Por otra parte, en julio, la Unión de Rugby del Uruguay (URU) firmó un convenio con el Municipio E —que comprende Carrasco, Carrasco Norte, Punta Gorda, Malvín, Malvín Nuevo, Malvín Norte, Las Canteras, Unión y Buceo— para enseñar rugby en escuelas y liceos comprendidos en su territorio. Ya están recibiendo sus clases una vez por semana los alumnos y alumnas de quinto y sexto años de la Escuela Nº 267, en Malvín Norte, y también estudiantes del Liceo Nº 42, ubicado en el mismo predio. “La idea es que se expanda a otras escuelas, y generar campeonatos entre ellas. El objetivo es acercar el deporte a los lugares más vulnerables para transmitir sus valores y bondades, particularmente del rugby, que si bien es más agresivo y de choque que el fútbol, tiene ese tercer tiempo donde más allá de lo que haya pasado en la cancha los jugadores de los dos cuadros se juntan y comparten el momento. También, si mirás rugby por televisión, ves que a un jugador le sacan tarjeta amarilla y no se protesta, nadie discute las reglas del árbitro como en el fútbol. El rugby promueve el cumplimiento de las normas, la obediencia y el respeto”, dijo a galería Nicolás Martinelli, asesor del Municipio E y promotor del programa Rugby para Todos.
Además, la URU está desarrollando el programa La Escuela juega al Rugby, que durante los martes de agosto y setiembre está invitando a grupos de alumnos y alumnas de quinto de escuelas públicas al Charrúa, para que conozcan el estadio y tengan una clase de introducción a este deporte. Las visitas duran dos horas, se realizan en dos turnos —uno de 9 a 11 horas, y otro de 14 a 16 horas— y durante ellas los chicos y chicas conocen las instalaciones del estadio y realizan algunos ejercicios similares a los que practican los rugbistas en sus entrenamientos.
Entre rejas. “Pelota al medio a la esperanza” está trabajando con tres disciplinas: fútbol, con un programa coordinado por el técnico de la selección Sub 20 Fabián Coito; atletismo, a cargo de los atletas Andrés Silva y Déborah Rodríguez, y rugby, organizado por Matías Benítez, integrante del equipo Champagnat.
Desde marzo, Benítez va todos los miércoles y viernes a la Unidad Nº 4 Santiago Vázquez (ex Comcar) con sus colegas Ignacio Secco, Álvaro Crovetto y Danilo Botta, integrantes del equipo sanducero Trébol, y también de la selección nacional de rugby. Este mes se les sumaron Rodolfo De Mula, de PSG, y Alejandro Nieto, de Champagnat.
Durante los entrenamientos no están esposados ni hay policías. Como en cualquier club o colegio, la clase empieza con un gran abrazo colectivo y termina igual. Y hasta el momento no hubo ni una pelea violenta durante un partido.
Los 3.500 reclusos del establecimiento están separados —según el delito cometido, el comportamiento y otros factores— en construcciones que funcionan de forma más o menos independiente. Por ejemplo, el módulo 11, el primero en tener prácticas de rugby, aloja en su mayoría a procesados por primera vez, y de entre 18 y 25 años.
Las personas recluidas en cada módulo solo pueden salir para estudiar, trabajar —limpiar el establecimiento, cocinar o hacer otras tareas en un recinto que recibe el nombre de “Polo industrial”—, recibir ayuda religiosa —hay una capilla en el predio— y otras actividades, como el rugby. Por eso, no es de extrañar que lo primero que haya tentado a muchos reclusos a inscribirse fuera poder correr y estar al aire libre. “Lo que más me gusta es que salís, claro”, dijo Ricardo, un interno de poco más de 20 años, que va a las prácticas desde marzo y no falta casi nunca. En ese interín aprendió a hacer pases hacia atrás y a tacklear. Sebastián, que también empezó hace poco a ir a las prácticas, agrega que también le gustó “el compañerismo” que descubrió en ese deporte.
En agosto se incorporaron a las prácticas unas 30 o 40 personas del módulo 4, y los internos de los módulos 6 y 3 también solicitaron a las autoridades poder participar, enviando listas con los nombres de los interesados. Incluso, para principios de octubre, se está organizando un partido entre internos y el campeón nacional, Old Christian, con tercer tiempo y asado incluido.
El antecedente de esta iniciativa en cárceles es una actividad de voluntariado que propuso en 2010 un alumno de la Universidad de Montevideo, Carlos Arboleya, integrante en ese momento de la selección uruguaya de rugby, inspirado por un trabajo similar que se hace en Argentina. A la actividad se sumó Alejandro Cid, profesor de esa universidad. Ambos, junto a otros alumnos y profesores, hicieron una investigación que se publicó en la revista académica “Desarrollo y Sociedad”, de la Universidad de Los Andes, con el título “Mecanismos detrás del abuso de sustancias y el rugby. Lecciones de un experimento de campo con reclusos” (“Mechanisms Behind Substance Abuse and Rugby. Lessons from a Field Experiment with Incarcerated Offenders”).
“La investigación en sí llevó seis meses y después se siguió entrenando por un año más. Después, por un motín que hubo, suspendieron todas las actividades. Quedó todo colgado hasta el mundial (setiembre y octubre de 2015) y después (el ministro del Interior, Eduardo) Bonomi se contactó con Sebastián Piñeyrúa (el presidente de la URU), él se contactó conmigo y arrancamos de nuevo”, explicó Arboleya a galería.
Álvaro Crovetto, Ignacio Secco, Matías Benítez y el director de Pelota al Medio a la Esperanza, Agustín Iparaguirre (abajo); la psicóloga Verónica Rodríguez, la subdirectora de la institución Flavia López y el subdirector nacional de cárceles Gustavo Belarra.
Los resultados. La psicóloga Verónica Rodríguez, adjunta de la Subdirección Técnica de la Unidad Nº 4, no duda en señalar el aporte positivo que trajo de la enseñanza de rugby. “Al comienzo dijeron que se anotaron para salir del módulo, pero luego los aspectos positivos variaron: en un momento fue el cansancio que les generaba la práctica y que les permitía descansar mejor de noche; algunos fuman menos; y la mayoría dijo que mejora la convivencia porque generó mayor unión y respeto entre ellos”, dijo a galería.
“Puedo destacar algunos valores que se inculcan en la práctica cotidiana de este deporte como fundamentales para fomentar hábitos saludables y favorecer la convivencia. Por ejemplo, el respeto y cuidado por el cuerpo del otro, al momento de tener contacto físico con un compañero, con las prácticas se nota más cuidado; al principio se generaba algún enojo o protesta, pero eso fue desapareciendo con el correr de las prácticas. La importancia del trabajo en equipo es otro punto a destacar. Ellos logran entender que más allá de virtudes o necesidades individuales se tiene que pensar en el otro, eso es algo que sin darse cuenta lo van incorporando y trasladando a otros momentos de su día a día. Que aprendan reglas y las puedan respetar; que se despierte la curiosidad por algo que no conocían, que descubran virtudes y fortalezas que tenían, entre otras cosas han sido algunos de los beneficios de está práctica en Unidad Nº 4”, agregó.
Por su parte, el director de “Pelota al medio a la esperanza”, Iparaguirre, subrayó que la iniciativa está pensada en la reinserción social de las personas una vez que terminen su condena. “El nuestro es un proyecto de rehabilitación, a largo plazo. Que cuando salga en libertad vaya a buscar trabajo, que se integre a la sociedad”, explicó. Y señaló que en varios casos reclusos que no sentían ningún tipo de motivación, la comenzaron a sentir al practicar rugby y solicitaron que se los inscribiera en lista de espera para trabajar o estudiar en la cárcel.
Pero las prácticas de rugby social no se remiten a las cárceles: también se están implementando todos los lunes en el Municipio 18 de Mayo —uno de los más complicados de Canelones— los jueves en el Centro Cívico de Barrio Casavalle y está comenzando un nuevo grupo en el barrio Marconi.
Pequeños debutantes. Otra zona de la ciudad donde se impulsa el rugby como herramienta es Euskal Erría, en Malvín Norte: los alumnos y alumnas de quinto y sexto año de la Escuela Nº 267 empezaron en agosto a recibir sus prácticas —de forma curricular, en horario de clase— y ahora están por comenzar los estudiantes del liceo vecino, el Nº 42. Esto forma parte de un convenio que la URU firmó en julio con el Municipio E, que prevé replicar la experiencia en otras instituciones educativas públicas de su territorio.
Pero además, la URU también desarrolla, junto con los rugbistas y entrenadores Ignacio Inchausti y Alejandro Lemes, el programa “La escuela juega al rugby”, que invita a clases de quinto y sexto de escuela a conocer el estadio Charrúa y tener una clase introductoria a este deporte; también han ido alumnos de UTU y del Liceo 20.
“La finalidad es acercar el rugby a la escuela pública. Es parte de un programa internacional (Get Into Rugby) que busca difundir este deporte”, explicó Inchausti.
De todas estas iniciativas, y más allá de todos los valores positivos que el rugby pueda transmitir, puede tener en unos años un beneficio secundario: más deportistas que lo practiquen y, por lo tanto, más posibilidades de profesionalización de este deporte en el país y más opciones para que los técnicos puedan elegir a los futuros integrantes de la selección.
Nicolás Martinelli, asesor del Municipio E y promotor del programa Rugby para todos, rodeado por Ignacio Inchausti y Alejandro Lemes.