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Panchos, papas chip, golosinas: las tentaciones se encuentran en todos lados. “A veces nos queremos aislar de todo ese entorno y no podemos porque los chicos, nuestra familia, los comen”, reconoció la nutricionista argentina de la Universidad de Buenos Aires, María Elena Torresani, durante la jornada de actualización de Nutriguía titulada “Nutrición en obesidad pediátrica y sus comorbilidades”.
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Aislarse sería ineficiente, más bien imposible. “Al enemigo hay que educarlo, enseñarle para que vaya adhiriendo, manejando la calidad y cambiando la composición, el tamaño de las porciones y de las grasas”, opinó Torresani. La abuela que queda a cargo de los niños y los premia con un dulce, los padres que salen a trabajar y regresan con snacks para los niños para lavar la culpa, los “premios y castigos con el alimento” también son riesgosos.
Orientar la alimentación familiar hacia “hábitos de vida sana” es el primer paso. Para lograrlo, los padres deben predicar con el ejemplo. En una casa en la que los padres ni siquiera tienen calzado deportivo ni hacen ejercicio es difícil inculcarle al niño el gusto por el deporte, opinó Torresani. Los valores se transmiten “en la práctica”. Reforzar las conductas saludables no se logra diciéndolo sino haciéndolo.
“El niño, desde los dos años en adelante internaliza los hábitos familiares. Dicho de otra forma, copia lo que ve”, indicó. Comer en familia alrededor de una mesa es un momento importante pero cada vez menos practicado.
El pasado.
El 95% de los casos de obesidad tienen un vínculo con el ambiente. No solo la genética incide sino la forma en que se alimenta la persona y el estilo de vida, si se ejercita o no. El 60% de n iños que ya entre los 7 y 12 años son obesos, mantienen esa condición en el futuro, informó Torresani. Además, el 80% de los adolescentes que son obesos perpetuarán ese estado en la adultez. Para evitar que el problema llegue a esa etapa hay que “actuar a tiempo”, dijo la nutricionista.
“La salud del adulto experimenta ecos de su pasado”, agregó. Incluso incide la relación entre el feto y la madre, y la vida posnatal. La interacción durante esta etapa repercute en el adulto. Por ejemplo, fumar durante la gestación provoca alteración en el desarrollo y el crecimiento fetal. El bajo peso al nacer está en juego. Cuando el niño nace con bajo peso y luego de nacer engorda rápidamente lo hace en base no tanto a músculo sino a grasa. El bebé pequeño para la edad gestacional corre riesgo de obesidad porque “hay un incremento de la grasa abdominal y menor de la muscular”, informó Torresani. Una alta tasa de crecimiento en el primer año de vida, los bebés macrosómicos (generalmente superiores a los cuatro kilos) al nacer y la ausencia o poco tiempo de lactancia materna, también inciden.
Además, cuando el niño comienza a ingerir alimentos se debe tener especial cuidado en no presionarlo para comer cuando no lo desea realmente y “opacar la sensación de hambre y saciedad obligando al niño”, advirtió la nutricionista.