De visita en Montevideo, cuatro de los 20 integrantes conversaron con galería. Eduardo Sáenz de Cabezón es matemático, profesor del área de Lenguajes y Sistemas Informáticos en la Universidad de La Rioja e investigador en álgebra computacional; Alberto Vivó es biotecnólogo, máster en Nanotecnología, investigador en Bioenergía; Oriol Marimon es químico, biólogo molecular y doctor en Biofísica, y Helena González Burón es doctora en Genética y Biología del Cáncer. Los cuatro, con poca seriedad, hablaron sobre el humor y la divulgación de la ciencia.
Empezaron siendo 12 integrantes y ahora son 20. ¿Cómo se fueron multiplicando?
Eduardo (matemático): En realidad, multiplicando no, porque seríamos 24.Alberto (biotecnólogo): Pero si nos hemos reproducido ha sido por reproducción asexual, porque de sexual no ha habido nada.Eduardo: Nos interesa que se incorpore gente. Para empezar vemos que sean científicos, que tengan capacidad para comunicar la ciencia oralmente, y también interés y pasión por hacerlo. Normalmente, una plataforma de selección es el concurso de FameLab donde nos conocimos. Todos los miembros que se sumaron desde entonces son de las sucesivas ediciones del concurso.
¿Ustedes los convocaron o ellos se acercaron?
Alberto: Es un poco bidireccional. El grupo se va construyendo entre la parte interesada en entrar y nosotros, que nos interesa que entren.
¿Cómo es hoy la proporción de hombres y mujeres?
Helena (genetista): La relación está un poco desequilibrada, porque somos cinco mujeres y 15 hombres. No es representativo de la ciencia, donde hay muchas mujeres, pero bueno...
¿En el FameLab también se presentan más hombres?
Eduardo: Se presentan más o menos igual, pero a las fases finales llegan más chicos que chicas.
En general se dice que para los hombres es más fácil hacer humor que para las mujeres. ¿También sucede eso en la ciencia?
Helena: Sí, creo que es cultural. A las mujeres, cuando estamos en escena, nos falta confianza, nos sentimos más evaluadas y cohibidas. Tenemos dificultad para dar ese salto y exponernos, porque en definitiva, hacer humor es exponerse. Pero no es que seamos menos graciosas por algo biológico, es cultural.Eduardo: Realmente nos gustaría tener más mujeres.
¿Cómo eligen los temas de cada monólogo?
Eduardo: En el grupo, cada cual habla de lo que sabe. Solemos elegir los temas que son relevantes, que llaman la atención, y luego cada uno arma su monólogo. Cuando lo tenemos, lo compartimos con el resto del grupo, para que los que no son especialistas en nuestra disciplina nos ayuden a comprobar si el monólogo se entiende. Así armamos el espectáculo tendiendo a que haya equilibrio entre las distintas ramas.Oriol (químico): También hacemos monólogos a medida. Si una empresa farmacéutica nos pide un monólogo sobre tal funcionamiento para relacionarlo con sus productos, construimos el monólogo.Helena: También, al final del espectáculo abrimos un espacio de preguntas y de ahí tomamos temas. La edición de genes CRISPR o los transgénicos son recurrentes, e intentamos exponerlo de manera clara y científica.Eduardo: Para los temas de actualidad también tenemos nuevos canales: Twitter, Facebook, YouTube. A través de ellos es más rápido reaccionar y divulgar algo de actualidad, como el descubrimiento de las ondas gravitacionales, por ejemplo.Sobre eso, si bien surgieron como monologuistas de escenario, ahora se expandieron a las redes sociales y publicaron libros. ¿Fue iniciativa propia?Oriol: Hay una mezcla. El Facebook (/BigVan científicos sobre ruedas) y el Twitter (@_bigvan) son iniciativas del grupo pues creímos que había que estar ahí. Los canales de YouTube, como el de Eduardo, que se llama “Derivando”; y el de Javier Santaolalla (ingeniero, doctor en Física de Partículas y exinvestigador del laboratorio CERN, en Suiza), “Date un voltio”, fueron propuestas que les hicieron a ellos. Los libros “Si tú me dices gen lo dejo todo” (que recopila sus mejores monólogos) y “Si venimos del mono, ¿por qué somos tan cerdos?”, también son propuestas. Y a fin de año sale otro muy divertido que nos propuso Alfaguara Juvenil, que es un libro de física cuántica para niños de 12 años.
Eso indica que el mercado reaccionó aprovechando que son un producto atractivo. ¿Cómo ven ustedes la actualidad de la divulgación de la ciencia? ¿Hay algún cambio?
Helena: Se ve que divulgar es cada vez más necesario, y por diferentes razones: para que la sociedad tome parte de las decisiones en ciencia y para comunicar lo que realmente pasa y contrarrestar el auge de algunas pseudociencias. Sin embargo, aún no se le da la importancia que debería tener, y hay muy pocos cursos para formar a divulgadores científicos. Parecería que cualquiera que sepa de ciencia está capacitado para divulgar, y creo que no es así. Pienso que necesitas un entrenamiento específico para saber divulgar ciencia y presentarla de un modo entendible y riguroso.Eduardo: Tradicionalmente se hizo divulgación muy buena pero creo que hay dos o tres cambios en el tiempo en el que caímos nosotros. Uno de los cambios son los nuevos formatos, las redes sociales, que acercan la divulgación al público que no tiene un interés previo por la ciencia. Nuestro papel es ser trampolín entre ese público y la divulgación, para que la gente que nos ve, se ría y le llame la atención un tema, luego vaya a la librería, vea un libro sobre el mismo tema y lo compre porque lo ve distinto a como lo veía antes. Lo ve menos ajeno.Otro factor nuevo es que hay programas y medios de comunicación que están incluyendo las noticias científicas no ya en secciones separadas sino en las secciones generales. Parece que está calando más eso de que la ciencia es parte de la cultura.Además, cada vez más investigadores se involucran en la divulgación. En la historia hubo grandes científicos que fueron divulgadores, pero ahora el científico medio se siente más implicado en esta tarea.
¿Qué necesita un científico para ser divulgador?
Helena: No es necesario tener humor ni exponerse ante el público, porque hay muchos formatos para divulgar. Lo que se necesita es saber convertir el discurso. Los científicos hablamos en otro idioma, y lo primero es tomar conciencia de que no hablamos igual que el público cuando nos referimos a la ciencia. Es importante transformar toda esa jerga científica en un lenguaje común. Es algo que es posible, pero no todos los científicos lo pueden hacer tan fácilmente.También se debe adaptar el discurso a algo que el público quiera escuchar. El científico debe pensar por qué la gente va a querer escuchar sobre lo que hago en mi laboratorio. Hay que abrir el foco, y pensar en qué va a influir lo que hago en la vida de las personas.Muchas veces la dificultad del experto es poder “sacrificar” información en beneficio de la comprensión y el atractivo, y sobre todo le cuesta porque se expone a las críticas de sus colegas.Oriol: Tiene que haber un matiz entre la comunicación científica entre colegas y la comunicación con el público. La comunicación entre pares tiene que ser rigurosa, tediosa y dificultosa. Debe serlo; para entender que la fosforilación de un aminoácido concreto de una proteína implicada en el proceso de traducción… no puede haber fallos, porque una mala interpretación es nefasta. Pero cuando pasamos a la divulgación, no te metas a explicar todo, y sí habla de los efectos generales que puede tener esa fosforilación. Puede parecer una simplificación pero no se pierde rigor. Lo que haces es separarte un poco de lo específico para irte a los puntos generales. Puedes tender puentes, hacer comparaciones con la vida cotidiana de la gente, y eso en un punto es sencillo porque los científicos también somos gente.Helena: No todos.
Originalmente eran científicos y luego se transformaron …
Eduardo: … en personas… (más risas de lo habitual a lo largo de toda esta nota).
Sí, y además, en monologuistas. Ahora también capacitan a otros a hacer divulgación. ¿Cómo hicieron ese pasaje y qué herramientas tienen para hacerlo?
Alberto: En el primer taller que hicimos éramos unos pollitos, pero pronto entendimos que era importante y que valía la pena contar nuestra experiencia a otros. Queríamos que se animaran, que entendieran que la divulgación es necesaria y que si se hace de esta manera especial puede llegar a más gente. Entonces nos lanzamos a la piscina. Ahora ya podemos hacer talleres con más seguridad y soltura, y extender nuestro imperio.Helena: Además, cada uno de nosotros tenía una formación previa. Eduardo es cuentacuentos y tenía muchas herramientas de narración oral. Yo venía del teatro, Oriol había hecho algo de clown, Alberto había sido actor en cortos. Todos teníamos alguna experiencia en artes escénicas que, sin haberlo planificado, se unió con la ciencia. En los talleres aportamos eso a la comunicación de la ciencia.Oriol: Como científicos somos muy metódicos, nos gusta estandarizar, categorizar, entender, y contamos con esa experiencia acumulada que hemos trabajado en conjunto para generar talleres y darles objetivos para saber cómo enseñar.
¿Les sorprendió que hacer humor con la ciencia tuviera tanta repercusión en el ámbito científico?
Eduardo: Si me lo hubieses preguntado hace tres años te hubiera dicho que sí, pero ahora sabemos que allá donde vayamos hay científicos interesados en adquirir herramientas para comunicar. Entonces, ahora es sorprendentemente poco sorprendente.
¿Creen que al unir ciencia y humor rompieron un tabú?
Alberto: En realidad, en países centroeuropeos y EEUU, que están por delante en ciencia y en la divulgación, ya se han atrevido a combinar ciencia y humor. De hecho, el concurso donde nos conocimos es inglés, e hicieron escuela.Eduardo: El Reino Unido tiene una tradición divulgadora muy fuerte, pero cuando el FameLab se hizo en España es verdad que se llevó un poco más hacia el humor. En España tiene un aire más humorístico y eso sucede también en América Latina; de algún modo lo estamos llevando más hacia el carácter cultural, o tal vez es un vehículo que permea más fácilmente que en otros lugares.Oriol: Más que romper tabúes, hemos atravesado una frontera. Quizás este terreno no se había explorado tanto en esta región. Pero ciertamente no somos los primeros. En el Reino Unido, desde hace más de 10 años está Science Made Simple, que usa el humor para hablar sobre ciencia para escolares, y Tracey, un grupo francés, que acerca la ciencia a través del clown. A nosotros, con el castellano como idioma, se nos abrió la puerta de América Latina y hemos tenido más expansión.
Desde hace un tiempo tienen una agenda cargada de presentaciones. ¿Siguen trabajando en sus proyectos científicos?
Helena: Para mantener la agenda y toda la estructura necesitas gente que se dedique a mantener el grupo. En nuestro caso hemos sido tres los que antes trabajábamos en un laboratorio pero que ahora nos cambiamos a la divulgación. El resto sigue trabajando como científico. Yo estaba haciendo la tesis de doctorado en el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona en el área de epigenética del cáncer, y cuando terminé decidí pasarme a la divulgación desde Big Van. Trabajé un tiempo en un departamento de comunicación de un centro de investigación y luego me dediqué enteramente a Big Van. Pero Eduardo, por ejemplo, sigue siendo profesor de universidad.Eduardo: El lunes tengo clase (Universidad de La Rioja, en España).Oriol: Yo también terminé mi tesis y me dediqué a Big Van. Además, el grupo tiene un departamento de investigación pedagógica, y escribimos nuestro proyecto de investigación para determinar si el uso de las artes escénicas ayuda a fomentar las vocaciones científicas en los jóvenes. Escribimos un proyecto, buscamos colaboradores, trabajamos con Unesco para la parte de inclusión de género, y tenemos subvención de la Unión Europea. Así, aunque dejamos un poco la bacteria o la célula, seguimos aprovechando nuestra formación para investigar pero en el ámbito pedagógico.
¿Cuál es el fin último de sus monólogos? ¿Hacer reír o enseñar?
Oriol: Que la gente aprenda de una forma entretenida es nuestro estandarte.Helena: También despertar curiosidad por la ciencia, que les suene algo y que después vayan a buscar más información sobre un tema que escucharon durante 10 minutos.Eduardo: Nos han preguntado si usamos la ciencia para hacer reír, y en realidad usamos la risa para comunicar ciencia. En la jerarquía de objetivos, el primero es la comunicación.
¿El grupo puede vivir del humor en este momento?
Oriol: Es de verdad una salida profesional, sobre todo a través de proyectos: proyectos de investigación, proyectos que hacemos para empresas y la administración pública. Es una cuestión de organizarse como empresa. No nos vamos a hacer ricos pero podemos comer. No somos personas que buscamos tener pasta a tope y una vida loca…Eduardo: Pero si llega no lo vamos a rechazar, ¡eh…!Oriol: Si viene Carlos Slim y nos da cinco millones para que hagamos algo, lo haremos.Eduardo: Carlos, si nos estás leyendo…
Siendo un grupo tan grande, ¿cómo manejan el dinero y el ego?
Oriol: Somos científicos: no tenemos ego.Helena: Hemos tenido la suerte de que en este grupo nos entendemos bien. Todos entendemos que la divulgación requiere de cierta inversión y que nadie viene a hacerse rico.Oriol: Además, la ciencia es muy horizontal, se basa es un trabajo grupal, que colabora para publicar su trabajo. Cada cual aporta con lo que puede, y ha funcionado.Eduardo: Además hemos tenido siempre presente que la visibilidad que da el grupo puede ser trampolín para la carrera divulgadora de sus miembros. En mi caso hice algunas cosas aparte, que a la vez retroalimentaron al resto. Tenemos siempre la ilusión de que al que le vaya bien, le va mejor si somos más.Oriol: Por ejemplo, Eduardo tiene un libro, “Inteligencia matemática”, nos encanta y lo apoyamos. Javier Santaolalla hoy presenta uno que se llama “Por qué el bosón de Higgs no te va a hacer la cama”, que es divertidísimo. Lo apoyamos porque es miembro del grupo.Helena: Y al final todo se retroalimenta: a Javier lo conocen por Big Van, y ahora lo van a conocer por el libro, y luego por el libro van a conocer a Big Van, y así. Cuanto más haga cada persona individualmente, ganamos todos.Oriol: Son relaciones biológicas de simbiosis.