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    El octavo Sacramento: comer bien y, si es posible, darse algún lujo

    Rincones

    Éramos cinco con ganas de charlar, comer bien y tomarnos unos vinos. Fuimos a Sacramento. Nos dieron una mesa ubicada sobre la izquierda, a la entrada, con una cierta privacidad. Como plato principal yo pedí “trivioli negros de chipirones y camarones con salsa de mariscos”, una de las especialidades de la casa. Son unos ravioles medianos de forma triangular y masa con tinta de calamar, rellenos  de un suave encebollado de camarones y chipirones frescos. La salsa: fumé, mejillones, camarones y berberechos, y un toque de crema y azafrán (¿algo más?).

    Sacramento es un lugar cordial, amistoso pero no invasivo. Gastón (Caitano), mucho más que un maître o un gerente,  Vanesa (Crossa) o Jimena (Toledo) te reciben con alegría. Te sentís bien. Bienvenido y cómodo. Las mesas no están encimadas. Al mediodía es común encontrarse con políticos y periodistas, hombres de negocios, entrecruzados, charlando y confiándose cosas. Oscar Bottinelli, el hombre de Factum, es un habitué. Es el sitio elegido por más de una Embajada. Sus paredes —como pasa con la carta sujeta a los productos de la estación y a lo que el mercado aconseja y asegura en calidad y frescura— presentan un “menú” de cuadros que cambian cada tanto, conformando una exposición permanente. Son obras de artistas que surgen, que prometen y de otros y otras que se afirman y alguno ya consagrado.

    Para la cena es acogedor. Es íntimo, invita a la sobremesa. A quedarse un rato más. Siempre hay algo que resta, en la pareja o entre amigos. Incluso para chusmear, con buena onda.

    De entrada pedimos una selección de tres variedades de quesos acompañados de frutas y frutos secos, una tabla de jamón crudo, aceitunas maceradas en oliva con hierbas y pimientos de piquillo, y unas bruschettas clásicas, para compartir y para la primera botella de vino. Nadie se quejó de la calidad ni de la cantidad. En ese aspecto hubo acuerdo, lo que no se dio, en cambio, ni con cuatro botellas, respecto a quién ganará las próximas elecciones, lo que felizmente justificará muchas cenas  más.

     Dos eligieron carnes: bife ancho grillado y picanha de cordero, con salsa de tannat en dip. Ambos satisfechos con el punto y consistencia y ternura de las carnes. Otro optó por un “estofado de lentejas”, al que comparó con el “guisito” que “hacía la vieja”, lo que no es poco. El cuarto acertó con unos “gnocchi de parmesano y limón a la sartén”: livianos, con “cascarita” y con un leve dejo cítrico. Yo me fui con los trivioli.

    Para el postre se animaron a un fondant de dulce de leche (una de las estrellas de la casa y el más requerido) y (otra de las estrellas) un panqueque de manzana con helado, entre dos. Sumamos algo más de queso para acompañar la cuarta botella (un remise después nos redistribuiría casa por casa). Como dije, no nos pusimos de acuerdo respecto a quién será el próximo candidato, pero hubo consenso —o esperanza compartida o demasiado vino— en que puede que de aquí a allá aparezca más de un profeta y quizás hasta ese mesías con que sueñan la mayoría de los uruguayos.

    La unanimidad se dio, sí, respecto a la elección del restaurante. Y quedó mucho por ver de un menú con atractivas propuestas de pescados y mariscos, carnes (milanesa trufada, cerdo, blanco de ave), pastas y arroces, ensaladas y acompañamientos varios. Tengo de todas formas algunas recomendaciones específicas: los alcauciles gratinados (los que en una oportunidad compartí y no haré más) de un equilibrio perfecto; el pollo al ajillo con papas a la española (no siempre en el menú), y el filete de lomo Robert’s, un trozo de carne de unos 450 gramos a la parrilla con una salsa demi glasé con champignon y jamón crudo (acompañamiento a elegir), supongo que una creación de Roberto Barcos, fundador de Sacramento. Barcos, hoy ya jubilado, fundó Sacramento, primero a unos 150 metros de su local de hoy, hace 18 años. Apuntaló  el emprendimiento con una larga trayectoria como gerente gastronómico de importantes instituciones  (Golf, Polo) de Montevideo y Punta del Este, más un buen pedrigrí, confirmando aquello de que lo que se hereda no se roba: su abuelo  fue dueño y fundador de la Panadería El Porvenir en el Paso Molino (Zufriategui y la vía), y su hijo Sebastián es hoy quien regentea el restaurante.

    No hablo de los vinos porque los llevamos nosotros ($ 280 el descorche, quizás nos hicieron precio), no obstante lo cual debe resaltarse que Sacramento presenta una buena carta. Una  acertada selección de etiquetas de las mejores bodegas nacionales, y también de Argentina y Chile, a precios muy razonables. Difícil que alguien se quede con las ganas.Lo que no se puede obviar tampoco es la cava de Sacramento: un espacio (sótano, diría) para hasta 50 comensales (5 mesas de 10 o 2 de 25), ideal para degustaciones, homenajes, agasajos, reuniones por la razón que sea, con lo que a la calidad de la cocina suma un escenario apropiado, muy cómodo y con charme.¿Cuánto sale comer en Sacramento? No hice cuentas exactas, pero con 850 pesos por persona (más el vino que se elija), están más que sobrados para comer muy bien y sentirse mejor. Para los mediodías hay un menú de tres pasos: entrada, plato y postre (con tres opciones en cada uno), más una bebida (refresco o copa de vino) por $ 450.

    Punto y aparte. Y hablando de precios, dejé para el final la sellada: caviar con vodka o champagne, una chance que ofrecen  Sacramento y Black River Caviar para darse un gusto por unos pocos dólares, muchos menos por cierto que lo que habría que pagar en cualquier otro lugar del mundo por algo parecido, pero no mejor.La propuesta es caviar Oscietra Malossol (50 gr para dos) acompañado de blinis de papas, pumpernickel (pan alemán de centeno), tostadas, crema agria y hueso de ossobuco (con el famoso caracú) horneado con sal, pimienta y oliva. Todo ello por tan solo 65 dólares por cabeza, incluido el vodka o champagne nacional. Con champagne francés trepa a los U$S 100.No es demasiado, ni cerca, para tanto lujo.

    Restaurante Sacramento, Claudio Williman  594Teléfonos: 2710 0245 – 098255991Abierto: Mar. a V. De 12 a 16 h; J. a S. a partir de las 20 h.