Analistas como Gabriel Oddone y Pablo Rosselli han alertado acerca del deterioro de varios indicadores, en un contexto de aceleración de la depreciación del peso frente al dólar que complica la gestión macroeconómica. Por su parte, Isaac Alfie cree que Uruguay estaría atravesando por una recesión, y Javier de Haedo lo ha insinuado.
Desde la oposición política, el senador Jorge Larrañaga (Partido Nacional) describió el viernes 2 en el programa “Desayunos informales” de Canal 12 un panorama preocupante, mientras un sobreimpreso en pantalla planteaba: “La economía uruguaya. ¿El país ya atraviesa una crisis?”.
“No saben con qué se van a encontrar. Están bajando las exportaciones. Hay interrogantes muy, muy fuertes en materia económica. La exposición y la fragilización de la situación economica del país es creciente. ¡Yo no lo quiero! Yo deseo lo mejor para el país. Yo no estoy y nunca estaré en la política para que al gobierno de turno le vaya mal para que al partido que represento le vaya bien (...)”, se atajó el legislador blanco.
Los análisis sobre Uruguay que se elaboran en el exterior no tienen un tono dramático pero sí reflejan que se dejó de ver al país a salvo de casi todo riesgo, como hasta hace poco. Por ejemplo, la consultora británica Oxford Analytica se refirió en sus últimos informes a la posibilidad de que se debilite el “fuerte apoyo” a las políticas del gobierno, y que Brasil y los “problemas” fiscales “silencien el crecimiento” económico.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, declaró en una entrevista con el Grupo de Diarios América publicada el domingo 4 que en Uruguay la actividad económica “fue más débil de lo previsto en el segundo trimestre debido a factores en su mayoría temporales, como una reducción de la producción hidroeléctrica provocada por la sequía. Pero observamos asimismo una desaceleración más general en la región, que afecta, entre otros países, también a Uruguay. Por este motivo, el FMI, al igual que otros, ha revisado a la baja los pronósticos de crecimiento para este año y el próximo. Pero aun así no prevemos una recesión o ni siquiera una desaceleración prolongada en Uruguay”. En el marco de su asamblea semestral que tiene lugar esta semana en Lima, el organismo multilateral divulgó el martes 6 la estimación ajustada de expansión de la economía uruguaya: 2,5% en lugar de 2,8% para 2015, y 2,2% en vez de 2,9% para 2016.
En la entrevista, Lagarde dio un voto de respaldo al gobierno del presidente Tabaré Vázquez: “Confiamos en la capacidad de las autoridades de ese país para adoptar las medidas adecuadas para preservar la estabilidad económica y financiera, que ha sido la piedra angular de la satisfactoria evolución económica de Uruguay durante la última década, y para ejecutar reformas cruciales con el fin de respaldar el crecimiento en el largo plazo”.
Alejandro Werner, el jefe para el Hemisferio Occidental del Fondo, se refirió ayer en Lima al “deterioro” fiscal de Uruguay e instó a las autoridades del país a cumplir “estrictamente” con el plan de “consolidación” de las cuentas públicas previsto en el proyecto de Presupuesto quinquenal.
¿Crisis?
El concepto de crisis ha sido ampliamente abordado por los teóricos de la economía, aunque estrictamente no tiene una definición consensuada.
Joseph Schumpeter (1883-1950) planteó la existencia de ciclos económicos de diferente duración, y de crisis como parte de estos movimientos asociados a la introducción de innovaciones. Para este teórico, las crisis son necesarias y tienen como aspecto favorable el reajuste del sistema que deviene de la baja de precios de los nuevos productos; lo negativo es que hacen desaparecer el interés por seguir aplicando innovaciones.
Según Karl Marx (1818-1883), las crisis son de demanda o subconsumo —debido a que la producción invendible lleva a que los capitalistas no realicen la producción—, o de rentabilidad o baja de la tasa de ganancia —ante la cual se reduce el estímulo para seguir invirtiendo en la producción.
Desde una perspectiva más llana, Wikipedia, la enciclopedia libre en Internet, difunde la siguiente definición de “crisis económica”: es la “fase más depresiva de la evolución de un proceso económico recesivo. Por recesión se entiende el movimiento cíclico descendente de la economía, que comprende, por lo menos, dos trimestres de continua disminución del Producto Nacional Bruto real”.
La Real Academia Española, por su parte, habla de crisis como una “situación dificultosa o complicada”, y más específicamente en referencia a los temas económicos, como “escasez, carestía”, o un momento de un negocio “grave y de consecuencias importantes”.
En Estados Unidos, el Buró Nacional de Investigación Económica hace un seguimiento del ciclo en ese país pero no se apega a una definición al respecto ni a un único indicador. Determina si hubo una recesión (una contracción significativa y generalizada de la actividad que puede durar unos pocos meses hasta más de un año) o expansión (crecimiento sustantivo extendido a toda la economía que usualmente dura varios años) a partir de datos como el Producto, el empleo y el ingreso en términos reales, además de indicadores sectoriales como las ventas y la producción industrial.
Consultado por Búsqueda, Henry Willebald, director del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, dijo que prefiere pensar el asunto en “términos de ruptura de trayectorias favorables —sea esta un steady state o una sucesión de desequilibrios— e identificar las crisis por su severidad. Un episodio de retracción relativamente suave y corto lo calificaríamos de recesión y, cuando aquel es largo y profundo, pasaríamos a hablar de depresión. Aunque ambos episodios son de crisis, las condiciones son diferentes y, en consecuencia, también las políticas. El propio grado de severidad tiene un contenido histórico específico y entiendo que la precisión numérica de la caracterización no debe ser ajena a criterios de tipo más cualitativo que sitúe las consecuencias en su justa medida”. Así, por ejemplo, una caída real de 10% en el Producto no es igual sin sistema de bienestar que con él, acotó.
En esta lógica, para Willebald “calificar la actualidad económica de Uruguay como crítica, a secas, resulta impreciso. En términos de un comportamiento de mediano plazo, los grados de bienestar y las condiciones socioeconómicas son significativamente superiores a las del pasado reciente. El cambio en el contexto internacional seguramente termine impactando negativamente y tengamos que enfrentar efectos recesivos, pero más que inducir a una depresión, entiendo que debería alertarnos de todo aquello en lo cual no hemos avanzado lo suficiente y que puede estar diciendo —como otras veces— que hemos perdido una oportunidad histórica de cambio estructural”. A juicio del economista, “son muchas las cuentas pendientes” que aún tiene Uruguay como sociedad —los niveles de educación bajos en promedio y muy desiguales por sectores, una “vulnerabilidad persistente a la volatilidad de los precios internacionales, mercados concentrados, conductas rentistas extendidas, bajas tasas de ahorro, por ejemplo— y las señales de cambio son muy limitadas”.
La última
Uruguay atravesó por varias “crisis” económicas en su historia, que con cierto consenso los investigadores ubican en 1876-1895, en 1913-1915, en 1931-1935 y en 1974 y 1989. Aunque su año de inicio puede ser motivo de debate —ya que los desequilibrios se venían arrastrando desde antes—, la que tuvo su punto más álgido en 2002 aún está fresca en la memoria de los uruguayos. Muchos se quedaron sin trabajo, debieron apretarse el cinturón con los gastos, perdieron todo o parte de sus ahorros y sintieron desconfianza en el país.
Entonces se conjugó una prolongada recesión económica, alto desempleo, elevado déficit fiscal y una deuda pública abultada, entre otros problemas. Las autoridades de la época evitaron todo lo posible hablar de una crisis, por más que la situación se había tornado dramática. Sí lo hacía la oposición: el 24 de julio de 2002, en su audición en Radio Centenario, el líder del Frente Amplio, Tabaré Vázquez, afirmó que “de la crisis se pasó al caos. Hoy el Uruguay tiene un caos económico, un caos en la producción, un caos social, un caos financiero y el gobierno está sumergido en un caos político que no es mayor por tener una fuerza política de oposición muy seria, muy responsable, leal institucionalmente y con una gran madurez” (Búsqueda Nº 1.160).
Desde la perspectiva personal del ministro de Economía de la época, las dificultades de entonces supusieron obligarse al “aislamiento, incluso familiar”, o padecer un “choque anímico”, una “especie de parálisis mental” o agobio emocional, relató Alberto Bensión en el libro “La crisis del 2002: mi gestión al frente del cataclismo bancario”.