Nº 2170 - 21 al 27 de Abril de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“No sé con qué armas se peleará una tercera guerra, pero la cuarta, seguro, con arco y flecha” (Winston Churchill).
El envío de armamento ofensivo —cañones y helicópteros de ataque— por parte de Washington a Volodímir Zelenski ha provocado una fuerte respuesta rusa. Moscú declaró que considera el hecho “una participación directa de la OTAN en la guerra” y se reserva el derecho a responder. Si esta respuesta implicara atacar a Polonia, miembro de la alianza atlántica, una III Guerra Mundial sería inevitable. Causa temor, sin duda. La vida en todo el planeta sería afectada de un modo impredecible, pero la humanidad ha demostrado, lamentablemente, que tiene una tendencia increíble hacia la autodestrucción.
La guerra no ha sido el “paseo” que esperaba Vladímir Putin. A casi dos meses de la invasión, las tropas rusas se han retirado de la región de Kiev y los ataques se han concentrado en el este del país. Nadie puede saber cómo ni cuándo acabará esta tragedia. Los analistas militares afirman que puede ser larga y estancarse en la región del Donbás, que ya vive en conflicto desde 2014. La situación podría transformarse en una guerra de desgaste, donde la capacidad de resistencia es lo fundamental, por sobre los ataques. Rusia es claramente superior por la potencia de su ejército, pero la defensa ucraniana y las armas recibidas han sido más eficientes de lo esperado.
Según el servicio de inteligencia británico, los asesores de Putin no se atrevieron a decirle la verdad sobre las dificultades y sus cálculos han fallado. Tomar en poco tiempo un territorio inmenso, con 44 millones de habitantes hostiles y 300.000 militares enfrente, era muy difícil. Ya se produjo un desgaste en ambos bandos, tanto en recursos como en vidas humanas. Los bombardeos a zonas civiles ucranianas han provocado miles de víctimas inocentes y el éxodo de millones de personas. En el plano económico el Banco Mundial estima que la economía de Kiev se contraerá a la mitad y la rusa retrocederá 11%.
El presidente ucraniano necesita ganar tiempo, y por ello exige más armamento a Occidente. “Armas, armas y armas”, pidió el ministro de Exteriores, Dmytró Kuleba. Lo que han entregado hasta ahora no es suficiente para dar la vuelta a la partida, y Zelenski asegura que su gente tiene la preparación para utilizar con eficiencia aviones de combate y sistemas de misiles.
Según Michael Kofman, experto en el ejército ruso, “el ejército ucraniano tiene grandes reservas de mano de obra, pero cantidades insuficientes de equipo militar”. Por otro lado, “no está claro que el ejército ruso esté realmente preparado y organizado para librar una guerra prolongada”, sostiene. Los dos bandos quedarían, de algún modo, empatados, y el conflicto seguiría. El desgaste también se nota en el plano moral y sicológico de los soldados. Por mucho que ambas partes se reivindiquen como vencedoras, por el momento quien va ganando es Zelenski, al menos en términos de comunicación. Ni siquiera Ucrania, sino él frente a Putin, en cuanto a lograr la empatía mundial con su causa. El líder ucraniano se ha ganado a la opinión pública, lo cual se siente en cada una de sus intervenciones ante el mundo, y esto también tiene un costo para el gobierno ruso.
“Cada día que los ucranianos no pierden, ganan políticamente, y el costo para la imagen de Putin se agiganta”, explicó Anne Claessen, investigadora del Real Instituto de Defensa de Bruselas. Con dos meses de conflicto y los ataques ahora localizados en el este del país, “la opción que le queda a Ucrania ante un ejército superior es evitar un enfrentamiento directo con las tropas e intentar que el invasor pague el máximo por su agresión”, sostiene Marc Gil, profesor de Historia Contemporánea. En este contexto, vale “cualquier estrategia que dificulte el avance, alargue el enfrentamiento, multiplique las bajas en hombres y material del enemigo…, es decir, ralentizar al máximo, infligir daño e impedir que Moscú consiga sus objetivos”. Según Gil, esta estrategia puede provocar una escalada si Rusia decide redoblar sus esfuerzos a la vista de que le impiden alcanzar sus metas. Esto preocupa especialmente por su enorme arsenal nuclear y la posible tentación de usarlo. Sería una catástrofe sin precedentes.
Junto con el estancamiento del conflicto, existe también el riesgo de que este caiga en el olvido, como ya ocurrió tras 2014. Y con ello la posibilidad de que la unidad internacional que hasta ahora se ha mostrado en apoyo a Ucrania se resquebraje con el tiempo. Si el conflicto perdura, la cuestión energética se hará aún más acuciante y peligrará la unanimidad de los países dentro de la Unión Europea con respecto a su postura frente a Rusia. La estrategia que está practicando Vladímir Putin es la de “tierra arrasada”. Consiste en la destrucción absoluta de un territorio —estructuras, hospitales, colegios, pueblos, ciudades— para evitar que pueda ser utilizado por el enemigo, como ha hecho en Mariupol. Ha afirmado que no se detendrá hasta conquistar el Donbás. Ucrania, por el momento, resiste.
Por otra parte, Alemania depende en un 50% del gas natural ruso, porcentaje que sube al 80% en el caso de Austria y al 100% en el de Finlandia. Por esto es muy difícil un acuerdo general para dejar de comprar gas a Moscú. Si el conflicto se prolonga, Europa deberá buscar una alternativa viable de recursos energéticos o dejará de intervenir unida en la guerra, como hasta ahora. Objetivamente, la mejor salida para Putin es lograr anexar el este ucraniano, de mayoría étnica rusa, y pintarlo como un triunfo ante su pueblo. Y para Ucrania, a pesar de dicha pérdida, mantener la independencia del resto de su territorio y vivir en paz es también la mejor opción posible.