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    “Nadie como vos…”

    N° 1946 - 30 de Noviembre al 06 de Diciembre de 2017

    Cada vez que Carlos Gardel viajaba a Montevideo a escuchar cantar a su amigo Néstor Feria, tras el aplauso y el saludo, repetía, desde su emoción admirativa:

    —Nadie como vos, Negro, para estas cosas…

    “Estas cosas” eran aquellas canciones camperas —valses criollos, milongas, vidalitas y estilos— que el Mago, aun después de consagrarse al tango y brillar con él por todas partes, adoraba, atesorándolas desde que, igual que colega uruguayo, no se sentía otra cosa que un “cantor nacional”.

    Néstor Feria Acosta, apodado el Gaucho Cantor, fue además guitarrista y compositor nacido el 5 de marzo de 1894 en el entonces caserío de Bolívar, sobre una barranca del río Santa Lucía, en Canelones, a pocos kilómetros de Fray Marcos, Florida. En Fray Marcos se lo considera oriundo no solo porque en su cementerio descansan sus restos, sino porque la familia se radicó allí siendo él muy niño. Fue el lugar que impulsó la inspiración de sus primeras creaciones.

    Feria había conocido a Gardel en 1915, en la capital uruguaya, durante una presentación del dúo de este con Razzano. Fue un encuentro que derivó en una gran amistad y mutua admiración:

    —Lo que tiene este muchacho —diría cierta vez Gardel—, por sobre todas las cosas, es su emotivo y profundo sentido de lo criollo.

    Néstor Feria no tuvo una vida fácil. Sus padres se divorciaron tras una muy fuerte y desagradable pelea, y la madre marchó con su hijo a Montevideo. Halló un modesto lugar en la Unión y, pese a las necesidades económicas, el Gaucho Cantor halló en ese barrio una respuesta a su incipiente arte que quizás no esperaba: primero, en el Colegio del Chivo, al que asistía con su guitarra, de la que ya sacaba dulces sonidos de oído, poniéndole música a unos versos del director, cuyo centro escolar llevaba ese nombre informal por su puntiaguda y encanecida barba. Y no muy lejos, asomaba el hipódromo, el viejo circo de Ituzaingó, que lo atrajo sin remedio, y donde tocó y cantó en bailes y asados y fue peón de studs y vareador de caballos de carrera.

    Después vino una jamás explicada rebeldía hacia la madre, y Feria, con 17 años, partió a Buenos Aires, a la aventura. Se empleó en el hipódromo de Palermo y recorrió los boliches cercanos con su instrumento. Pero la madre, que ya lo había perdonado, hablando con cuidadores de caballos en una larga, improvisada y conmovedora búsqueda, lo halló al fin a los dos años y lo persuadió de volver a Montevideo.

    Y si los siguientes no fueron años de cercos y glicinas, sí representaron el lanzamiento definitivo del cantor nacional en ciernes: la influencia esencial de José Alonso y Trelles —el Viejo Pancho—, a quien conoció en Tala, y luego la de Gardel, derivaron en el estímulo que necesitaba. Al inicio formó varios dúos. El primero con Arturo Vecino, con quien cantó, por ejemplo, en los cafés Vaccaro y Sburlatti. Y viajó a Rio Grande do Sul, de donde retornó en 1920 para cambiar de compañero: Ítalo Goyeche, con quien se presentó con rotundo éxito en los carnavales del año siguiente, ganando un viaje a Buenos Aires, escenario que les trajo los primeros contratos y acompañamientos nada menos que de guitarristas de la talla de Enrique Maciel y José María Aguilar. En dúo con Goyeche, Feria dejó diez grabaciones entre las que cuentan Por el camino, Las carretas, En blanco y negro, Páginas íntimas, De mí no esperes, A todos y La bata de percal. Como solista, camino que emprendió poco después, solo dejó cuatro placas que son un tesoro: la ya mencionada En blanco y negro, Quisiera escribirte, Noche de abril, de Discépolo, y Mama vieja, de Lito Bayardo.

    Néstor Feria cantó algún tango ocasionalmente y, sin embargo, influyó en casi todos los grandes de ese género: un fenómeno que solo entre artistas puede explicarse. Debutó en Radio Stentor, trabajó con Fernando Ochoa en Radio Belgrano, actuó en dos versiones de Juan Moreira —Nelo Cosini, 1936; Moglia Barth, 1939— y en Los carachos de la Florida, de fecha incierta. Lo valoraban como pocos Charlo, Carlos Acuña, Hugo del Carril, Ángel Cárdenas y tantos otros.

    Facundo Cabral dijo:

    —Si tuve oportunidad de entrar al espectáculo fue por la influencia, siendo niño, del enorme e inimitable trovero uruguayo Néstor Feria.

    Feria murió joven, solo y pobre, el 26 de setiembre de 1948. Cuarenta años después sus restos fueron traídos a Fray Marcos.

    Queda esta estampa del poeta León Benarós:

    —Su recuerdo es como un perfume de trébol, en la ciudad extraña y febril.