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    “Como para sacarse el sombrero”

    Como columnista, Claudio Paolillo no tenía empacho para decir lo que pensaba. Era capaz de criticar con dureza y de elogiar a un mismo dirigente político, según su actuación pública. Así sucedió con todas las principales figuras de la democracia, desde el primer gobierno colorado de Julio María Sanguinetti (1985-2000), pasando por el presidente blanco Luis Alberto Lacalle (1990-1995), el colorado Jorge Batlle (2000-2005) y, desde 2005, también los mandatarios del Frente Amplio Tabaré Vázquez y José Mujica.

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    Paolillo fue especialmente duro y directo al expresar sus convicciones, y también fue blanco de críticas de funcionarios y dirigentes de todos los gobiernos y fuerzas políticas. No le temblaba la mano para decir lo que creía que estaba mal, ni le faltaban palabras para destacar lo bien hecho.

    En diciembre de 1999, escribió Sin tasa ni medida, una columna de elogio a Lacalle, quien había dicho que “sin tasa ni medida” los blancos darían su apoyo al gobierno de Batlle, como ocurrió. “Es como para sacarse el sombrero”, concluyó.

    Y sin embargo, más acá en el tiempo, en El candidato y el tobogán (diciembre, 2009), señalaría sin pruritos “todos los errores” de Lacalle tras las elecciones internas. “Fue un candidato aletargado, sin sangre, sin garra, sin fuerza y, por momentos, hasta sin la prestancia que su pasado como presidente debió haberle asegurado. Se salió de las casillas cada vez que le preguntaron sobre casos de corrupción —supuestos o reales— de su gobierno y actuó sin la ‘cancha’ que todos suponían le sobraba”. Lo llamó “soberbio”, ocupado en exhibir su condición de “patricio” en lugar de pelearle palmo a palmo el terreno al candidato “linyera”, por Mujica.

    Con Mujica discrepó abierto, y con especial virulencia, aunque también escribió columnas con palabras de elogio a su figura. Ejemplo de las críticas es su columna Muji-k (diciembre, 2011) donde dice que su gobierno carecía de “rumbo” y más: “Quien continúe creyendo lo contrario se arriesga a ingresar en la categoría preferida por el presidente: la de los ‘nabos’.(…) Aquellas promesas de Mujica al comienzo de su gobierno que le abrieron un crédito formidable a todo nivel (respeto casi reverencial por la economia de mercado y republicanismo democrático a rajatabla) empezaron a desdibujarse con el transcurso de los meses hasta convertirse en la caricatura que son hoy”.

    A Mujica lo retrataría luego en El podólogo del presidente (enero, 2014), en alusión a “su desprecio más absoluto por la liturgia del poder”. Sin embargo, Paolillo concedería que “en cualquier caso, ni la presentación en sociedad de sus desprolijas extremidades inferiores ni su rechazo por las formalidades del poder son imposturas. Nunca lo fueron”. Y esa informalidad “sorprende gratamente a quienes en todas partes lidian con jefes de Estado amurallados por ejércitos de guardaespaldas, secretarios, asesores y funcionarios de protocolo que los hacen inaccesibles para el pueblo común”.

    Una de sus columnas más recordadas —y con distancia la más visitada de todas en el portal web de Búsqueda— es La muerte lenta (julio, 2016), donde Paolilllo observa que “la sociedad uruguaya está tan abombada que gasta toda su energía en debates estúpidos sobre los asuntos más minúsculos y superfluos”, mientras “la cosa va mal”, “con un 60% de los adolescentes sin terminar secundaria, con la propagación de la ‘grieta’ social que está generando un sistema educativo agotado y agostado, y con la violencia sin sentido”.

    “Para que haya hombres y mujeres ‘extraordinarios’ es necesario desterrar el inmovilismo autocomplaciente que vivimos hoy y revolucionar todo el esquema; no con un parche aquí y otro allá, sino girando 180 grados”, apostilló.

    Información Nacional
    2018-01-25T00:00:00