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Las lesbianas no somos mujeres. Esta frase no es mía, es de la abuela de la Teoría Queer: Monique Wittig (1935-2003) una de las teóricas más importantes del lesbofeminismo. Hasta la imponente movilización de las mujeres a nivel mundial de los últimos dos años, en la que la palabra feminista, se instaló en la cultura pop, en las pasarelas de alta costura o en las redes y en los discursos de todas las clases sociales, yo nunca hubiera podido escribir lesbofeminismo en galería de Búsqueda.
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Porque las lesbianas en Uruguay comienzan a hacerse visibles y a salir de los closet necesarios muchas veces para sobrevivir, muy recientemente, porque ahora pasamos a ser objeto de chismes en programas de farándula. Hasta hace poco en los buscadores de Internet, lo primero que aparecía al poner mi nombre era la nota de un diario sobre mi casamiento con otra mujer, y mucho más joven que yo, con unos horribles y violentos comentarios lesbofóbicos debajo, que el diario tuvo la delicadeza de sacar al poco tiempo. Ser una mujer que ama a otra mujer, que se casa legalmente y tiene hijos con esa mujer (todo gracias a las leyes que tenemos) todavía en Uruguay resulta muy difícil. De acuerdo a los estudios de prospectiva realizados por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) de la Presidencia de la República, en el año 2016 Uruguay presentaba todavía una fuerte tendencia a sostener las representaciones socioculturales tradicionales en relación con los valores, creencias y expectativas sobre el rol de las mujeres y varones, mostrando patrones conservadores que se refuerzan particularmente en los sectores de menores recursos de la sociedad y en las zonas rurales o más distantes de la capital. Entonces, ¿dónde entran las lesbianas en ese esquema cultural? Torta, tortillera, marimacho son insultos que ahora no nos pueden decir sin sufrir consecuencias legales, pero también se puede reivindicar ese ser lesbiano, la “potencia tortillera” al decir de Valeria Flores, como disidencia y rechazo a la mirada de la sociedad sobre las mujeres que escapan a los mandatos patriarcales y heteronormativos. De eso me gustaría que se hablara más en marzo y en los restantes meses del año. Que una salida de closet como la de la gran fotógrafa Diana Mines no le cueste el trabajo a ninguna mujer más. Que cuando presentas a tu esposa, no se generen momentos incómodos, que si buscás un salón para una boda no te digan que no hacen bodas gay, que las leyes se hagan carne, y que se construya a la mujer lesbiana, como lo que es, una mujer igual a muchas otras mujeres. Sea pobre, rica, de clase media, y que los feminismo luchen por deconstruir a la lesbiana perversa, morbo de varones. Es decir: que las lesbianas podamos ser mujeres.