A fines de los 60, Jouvenau, ya viuda, puso en venta el hotel y Víctor
Chaquiriand, accionista del Hotel Nirvana de Colonia, lo adquirió. Tiempo
después fue su hija, Cristina, junto con su esposo, Ignacio Carrera, quienes
tomaron la dirección del hotel. Hoy es el hijo del matrimonio, Ignacio Carrera
Chaquiriand, director ejecutivo del hotel, quien, con su esposa, Soledad
Queirolo, lleva adelante el negocio.
En 2010, el Hotel L’Auberge fue reconocido como el Most Excellent Hotel
de América del Sur por la prestigiosa guía de turismo de lujo Condé Nast
Johansens, que inspecciona y recomienda hoteles y spas de lujo en todo
el mundo.
Desde 1947, el hotel se convirtió en un refugio para quienes buscaban
comodidad, lujo discreto y contacto con la naturaleza, escapando del ruido de
la ciudad.
Los cimientos de un clásico. En abril de
1947 comenzaron a construirse la torre de agua y varios chalets del barrio
Parque del Golf, siguiendo el proyecto del arquitecto argentino Arturo Dubourg.
El objetivo de esa torre era estrictamente funcional: abastecer de agua a las
casas de la zona. Pero el lujo que se proyectaba para el barrio exigía que la
torre no consistiera en una estructura de hierro sosteniendo un tanque.
“Querían que fuera algo muy estético, entonces le pidieron a Dubourg que
diseñara ‘la torre más linda que pudiera existir’. Así se la pidieron”,
recuerda Carrera. Dicen que el arquitecto sacó una hoja y un lápiz y empezó a
diseñar una torre estilo Tudor. Todo eso sucedió antes de que llegara el agua
corriente de OSE, por lo que se tendieron redes de cañerías a las diferentes
zonas para asegurar la llegada a todas las casas. Su construcción llegó a
contar con más de 200 obreros de diversos orígenes, como Yugoslavia,
Checoslovaquia y Rumania, y el agua para la obra se traía en bidones cargados
por camiones, desde la planta de OSE de parada 8.
Al año siguiente empezó a construirse L’Auberge con dos consignas de
diseño muy claras: estilo europeo y sofisticación. El sello de Dubourg puede
identificarse claramente en el ladrillo rojo a la vista, los techos a dos aguas
con tejas francesas, las finas maderas y las cerámicas en los interiores. A
principios de la década de los años 70, la torre de agua pasó a formar parte
del predio del hotel.
Foto de archivo de L'Auberge
Un crecimiento necesario. Originalmente,
L’Auberge tenía 10 habitaciones además de su clásico salón de té. La primera
ampliación finalizó en 1981 y supuso un gran desafío: construir 13 habitaciones
dentro de la torre de 45 metros y 14 pisos que solía sostener el tanque de
agua. La obra se llevó adelante bajo la dirección del arquitecto Jorge Varela
López y logró el cometido con éxito.
Trece años después tuvo lugar la mayor obra del hotel, esta vez a cargo
del arquitecto Eduardo Álvarez. “Era una época en la que todo estaba creciendo
mucho en Punta del Este. Había una cantidad de obras grandes, muy innovadoras.
Ya teníamos el terreno y decidimos construir un sector nuevo siguiendo el
estilo del hotel desde el punto de vista de la arquitectura, pero con
habitaciones más grandes, más modernas. Eso le dio un empuje imponente”, contó
Cristina Chaquiriand. Fueron 12 las habitaciones que se sumaron en esa nueva
ampliación, además de la barbacoa, la piscina y la extensión del jardín, que
pasó a ocupar toda la manzana.
El hotel actualmente cuenta con casi 10.000 m2 de parque, un espacio de tranquilidad pensado para disfrutar y relajarse al aire libre. Sus áreas comunes también hacen al espíritu de L’Auberge, con varios livings acogedores para leer, conversar o pasar el tiempo en tardes de lluvia o a resguardo del sol.
Más que waffles. Las tardes
en L’Auberge son con waffles. Un par de manos expertas, acostumbradas a
sacar decenas por tarde a la vista de los comensales, enmantecan las waffleras
primero y vierten la mezcla después. Al cabo de unos minutos, la magia se
produce y llega caliente a la mesa. Aunque la belga fundadora del hotel solo
concebía los waffles con miel, a la usanza europea, hoy las opciones se
multiplicaron y se adaptaron al gusto del Río de la Plata. La salsa de dulce de
leche es la más pedida, pero los waffles también se pueden acompañar con
salsa de chocolate belga, crema, mermeladas caseras y helado. Como el sabor del
waffle es neutro, para quienes no son dulceros se añadió la opción de
acompañarlo con queso crema.
En cuanto a la carta, el hotel propone un menú “bien familiar”, según su
director ejecutivo: “Todo casero y rico, y atractivo para familias. Muy buena
pesca del día, pastas caseras, una milanesa excelente, avocado toast,
ensaladas diferentes y bien frescas, tartas caseras y ricos postres. Pero todo
sencillo, no es una gastronomía pretenciosa”.
Fuera de
temporada, desde el desayuno hasta la cena se sirven en el restaurante del
hotel, pero en verano los mediodías son de parrilla tradicional uruguaya, en la
barbacoa. Por la noche, ese espacio se destina a eventos privados, festejos,
aniversarios o compromisos.
Queridos huéspedes. Con el tiempo, los turistas
brasileños se han ido enamorando del hotel, aunque los argentinos son también
huéspedes fieles. En sus 75 años, el hotel ha visto pasar familias que vuelven
cada año a pasar días. “Tenemos clientes de más de 30 años, familias enteras.
Un matrimonio argentino venía con sus seis hijos chicos y hoy son ellos, ya
grandes, los que vienen con sus hijos. Y como ellos hay muchísimas familias”,
dice Carrera. “Porque esto no es solo un hotel, es la familia detrás de un
hotel; ese es el distintivo de L’Auberge”, agrega Queirolo.
Ese distintivo se hace sentir a través de la atención personalizada que
se les da a los huéspedes y de un personal que se ha formado en el hotel y que
continúa trabajando por años en el establecimiento. “A los huéspedes les gusta
venir y encontrarse con las mismas personas. Todo eso le da una calidez
diferente a un hotel de cadena”, dice Chaquiriand. “Eso transmite al huésped
confianza y sentido de pertenencia”.
A 75 años de su inauguración, L’Auberge se encuentra en su plenitud,
según sus responsables, con el equilibrio justo entre la elegancia europea y el
lujo clásico que siempre caracterizó su estilo, y habitaciones y espacios
renovados que acompañan la evolución del balneario.
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Celebridades y
presidentes
La ubicación
del hotel así como su elegancia y discreción lo volvieron un hospedaje
atractivo y conveniente para gobernantes, músicos, estrellas de Hollywood,
deportistas de élite y empresarios a lo largo de las décadas.
Pelé es apenas uno de los visitantes ilustres que recibió L’Auberge en
los 75 años que pasaron desde su apertura. El hotel vio cruzar bromas entre
China Zorrilla y Susana Giménez, y sus jardines vieron pasear a artistas como
Vinicius de Moraes, María Bethânia, José Carreras y Alejandro Sanz.
Listo para
recibir a todo tipo de huéspedes, el hotel supo adaptarse a los protocolos y
las comitivas de seguridad de George Bush (padre) cuando era presidente de
Estados Unidos, del expresidente de Colombia Álvaro Uribe y del exmandatario de
Brasil Fernando Henrique Cardoso.
L’Auberge
también recibió a Niki Lauda, campeón de Fórmula 1, a estrellas de Hollywood
como Antonio Banderas y Melanie Griffith, y a premios Nobel como Mario Vargas
Llosa, que en su última visita, en marzo de este año, llegó con su familia y
compartió charlas de sobremesa con el expresidente español Felipe González y
Julio María Sanguinetti al coincidir en el Latin Annual Meeting 2023, que los
tenía como oradores.
—
El libro
El 75º aniversario de L’Auberge era también un buen motivo para editar un
libro que recogiera su historia. “Fue interesante remover, buscar conexiones y
antecedentes”, contó Ignacio Carrera Chaquiriand, director ejecutivo del hotel,
quien estuvo en la dirección del proyecto, que cuenta con textos de Martina
Pérez Barriola, producción de María Noel Maisonnave y fotos de Aldo Giovinetti
y Sylvia Corbesola.
Después de un
largo trabajo de investigación reunieron en un tomo fotos, notas periodísticas,
testimonios de turistas y material de archivo vinculado a la construcción del
hotel y al desarrollo del barrio Parque del Golf.
El libro se
va a presentar el 7 de octubre y estará disponible en el hotel.