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    La vida en un viaje

    Luego de ocho años recorriendo el mundo, la fotógrafa y periodista argentina especializada en viajes, Aniko Villalba, presentó “El síndrome de París”

    De Heródoto a Marco Polo y de Colón a Darwin, en la historia de la humanidad los viajeros fueron personajes de gran relevancia, y por lo general sus aventuras solían estar vinculadas a guerras, a la escasez de recursos, a la búsqueda de nuevos productos o territorios, o a la sed de conocimientos específicos. Y aún hoy, cuando viajar se ha hecho más accesible logística y económicamente, muchas personas emprenden viajes para acercarse a distintas culturas, conocer sus paisajes, sus olores y sus sabores. Y eso es lo que los motiva a levantarse cada mañana, aunque para lograrlo deban ser austeros y renunciar a comodidades como la televisión por cable, la ropa de marca o el auto.

     La periodista y fotógrafa argentina Aniko Villalba es uno de estos ejemplos, y también es musa para viajeros principiantes desde su blog www.viajandoporahi.com. Allí recibe un promedio de cien mil visitas por mes y en su página de Facebook tiene 58.000 seguidores.

    Con 30 años ya visitó 40 países, escribe freelance en medios como “La Nación”, “Lonely Travel”, “Matador” y “Lifetravel”, entre otros. Además, hace tres años publicó su primer libro, “Días de viaje. Relatos en primera persona”, con historias de sus primeros cinco años de viaje, y este año editó “El síndrome de París”, que trata sobre su recorrida por quince países de Europa y América Latina.

    Este mes en el café La Madriguera de Carrasco, la autora presentó su obra —que está disponible tanto en formato digital como en papel (como es una edición de autor, se encargan a través del sitio web y se envían a todo el mundo)— y conversó con galería sobre sus viajes, el libro y las particularidades de su vida nómade.

    ¿Qué es el síndrome de París y por qué eligió titular su último libro con él? 

    El síndrome de París es un trastorno psicológico transitorio que les ocurre a algunos japoneses la primera vez que viajan a París. Al parecer, en la cultura japonesa París está muy idealizada. Es la ciudad de la bohemia, el arte y el amor, pero cuando muchos japoneses llegan por primera vez y se encuentran con una ciudad acelerada, ruidosa, a veces maleducada, más normal de lo que esperaban, entran en shock. Sus expectativas no tienen nada que ver con lo que es el día a día de la capital francesa y eso les genera una desilusión muy grande. Elegí usar ese síndrome como metáfora para la vida: todos tenemos sueños e idealizamos cosas y a veces el golpe con la realidad es duro. Yo pensaba que si vivía viajando mi vida sería perfecta, después me di cuenta de que no. Pasé por un proceso de desidealización y entendí que ese estilo de vida también tenía su contracara. 

    ¿Cuál es “el lado B” de vivir viajando? 

    Hay muchas cosas de vivir viajando que uno no ve ni se imagina. Siempre estás lejos de la gente que querés, te despedís constantemente de las personas, si viajás con poco presupuesto estás todo el tiempo preocupado por la logística del viaje y por cuánto vas a gastar en cada cosa. Si te quedás en casas de familia es raro que tengas un espacio propio donde estar en privacidad o trabajar (en mi caso necesito al menos una mesa para sentarme a escribir). Además repetís todos los días las mismas anécdotas, pues en general las conversaciones entre viajeros suelen ser las mismas (de dónde sos, dónde estuviste, adónde vas); y a veces podés estar rodeado de gente y sentirte muy solo. Es un estilo de vida muy libre y gratificante, pero también es cansador, a veces uno necesita asentarse un poco, descansar, frenar.

    Para acercarse a la cultura de cada país, muchas veces se hospeda en la casa de locales en vez de un hotel o hostel. ¿Cómo hace para ponerse en contacto con ellos? ¿Cómo trata de garantizar que sea seguro?

    Uso una web que se llama Couchsurfing, una red social que pone en contacto a viajeros con familias o personas locales que están dispuestas a ofrecer un espacio gratuito para dormir en sus casas. El sistema es fácil de usar: te hacés un perfil, tratás de que sea lo más completo posible para que la gente te conozca y sepa cuáles son tus intereses, después buscás a todos los potenciales anfitriones de una ciudad y les mandás un mensaje privado a varios, con los que te gustaría quedarte. Trato de buscar personas con las que pueda tener alguna afinidad, ya que Couchsurfing no es un hotel gratis sino que del otro lado te espera alguien que quiere recibirte y conocer acerca de tu país, tus costumbres, charlar, llevarte a pasear. Todas las personas reciben referencias escritas de sus anfitriones o huéspedes y están visibles en sus perfiles, así que siempre las leo y trato de quedarme con familias o chicas. 

    Uno de los capítulos del libro se llama “Viaje a las raíces” y se dedica a Hungría. ¿Cómo es la relación de su familia con ese país y qué impresiones se llevó al vivir en Budapest? 

    Mi mamá es hija de húngaros, nacida en Alemania después de la II Guerra Mundial. A los tres años vino con mis abuelos a Buenos Aires, donde la criaron hablando en húngaro y con las costumbres de su país. Lo curioso es que ella nunca conoció Hungría hasta 2014, cuando nos encontramos allá y recorrimos Hungría y Alemania con ella y mi papá. Estuve un mes viviendo en Budapest porque me dieron una beca para estudiar el idioma.

    De a ratos sentía familiaridad; fue el primer lugar del mundo donde encontré souvenirs con mi nombre, donde conocí a otras Aniko. De a ratos sentí un poco de nostalgia, pensé mucho en mis abuelos y en cómo me hubiese encantado caminar por ahí con ellos. 

    En los viajes largos una de las cosas que pueden pasar es enamorarse y de ello habla en el libro. ¿Por qué decidió contar esas anécdotas en su libro? 

    Durante estos ocho años de viaje me enamoré y me desenamoré, igual que me pasaba en Buenos Aires antes de viajar. Pero en los viajes todo pasa más rápido, no hay tanto tiempo y las relaciones suelen ser intensas. Tuve historias muy graciosas, otras muy lindas, otras tristes, y siempre las escribí en mis cuadernos pero nunca las compartí demasiado. Cuando fui a Zagreb conocí el Museo de las Relaciones Rotas y me gustó mucho el concepto: la gente dejaba objetos que representaban una relación que había terminado. Hay hachas, tacos, enanos de jardín, llaveros, revistas, de todo, cada cual junto a su historia escrita al lado, y el lema del museo es que la tristeza de uno a veces puede ser el bálsamo de otro. Por eso me animé a compartir mis historias, porque creo que siempre hay personas que están pasando por lo mismo y que se sienten solas y que quizá mis historias pueden acompañarlas. Como lectora me gusta conocer las historias de amor, fallidas o no, de otras personas.

    Vivió casi un año en Biarritz, Francia. ¿Porqué eligió ese lugar para una pausa tan larga? 

    No lo tenía planeado. Me enamoré de un francés que conocí ahí mismo y que hoy es mi marido. Viajamos unos meses por Europa, cuando hice el viaje a Hungría y Alemania con mi familia él se volvió a Francia y me dijo que me esperaba allá. Yo quería estar con él y a la vez tenía la necesidad de quedarme quieta, de tener un hogar, un espacio propio, así que fui para allá y vivimos casi un año en Francia, la mayor parte del tiempo en Biarritz, frente al mar. Me parece un lugar ideal, excepto en invierno que llueve demasiado.

    ¿Es posible tener una relación de pareja para una persona nómade? 

    Cuando decidí que quería vivir viajando, mucha gente me aseguró que con esa vida no iba a conseguir trabajo ni pareja. Al principio me lo creí, al menos la parte de la pareja, y un poco me resigné: seré soltera pero viajera. Pero empecé a viajar y me di cuenta de que había un montón de parejas y hasta familias viajeras, con el mismo estilo de vida que yo, y entendí que no era algo imposible. Supongo que parece que funcione, ambos tienen que compartir un proyecto de vida, los dos tienen que ser viajeros y estar en la misma sintonía.

    ¿De qué se trató el “Desafío Islandia” con el que se titula uno de los capítulos del libro? 

    Una tarde, hablando por Skype, Lau —una amiga— y yo compramos pasajes para irnos a Islandia. Íbamos a coincidir unas semanas en Europa, dijimos de hacer un viaje juntas y ambas coincidimos en la fantasía de conocer Islandia. Cuando sacamos los pasajes faltaban como dos meses para el viaje, nos reencontramos una semana antes en España y nos dimos cuenta de que no habíamos planificado nada. Además nos empezamos a asustar porque toda la gente que había ido nos decía que era un país muy lindo pero muy caro. No queríamos gastar todo nuestro presupuesto en un viaje de 20 días, así que empezamos a idear maneras de ahorrar: una propuso acampar, la otra hacer dedo, dijimos que podíamos dormir en iglesias o pedir refugio en estaciones de bomberos. Empezamos a delirar y nos terminamos desafiando: “te desafío a no pagar nunca por alojamiento”, “yo te desafío a hacer todo el viaje a dedo”, “te desafío a subirnos a un barco de pescadores”, y así. Por eso, al viaje le pusimos de título “Desafío Islandia”, nos llevamos una lista de diez misiones, las cumplimos y las fuimos relatando en nuestros blogs. Tiempo después agarré las que más me gustaron, las amplié y las puse en mi libro.

    ¿Cuál es el próximo viaje? 

    Por el momento quiero estar en Buenos Aires. Todavía estoy con el lanzamiento de mi libro, haciendo algunos viajes por las ciudades cercanas para presentarlo, y quiero dedicarme a eso. A la vez, estoy con varios proyectos editoriales y quiero dejarlos listos antes de volver a irme. El plan es viajar a Japón después de mitad de año, vivir un tiempo en Tokio y recorrer el resto del país. Después aprovechar que estamos por allá y conocer algo de Oceanía.

    Muchísima gente piensa que para vivir viajando hay que ser millonario. ¿Cómo financia sus viajes? 

    Tengo varias fuentes de ingresos, aunque todas están relacionadas con la escritura y la fotografía. En primer lugar, mi ingreso más importante es el de la venta de mis libros. Como ambos están publicados de manera independiente, el margen de ganancia que me queda es mayor. Por otro lado, suelo escribir en revistas y blogs empresariales, vendo mis fotos, hago trabajos de diseño web, doy talleres de creatividad aplicada a viajes, conferencias… De todo un poco.

    ¿Cuál es el primer consejo que le daría a una persona que nunca viajó sola y está pensando en hacerlo por primera vez? 

    Que hay mucha gente viajando sola y que es más fácil y seguro de lo que uno se imagina. Siempre digo que cuando uno viaja solo nunca está, solo ya que es mucho más sencillo conocer gente, uno está más abierto y receptivo. Está bueno quedarse en hostels donde haya espacios compartidos para charlar con otros viajeros o alojarse en casas de familias del lugar.

    Y de Buenos Aires, ¿qué paseo por la ciudad recomendaría que esté por fuera del circuito turístico típico? 

    Me gusta mucho ir en bici a la Reserva Ecológica Costanera Sur; es como tener un oasis dentro de la ciudad. También me gusta el Paseo de la Historieta, aunque no sé si está por fuera del circuito turístico, pero es una linda manera de conocer San Telmo y Puerto Madero. Buenos Aires es muy grande y tiene mucho para ver. Otra cosa que me gusta hacer en la ciudad es ir a las librerías, hay un montón, y a los cafés a reunirme con amigas o trabajar.