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El artista neoyorquino Charlie Baker construyó tres nidos a escala humana en Pueblo Garzón

A partir de ramas salvajes tomadas de bosques cercanos a sus trabajos, realiza estructuras de grandes dimensiones que se inspiran en la naturaleza

Desde las vidrieras de Hermès en Madison Avenue hasta las páginas de The New York Times, los diseños orgánicos del carpintero autodidacta Charlie Baker deslumbran por una particular impronta y una técnica poco convencional. A partir de ramas salvajes tomadas de bosques cercanos a sus trabajos, realiza estructuras de grandes dimensiones que se inspiran en la naturaleza. Su talento llegó a Uruguay, y en el parque de una chacra en Pueblo Garzón construyó una colección de tres nidos a escala humana.

Confeccionados con cientos de piezas de madera encontradas en los alrededores, los nidos se ubican elevados entre los árboles y son lo suficientemente espaciosos para montar una cena de hasta 10 comensales. Las estructuras están conectadas por una pasarela a la que se accede a través de una escalera de madera que se transforma en un pasillo cerrado con ventanas circulares y arcadas en los extremos, totalmente construido en ramas. También se dispuso un tobogán para el disfrute de los niños y, por qué no, de aquellos mayores que saben divertirse.

El instinto creativo de Baker encontró su máxima expresión a miles de kilómetros de su casa en Shelter Island, Nueva York, donde creció en el seno de una familia de gran afición por el diseño y la estética. A pesar de su formación universitaria en literatura española, siempre le apasionó el trabajo con la madera, probablemente, herencia de su padre fotógrafo profesional que en los ratos libres jugaba a ser carpintero.

Su primer proyecto llegó de la mano de un cliente de su madre paisajista, cuando confió en él para construir una estructura natural en el jardín. A partir de esa oportunidad, comenzó a experimentar a ensayo y error, aprendiendo de carpinteros amigos habilidades nuevas que se fueron sumando a su talento innato. “Pienso que mis creaciones existen en la línea entre arte y diseño. Mi trabajo es arte funcional inspirado en la naturaleza”, dice Charlie a Galería desde su taller en Brooklyn. “Cuando estoy construyendo algo imagino como si la naturaleza estuviese creando la obra. También me inspiran artistas como Andy Goldsworthy y Patrick Dougherty”.

Luego de estudiar un posgrado en Diseño de Paisajismo en la escuela del New York Botanical Garden, fundó en 2007 su propio emprendimiento llamado Baker Structures. Desde entonces ha desarrollado un estilo de construcción muy personal con la madera como protagonista, creando pérgolas, puertas y esculturas que lucen como si hubieran crecido de manera orgánica. La mayoría de sus clientes son particulares, aunque también ha dejado su huella en restaurantes, hoteles y lugares públicos. Entre estos destaca particularmente una escultura esférica de dos metros y medio de diámetro que construyó en la entrada del hotel The Lloyd Stamford, en Connecticut.

Fotos: Heidi Lender Fotos: Heidi Lender

Una residencia en el instituto creativo Campo Garzón lo trajo a Uruguay por primera vez. En su estadía, mientras construía un arco de ramas en las inmediaciones, se acercó el propietario de una casa del pueblo con una idea bastante ambigua: quería crear algo para sus niños pequeños, pero no tenía definido qué.

Los nidos eran para Charlie una cuenta pendiente, por lo que le pareció la ocasión perfecta para poner en marcha ese desafío.

“Estaba obsesionado con el trabajo que hacen los pájaros para construir sus nidos. Cuando llegué a la casa de la familia, las coronillas eran como esculturas y estaban repletas de muchos pájaros”, recuerda el escultor sobre el inicio del proceso en el que terminó —según su propia percepción— casi que “mimetizándose” con las aves que convivían con él como si fuese una más.

La construcción de los nidos llevó cinco meses en total y contó con la ayuda de carpinteros uruguayos para la realización de las plataformas y las escaleras. El proceso requirió mucha paciencia porque es como un rompecabezas de miles de piezas que se “tejen” atornilladas a una base. “Casi siempre estoy tratando de crear un sentido de movimiento con mis obras. Cada rama parece que está creciendo y moviéndose alrededor de la rama adyacente”.

Para la parte estructural se utilizó la madera dura de eucaliptus, mientras que para lo ornamental se escogieron ramas de coronillas encontradas desde Pueblo Garzón hasta José Ignacio. Debido a que las ramas se cortan “vivas”, están frescas y verdes, no es posible aplicar ningún tipo de tratamiento para protegerlas del paso del tiempo. Dependiendo de los árboles que proveen los insumos, las estructuras pueden durar más o menos años.

La particularidad de este tipo de construcción es que el creador debe adaptarse a lo que ofrece la naturaleza del lugar sin alterar en lo más mínimo los elementos.