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    Editorial

    N° 1954 - 25 al 31 de Enero de 2018

    , regenerado3

    Su padre era periodista y él llegó al oficio a los 17 años. Claudio Paolillo, que murió este viernes 19 de enero, estaba terminando el liceo y era el mediocampista central de Racing. Estudiaba y jugaba al fútbol semiprofesional. Su padre murió muy joven y a Claudio lo llamaron de El Día. Tuvo que elegir. Y se quedó con el diario, porque ahí le pagaban y en el fútbol no. En su casa la cosa estaba brava en serio. Él lo contó: durante un año comió en el INDA (Instituto Nacional de Alimentación); al mediodía su hermano y él hacían la fila y almorzaban en el comedor de Ciudad Vieja. 

    Paolillo era un peleador, pero además tenía una poderosa inteligencia. Estaba de punta contra la dictadura y buscó en qué medio podía luchar mejor contra ella. 

    En nuestras páginas hoy publicamos una foto fantástica. Como era dirigente sindical de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), aparece en una manifestación por 18 de Julio, en plena dictadura, con un cartel de “Libertad de prensa ya”. Iban con pañuelos en la boca y vendas, para mostrar que estaban amordazados. Paolillo está en primera fila, llevando el cartel. 

    Al poco tiempo entró a Búsqueda, en febrero de 1985. Era militante del Partido Socialista, pero cuando volvió la democracia se dio cuenta de que aquello no era lo que estaba buscando y renunció. “Cuando volvió la libertad y empecé a sentirle el gusto dije: “¡Yo no soy leninista nada! ¿Qué es esto de centralismo democrático donde se discute todo adentro y después todos votan lo que se resuelve por mayoría y no hay nadie que pueda decir su opinión contraria? Eso no, yo soy libre”, recordó en una entrevista con Ana Jerozolimski para Montevideo Portal.

    En Búsqueda hizo su carrera hasta que llegó a director, cargó que ocupó entre 2005 y 2017. El cáncer de páncreas le fue diagnosticado en 2016, pero siguió vinculado al semanario como consejero periodístico y académico, además de columnista. Ejerció la docencia. Quienes asistieron a sus clases no lo olvidan. 

    Luchó por la libertad de prensa de la región desde la SIP como presidente de la Comisión de Prensa. Dio peleas importantes. Despertaba admiración en los representantes de los diarios del mundo y ganó muchas batallas defendiendo la libertad de expresión. 

    Escribió un libro formidable, Con los días contados, que debería estudiarse como manual en cualquier escuela de periodismo. 

    Era el alma de la redacción. Cuidaba a sus periodistas. Quería que todos escribiéramos cada vez mejor. Nos enseñó a ser rigurosos. A tener independencia. Siempre tenía un rato para hablar con los reporteros, los de siempre y los nuevos. Se hacía el tiempo para hablar con lectores. Tenía una natural bonhomía para ir por la vida. Se llevaba bien con la gente. Disfrutaba del humor que suele recorrer las redacciones. Era gracioso. Podía imitar muy bien —con voz y tonos perfectos— a varios políticos. Era apasionado para todo: iba a ver a Defensor y miraba todo el partido de pie. Disfrutaba de su vida con su mujer, Adriana, y sus tres hijos. Mantuvo amigos periodistas de todos los pelos y eso se vio en su velorio, donde estuvieron colegas de medios de izquierda, cameramen, fotógrafos y periodistas de los que salen en la tele y de los que no. Estaban todos. 

    Siempre fue brillante escribiendo pero en los últimos años pasó algo raro con sus columnas: se superaban semana a semana. Estaba más zafado, o más seguro de sí mismo, escribiendo mejor que nunca. Pegaba al gobierno y al Frente Amplio, a los sindicatos, a Hugo Chávez, a Cuba, al kirchnerismo, a Lula, al Islam, a la derecha y a la izquierda. Era coherente con su pensamiento. Pegaba. Como un boxeador. 

    Tenía una cosa preciosa: cada nota lo entusiasmaba. Hace unas semanas llamó a un periodista de Búsqueda a leerle la columna que estaba por publicar y que, sin saberlo, iba a ser la última. Mientras la leía, su voz se encendió, entusiasmado, feliz con lo que iba a publicar. Como un niño. Como un boxeador. Era una mezcla de todo. 

    En muchos aspectos es irremplazable. Uruguay necesita periodistas independientes. Que no trabajen para el Estado ni para empresas, que quieran ir contra el statu quo. Necesitamos periodistas bien pagos, con tiempo para trabajar y para seguir formándose. Ojalá la pluma y la rebeldía de Paolillo calen en algún joven, quizá en un gurí, y, en algún momento, alguien recoja el guante de ser tan brillante. No es fácil. La vara quedó muy alta. 

    El secreto

    Fui amiga de Claudio y de Adriana, tuve el privilegio de estar en su casa, en su cumpleaños, y que viniera a la mía. Pero hoy cierro los ojos y la imagen que tengo y que quiero compartir con mis amigos y colegas de Búsqueda y galería fue cómo disfrutamos a Claudio en la fiesta de Fin de Año. Nuestras reuniones son muy sencillas, no hay invitados de afuera ni grandes shows ni sorteos. Andrés Danza y yo dijimos las cosas que se suelen decir en estas reuniones. Claudio agarró el micrófono un momento apenas y nos dijo a todos: “Manténganse unidos, ese es el secreto de Búsqueda”. 

    Se quedó un buen rato en la fiesta, tomó algo, comió, bromeó. Las chicas jóvenes habían llevado una computadora y pusieron karaoke. Cantaron Fuiste de Gilda y Te vas de Américo. Y, ya cuando la cosa se estaba apagando, Claudio dijo que iba a cantar un tema. Se paró y cantó Rosa Rosa de Sandro. Se hizo un silencio precioso. Todos éramos conscientes de que estábamos viviendo un momento muy especial, porque Claudio se estaba muriendo. Siempre fue muy bailarín, de retirada de murga —con gestos a lo Canario Luna—, de cumbia, de lo que fuere. Esa noche movió las caderas despacito y sedujo a la platea. La canción le salió divina. 

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