En 1989, 1999 y 2009, colorados, frentistas y blancos perdieron en las urnas por alguna palabra de más de sus dirigentes. A tres días de la primera vuelta: historias de patinadas electorales
En 1989, 1999 y 2009, colorados, frentistas y blancos perdieron en las urnas por alguna palabra de más de sus dirigentes. A tres días de la primera vuelta: historias de patinadas electorales
En 1989, 1999 y 2009, colorados, frentistas y blancos perdieron en las urnas por alguna palabra de más de sus dirigentes. A tres días de la primera vuelta: historias de patinadas electorales
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa campaña venía bárbaro hasta que el candidato abrió la boca. O un asesor del candidato. O uno de los hombres fuertes del partido. Que vender el oro, que un nuevo impuesto, que la motosierra, que un puesto laboral a cambio de favores sexuales. Luego hubo que salir a aclarar y, en política, la mayoría de las veces el que aclara, oscurece.
La importancia de planificar las estrategias de campañas, así como pautar las entrevistas y negociar los debates, se explican por episodios como estos. "La economía, estúpido", escribió el estratega de campaña James Carville a su jefe Bill Clinton, frase que lo llevó a la Casa Blanca por primera vez en 1992, impidiendo la reelección de un aparentemente imbatible George Bush. Así, anunciar cosas que al electorado le signifiquen trabas en su jubilación, haberes y beneficios, hablar de agotar reservas y de poner impuestos, equivale a ponerse la lápida en las aspiraciones electorales.
Todavía no puede saberse si los audios que involucraron al intendente de Colonia, Carlos Moreira, conocidos el viernes 18, le pueden costar la elección al Partido Nacional, que sentía que esta era la mayor posibilidad de ganar en lo que va del siglo. Por lo pronto, sus expresiones -en que sugiere a una expareja, también edila blanca, la renovación de una pasantía a cambio de sexo- le valieron a una semana de ir a las urnas la renuncia a su candidatura al Senado y a la colectividad, cuya Comisión de ética recomendó su censura. Mientras tanto, vale recordar históricas patinadas ocurridas 10, 20 y 30 años atrás que tuvieron gran influencia a la hora de inclinar la balanza.
Con el oro, no. El colorado Jorge Batlle "canta la justa". Ese fue un eslogan que acompañó al histórico dirigente desde las elecciones de 1994, cuando intentó por cuarta vez llegar a la presidencia de la República, fracasando en el intento. Sin embargo, la frase se basó en una característica suya, reconocida por tirios y troyanos, que alcanzó su máxima expresión en las elecciones de 1989, cuanto intentó por tercera vez ser presidente, fracasando en el intento. En este caso, precisamente, por ser en exceso transparente.
Junto a las elecciones del 26 de noviembre de 1989 se plebiscitó una reforma jubilatoria promovida por agrupaciones de pasivos y apoyada por buena parte del arco político. Según la norma propuesta, los ajustes de las pasividades debían ir de la mano a las modificaciones del índice medio de salarios. Por supuesto, de aprobarse -como pasó-, si el Banco de Previsión Social (BPS) no podía solventar eso, el Estado debía asistirlo, ya sea con más impuestos o con un ajuste fiscal.
Al igual que ahora, Uruguay tenía una inmensa proporción de personas jubiladas. Oponerse a esta reforma era ponerse en contra desde el vamos de cientos de miles de votantes, por más costosa que esta fuera. De todos los líderes políticos de peso por entonces, Jorge Batlle fue quien alzó la voz más fuerte en rechazo. Su aprobación, dijo, "hará subir la inflación al 250%. Se vivirá así una situación similar a la de la Argentina en los últimos días de (Raúl) Alfonsín. Esto lo digo ahora y con claridad, aunque me cueste la elección", como recordó el historiador Lincoln Maiztegui en su Orientales V.
Efectivamente, así fue. Y fue el tiro de gracia tras la herida mortal previa, abierta cuando el líder colorado propuso vender la totalidad de las reservas de oro que tenía el país para pagar la deuda externa. De nuevo apeló a la inflación -que a mediados de ese año estaba por el 70%- para argumentar esa postura: ya que, decía, la deuda externa -que ascendía a 4.500 millones de dólares- era la responsable en un 75%. "Si empeñamos el oro para poder terminar con la inflación, vamos a abrir un camino de esperanza", dijo en un debate con el vicepresidente Enrique Tarigo, quien fue su rival en la interna batllista del 28 de mayo de 1989.
"El oro se recompra; los jóvenes que se van por la crisis no vuelven", dijo también por entonces. "Si a mí me dan a elegir entre un capital llamado oro para pagar y otro llamado muchacho para trabajar, ¡pero por cierto que sé qué elegir!", machacó en un spot televisivo de alta rotación en ese año.
Julio Aguiar, un diputado colorado que respaldaba la precandidatura de Enrique Tarigo en esas internas batllistas, aseguraba que "el oro va a ser la sepultura de Jorge". No tuvo suerte en lo inmediato -en esa instancia de mayo a Batlle lo respaldó el 53,7% de los participantes- pero sí le terminó jugando en contra a mediano plazo.
"Yo no cancelaría la deuda. Hay que esperar qué pasa con el Plan Brady", dijo por su parte Luis Alberto Lacalle, candidato a la presidencia por el Partido Nacional, el 2 de junio y en el programa En vivo y en directo de Canal 12, en referencia a una estrategia que ese mismo año fuera impulsada por Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional para la reestructuración de las deudas de los países en desarrollo. En su lugar, propuso "la formación de un gran fondo de amortizacón de deuda" y en todo momento se cuidó de mencionar algo así como la venta de las reservas de oro.
En las elecciones de 1989 resultó vencedor Lacalle con el 21,63% de los votos (regía la Ley de Lemas: el Partido Nacional resultó primero con el 37,25%). La reforma jubilatoria fue aprobada de forma apabullante: 72,5%. Jorge Batlle apenas logró el 14,20% de los votos; de hecho, dentro de su partido apenas obtuvo 2.722 adhesiones más que Jorge Pacheco Areco.
El impuesto peor explicado. En las elecciones de 1999, el Frente Amplio se convirtió por primera vez en el partido más fuerte de Uruguay, lo que se mantiene hasta hoy. En la primera vuelta, el 31 de octubre, obtuvo 40,10% de los votos contra 32,80% del Partido Colorado. El balotaje, que se instauraba por primera vez, enfrentaría a Tabaré Vázquez y a Jorge Batlle el 28 de noviembre. Y el "efecto tequila", desde México, más la devaluación del real, desde Brasil, hacían que la bonanza económica de los 90 se agotara y comenzara el descenso que condujo a la crisis de 2002. Cuando aún no había pasado lo peor, la izquierda, entonces bajo el paraguas de Encuentro Progresista - Frente Amplio (EP-FA), tenía la mayor chance de la historia de llegar al poder.
Entre la primera vuelta y el balotaje ocurrió el famoso episodio del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF). En rigor, no fueron declaraciones de Vázquez, sino un "descubrimiento" del comando de campaña de Batlle en el programa del FA. Este impuesto, una vez implementado, gravaría "la totalidad de las rentas brutas del sujeto pasivo percibidas por sus actividades y la derivada de su riqueza".
No hubo mejor arma electoral en el mes que transcurrió entre la primera y la segunda vueltas. Los colorados, apoyados por los blancos, aseguraron hasta el hartazgo que la clase media sería la principal perjudicada por este nuevo impuesto, que sería fácilmente evadible por las personas más ricas. El EP-FA, por su parte, intentó contraatacar señalando que eso se regía bajo un criterio de justicia: iba a pagar más quien tuviera más.
Diego Piñeiro, jefe de campaña del FA en esa elección, dijo en el reciente ciclo Crónicas de campaña que emitió TV Ciudad que este caso fue el "primer fenómeno de fake news" de la historia electoral en Uruguay, ya que los spots televisivos de Batlle sobre el IRPF fueron, a su criterio, falaces. Lo cierto es que la izquierda no supo defenderse bien: para peor, quien era el referente en Economía de Vázquez por ese tiempo, Daniel Olesker, fue de todo menos convincente a la hora de explicarlo.
Danilo Astori -derrotado por Vázquez en la interna frentista- dijo a radio El Espectador que las expresiones de Olesker -quien también habló de gravar depósitos bancarios de no residentes así como de uruguayos con dinero colocado en el exterior- fueron un "error de comunicación". Daniel Cancela, otro nombre de peso en el equipo económico partidario, señaló también a esa emisora: "A veces, como se trata de temas técnicos, temas que tienen matices técnicos importantes, resulta difícil manejarlos en la prensa de una manera clara y cristalina". Quien luego fuera ministro de Desarrollo Social y de Salud Pública, y que también declarara que podía llegar a flexibilizarse el secreto bancario si llegara el EP-FA al poder, recibió no pocas críticas internas por haber realizado afirmaciones que provocaban de todo menos tranquilidad en los votantes.
Tampoco el propio Vázquez supo sacar las castañas del fuego, siendo poco claro y sí confuso a la hora de las aclaraciones. "Si la fórmula de Vázquez para ganar confianza es decir un lunes que no va a hacer lo que decía que iba a hacer el viernes anterior, y que aún tiene por escrito en su programa de gobierno, tampoco vamos bien. Con esa actitud, en los mercados se gana más confusión que credibilidad", escribió Nelson Fernández en Búsqueda el 4 de noviembre de aquel año.
En el primer balotaje de la historia nacional, Batlle logró por fin alcanzar la presidencia, en su quinto intento, con 54,13% contra 45,87% para Vázquez.
Motosierras y demás. Luego de ganar de forma holgada la interna de su partido pese a arrancar de atrás en las encuestas, por 57,12% a 42,81%, todo pintaba bastante bien para el nacionalista Luis Alberto Lacalle con miras a las elecciones de 2009. La noche misma de las primarias, el 28 de junio, conformó la fórmula electoral blanca con su vencido, Jorge Larrañaga. En esa primera escala del año electoral participaron 50.000 votantes más del Partido Nacional que del Frente Amplio. En esta última interna, además, había vencido José Mujica, quien generaba mucho más rechazo que su rival interno en un electorado no partidario, apuntando a un balotaje.
Sin embargo, nada -absolutamente nada- de lo que vino después resultó positivo para el líder herrerista, cuyas expectativas se vieron cortadas como con una motosierra.
El propio Lacalle fue el que apeló a ella, en un acto en Paysandú el 8 de julio, ya lanzado en carrera rumbo a la primera vuelta del 25 de octubre. "El gasto público será lo primero que atenderemos cuando lleguemos al gobierno", expresó. "Vamos a entrar con una motosierra.
Lamentablemente el gobierno actual actuó al revés de la fábula. Este fue la cigarra y no la hormiga. Pocas veces hubo oportunidad de guardar para épocas difíciles como esta vez", agregó.
El FA -que debió sudar la gota gorda para conformar la fórmula, dadas las diferencias entre Mujica y Danilo Astori- no desaprovechó el filón, señalando que lo que haría Lacalle sería recortar los gastos sociales, en especial los que atendían a la población más necesitada. "Y como parece ahora que algunos plantean que van a venir con la motosierra y van a cortar de raíz cabezas, me imaginaba incluso esas películas de terror que a mí no me gusta mirar donde la motosierra es un elemento que aterroriza, también corta árboles, demuestra la predisposición que se tiene sobre la población de la cual estamos hablando", dijo la ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, para nada casual vocera del inmediato Consejo de Ministros, realizado el lunes 13 de julio.
En un país que repuntaba luego de la crisis de 2002 y cuyos indicadores de pobreza mejoraban sustancialmente, poca metáfora más piantavotos podía imaginarse. Las repetidas aclaraciones del candidato blanco, señalando que se refería a los gastos burocráticos, no fueron suficientes. "Eso es una tergiversación, una picardía bien hecha, con éxito. Yo no soy tan burro como para decir que voy a cortar el gasto social. Para mí, los rubros que se destinan a lo social no son gastos, son inversiones. ¿Qué político medianamente inteligente, y yo me considero inteligente, va a decir que va a cortar en vivienda o pobreza?", diría en agosto a Últimas Noticias. Hubo un intento de sus militantes de torcer la expresión a su favor, usando motosierras de cartón con las inscripciones "IRPF" e "inseguridad". Pero el éxito fue nulo.
No fue la única patinada del herrerista en esos meses. El 25 de junio, antes de las internas y en una entrevista a Búsqueda, Lacalle recomendó a los capitalistas extranjeros esperar "al mes de diciembre", luego de las elecciones, para saber si invertir en Uruguay o no. Eso le valió varias acusaciones de "antipatriota" por parte del oficialismo. Búsqueda también publicó una propuesta del candidato blanco de instalar en los asentamientos unidades para que sus habitantes pudieran ducharse y cortarse el pelo. En un acto, en referencia a una entrevista que Mujica brindó al diario argentino La Nación, el líder herrerista dijo que su rival vivía en un "sucucho". También calificó de "atorrantes" a los miles que cobraban el Plan de Emergencia, en un encuentro con productores lácteos. Finalmente, comparó el Plan Ceibal, el proyecto del primer gobierno frenteamplista que les otorgaba laptops gratis a los escolares, con la iniciativa de su gestión de la Tarjeta Joven, que básicamente se limitaba a darles descuentos a quienes tenían entre 14 y 29 años.
Tantos y tan notorios fueron los desaciertos de Lacalle que opacaron los que tuvo Mujica, que también existieron. En setiembre de ese año, en plena campaña, el periodista Alfredo García publicó su libro Pepe coloquios, basado en entrevistas con el líder tupamaro. Ese texto generó un gran revuelo por los dichos del político, tales como señalar las actitudes "idiotas" de los comunistas, tildar a los socialistas de ser "una máquina de conseguir puestos" en el gobierno y de decir que el juicio a los represores en la dictadura "no es un tema de masas". También tenía duras palabras para los gobernantes argentinos, incluso para sus presuntos aliados kirchneristas.
Desde Nueva York, donde estaba en visita oficial, el presidente Tabaré Vázquez recibía esta novedad de su pretendido sucesor como un sapo jurásico a tragar. Ante las cámaras de Canal 12, y mostrando una calma que estaba muy lejos de tener, dijo no compartir algunas de las "declaraciones de tipo personal" de Mujica, particularmente "aquellas que hace criticando a todo y a todos, a veces con una actitud pontifical, en un terreno filosofal... algunas de ellas que son simplemente estupideces".
En la primera vuelta, el Frente Amplio obtuvo 47,96% del electorado contra 29,07% del Partido Nacional. El balotaje fue un trámite para el oficialismo: Mujica derrotó a Lacalle por 54,64% a 45,37%. Quizá por eso del "como te digo una cosa, te digo la otra", el exguerrillero parecía tener ante la opinión pública un blindaje mucho mayor que el líder herrerista sobre las propias patinadas verbales.
¿PROVISORIATOS?
Ya en las recordadas elecciones internas de 1982, aún en dictadura, el Partido Nacional fue el más entusiasta, como ha ocurrido en todas estas instancias. El 49,7% de los votantes eligieron una opción del histórico lema; los colorados juntaron 42,3%; el Frente Amplio estaba proscripto y el voto en blanco llegó a 6,8%. El aura que tenía por entonces su líder Wilson Ferreira en el exilio, como el más enconado adversario del proceso, llenaba de entusiasmo a la militancia blanca en uno de los períodos más cruciales de la historia.
Sin embargo, el camino rumbo a las elecciones del 25 de noviembre de 1984 fue minando las esperanzas blancas. Primero fue la prisión y proscripción de su indiscutido líder ni bien pisó suelo uruguayo, el 16 de junio de 1984. Esto motivó la negativa blanca a participar en el llamado Pacto del Club Naval con los militares. Luego de una compleja negociación interna, se decidió que la fórmula del sector mayoritario del partido estuviera compuesta por Alberto Zumarán y Gonzalo Aguirre en la convención del 23 de agosto.
La idea que flotaba en el ambiente era que se trataba de una fórmula vicaria cuya principal misión era llegar al poder para hacer un nuevo llamado a elecciones, sin proscriptos y en 1985, lo que permitiría el triunfo de Wilson. En un debate televisivo ocurrido pocos días después en Canal 10, el líder colorado Julio María Sanguinetti, gran artífice del Pacto del Club Naval, tildó de "provisoriato" esa estrategia. Eso caló hondo en el electorado, cuya mayoría quería salir cuanto antes de la noche de la dictadura y no se sentía tranquilo con la idea de otras elecciones tan pegadas. El Frente Amplio tampoco la veía con buenos ojos, aunque significase que podía contar con Líber Seregni, que estaba proscripto como Ferreira.
Ese episodio junto a otros más anecdóticos -el candidato a senador Luis Alberto Lacalle, herrerista pero que apoyaba la fórmula Zumarán-Aguirre, fue "invitado a bajarse" del ómnibus de la Caravana de la Victoria- contribuyeron a horadar las chances blancas. La ruidosa militancia que lo acompañó no tuvo su eco en el caudal electoral. Sanguinetti, a caballo de su eslogan "El cambio en paz", resultó presidente electo.
LO QUE ESTA CAMPAÑA HA VENIDO DEJANDO
"Renovaciones 15.000, no firmo más, no puedo, me van a prender fuego, si no, es un relajo (...) salvo que vos me vengas a convencer a mí personalmente". Lo que siguió fue una serie in crescendo de frases de índole sexual a cargo del intendente de Colonia, Carlos Moreira, en un diálogo con una edila de ese departamento, blanca como él, con quien había mantenido otrora una relación sentimental. Esto se propagó como fuego el viernes 18. Clientelismo, un presunto abuso de poder, machismo y sangrientas disputas partidarias internas quedaron reflejados en menos de dos minutos, difundidos en dos audios.
Tales lindezas provocaron que la Comisión de Ética del Partido Nacional sugiriera su censura. Moreira, de 72 años, anunció su renuncia al partido y a su candidatura al Senado. No se trata de un político más: dos veces intendente, exdiputado, exsenador y exsubsecretario del Interior, ocupaba el segundo puesto en la lista para la Cámara Alta de Alianza Nacional (sector que lo expulsó). En algún momento se barajó su nombre como posible compañero de fórmula de Luis Lacalle Pou.
La influencia o no de este episodio en el veredicto de las urnas recién comenzará a saberse este domingo 27. Sí fue el caso más pasible de llevar el rótulo de "la" patinada de esta campaña electoral, a la cual analistas y observadores habían notado un tanto chaucha de más hasta entonces.
En el Frente Amplio, los primeros momentos tras las internas fueron de trastabilleos. La exprecandidata Carolina Cosse dijo que debió googlear a Graciela Villar para darse cuenta de quién era, en un gesto que hablaba más de despecho que de unidad. Todo lo que rodeó a la candidatura a Diputados de Gustavo Serafini, el Gucci, bajada por la presión de militantes feministas debido a las acusaciones de abuso del músico, fue lo más parecido a un culebrón que dejó esta campaña (hasta el episodio de Moreira, claro), incluyendo grabaciones privadas, pedidos de retractación, alusiones a la supuesta "ingobernabilidad" de Fabiana Goyeneche y un proceso judicial en suspenso. La frase de Daniel Martínez al diario paraguayo Última Hora el 7 de octubre -"Llegan las vacaciones y no hay nadie en Montevideo, todo el mundo está de vacaciones en Miami, en Argentina"- es quizá lo que más deba lamentar el candidato al momento de pensar por qué no dejó cerrada la boca. Algo que debió hacer la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, cuando por atacar a Lacalle Pou le dio un palo bárbaro a la Universidad Católica ("un grupo selecto en el que se paga"), por el que debió retractarse.
Entre los colorados, la insistencia del candidato Ernesto Talvi en que lo dejaran debatir con sus rivales (incluso cuestionando a los medios de prensa) le generó más burlas que apoyo. También fue considerado un desacierto que prescindiera de un dirigente como Pedro Bordaberry. El enorme envión con que el economista emergió de las internas se deshilachó. En los últimos días, con un estallido social en Chile, el candidato debió aclarar que nunca consideró a ese país como "modelo" sino que destacaba "aspectos puntuales" como el manejo fiscal y la salida a buscar mercados. Claro, para entonces el país trasandino estaba prendido fuego.
"La democracia se sostiene justamente sobre la alternancia, sobre el cambio de partidos políticos, lo otro es dictadura", dijo Luis Lacalle Pou, ante el Comité Central Israelita, el 3 de setiembre. "A nadie de bien le va a caer mal que le pidan la cédula", afirmó en un acto del Cerro, el 22 de ese mes. Por más que la estrategia del FA haya sido salir a contestarle diga lo que diga (en lo primero, le recordaron los sucesivos gobiernos blancos en distintos departamentos; en lo segundo, el asesor en seguridad de Martínez, Gustavo Leal, retrucó que eso ya se hace), su campaña no había tenido mayores sobresaltos (hasta lo de Moreira, claro).
"Ya lo hemos dicho una y mil veces. ¿Cuántas veces más quiere que se lo repita?". Guido Manini Ríos, candidato a la presidencia por Cabildo Abierto, a periodistas en San José, el miércoles 8. Se habían identificado los restos de Eduardo Bleier y el excomandante en jefe del Ejército se negó reiteradamente a responder. Temido y mirado de reojo por distintos actores políticos, aglutinador de un caudal electoral nada despreciable (y por lo tanto, un potencial aliado de peso), la sorpresa de estas elecciones se limitó a ver cómo -pese a todo- crecía en las encuestas. "Dios nos ha mandado a Manini Ríos y tenemos un nuevo general para encabezar a los artiguistas", dijo, místico, el candidato a vice, Guillermo Domenech, en Rivera, el viernes 18.