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    “Disfruto con todas las expresiones artísticas”

    Con Christoph Eschenbach, un fenómeno mundial de la música clásica

    Nació en 1940 en Breslau, una ciudad que hoy forma parte de Polonia. Su madre murió al darlo a luz. Su padre fue perseguido por los nazis, alistado a la fuerza en el ejército, enviado al frente ruso y luego ejecutado. Eschenbach tenía entonces tres años. Lo crió su abuela hasta los cinco.

    Cuando ella falleció, el niño fue destinado a un orfanato. Un año después lo recogió la prima de su madre, Wallydore Eschenbach, pianista, cantante y profesora de música, quien se convertiría en su madre adoptiva.

    Christoph tenía seis años y no hablaba, encerrado en sí mismo con las imágenes angustiosas de su pasado, hasta que un día, escuchando a Wallydore, ella le preguntó si le gustaría tocar el piano de esa manera, a lo que el pequeño, quebrando su mutismo, respondió: “Sí”.

    Fue así que Eschenbach inició su carrera como pianista hace ya 60 años, para ganar, entre otras cosas, el primer premio en el concurso Clara Haskil de Vevey, Suiza, después de haber estudiado con Hans-Otto Schmidt-Neuhaus y con Wilhelm Brückner-Rüggeberg.

    En 1969 , el artista comenzó a vincularse con la Orquesta de Cleveland, cuyo director estable, George Szell, descubrió en el joven pianista condiciones para la dirección orquestal iniciándolo definitivamente en ese arte. En 1972 realizó su debut como director, y desde entonces no ha cesado de ser reconocido por las principales orquestas y capitales musicales.

    Entre 1988 y 1999, dirigió a la Orquesta Sinfónica de Houston. En 2003 fue director estable de la Orquesta Sinfónica de Filadelfia, y desde 2010 lo es de la Orquesta Sinfónica de Washington, con la que el 23 de junio pasado se presentó en el Auditorio Adela Reta en un notable concierto.

    A la distancia, la dureza de aquellos primeros años contrastan con la disposición amable y la manera suave en que este Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia y director musical del Kennedy Center for the Performing Arts de Estados Unidos se expresa y contesta las preguntas de la entrevista.

    El siguiente es un resumen del diálogo telefónico que mantuvo con Búsqueda.

    —Luego de su iniciación musical en el piano a los 6 años, ¿cuál fue para usted el siguiente mojón importante en su contacto con la música?

    —Fue a los 11 años, escuchando a Wilhelm Furtwängler dirigir la Filarmónica de Berlín. Era la primera gran orquesta que escuchaba, y el programa era solo Beethoven con la Cuarta y la Quinta Sinfonía y, además, con “La Grosse Fugue”. Quedé totalmente abrumado. Le dije entonces a mi madre: “Quiero ser director de orquesta”, a lo que me contestó “muy bien, pero tú eres pianista y el piano no es un instrumento de orquesta, y para poder dirigir tienes que estudiar un instrumento de la orquesta.” Fue así que estudié durante 15 años violín, además del piano, porque de esa forma podía entender mejor un sector importante de la orquesta, como lo es el de las cuerdas.

    —Su carrera internacional comenzó como pianista. ¿La batuta reemplazó al piano?

    —Yo no diría que lo reemplazó. Ha habido en mi etapa más reciente un acento en la dirección de orquesta, pero me sigo sintiendo pianista y de ninguna manera considero dejar de lado el piano.

    —Usted ha venido al Uruguay al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional de Washington. Howard Mitchell, director de esa orquesta durante 20 años, comandó en varias temporadas a la Ossodre y era un artista muy estimado por nuestros músicos y nuestro público. ¿Usted lo conoció?

    —Sí claro. Toqué con él, yo como pianista. Realmente era un muy buen director.

    —Se sabe que usted es meticuloso y exigente en los ensayos. Después de ese trabajo exhaustivo, ¿queda algún espacio para la improvisación el día del concierto?

    —Naturalmente que sí. Es necesario ensayar mucho para luego poder tener la libertad, el día del concierto, de poder agregar ideas en el momento mismo de la ejecución. Esto, que yo no llamaría improvisación sino sumar nuevas ideas espontáneas durante la ejecución, sólo es posible si, gracias al trabajo previo de los ensayos, los músicos están ante el público tocando con suficiente libertad. No puedes ser libre en la interpretación si no has ensayado bien antes.

    —Y aparte de la música, ¿qué interés despiertan en usted la literatura y la plástica?

    —Disfruto con todas las expresiones artísticas, pero pienso que la música tiene una capacidad única para hablarles a todos y ser entendida por todos. Y eso es así porque no deriva de una lengua sino que es en sí misma un lenguaje abstracto. Además, está el tema del impacto del sonido. Esto la hace única.

    —Para terminar, ¿qué papel diría que jugó en su trayectoria artística una infancia tan difícil como la que usted tuvo?

    —Creo que fue como un disparador. Esos años fueron atroces, pero luego la entrada de la música en mi vida fue un alivio y una liberación. Cuando era niño, estaba lleno de imágenes y sensaciones terribles que me encerraron en mí mismo y la música funcionó como el vehículo ideal que me ha permitido abrirme y expresarme desde entonces hasta hoy. La música es mi razón de ser.