tres horas en recorrer 15 kilómetros. “Fue una locura ver la pasión que despertó cuando llegó”, cuenta un amigo de su infancia. Familias enteras con las caras pintadas y con camisetas de Uruguay se reunieron para ver a su ídolo que, al hablar, no pudo contener la emoción. “Arriba Salto y Uruguay”, dijo Edinson antes de quebrarse y comenzar a llorar. La noche fue inolvidable para muchos salteños que admiran al jugador. “Todos los años vuelve con la misma humildad que lo caracteriza”, relata su vecina, Jacqueline.

    El departamento es fiel a su ídolo. De hecho, el jugador fue nombrado Ciudadano Ilustre de Salto en 2014 y recibió una yegua como obsequio por la cabaña San Telmo. “Estoy orgulloso de ser salteño y ese orgullo siempre lo llevo a todos lados. Es parte de mi vida junto a mi familia”, dijo Edinson cuando recibió el premio.