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    El fantástico mundo Dior

    Con un recorrido por sus primeros años, sus fuentes de inspiración y los vestidos más icónicos, la exhibición Christian Dior: Designer of Dreams, en Londres, rinde homenaje a la firma francesa más importante del siglo XX

    La escena que se recrea en el museo Victoria & Albert, en Londres, parece tomada de una película romántica. Al atravesar la puerta de entrada, los visitantes que llegan para ver las clásicas piezas de Christian Dior, el icónico diseñador francés símbolo de la moda del siglo XX, empiezan un romántico viaje con la imitación de una fachada de su boutique en la avenida Montaigne, en París. Y la cosa no termina allí: también se muestran las tradicionales escaleras de la tienda que, decorada al estilo Luis XVI, fueron testigo de las mejores colecciones de la firma, ahora reunidas en la exhibición de la capital inglesa.

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    El lugar favorito de Christian Dior era la habitación de las costureras. Allí, decía, se enteraba de las mejores historias y surgía la magia.

    En el recorrido de la muestra Christian Dior: Designer of Dreams, que podría traducirse al español como diseñador de sueños  —y sí que lo fue—, las salas del museo también se convierten en piezas de arte. Hay una imitación del templo de I’Amour de Versalles y un salón de baile, decorado con videos en las paredes que simulan un cielo repleto de estrellas fugaces y una lluvia de brillantina. Dentro de las colecciones de Dior, expuestas de forma cronológica para mostrar la evolución de la firma, aparecen desde los primeros looks del diseñador hasta un vestido cubierto de lentejuelas, un estilo que se trasladó a Hollywood en la década de 1950.

    También está el traje de Nonette que Dior creó para Jean Dawnay, el vestido rojo de seda que utilizó la transgresora novelista Emma Tennant y el diseño que lució la princesa Margarita para celebrar sus 21 años. Así, con recopilaciones de sus bocetos, algunos trozos de tela y sus fuentes de inspiración, se muestran las distintas etapas creativas del francés que estuvo detrás de una de las grandes firmas de diseño del mundo. “Todas somos diferentes, todas tenemos estilos diferentes, pero Dior es un lugar donde todas las mujeres pueden encontrar un lugar”, dice en una entrevista con Vogue la actual directora creativa de la marca, Maria Grazia Chiuri. La comisaría de moda y textiles Oriole Cullen y la escenógrafa Nathalie Crinière —responsables de dirigir la exposición, que estará hasta julio en el V&A— están de acuerdo. “El modisto cambió la cara de la moda y redefinió la silueta femenina, además de revigorizar la industria francesa de la moda tras la guerra”, asegura Cullen. Por eso, el Victoria & Albert eligió a Dior para montar esta muestra, que es la más grande desde que en 2005 se expusieron los diseños de Alexander McQueen en Savage Beauty. Ahora, el museo británico hace un recorrido por la historia de una firma que con su emblema New Look cambió la imagen de la mujer —más romántica y femenina— de una nueva era.

    Su infancia en Grandville, un popular balneario francés, marcó su carrera como diseñador en colecciones que combinan los estampados florales con los colores pastel.

    El romanticismo francés. La historia de amor entre Christian Dior (1905- 1957) y el mundo de la moda comenzó en Granville, el balneario favorito de sus padres Maurice y Madeleine. De pequeño, en este epicentro del veraneo burgués, admiraba el refinamiento de las francesas que se paseaban por la costa con las últimas tendencias de la moda. Allí también desarrolló un gusto especial por la naturaleza —que luego se convirtió en una inspiración para sus colecciones—, por el jardín que cuidaba con sus hermanos frente a la playa. “Dior se deleitaba con los colores, los aromas y aprendió el lenguaje de las plantas. Eso marcó su trayectoria y la fragilidad de sus diseños”, dice Chuiri en entrevista con Vogue. En un capítulo del libro con sus memorias Dior et moi, confesó que su lugar favorito eran las habitaciones de las costureras: esos escondites donde se contaban “las mejores anécdotas” y surgía “la magia”.

    En su juventud recibió formación diplomática, pero dejó esta carrera para trabajar con Robert Piguet y Lucien Lelong, dos modistos conocidos de la época. Con ellos hizo sus primeros bocetos: aprendió algunos conceptos básicos del diseño y su nombre empezó a sonar dentro de la industria. Al poco tiempo, y con la ayuda del magnate textil Marcel Boussac, se animó — en una acción que más tarde confesó que le daba “miedo”— a abrir su propia casa de alta costura. Y la apertura fue un éxito. “Estamos ante un nuevo — y quizás relevante— diseñador”, dijo en su debut la directora de Bazaar Magazine, Carmel Snow.

     

    Un cuento parisino. Cuando Christian Dior presentó Corelle, su primer desfile, el mundo estaba golpeado por los coletazos de la II Guerra Mundial. El gris de los uniformes de los militares se replicaba en las calles por falta de materiales. Las emociones también se trasladaban al vestuario con prendas monótonas de líneas rectas, tonos oscuros y diseños sobrios. Al igual que en la mayoría de las manifestaciones artísticas, en la moda se replicaba el dolor y la angustia de la guerra, que dejó grandes marcas en los diseñadores. Pero el 12 de febrero de 1947 —una fecha recordada como un momento icónico— se presentó la primera colección de Christian Dior, un tímido francés que pretendía cambiar la imagen de la mujer para devolverle su feminidad y la dulzura que había perdido. En sus palabras, quería darles un “new look”. Y lo logró. “Esto sí que es realmente un nuevo look”, dijo la directora de Bazaar Magazine después del desfile. En una colección catalogada por la crítica como “arriesgada” y “moderna”, el protagonista fue un traje entallado en la cintura con una falda que se elevaba unos centímetros por encima del suelo; iba acompañado por un sombrero y unas hombreras que le daban una nueva forma al cuerpo femenino.

    En el desfile, mientras las modelos recorrían la pasarela con una caminata rápida, casi teatral y exagerada, las invitadas —vestidas con modestas chaquetas cuadradas y faldas rectas— aplaudieron incrédulas. Aquella colección, que ahora forma parte de la exhibición en Londres, fue escandalosa y provocó conmoción dentro de la sociedad parisina. Pero las críticas duraron poco. Y en una sola pasada se reinventó la belleza femenina.

    Después del estallido del New Look —un término que se volvió un símbolo de la marca—, la tienda se convirtió en punto de encuentro para influyentes mujeres y su firma se trasladó a otras partes del mundo. Asesorado por Boussac, Dior llevó sus diseños a Nueva York —con una glamorosa tienda en la Quinta Avenida—, y se expandió por toda América Latina. Lo que sigue es sabido: sus vestidos, y pronto también sus bolsos, carteras, zapatos, perfumes y pañuelos, fueron elegidos por célebres estrellas del cine como Audrey Hepburn y la icónica Marilyn Monroe. Inspirado en el cuerpo femenino, Dior también trabajó con Eva Perón y tenía un maniquí con sus medidas en su taller. “Mis vestidos son fantasías, pero son fantasías domésticas que han pasado del mundo de los sueños al mundo de los artículos cotidianos destinados para usarse”, decía el diseñador.

    La muestra en Londres incluye varios bocetos  del diseñador.

    Un cambio sin intención. Todo fue repentino: la firma ya había alcanzado el éxito cuando los diarios de todo el mundo amanecieron con la noticia de que Christian Dior, a los 52 años, había muerto de un ataque cardíaco en las termas toscanas de Montecatini. Así apareció en escena Yves-Mathieu Saint Laurent, un discípulo de 21 años que —luego de algunas discusiones sobre el futuro de la marca—, se convirtió en su nuevo diseñador creativo.

    Detrás de la gruesa montura de sus gafas, el aprendiz del diseñador mantuvo su opulencia y elegancia con algunos cambios más modernos inspirados en las nuevas tendencias en el arte y la música. Pero su paso por Dior fue breve. En 1961 presentó su última colección para la marca en homenaje a los estudiantes —bohemios y revolucionarios— de la Rive Gauche. Y no recibió buenas críticas: los seguidores de Dior quedaron escandalizados por los nuevos diseños. Con un perfil más conservador, Yves Saint Laurent (que años más tarde abrió su propia firma, vigente hasta hoy) fue reemplazado por Marc Bohan, quien mantuvo su legado hasta la llegada de Gianfranco Ferré en 1989. Por primera vez, entonces, un italiano se puso al frente de la casa de moda francesa. Así, de nuevo, Dior fue protagonista de la polémica: la crítica aseguraba que la aparición de un extranjero al mando era un evento similar a la toma de la Bastilla. La repercusión no duró mucho, y las quejas terminaron.

    Por el cargo de diseñador creativo también pasó John Galliano, un inglés que estuvo en Dior durante una década e hizo desfilar a Kate Moss cuando tenía 16 años. Pero fue despedido en 2011 por mostrar conductas antisemitas. Su reemplazo fue Raf Simons y, más tarde, Maria Grazia Chiuri, quien se convirtió en la primera mujer en asumir el puesto dentro de Dior. Inspirada en la silueta femenina, sus colecciones muestran un equilibrio entre la sobriedad, el tradicionalismo y la vanguardia. También tienen un sentido poético y mantienen la delicadeza que Dior impuso como sinónimo de su apellido. A más de setenta años de su creación, y tal como se ve en la exhibición en Londres, el legado de este diseñador francés reaparece en cada uno de sus desfiles. Y su visión de la moda como una poderosa expresión artística revive en cada pasarela.