La radioterapia estuvo siempre presente. “Fue mucho más efectiva de lo que uno se imaginaba. En aquel momento algunas pacientes de mama con tratamientos locales podían presentar mejorías, también en cánceres como de esófago y en las metástasis” y funcionaba sobre todo para los tumores superficiales, recordó Luongo, presidente de la Comisión Honoraria de Lucha contra el Cáncer.
Luego el instituto incorporó un betatrón, que permitía tratar tumores más profundos que con radioterapia no respondían bien. Un equipo que se asemejaba a lo que hoy son los aceleradores lineales, pero hace 40 años. “Uruguay dio un gran salto tecnológico, tuvo el primer equipo en el hemisferio sur del mundo. Tenía la posibilidad de utilizar alta energía” para aquella época, comentó Luongo. Venían de Argentina y Brasil a tratarse, pero un día el equipo dejó de operar por falta de mantenimiento.
Mientras tanto, los tratamientos hormonales y la quimioterapia recién empezaban. Cuando se instaló la quimioterapia hace unos 30 años, el instituto pasó a centralizarla y ser el banco de citostáticos para el Ministerio de Salud Pública y de hecho hoy lo es para la red pública ASSE.
A continuación un resumen de la entrevista que Luongo mantuvo con Búsqueda.
—Hace cuatro décadas, ¿tener cáncer era sinónimo de muerte? Hoy los médicos se esfuerzan por que la población comprenda que con el cáncer se puede convivir…
—En el Inca veíamos enfermos terminales. No venían en etapas iniciales. Había un gran diagnóstico de tumores avanzados y llegaban a su etapa paliativa y a evolucionar hacia el fallecimiento. No venían con criterio curativo, pero no era que no existieran técnicas curativas.
—La mortalidad por cáncer era más alta, mientras que hoy es del 50% de los casos. ¿Es un número bajo?
—Podemos decir que ahora controlamos el 50% de los tumores pero en aquel momento hace 45 años debíamos estar controlando el 30%. Ahora el mundo entero controla el 50%. Es importante. Hay pacientes que sobreviven 10 o 15 años y mueren a los 15 años, pero con larguísima sobrevida y que han pasado la enfermedad a la cronicidad. En aquel momento no lográbamos pasar la enfermedad a la cronicidad salvo en muy pocos. Hoy, el 50% de los tumores desaparecen, no están más, y la persona va a morir de otra cosa que no es cáncer. ¿Qué es lo que cambió? No había campañas de diagnóstico precoz y oportuno. Estábamos en un mundo de grandes fumadores. Yo era fumador. En el instituto fumábamos en los ateneos. La gente fumaba en las salas antes de operar, todo el mundo fumaba en las antesalas. No había prohibiciones de ningún tipo. Era lo habitual. Los más distinguidos fumaban pipas y andaban con sus pipas de arriba para abajo.
—La quimioterapia es una bolsa muy grande. ¿Cuándo surge? ¿Qué rol jugaron los laboratorios?
—La quimioterapia es el tratamiento con drogas químicas y las primeras fueron las mostazas nitrogenadas. Era un gas que se usaba en la I Guerra Mundial como bomba y producía lesiones respiratorias gravísimas y la muerte. Pero servía para tratar el cáncer.
Después se evolucionó a las drogas citostáticas, que producían la muerte celular de las células más indiferenciadas del tumor. Ahí la quimioterapia tuvo un acceso increíble porque surgen los laboratorios en la investigación de cáncer. Uno de los grandes cambios fue empezar a controlar mejor los tumores y también las complicaciones que producía la quimioterapia. Empieza la evolución. Ya no solo es la quimio sola sino la cirugía y la quimio, la quimio y la radio, paquetes multitratamiento que se asemejan a lo de hoy. Empiezan esos procesos y en Uruguay ocurre algo fundamental: surgen las especialidades en 1986.
Los radiólogos miraban placas y por otro lado irradiaban gente. Me siento feliz de haber sido uno de los ocho firmantes, entre los que se encontraba el presidente de la República (Tabaré Vázquez) y varios colegas más, para crear las dos cátedras de oncología médica y oncología radioterápica. Los grado cinco fueron Tabaré Vázquez a Ignacio Miguel Musé, yo era grado cuatro. Fue algo muy inteligente separar las especialidades. Hoy trabajamos juntos pero son formaciones diferentes. Después de eso viene el gran cambio. El diagnóstico precoz y oportuno.
—¿Hace varias décadas las cirugías para extraer los tumores eran más complejas?
—En cáncer de mama, por ejemplo, se empezó con enormes cirugías. Sacaban los músculos, los ganglios, la mama toda, aquello era un desastre. Funcionalmente te sacaban parte de los músculos, entonces no podías movilizar el brazo, era una mutilación. Eran cirugías mutilantes y cuanto más mutilantes, parecían más correctas desde lo oncológico. Ahora nos damos cuenta de que era una brutalidad. Cuanto más ganglios sacábamos, mejor. Los tiempos han cambiado. Hoy sacamos un pedacito, sacamos solo ese ganglio e irradiamos. Pasamos de esa mutilación a sacar el tumor e irradiar.
—¿Por qué el cambio?
—Por el conocimiento de la biología. La unión de todo en un tratamiento combinado. Antes te irradiaban o no, te operaban o no. Ahora sabemos que hay que operar, irradiar, hacer un diagnóstico precoz. La mamografía no era un elemento de diagnóstico oportuno y precoz. Además, habla de la evolución no de la cirugía, no de la radioterapia, no de la quimioterapia, habla de la evolución mental de todo, incluso de la quimioterapia, de la hormonoterapia. Hay tumores que uno dice ahora bueno, es muy grandecito para operarlo, le voy a hacer quimio antes para que se reduzca. Antes lo irradiamos, ahora le hago quimio y después voy y lo opero. Es un hilvanado diferente que fue evolucionando. Nunca llegamos al estado del arte.
—Es una búsqueda permanente… ¿Dónde se ubica hoy?
—Es una búsqueda. ¿En dónde estamos parados? Siguiendo con el ejemplo de mama. En que hemos metido en la mente de nuestras mujeres el diagnóstico precoz. Que cirujanos, mastólogos, oncólogos, radioterapeutas, trabajan en la terapia combinada y coordinada. Han aparecido tratamientos de primera línea y segunda. Las recaídas de un cáncer no significan la muerte como antes. Hoy la recaída se puede tratar.
Estamos controlando el 66%. Dos terceras partes de las cánceres que las mujeres tienen no las matan. Aprendimos de biología, una mujer no es igual a la otra. Empezamos a clasificarlas y han aparecido las drogas muy específicas para algunos tumores.
—¿Cómo incidió el haber descifrado el genoma humano en el 2000? Luego hubo un despegue en la investigación genética y hoy se sabe que hay genes asociados a ciertos tumores y terapias dirigidas a ellos.
—Este es el nuevo mundo. Era la primera vez que íbamos a conocer genómicamente no solo al ser biológico vivo sino al enfermo como tal, era el nuevo paradigma. Hoy hemos avanzado tanto que puedo hablarle de la biopsia líquida. ¿Qué es? Con una pequeña gota de sangre puedo estudiar y decir dónde tienes el tumor y algunas veces antes de que lo vas a tener cuándo lo vas a tener. Ya está, con un poquito de sangre. Hay mucha gente trabajando y ya están en el mercado estudios de biopsia líquida. Salen caros todavía, unos $ 80.000, algunos se procesan acá y otros en el extranjero. Es para pacientes con dificultades en el diagnóstico de tumores primarios o que pueden ajustarse a algunas drogas modernas específicas.
—Es esta amplitud de posibilidades que llevó a la industria farmacéutica a desarrollar fármacos cada vez más específicos.
—Sí. La industria farmacéutica siempre está adelante en muchas cosas, como en la investigación. El mundo de las nuevas drogas es una apuesta económica. Miro las mostazas y veo esto hoy y es no creíble. Es como hablar de la evolución de los teléfonos inteligentes. Pero no hay que perder la línea de objetividad. Hoy sigue siendo importante la prevención más que la inversión en tratamiento. El problema es que la prevención no le interesa mucho a la industria. Sin embargo, es la que va a dar grandes réditos.
—¿Se está haciendo suficiente en prevención?
—Se está intentando hacer. Uruguay es un país que intenta hacer cosas: tabaco, mama, grasas trans y todo lo que es alimentación saludable. Lo que pasa es que hay un contrapeso muy grande.
—¿Cuál es el contrapeso?
—Siempre es la industria. La industria tabacalera sigue resistiendo, es brutal. También está probado que las bebidas edulcorantes son malísimas y no pasa nada. La industria hace mucha fuerza, el lobby es muy grande.
—La barrera es ahora de acceso a medicamentos más específicos pero también más caros. Genera en la sociedad una tensión importante. ¿Ve ese conflicto?
—Es terrible. Ojalá tuviera solución. ¿Tú puedes calcular el costo del smartphone? No. La industria ha tenido la inteligencia de llamarlos medicamentos de alto costo, pero yo no sé cuál es el costo. Deberían ser medicamentos de alto precio. Para la leche hablamos de precio y para los medicamentos de costo. Es un engaño publicitario. Por favor. A mí que me demuestren cuáles son los costos. Estoy seguro de que cuando un medicamento llega a todo el mundo y se vende mucho el precio baja. Con los genéricos es más complejo porque con los medicamentos biológicos lo que se patenta es el sistema de producción. Si le cambias un paso ya no tiene nada que ver.
—¿Hay equidad en el acceso a tratamientos por cáncer?
—Es una palabra que me parece elemental para cáncer. Uruguay intenta llegar a la equidad. En los últimos 45 años se fue hacia la equidad porque tenemos la misma tecnología en el Estado, en ASSE, que en el privado y se han preocupado mucho de tenerla igual. El acceso a medicamentos de alto precio con el Fondo Nacional de Recursos que los da es igual. Nuestros países de alrededor no son así, no les dan, no se engañen. Tienen centros muy distinguidos que no tratan a sus propios coterráneos y tratan extranjeros que ponen mucho dinero, mucho precio y no preguntan por el costo. Muchas veces, el 90% de las tecnologías son las mismas que acá, pero la gente tiene derecho a hacer lo que quiera con su vida y su dinero. Hay centros (como en Brasil) que son muy buenos y otros que tienen buena imagen, eso es marketing. En Uruguay hay muy buenos profesionales también.