Fundada por tres veteranos de la industria hace ocho años se ha posicionado como un sello de calidad
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn la década de los 90 y hasta principios de los 2000, para encontrar buenas series había que sintonizar HBO. El canal de cable, al tener un modelo por suscripción y no depender de los anuncios, podía permitirse otras libertades y contar historias arriesgadas, ya fuera por su temática como por la forma en la que estaban narradas. El canal transformó la forma en la que entendemos las series, pasando de ser un género considerado poco refinado a un producto masivo y de calidad, con ejemplos como The Wire y Six Feet Under. No le temían a los desnudos, a la violencia o las imágenes gráficas, porque no les importaba llegar a una audiencia amplia, sino a la audiencia correcta. Esto hizo que bastara con ver la estática gris y el logo del canal para que uno supiera que se venía algo interesante. Por ese entonces acuñaron el slogan: "No es televisión, es HBO".
El equivalente de HBO en el cine, hoy, es A24.
Una comedia negra situada en un futuro distópico en el que quienes quedan solteros tienen 45 días para conseguir una pareja nueva y, si no lo hacen, los convierten en animales. Una dramedia surreal sobre un joven que, después de quedar varado en una isla, desarrolla un vínculo con un cuerpo en descomposición con flatulencias incesantes al que usa como "navaja suiza" para sobrevivir. Un thriller psicológico con tintes homoeróticos y en blanco y negro que sigue la historia de dos cuidadores de faro a fines del siglo XIX que pierden la cordura esperando al barco que debe recogerlos.
Es casi imposible imaginar que un estudio de cine pueda animarse a apostar por estas tres premisas, que suenan tan absurdas como intrigantes, y transformarlas en películas. Sin embargo, en la era de las grandes franquicias, de las remakes de filmes que ya fueron un éxito en el pasado y de las series creadas con algoritmos que identifican qué es lo que la gente quiere ver, A24 lo hizo. Así, La Langosta (2015), Swiss Army Man (2016) y El Faro (2019) lograron llegar a diferentes pantallas alrededor del mundo.
El origen. A24 fue fundada hace ocho años por tres veteranos de la industria, Daniel Katz, David Fenkel y John Hodges. Katz estaba al frente de Guggenheim Partners, una inversora enfocada al cine; Fenkel tenía la productora y distribuidora Oscilloscope Laboratories con el ex Beastie Boy Adam Yauch; y Hodges estaba al frente del departamento de desarrollo Big Beach Films, una productora independiente conocida por títulos como Pequeña Miss Sunshine (2006) y El matrimonio (2016).
"Las películas no nos parecían tan excitantes cuando empezamos nuestra carrera. Eso significaba que había una oportunidad", dijo Katz a la revista Fast Company. Al fundar A24 -que toma su nombre de una carretera en Italia- se comprometieron a correr riesgos con proyectos que otros nunca se hubiesen animado a distribuir, porque estaban convencidos de que existían personas dispuestas a pagar una entrada para ver filmes hechos con un punto de vista único.
Su primer gran éxito llegó de la mano de Spring Breakers: viviendo al límite, dirigida por el aclamado director indie Harmony Korine en 2012, y fue inmediatamente seguida por Adoro la fama -originalmente The Bling Ring-, de Sofía Coppola. Ambas siguen a un grupo de chicas que rompe las reglas y desafía las normas de lo que se espera de una mujer. La primera es grotesca, con colores neon y personajes turbios; la segunda, en cambio, es estilizada y glamorosa. Y así, a poco tiempo de su creación, A24 se consolidó como uno de las empresas más innovadoras en su rubro.
Estos dos filmes marcan la línea de lo que busca el estudio en sus películas. En primer lugar, no temen tratar temas tabú, pero, lo más importante, es que les brindan a los directores espacio donde desarrollar su visión y les otorgan libertad creativa, sin censurarlos para priorizar éxitos comerciales. Esa forma de trabajar contrasta con las pugnas internas que cada tanto salen a la luz sobre, por ejemplo, directores reemplazados por sus encontronazos con los ejecutivos o películas reescritas a partir del éxito de sus tráilers.
"Si yo te dijera que voy a abrir un estudio de cine en Hollywood y que en la primera película en la que voy a invertir dinero va a ser un filme tríptico sobre un chico gay negro con una madre adicta a las drogas dirigida por un cineasta cuya única experiencia fue una película de 15.000 dólares, probablemente no te parecería una buena idea. Pero a esta gente sí le pareció", dijo Barry Jenkins, director de Luz de luna (2016) a The Washington Post. La película de Jenkins, basada en la obra autobiográfica escrita por Tarell Alvin McCraney, fue la primera en ser no solo distribuida sino también producida por A24. Fue, también, la ganadora al Oscar a Mejor película en aquel famoso episodio en el que, por unos minutos, la estatuilla pareció ir para La La Land. En las palabras de Jenkins se puede encontrar otra de las claves de por qué A24 se ha vuelto un estudio de culto.
Después de producir algunas series de nicho para plataformas de streaming como Amazon y Hulu, A24 llegó al mainstream del género con Euphoria, de Sam Levinson, reconocida con seis nominaciones a los Premios Emmy 2020.
Los riesgos y la taquilla. Los ejecutivos, que tienen gran aprecio por el aspecto artístico detrás del negocio del cine, apuestan a cineastas ignotos o primerizos, logrando abrir la cancha a otras voces. En un momento histórico en el que llenar los asientos del cine es más difícil que nunca y apoyarse en los grandes nombres -tanto de directores como de intérpretes- es tentador, la apuesta del estudio es aún más arriesgada. "Ellos confían en su gusto y en su instinto, y esa confianza en sí mismos hace que todo el mundo quiera trabajar con ellos", explicó Scott Neustadter, quien escribió, junto con Michael H. Weber, el guion de The Disaster Artist: obra maestra, en 2016. El gusto y el instinto de quienes integran A24 es difícil de poner en palabras, pero resulta evidente al ver las películas del catálogo, que a pesar de ser muy diferentes entre sí tienen un hilo conductor invisible.
Teniendo en cuenta que A24 estrena pocas películas al año (alrededor de 20), un fracaso de taquilla pesa aún más. Pero los riesgos artísticos son compensados con un departamento de marketing innovador. Por ejemplo, los tráilers son teledirigidos, por medio de anuncios en redes sociales, a cinéfilos. Según reportó The New York Times, el estudio confía en que si el adelanto logra entusiasmar a fanáticos del cine, estos van a poder contagiar a sus amigos, y así es como llegan a un público mayor y de forma orgánica.
Tal vez su estrategia más creativa la desarrollaron en 2015, en el festival South by Southwest Interactive, en Austin. Los publicistas crearon un perfil de Tinder falso con el rostro de Alicia Vikander -que en aquel momento era desconocida- y cuando los usuarios deslizaban la pantalla a la derecha (sinónimo de que les gustaba) les enviaba un mensaje que decía: "¿Qué te hace humano?" y reproducía el tráiler de Ex Machina, un thriller de ciencia ficción dirigido por Alex Garland en el que un programador (Domhnall Gleeson) se enamora de una robot.
Pero más allá de las acciones de marketing, A24 ha trabajado duramente en fortalecer su marca y en transformarse en un estudio de culto, con fanáticos que miran cada una de sus películas más allá de la historia, sus protagonistas o el director. Basta ver los comentarios en los tráilers de YouTube o los posteos de Instagram para ver lo devotos que son sus seguidores. O mirar la cantidad de reproducciones de su podcast con cineastas y entrar a su tienda de merchandising, que suele tener ítems como gorras, buzos y pósters permanentemente agotados.
A24 apuesta a espectadores y cineastas cansados de una industria cada vez más guiada por los números, y ávidos de historias frescas. Y parece que cada vez son más.